Este artículo de dos jóvenes de la Universidad Industrial de Santander presenta una aproximación al movimiento estudiantil en Colombia del año 1971, la cual, según sus autores fue “una acción social colectiva en la que convergen la rebeldía juvenil, el sentimiento antiimperialista, la discusión teórica marxista, la movilización y confrontación con la fuerza pública, el rechazo al Estado de sitio, las protestas universitarias y el triunfo del cogobierno y su efímera existencia”. Cabe destacar los testimonios de protagonistas, estudiantes, trabajadores universitarios y testigos de la época, tales como los Marcelo Torres, considerado uno de los principales líderes de la movilización estudiantil de 1971, del hoy historiador Miguel Urrego y el líder magisterial, Miguel Ángel Pardo. Aunque son épocas distintas los objetivos de la presente movilización estudiantil son similares y bien vale la pena tener presente los hechos de hace 47 años.
Por Álvaro Acevedo Tarazona* / Diana Crucelly González
Rey**
* Doctor en Historia, Profesor Titular, Universidad
Industrial de Santander, Bucaramanga, Colombia. ** Historiadora, Integrante del grupo de investigación, Políticas,
Sociabilidades y Representaciones Histórico- Educativas, Universidad Industrial
de Santander, Bucaramanga, Colombia / Publicado en Anuario
de Historia Regional y de las Fronteras, Volumen 16, 2011, Universidad
Industrial de Santander.
Introduccion
El presente artículo realiza una aproximación a la
movilización y protesta de los estudiantes en Colombia del año 1971. Una acción
social colectiva en la que convergen la rebeldía juvenil, el sentimiento
antiimperialista, la discusión teórica marxista, la movilización y
confrontación con la fuerza pública, el rechazo al estado de sitio, las
protestas universitarias y el triunfo del cogobierno y su efímera existencia.
Para alcanzar este propósito se recopilaron algunos testimonios de
protagonistas, estudiantes, trabajadores universitarios y testigos de la época.
Los testimonios fueron contextualizados por intermedio de fuentes documentales
(especialmente de diarios locales y nacionales) y un referente literario de la
época y los acontecimientos.
Aunque la movilización estudiantil de 1971 mostró
un permanente enfrentamiento con la fuerza pública y la necesidad de cambiar el
gobierno universitario, sus actuaciones buscaban movilizar y organizar la
sociedad contra el poder del Estado. 1971 fue el año en que el estudiantado
dirigió la protesta hacia reivindicaciones universitarias y políticas que se
extendieron hasta por lo menos 1977. Antes que describir en detalle los eventos
de esta movilización de alcance nacional, se realiza una primera exploración
desde la historia y la memoria, a la manera de la pieza de un rompecabezas que
espera aún ser armado en toda la dimensión del conflicto, la discusión
universitaria y las tensiones sociales y políticas del orden local y mundial
del momento.
1. La
gestación de un momento histórico: el 26 de febrero de 1971
Jorge Cote Rodríguez en su ensayo titulado “El
Movimiento Estudiantil de 1971” realiza un análisis en el que relaciona la
protesta estudiantil de 1971 con las tensiones educativas y políticas de la
época. Para el autor existieron tres hechos puntuales que podrían referirse
como antecedentes de esta movilización: el plan Básico de la Educación Superior,
la cobertura universitaria y la formación del Frente Nacional. Aunque cada uno
de estos hechos puede interpretarse como causa directa de los sucesos de 1971,
hubo otras variables del contexto social y económico que incidieron en la
protesta estudiantil universitaria de este año.
Si bien la formación del Frente Nacional permitió
la redefinición del sistema político colombiano, este pacto bipartidista no
debe reconocerse como un aspecto único de la inconformidad estudiantil
universitaria; se deben tener en cuenta otras variables como la migración del
campo a la ciudad y el salto de la cobertura educativa (primaria, secundaria y
superior[1] que favoreció la emergencia de la clase
media en la educación superior. Así mismo, la izquierda y los movimientos populares
venían desde años atrás adquiriendo cierta autonomía frente a los partidos
tradicionales.
Para Cote Rodríguez, el Frente Nacional transformó
la dinámica de las luchas sociales orientándolas a la gestación de “nuevas
formas de autonomía tanto de izquierda como de luchas populares”[2].
Un tránsito en el que fue clave el concepto de revolución internacional del
socialismo.
