Cuando el PIB, en las cuentas nacionales, es presentado como valor agregado e ingreso total, conlleva otra clasificación discriminatoria contra el Estado. En dichos registros el Estado aparece como un parásito receptor de impuestos y, por el contrario, el sector privado es presentado como el que merecidamente, por su creatividad, obtiene un excedente o plusvalía (ganancias, intereses y comisiones, renta). Si, como Mazzucato demuestra, internet es producto del gran esfuerzo económico y de investigación científica del Departamento de Defensa de Estados Unidos y, además, tiene unas externalidades altamente positivas, el Estado debe asumir un control directo de esta tecnología, exigiendo participación en la junta directiva de las llamadas “gigantes de internet”.
Por Higinio Pérez Negrete
higinio50@yahoo.com
La creación de internet, en los años sesenta del siglo XX, por parte del Departamento de Defensa de Estados Unidos, es un hecho que ha sido destacado por la economista Mariana Mazzucato, en sus libros “El Estado emprendedor” y “El valor de las cosas”, porque demuestra que el Estado fue el gran innovador que abrió el camino de la tercera y cuarta revolución industrial y quien creó las bases para la construcción del centro de negocios más próspero del mundo, Silicon Valley. Igualmente, ella destaca este hecho como un ejemplo de que el Estado, mucho más que ser el encargado de corregir las fallas del mercado, en su papel de regulador, tarea que resaltan otros economistas como Thomas Piketty y Joseph Stiglitz (véase mi artículo anterior), es un gran creador de valor y creador de mercado.
Para Mazzucato, uno de los mayores errores que se cometen en el cálculo del Producto Interno Bruto (PIB) es precisamente no reconocer el papel del Estado como creador de valor, mientras que en dicha contabilidad sí aparecen los bancos y las empresas tecnológicas como grandes aportantes en la producción, cuando la verdad es que extraen valor. Su inquietud respecto al PIB es porque en dicha contabilización al Estado se le representa con una variable que refleja improductividad, es el “gasto”; mientras que a las empresas se les identifica con una variable que insinúa mucha productividad, es la “inversión”.
Esto conlleva otra clasificación discriminatoria contra el Estado cuando el PIB, en las cuentas nacionales, es presentado como valor agregado e ingreso total. En dichos registros el Estado aparece como un parásito receptor de impuestos y, por el contrario, el sector privado es presentado como el que merecidamente, por su creatividad, obtiene un excedente o plusvalía (ganancias, intereses y comisiones, renta): “Las cuentas parecen indicar que el Gobierno solo está gastando los impuestos procedentes de empresas que añaden valor” (El valor de las cosas, pág. 335). Mazzucato dedica la mayor parte de su obra a destacar la capacidad del Estado de crear valor y, por esta razón, reclama una reformulación de la contabilización del PIB.
Considero que la creación y la utilidad de internet debe mirarse desde otra perspectiva. En la teoría económica es de gran importancia diferenciar los bienes privados de los bienes públicos. Los primeros se caracterizan porque excluyen del consumo a quienes no tienen con que comprarlos, es el caso de todos los productos que se venden en el comercio, y los segundos, son consumidos de manera gratuita por todos, es el caso del aire y el sol, por ejemplo. Estos son bienes públicos en el sentido más estricto. Pero existe otra característica de los bienes públicos que merece igual consideración. Es que dichos bienes generan externalidades altamente positivas para la sociedad (contribuyendo a que las personas sean más libres, más demócratas y con mejor calidad de vida) y para el crecimiento económico. Como ejemplos en este caso tenemos la educación, la salud y cabe destacar, por ser centro de atención de Mazzucato, la ciencia y la tecnología, sobre todo la tecnología de la información y las comunicaciones. Por esta razón, estos bienes deben ser responsabilidad directa del Estado.
Si, como Mazzucato demuestra, internet es producto del gran esfuerzo económico y de investigación científica del Departamento de Defensa de Estados Unidos y, además, tiene unas externalidades altamente positivas, el Estado debe asumir un control directo de esta tecnología, exigiendo participación en la junta directiva de las llamadas “gigantes de internet” (Apple, Google, Facebook, Microsoft y Amazon), para garantizar que buena parte de sus ingresos por publicidad sean utilizados para que internet llegue gratis a toda la población, sin excepción alguna, y en las mejores condiciones. Aunque no es fácil tener dicho control en cada país donde están presentes estas empresas, que es en casi todo el planeta, podría pensarse en una especie de organización de países por regiones.
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