martes, 28 de abril de 2020

América Latina en tiempos de pandemia


Cuando el virus del Covid-19 llegó a América Latina en andas de los agitados aires de la hiper conexión global, encontró una región devastada ya por las políticas de austeridad[1], impuesta a rajatabla sobre sus poblaciones, desde las alturas del Consenso de Washington.
Por Fernando Guerra Rincón
Economista, Magíster en estudios políticos y económicos

Cuando el virus del Covid-19 llegó a América Latina en andas de los agitados aires de la hiper conexión global, encontró una región devastada ya por las políticas de austeridad[1], impuesta a rajatabla sobre sus poblaciones, desde las alturas del Consenso de Washington, que vieron multiplicar el número de pobres e indigentes producto de la destrucción de sus aparatos productivos, atados férreamente a las economías extractivas, de la aniquilación de sus instituciones garantes de derechos básicos en educación, salud, trabajo, vivienda, pensión, claves en la movilidad social, traslapados a negocios privados ultra-rentables, a los cuales, a las gentes sin fortuna les queda muy difícil acceder, muralla de acceso que apuntala la desigualdad

y destruye cualquier asomo de equidad social, desde el Río Bravo hasta Ushuaia, en la Patagonia argentina.
En la medida que transcurre y dure la pandemia, ante el cierre obligado de las actividades económicas para protegerse de la amenaza y la deficiencia de recursos públicos para atenderla con eficiencia, sectores cada vez más amplios de estas sociedades, ensancharán el ya dilatado circulo de la pobreza. Esta situación no tiene antecedentes.
En Colombia, casi la mitad de su población de 50 millones de habitantes, viven de la economía informal, en condiciones de delicada vulnerabilidad. En Soacha, el conglomerado urbano que más crece en Latinoamérica, un municipio que hace parte del área urbana de Bogotá, con más de un millón de habitantes, la mitad de los cuales viven en pobreza o en pobreza extrema, donde recalan pobres de todo el país, hogar de desplazados, exguerrilleros y emigrantes venezolanos, su alcalde afirma que en su municipio se podrían morir más personas por hambre que por coronavirus[2], como podría pasar en los barrios más carenciados de las grandes ciudades colombianas, donde existen inmensos bolsones de pobreza, característica aberrante de todas las grandes áreas urbanas del Sur y Centro América y donde el inconformismo contra la ayuda insuficiente y tardía va en aumento.
Chile, hasta ayer, el promocionado modelo de estas economías en regla, no logró incluir a su población en los éxitos del prototipo y las revueltas incendiarias, ante la aguda desigualdad prevaleciente, una de las más grandes del planeta, se tomaron sus principales ciudades. En Perú, las autoridades no ven a los informales que atiborran las calles de Lima y por tanto no les llega la limosna del Estado austero[3]. En Ecuador, la inquina contra las políticas del Fondo Monetario Internacional soliviantó a la población, incluidos los indígenas, los más pobres entre los pobres en la región, y Guayaquil ve la escena dantesca de sus cadáveres en las calles.
En la rica Argentina de las prodigas pampas infinitas y del gaucho indómito, otrora miembro de la exclusiva lista de las cinco mayores economías del planeta, que exporta al mundo soja, maíz, trigo, aceite de girasol, biodiesel, carne, base de su economía, el nuevo gobierno de Alberto Fernández no da abasto para darle de comer a los olvidados que se multiplican, dado el desastre de la heredada economía de la austeridad, del endeudamiento y de los CEO. Cada vez más argentinos tocan a las puertas de los comedores que antes de la pandemia atendían a 8 millones en 3.000 comedores comunitarios del conurbano bonaerense, donde escasean letrinas, el agua potable, viviendas dignas, y que en pleno auge del virus letal aumentó a un 40%, 11 millones de argentinos[4]. 15,9 millones de personas no acceden hoy a la canasta básica de bienes y servicios, según el Instituto Nacional de Estadística y Censos de la República argentina.
En el Brasil del autoritario y cada vez más cuestionado Bolsonaro, las autoridades buscan a los jefes del narcotráfico para que ayuden a atender la emergencia y estos, que no el gobierno, construyen compartimientos sanitarios en las entradas de las favelas, que controlan a placer, para que la población se lave las manos[5]. En el territorio brasileño hay 52,5 y 13,5 millones de personas en pobreza y en pobreza extrema, situación que afecta principalmente, en un 72,7%, a negros y mestizos. El Programa Bolsa Familia no es suficiente, en la mayor economía de América Latina y novena del mundo, para sacar a las personas de esa condición de penuria, según el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística.
En Centroamérica, donde las condiciones de pobreza son extremas, sus moradores huyen en caravanas de un coctel explosivo de miseria, narcotráfico y violencia para toparse posteriormente con barreras humanas y físicas levantadas en tiempos de globalización. Las crónicas de ese desarraigo hacia un porvenir incierto, son dramáticas. Historias de vida de quienes se marcharon con lo puesto y hablan con los pies en llagas[6].
Caso aparte es Venezuela. Con las reservas más grandes del mundo de petróleo y en el que solo 13% de sus nacionales no se consideran pobres, el sistema nacional de salud está destruido, como pasa en mayor o menor medida, en toda la región. Millones de venezolanos no pueden acceder al mínimo de alimentos, agua y atención médica, según la ONU.