De la misma manera, en 1971 la sociedad colombiana
estaba asistiendo al influjo de una revolución cultural planetaria en la que se
identifican las influencias del mayo 68 francés y los hechos –este mismo año–
de Tlatelolco en México. Tampoco se puede desvincular a la izquierda, y sus
diferentes matices, como una variable influyente la movilización universitaria,
especialmente por “las alternativas que en teoría dejaban abiertas experiencias
como la china, la cubana, o años después la nicaragüense”.[3] La disparidad en las ideas socialistas del
momento fue la expresión de la composición de la movilización estudiantil de
1971. El análisis de Cote Rodríguez es muy interesante en tanto deja expresada
la necesidad de reconocer los distintos actores y protagonistas de las
tendencias de izquierda.[4]
Según Marcelo Torres, considerado uno de los principales líderes de la movilización estudiantil de 1971[5], el momento histórico comienza a finales de febrero después de una protesta en Cali en la que se perpetró “una espantosa carnicería contra el estudiantado y el pueblo”. Este lamentable hecho se presentó en un momento muy convulsionado, cuando el déficit presupuestal universitario había llevado a una permanente agitación estudiantil desde el inicio del año, en especial en la Universidad del Valle, cuyos estudiantes rechazaban el control ejercido a esta universidad por una entidad privada[6] y promovían la elección democrática de uno de los decanos de sus facultades.
Según Marcelo Torres, considerado uno de los principales líderes de la movilización estudiantil de 1971[5], el momento histórico comienza a finales de febrero después de una protesta en Cali en la que se perpetró “una espantosa carnicería contra el estudiantado y el pueblo”. Este lamentable hecho se presentó en un momento muy convulsionado, cuando el déficit presupuestal universitario había llevado a una permanente agitación estudiantil desde el inicio del año, en especial en la Universidad del Valle, cuyos estudiantes rechazaban el control ejercido a esta universidad por una entidad privada[6] y promovían la elección democrática de uno de los decanos de sus facultades.
Los sucesos ocurridos en Cali hicieron parte de una
tragedia anunciada. El conflicto se había iniciado mucho antes en la
Universidad del Valle, donde en junio de 1970 los estudiantes de la división de
Ciencias Sociales y Economía elaboraron un petitorio que buscaba realizar
reformas al Consejo Superior Universitario (CSU)[7]7. La lucha de este año se orientó por el
cogobierno. Para ello, los estudiantes solicitaron una reforma al CSU, orientada
a una “mayor participación de alumnos y profesores en la dirección interna de
la facultad y de aumento en la calidad académica de las carreras”. Para el mes
de enero de 1971, el conflicto se había acrecentado. El 29 de ese mes “se
convocó en la Universidad del Valle y en todo el Departamento al primer paro
estudiantil de 24 horas de ese año, que el 8 de febrero se convirtió en huelga
general, con el bloqueo de la rectoría y el resto de las dependencias
administrativas”.[8]
De manera casi simultánea, la Universidad de
Antioquia se encontraba en la búsqueda de una organización democrática de poder
universitario que reemplazara el Consejo Superior Universitario por un sistema
mayoritario de representación de estudiantes y profesores. Cote Rodríguez
menciona –en el artículo ya citado– que al comenzar el año de 1971“los ánimos
exaltados eran regla de la movilización estudiantil de las universidades del
Valle, Nacional, Antioquia, UIS, entre otras”[9].
El inicio de 1971 es recordado también por los
dinamismos de las protestas obreras y el movimiento campesino. El estado social
del país se hallaba agitado en medio de huelgas de maestros, estudiantes de
secundaria, campesinos y obreros. En el Valle se estaba llevando a cabo la
huelga de estudiantes del Colegio de Santa Librada de Cali, en donde los
estudiantes protestaban contra “el intento del Gobierno por convertir la
sección nocturna de la institución en un colegio privado de corte cooperativo”[10].
Por su parte, la Asociación Nacional de Usuarios
Campesinos (ANUC) protagonizaba grandes invasiones de tierras. Un capítulo
significativo del movimiento campesino en la historia colombiana que se habría
estado gestado desde años antes para el despegue propio de un “proceso de
autonomía política y organizativa frente a los partidos tradicionales”. En 1971
este proceso se vio concretado en la conformación y el accionar de la ANUC.[11]
En medio de este agitado clima social, los
estudiantes vieron la necesidad “de adelantar una lucha coordinada de los
estudiantes colombianos, para garantizar el triunfo de sus reivindicaciones
políticas”. El 20 y 21, en el encuentro Nacional Universitario, se conformó el
Comité Nacional de Solidaridad Estudiantil. Este comité, compuesto por un gran
numero delegados de diferentes universidades, convocó el día 26 de febrero a
“una jornada de solidaridad con los estudiantes de la Universidad del Valle”[12].
