Cuando el virus del Covid-19 llegó a América Latina en andas de los agitados aires de la hiper conexión global, encontró una región devastada ya por las políticas de austeridad[1], impuesta a rajatabla sobre sus poblaciones, desde las alturas del Consenso de Washington.
Por Fernando
Guerra Rincón
Economista,
Magíster en estudios políticos y económicos
Cuando
el virus del Covid-19 llegó a América Latina en andas de los agitados aires de
la hiper conexión global, encontró una región devastada ya por las políticas de
austeridad[1],
impuesta a rajatabla sobre sus poblaciones, desde las alturas del Consenso de
Washington, que vieron multiplicar el número de pobres e indigentes producto de
la destrucción de sus aparatos productivos, atados férreamente a las economías
extractivas, de la aniquilación de sus instituciones garantes de derechos
básicos en educación, salud, trabajo, vivienda, pensión, claves en la movilidad
social, traslapados a negocios privados ultra-rentables, a los cuales, a las
gentes sin fortuna les queda muy difícil acceder, muralla de acceso que
apuntala la desigualdad
En la
medida que transcurre y dure la pandemia, ante el cierre obligado de las
actividades económicas para protegerse de la amenaza y la deficiencia de
recursos públicos para atenderla con eficiencia, sectores cada vez más amplios
de estas sociedades, ensancharán el ya dilatado circulo de la pobreza. Esta
situación no tiene antecedentes.
En
Colombia, casi la mitad de su población de 50 millones de habitantes, viven de
la economía informal, en condiciones de delicada vulnerabilidad. En Soacha, el
conglomerado urbano que más crece en Latinoamérica, un municipio que hace parte
del área urbana de Bogotá, con más de un millón de habitantes, la mitad de los
cuales viven en pobreza o en pobreza extrema, donde recalan pobres de todo el
país, hogar de desplazados, exguerrilleros y emigrantes venezolanos, su alcalde
afirma que en su municipio se podrían morir más personas por hambre que por
coronavirus[2],
como podría pasar en los barrios más carenciados de las grandes ciudades
colombianas, donde existen inmensos bolsones de pobreza, característica
aberrante de todas las grandes áreas urbanas del Sur y Centro América y donde
el inconformismo contra la ayuda insuficiente y tardía va en aumento.
Chile,
hasta ayer, el promocionado modelo de estas economías en regla, no logró incluir
a su población en los éxitos del prototipo y las revueltas incendiarias, ante
la aguda desigualdad prevaleciente, una de las más grandes del planeta, se
tomaron sus principales ciudades. En Perú, las autoridades no ven a los
informales que atiborran las calles de Lima y por tanto no les llega la limosna
del Estado austero[3].
En Ecuador, la inquina contra las políticas del Fondo Monetario Internacional
soliviantó a la población, incluidos los indígenas, los más pobres entre los
pobres en la región, y Guayaquil ve la escena dantesca de sus cadáveres en las
calles.
En la rica
Argentina de las prodigas pampas infinitas y del gaucho indómito, otrora miembro
de la exclusiva lista de las cinco mayores economías del planeta, que exporta
al mundo soja, maíz, trigo, aceite de girasol, biodiesel, carne, base de su economía,
el nuevo gobierno de Alberto Fernández no da abasto para darle de comer a los olvidados
que se multiplican, dado el desastre de la heredada economía de la austeridad,
del endeudamiento y de los CEO. Cada vez más argentinos tocan a las puertas de los
comedores que antes de la pandemia atendían a 8 millones en 3.000 comedores
comunitarios del conurbano bonaerense, donde escasean letrinas, el agua
potable, viviendas dignas, y que en pleno auge del virus letal aumentó a un
40%, 11 millones de argentinos[4].
15,9 millones de personas no acceden hoy a la canasta básica de bienes y
servicios, según el Instituto Nacional de Estadística y Censos de la República argentina.
En el Brasil
del autoritario y cada vez más cuestionado Bolsonaro, las autoridades buscan a los
jefes del narcotráfico para que ayuden a atender la emergencia y estos, que no
el gobierno, construyen compartimientos sanitarios en las entradas de las
favelas, que controlan a placer, para que la población se lave las manos[5].
En el territorio brasileño hay 52,5 y 13,5 millones de personas en pobreza y en
pobreza extrema, situación que afecta principalmente, en un 72,7%, a negros y
mestizos. El Programa Bolsa Familia no es suficiente, en la mayor economía de
América Latina y novena del mundo, para sacar a las personas de esa condición
de penuria, según el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística.