Esta crítica situación social emanada de la pésima gestión de la dirigencia bolivariana que no logró diversificar la matriz productiva de la economía venezolana tras veinte años en el poder[7], ni convertir en bienestar y en felicidad las varias bonanzas de precios del crudo derivados de la alta demanda de la economía mundial en expansión, se ha visto agravada por la agresión norteamericana al país, en sus esfuerzos inútiles por recuperar una posición que ya perdieron en la partida de ajedrez de la geopolítica mundial y, que de paso, instaló en la región, un peligroso polo de esa confrontación, de consecuencias impredecibles.
Este dantesco cuadro social en la región se agravará cono consecuencia del Covid-19, peste viral de la que no se sabe con exactitud su término, ni la magnitud del daño. En su conjunto América Latina creció en el 2019, 0,1% y se espera que la economía decrezca en varios puntos del PIB en el 2020, en lo que podría ser la crisis económica más profunda de su historia. Desde el 2015 los pobres venían en aumento[8] y podrían llegar a 220 millones de personas, 35 millones más que en el 2019. Igualmente, el círculo del infierno de personas en pobreza extrema aumentaría en 22,6 millones, para un total de 90 millones de personas[9].
El inevitable contraste se da en la cúpula de super ricos de la región: el 20% de la población concentra el 83% de la riqueza, vulgar desajuste que precariza las condiciones de vida de la mayoría de la población y que recae especialmente sobre mujeres y niños[10]. A su condición de multimillonarios, las élites privilegiadas le huyen a la pobreza y a la inestabilidad económica como a la peste. Por ello, la fuga de capitales hacia radas más seguras del escenario económico mundial es sistemática e indolente.
En plena pandemia han retirado de los mercados emergentes, entre los que se encuentran la mayoría de los países de la región, US$ 83.000 millones, la mayor salida de capitales de la historia, según el FMI. Un estudio afirma que en las siete mayores economías de la región se pusieron fuera del control de los Estados más de dos billones de dólares, el 40% del PIB de todos los países de Latinoamérica[11]. La cuantía de esos recursos y la velocidad con que se incrementan significa en la práctica una brutal descapitalización que lastra los esfuerzos de mejora de las mayorías.
En esta desafortunada coyuntura a los gobernantes de los países latinoamericanos les queda literalmente imposible pagar la deuda externa[12], el otro dogal al cuello de estas economías. La exigencia de recursos públicos que demanda el pago de su servicio significa un inmenso drenaje de dineros que se necesitan para atender la emergencia. La deuda de Argentina es de cerca de US$325.000 lo que compromete el 95% de su PIB, una deuda que el propio FMI reconoce como insostenible. Para el 2020 y 2021 el servicio de la deuda le representa US$ 87.000 millones. Brasil debe un billón de dólares, 78% de su producto bruto interno. Colombia tiene comprometido prácticamente el 60% de su PIB. En 2021, el gobierno colombiano deberá amortizar US$3.166 millones y pagar intereses por US$ 2.098 millones. Solo para hablar de estos países.
Acosados por todos los flancos, por los pobres de siempre que viven del rebusque o del empleo precario, por los obreros que se quedaron sin ingresos ante el cierre de las empresas y por los empresarios pequeños, medianos y grandes, que vieron de la noche a la mañana esfumarse sus ingresos y sus ganancias y apurados por los bancos que no dan tregua en su codicia ni en tiempos de pandemia, los gobiernos del área apuran el regreso a las actividades productivas contra todas las evidencias científicas, que desaconsejan semejante irresponsabilidad y que puede generar miles de muertos adicionales en poblaciones altamente vulnerables, porque sus raquíticas arcas a causa de las políticas de protección y rebajas generosísimas de impuestos al gran capital, debilitan sus ingresos y lo dejan sin músculo financiero para atender la pandemia y la postpandemia.
La salida de la pandemia debe ser responsable porque si no, sufre aún más la economía y hay más muertos. Salud y economía son una y la misma cosa. Enfrentarlos es un falso dilema al que recurren gobiernos en problemas, con economías precarias, como pasa en la inmensa mayoría de estos vastos territorios.
Si esta peste viral se extiende[13], como todo indica, las corruptas élites gobernantes de América Latina no tendrán como atender la creciente demanda de salud y de comida de millones de pobres sin trabajo y sin ingresos, ni tampoco las crecientes exigencias de apoyo económico de miles de empresas de todos los tamaños al borde de la quiebra.
La pandemia del coronavirus ha desnudado las enormes falencias de estas economías y la incapacidad de sus dirigencias para la construcción de sociedades prosperas e incluyentes. La crisis ha puesto al orden del día la corrección del rumbo: América Latina toda debe desprenderse de las economías extractivas y enrumbar sus sectores productivos hacia las economías basadas en los avances de la cuarta revolución industrial, así como sustituir su base energética de energías fósiles a energías renovables. Devolver al Estado su papel central en la provisión de servicios públicos esenciales que tanta falta ha hecho en esta crisis. Reformar el sistema financiero y colocarlo al servicio de los sectores productivos y alejarlo de la especulación y la financiarización. Devolverle al campesinado la agricultura con base nacional que le devuelva sus ingresos perdidos en la absurda competencia internacional a la que los sometieron, agudizando sus condiciones de pobreza y marginalidad. De no hacerlo, vientos de tormenta asoman en el horizonte, como ya se nota.