A pesar de la mano dura del gobierno y de los
comunicados por parte de éste en el que se anunciaba el fin de la subversión,
las manifestaciones estudiantiles se llevaron a cabo tal y como estaban
previstas. En la tarde de ese día, sindicalistas y estudiantes de Medellín se
enfrentaron con la policía y el ejército en inmediaciones de la gobernación de
Antioquia. Las instalaciones de los periódicos El Espectador, El Tiempo y El
Colombiano fueron atacadas por manifestantes. La protesta dejó treinta
detenidos sin que hubiese heridos que lamentar, situación diferente a la
acontecida en Bucaramanga, donde ocho policías, dos personas y seis estudiantes
resultaron heridos en una confrontación que se prolongó hasta las diez de la
noche, en el cruce céntrico entre la carrera 15 y la calle 36.[13]
El 26 de febrero marcaría a la juventud
universitaria de la ciudad de Cali. Ese día los disturbios fueron tan fuertes
que captaron atención de los diarios. El Siglo, con base en una información
suministrada por Carlos Holguín Sardi, alcalde de Cali, informó que se habrían
producido más de siete muertos entre la multitud, mientras los estudiantes
sostuvieron que habían sido 15”.[14]
De estos hechos se derivó una de las mejores
novelas ambientadas en ese momento: El Atravesado de Andrés Caicedo. En uno de
los párrafos de su novela se lee: “El 26 de febrero prendimos la ciudad de la
Quince para arriba, la tropa en todas partes, vi matar muchachos a bala, niñas
a bolillo, a Guillermito Tejada lo mataron a culata, eso no se olvida. Que di
piedra y me contestaron con metralla. Que cuando hubo que correr corrí como
nadie en Cali. Que no hay caso, mi conciencia es la tranquilidad en pasta, por
eso soy yo el que siempre tira la primera piedra”. La declaración de Caicedo es
una expresión del joven de aquella época, quien “prendía” la ciudad, quien se
impactaba ante la brutalidad de un asesinato a golpes con la culata de un fusil
y asumía una posición de combate: “soy yo el que siempre tira la primera
piedra”.
El Atravesado no es una novela política; tal vez
puede ser una obra contestataria pero no vinculada a un movimiento social. El
protagonista de El Atravesado tiene más relación con la juventud rebelde del
cine como en las películas de James Dean; es la historia del líder de la
pandilla “La Tropa Brava”. El 26 de febrero fue para Caicedo la manifestación
de una violencia desatada en la ciudad de Cali que se venía a sumar a la
violencia de pandillas y ladrones, donde aparece un antihéroe, el joven
afectado emocionalmente, que le gusta la música, que interviene en las luchas
estudiantiles pero que en esencia es un joven rebelde.
El tiempo de la novela de Caicedo finaliza el 26 de
febrero de 1971, y según Camilo Jiménez Naranjo: “Este relato histórico
ficcional de Caicedo expresa el atravesamiento del joven asimilado a la figura
del enemigo interno por el establecimiento adultamente centrado.”[15] Solamente un estudiante universitario murió
ese día: Edgar Mejía, estudiante de ciencias de la educación en la Universidad
del Valle. Los demás fueron Emperatriz Agredo o Agrera de 17 años, obrera; Luis
B. Cuéllar, muerto de un disparo en el corazón, y Moisés Alfaro Ayala Silva, un
trabajador de la ciudad. También fue muerto un niño de tres años pisoteado por
la multitud y un hombre llamado Luis Albán, “dado de baja” cuando participaba
en un saqueo.[16]
Una de las virtudes de la escritura de Caicedo en
esta novela es que muestra la cara de la contracultura. Ese rostro que
involucró a universitarios y a hippies, pandilleros y otras manifestaciones de
rebeldía juvenil en aquella época. Una rebeldía que fluyó junto al malestar de
protestas campesinas, obreras y civiles, y que generó un clima difícil de
asimilar por el gobierno de Pastrana. Para Marcelo Torres, esta movilización
del 26 de febrero fue el detonante del conflicto universitario en todo el país:
El 26 de febrero es realmente una circunstancia que le da una ampliación al problema; pongo el problema en el primer plano de la opinión pública. El gobierno de Misael Pastrana comete una masacre porque reacciona de manera violenta contra una manifestación de estudiantes y declara el Estado de Sitio. Desde este momento, el Gobierno empieza a cerrar las universidades una tras otra, pensando detener así el movimiento estudiantil. Pero los estudiantes seguían yendo a las universidades a pesar de estar cerradas; no se movían de allí. Es frecuente que cuando se cierra una universidad los muchachos se vayan para sus casas y el problema se acabe, pero aquí no ocurrió eso: las universidades estaban cerradas pero los universitarios seguían movilizados. Se hacían foros y asambleas; se realizaron siete congresos estudiantiles, un récord que no se ha vuelto a repetir, algunos de ellos en la clandestinidad. El Gobierno acuñó la idea de que éste era un movimiento anárquico, que los líderes no éramos estudiantes sino infiltrados. De esta manera, presentamos un “programa mínimo” que recogía los problemas y presentaba soluciones, y el país se dio cuenta de que no era un problema de dos o tres agitadores.[17]
