El río fue testigo
Nueva de edición. Autor: Ángel Galeano Higua (Director de fundación arte &
ciencia)
La historia que aquí se cuenta es real, los nombres de los personajes son ficticios. Esa frase, o una similar con alguna variante, acompaña muchos libros. Se podría decir que es una muletilla a la cual recurren con frecuencia el cine y la literatura. A veces como advertencia, en otras como anzuelo para el desprevenido lector.
Aquí se trata de una verdad, de una tremenda historia real, que merece ser contada y leída, en la cual participaron muchos hombres y mujeres. La mayoría de los que aquí aparecen eran oriundos de la región, otros –conocidos como los descalzos– llegaron allí, desde diversos lugares, con un patrimonio compuesto por la buena voluntad, sus ideales y sueños, sus deseos de servir y, a veces, con una profesión que hizo mucho bien en esas tierras.
Es una bella historia, heroica y desoladora al mismo tiempo, porque los enemigos agazapados –autoridades, guerrillas, paramilitares, politicastros y narcos– acabaron con ella. Fue una gran aventura que, entonces como hoy, merece todo el respeto y la admiración. El lector lo sabe al terminar el texto. En la historia del país, hay muy pocas experiencias, de pronto ninguna, como esta.
El narrador, uno de los descalzos, ha guardado con celo, todos esos avatares: los triunfos parciales que alcanzaron, los abrazos de solidaridad, las sonrisas de los niños, la fe y la entereza de unos hombres y mujeres, del campo y la ciudad, que creyeron en sus propias fuerzas. Nada ha quedado por fuera de este texto y eso es tan valioso como la historia que cuenta.
Conrado Zuluaga
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