[1] Paul, Krugman, El legado de la austeridad destructiva, enero 4 de 2020, El Espectador.

[2] El hambre como bandera. En las ventanas de muchos barrios de Colombia, los más pobres colgaron trapos rojos como señal de auxilio. El SOS de la pobreza en medio del coronavirus. https://elpais.com/sociedad/2020-04-17/el-hambre-como-bandera.html

[3] Como enfrentan los países de la región la crisis económica que trajo la pandemia, La Nación, 19 de abril de 2020, Pág. 2, Economía.   
[4] En las villas se disparó la demanda de comida y la ayuda estatal no alcanza, La Nación, abril 19 de 2020, Pág.4a. 
[6] Hay dos libros sobre este drama: Caravana, del periodista español Heriberto Pradilla y Juntos, todos juntos del periodista salvadoreño Carlos Martínez. Caravanas, un año del fenómeno que cambio el rostro de la emigración en Centroamérica, El País de España.  
[7] La dependencia de estos países, salvo México y Brasil, cuya dependencia no es tan marcada, de las economías extractivas, le otorga una extrema fragilidad a la estructura de sus economías, sujetas a los vaivenes cíclicos y coyunturales de la demanda mundial, o a choques de oferta, que afecta directamente los precios de las materias primas.   

[9] El número de pobres en la América Latina puede crecer en 35 millones por el coronavirus COVID-19. https://news.un.org/es/story/2020/03/1471522

[10]Los milmillonarios del mundo poseen más riquezas que 4600 millones de personas. Informe Oxfam. Enero de 2020.     
[13] Un reciente estudio de la Universidad demuestra que la inmunidad de grupo que ofrece una limitación automática a la expansión de la enfermedad podría demorar hasta julio de 2022. 

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