La preocupación en todo el país se hizo sentir en
casi todos los diarios, más cuando se había anunciado un paro nacional obrero
para el día 8 de marzo, lo cual venía a sumarse al paro de maestros y a la
dinámica de toma de tierras por parte de campesinos en algunos lugares del
campo. Ante lo anterior, dice Torres:
En tales condiciones resulta claro que la orden
oficial de fuego contra los estudiantes y las masas caleñas debió estar
decisivamente influida por el temor del gobierno de que todos estos movimientos
juntaran sus fuerzas; fue voluntad del presidente Pastrana conjurar esa
posibilidad mediante el terror. Lo que en la lógica de la tiranía de turno
debía jugar el papel de escarmiento ejemplar, se convirtió en punto de partida
de uno de los más memorables movimientos del estudiantado colombiano. No
obstante que las balas oficiales cobraron alrededor de cincuenta víctimas en
Cali, entre ellos el estudiante Edgar Mejía Vargas, las movilizaciones
estudiantiles inundaron las calles de las principales ciudades y poblaciones
del país pese a la violenta represión gubernamental.[18]
Bajo la noticia que anunciaba la declaración de
Estado de Sitio por parte del entonces presidente Misael Pastrana Borrero, el
diario El Tiempo mostraba la fotografía del párroco del barrio Junín de Cali
impartiendo su bendición a una de las siete víctimas de los disturbios
presentados en esa ciudad el día anterior. Al lado de esta imagen, un policía
se protegía con un escudo del ataque de los manifestantes; al fondo, un grupo
de estudiantes tirando piedras y bombas molotov a la policía. Estos “dolorosos sucesos”
llevaron a Pastrana y su Consejo de Ministros a declarar “turbado el orden
público y en Estado de Sitio todo el territorio nacional”, una decisión que fue
respaldada por las fuerzas armadas, los partidos políticos de coalición, los
transportadores, la CTC, los trabajadores portuarios y la empresa privada.[19]
La declaratoria de estado de sitio se sintió en
amplios sectores de la sociedad colombiana. De ahí que se enarbolara la
proclama estudiantil: derrotar con hechos el estado de sitio. Resultado de la
inconformidad fue la realización de una multitudinaria huelga estudiantil
nacional efectuada el 4 de marzo”[20].
La protesta no se presentó sólo en Cali. Ciudades como Medellín, Bogotá y
Bucaramanga sintieron las réplicas de las manifestaciones violentas por parte
los estudiantes y personas de otras condiciones sociales que se sumaron a
verdaderos enfrentamientos campales. El día anterior a las manifestaciones, el
presidente Pastrana anunció que la subversión había sido anulada, pues una
conjura internacional habría intentado modificar por medios violentos las
instituciones democráticas colombianas. Esa misma noche el ejército se tomó la
ciudad de Bogotá en búsqueda de sospechosos. En la pesquisa quedó la impactante
imagen de un niño con las manos en la cabeza al lado del ejército.[21]
2. La movilización estudiantil de 1971
El año de 1971 ya se presentía convulsionado desde
el mes de enero. Estudiantes de la Universidad del Cauca iniciaron las
manifestaciones; el 25 de este mes los educadores del Valle del Cauca se
declararon en paro; el 7 de febrero la Universidad Tecnológica de Pereira
decretó paro y el 12 los profesores de primaria declararon paro nacional; el
día 19 de este mes se sumó al paro la universidad de Antioquia y en la
Universidad Industrial de Santander los estudiante se enfrentaron a la policía
en una protesta contra la “imposición de carácter político de fuerzas extrañas
a la universidad y a los intereses de la misma”, lo cual se traducía en la
designación de Carlos Virviescas Pinzón como rector.[22]
Así, se gestó una movilización nacional a partir de
las solidaridades y respaldos. Lo que inició en la Universidad del Valle fue
replicado por la Universidad Santiago de Cali en solidaridad, luego por la
Facultad de Agronomía de Palmira, dependiente de la Universidad Nacional.