En
Centroamérica, donde las condiciones de pobreza son extremas, sus moradores
huyen en caravanas de un coctel explosivo de miseria, narcotráfico y violencia
para toparse posteriormente con barreras humanas y físicas levantadas en
tiempos de globalización. Las crónicas de ese desarraigo hacia un porvenir
incierto, son dramáticas. Historias de vida de quienes se marcharon con lo
puesto y hablan con los pies en llagas[6].
Caso
aparte es Venezuela. Con las reservas más grandes del mundo de petróleo y en el
que solo 13% de sus nacionales no se consideran pobres, el sistema nacional de
salud está destruido, como pasa en mayor o menor medida, en toda la región.
Millones de venezolanos no pueden acceder al mínimo de alimentos, agua y
atención médica, según la ONU.
Esta
crítica situación social emanada de la pésima gestión de la dirigencia
bolivariana que no logró diversificar la matriz productiva de la economía
venezolana tras veinte años en el poder[7],
ni convertir en bienestar y en felicidad las varias bonanzas de precios del
crudo derivados de la alta demanda de la economía mundial en expansión, se ha
visto agravada por la agresión norteamericana al país, en sus esfuerzos
inútiles por recuperar una posición que ya perdieron en la partida de ajedrez
de la geopolítica mundial y, que de paso, instaló en la región, un peligroso
polo de esa confrontación, de consecuencias impredecibles.
Este
dantesco cuadro social en la región se agravará cono consecuencia del Covid-19,
peste viral de la que no se sabe con exactitud su término, ni la magnitud del
daño. En su conjunto América Latina creció en el 2019, 0,1% y se espera que la
economía decrezca en varios puntos del PIB en el 2020, en lo que podría ser la
crisis económica más profunda de su historia. Desde el 2015 los pobres venían
en aumento[8]
y podrían llegar a 220 millones de personas, 35 millones más que en el 2019.
Igualmente, el círculo del infierno de personas en pobreza extrema aumentaría
en 22,6 millones, para un total de 90 millones de personas[9].
El
inevitable contraste se da en la cúpula de super ricos de la región: el 20% de
la población concentra el 83% de la riqueza, vulgar desajuste que precariza las
condiciones de vida de la mayoría de la población y que recae especialmente
sobre mujeres y niños[10].
A su condición de multimillonarios, las élites privilegiadas le huyen a la pobreza
y a la inestabilidad económica como a la peste. Por ello, la fuga de capitales
hacia radas más seguras del escenario económico mundial es sistemática e
indolente.
En
plena pandemia han retirado de los mercados emergentes, entre los que se
encuentran la mayoría de los países de la región, US$ 83.000 millones, la mayor
salida de capitales de la historia, según el FMI. Un estudio afirma que en las
siete mayores economías de la región se pusieron fuera del control de los Estados
más de dos billones de dólares, el 40% del PIB de todos los países de Latinoamérica[11].
La cuantía de esos recursos y la velocidad con que se incrementan significa en
la práctica una brutal descapitalización que lastra los esfuerzos de mejora de
las mayorías.
En
esta desafortunada coyuntura a los gobernantes de los países latinoamericanos
les queda literalmente imposible pagar la deuda externa[12], el otro dogal al cuello de estas
economías. La exigencia de recursos públicos que demanda el pago de su servicio
significa un inmenso drenaje de dineros que se necesitan para atender la
emergencia. La deuda de Argentina es de cerca de US$325.000 lo que compromete
el 95% de su PIB, una deuda que el propio FMI reconoce como insostenible. Para
el 2020 y 2021 el servicio de la deuda le representa US$ 87.000 millones. Brasil
debe un billón de dólares, 78% de su producto bruto interno. Colombia tiene
comprometido prácticamente el 60% de su PIB. En 2021, el gobierno colombiano
deberá amortizar US$3.166 millones y pagar intereses por US$ 2.098 millones. Solo
para hablar de estos países.
Acosados
por todos los flancos, por los pobres de siempre que viven del rebusque o del
empleo precario, por los obreros que se quedaron sin ingresos ante el cierre de
las empresas y por los empresarios pequeños, medianos y grandes, que vieron de
la noche a la mañana esfumarse sus ingresos y sus ganancias y apurados por los
bancos que no dan tregua en su codicia ni en tiempos de pandemia, los gobiernos
del área apuran el regreso a las actividades productivas contra todas las
evidencias científicas, que desaconsejan semejante irresponsabilidad y que
puede generar miles de muertos adicionales en poblaciones altamente vulnerables,
porque sus raquíticas arcas a causa de las políticas de protección y rebajas
generosísimas de impuestos al gran capital, debilitan sus ingresos y lo dejan sin
músculo financiero para atender la pandemia y la postpandemia.
La
salida de la pandemia debe ser responsable porque si no, sufre aún más la
economía y hay más muertos. Salud y economía son una y la misma cosa.
Enfrentarlos es un falso dilema al que recurren gobiernos en problemas, con
economías precarias, como pasa en la inmensa mayoría de estos vastos
territorios.
Si
esta peste viral se extiende[13],
como todo indica, las corruptas élites gobernantes de América Latina no tendrán
como atender la creciente demanda de salud y de comida de millones de pobres
sin trabajo y sin ingresos, ni tampoco las crecientes exigencias de apoyo
económico de miles de empresas de todos los tamaños al borde de la quiebra.
La
pandemia del coronavirus ha desnudado las enormes falencias de estas economías
y la incapacidad de sus dirigencias para la construcción de sociedades
prosperas e incluyentes. La crisis ha puesto al orden del día la corrección del
rumbo: América Latina toda debe desprenderse de las economías extractivas y
enrumbar sus sectores productivos hacia las economías basadas en los avances de
la cuarta revolución industrial, así como sustituir su base energética de energías
fósiles a energías renovables. Devolver al Estado su papel central en la provisión
de servicios públicos esenciales que tanta falta ha hecho en esta crisis.
Reformar el sistema financiero y colocarlo al servicio de los sectores
productivos y alejarlo de la especulación y la financiarización. Devolverle al
campesinado la agricultura con base nacional que le devuelva sus ingresos
perdidos en la absurda competencia internacional a la que los sometieron,
agudizando sus condiciones de pobreza y marginalidad. De no hacerlo, vientos de
tormenta asoman en el horizonte, como ya se nota.
[1] Paul, Krugman, El legado de la austeridad destructiva, enero 4 de 2020, El
Espectador.
[2] El hambre como
bandera.
En las ventanas de muchos barrios de Colombia, los más
pobres colgaron trapos rojos como señal de auxilio. El SOS de la pobreza en
medio del coronavirus. https://elpais.com/sociedad/2020-04-17/el-hambre-como-bandera.html
[3] Como
enfrentan los países de la región la crisis económica que trajo la pandemia,
La Nación, 19 de abril de 2020, Pág. 2, Economía.
[4] En
las villas se disparó la demanda de comida y la ayuda estatal no alcanza,
La Nación, abril 19 de 2020, Pág.4a.
[6] Hay dos libros sobre este drama: Caravana, del periodista español
Heriberto Pradilla y Juntos, todos juntos
del periodista salvadoreño Carlos Martínez. Caravanas, un año del fenómeno que
cambio el rostro de la emigración en Centroamérica, El País de España.
[7] La dependencia de estos países, salvo
México y Brasil, cuya dependencia no es tan marcada, de las economías
extractivas, le otorga una extrema fragilidad a la estructura de sus economías,
sujetas a los vaivenes cíclicos y coyunturales de la demanda mundial, o a
choques de oferta, que afecta directamente los precios de las materias primas.
[9] El número de pobres en la América Latina puede crecer en 35
millones por el coronavirus COVID-19. https://news.un.org/es/story/2020/03/1471522
[10]Los milmillonarios del mundo poseen más
riquezas que 4600 millones de personas. Informe Oxfam. Enero de 2020.
[11] Latinoamérica: las elites fugaron el
40% del PIB regional desde 1980. https://mundo.sputniknews.com/radio_voces_del_mundo/201911291089479239-latinoamerica-las-elites-fugaron-el-40--del-pbi-regional-desde-1980/
[12] Jorge Iván González. Deudas Impagables.
https://www.larepublica.co/analisis/jorge-ivan-gonzalez-506394/deudas-impagables-2996817
[13] Un reciente estudio de la Universidad
demuestra que la inmunidad de grupo que ofrece una limitación automática a la
expansión de la enfermedad podría demorar hasta julio de 2022.
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