Aunque la movilización era nacional, las reivindicaciones finalmente se
expresaron de manera muy local. En Cali demandaban la reforma del estatuto
orgánico y una mayor participación en el Consejo Académico; en Bucaramanga la
protesta principal del estudiantado era contra la posesión del rector, en tanto
que en Medellín el paro se relacionaba con la crisis en el Hospital
Universitario San Vicente de Paul.[23]
Cuando el 26 de febrero las protestas en Cali
fueron violentamente reprimidas, los estudiantes del país encontraron un punto
de unión y solidaridad común que se articuló con las demandas locales. Lo que
se veía como la confluencia de diversas protestas universitarias, se transformó
en uno de las movilizaciones estudiantiles con mayor duración e impacto en la
historia del país.
El primero de marzo el Consejo Superior Estudiantil
de la Universidad Nacional declaró una huelga como protesta por los hechos
sucedidos en Cali. Aunque ese mismo día hubo ciertos intentos de desordenes en
Tuluá y Palmira, el parte del gobierno fue de tranquilidad. Al parecer todo iba
a seguir en calma, aun cuando se alzaban voces de solidaridad con los
universitarios de Cali y el paro de maestros de primaria se mantenía en firme.[24]
El día dos de marzo se realizaron mítines
estudiantiles en las ciudades de Bogotá, Medellín, Cali, Palmira y Tuluá. En
Bogotá y Cali la situación fue controlada, pese a los destrozos ocasionados por
las protestas. En Medellín se declaró un toque de queda ante las expresiones de
fuerza de los estudiantes. Entre tanto, el gobierno se mantuvo en su política
de reprimir las manifestaciones –“así sean estas pacíficas”– y buscar miembros
de organizaciones guerrilleras con el fin de identificar
“elementos extranjeros” que estuvieran participando o impulsando los desórdenes
en las protestas.[25]
El cuatro de marzo se presentó otra jornada
violenta en varias ciudades del país. En Medellín un limpiabotas de doce años
murió y en Popayán el estudiante Carlos Augusto González Posso de 20 años fue
muerto de un disparo.[26] En Bogotá se atacó la sede del periódico El
Espectador, se quemó una motocicleta y un caballo de la policía fue herido en
una extremidad y rematado posteriormente.[27] En Bucaramanga varios estudiantes de la
Universidad Industrial de Santander, acompañados por estudiantes de los
colegios Santander, Instituto Tecnológico Santandereano y la Escuela Nacional
de Comercio, resultaron heridos y contusos en enfrentamientos con el ejército.[28]
El gobierno reaccionó decretando arrestos
inconmutables de 180 días para todos aquellos que atentaran contra el orden
público (Decreto 290 de 1971)[29].
Los estudiantes comunicaron que abrirían el diálogo solamente cuando se
levantara el Estado de Sitio y se revocaran los decretos “dictados bajo este
régimen”. Así mismo, exigieron que no hubiese represalias y se levantara la
tropa de la Universidad del Valle. Para los estudiantes universitarios, según
sus voceros, se requería “más libertad para dirigir los destinos universitarios
y la eliminación en esta de la influencia que impone la clase empresarial
privada”. Reafirmaban también que la ayuda externa norteamericana era sinónimo
de dependencia: “La universidad está bajo el control del crédito norteamericano
y esto garantiza la intervención foránea y la claudicación nacional.”[30]
Las medidas de control del Estado frente a la
propuesta mostraban ciertos resultados. El 8 de marzo no se presentó una
manifestación masiva como se había esperado. Esto en buena medida por el
rechazo de la Central de Trabajadores de Colombia (CTC) al paro, dejando sola a
la Unión de Trabajadores de Colombia (UTC). En el parte oficial del gobierno
únicamente el diez por ciento acató la orden de paro. Misael Pastrana afirmó
triunfalmente que este “no fue el día del paro sino del antiparo”, y que la
subversión había quedado enterrada: “Hoy el país ha sentido el renacer de su
democracia, y los partidos tradicionales se han vigorizado” Según Pastrana, se
había detenido un plan subversivo que se venía gestando para sacar al país del
diálogo y la democracia: “Tuvimos una conjura que dominó el gobierno y sus
estamentos; hoy estoy agradecido con la base misma del pueblo, que
se hizo presente en las universidades, en las escuelas y en el transporte, a
pesar de las amenazas e inclusive exponiendo sus vehículos.”[31]
Solamente en Barranquilla diversos grupos de
conformación diversa, alentados por estudiantes, se enfrentaron con la policía
y causaron destrozos en la zona comercial. En esta ciudad los sindicatos
afiliados a la UTC respaldaron el paro en su totalidad. En general las
diferentes ciudades vivieron una jornada de tranquilidad, pese a algunos
pinchazos causados por las tachuelas.[32] A esta situación de fracaso en el paro se
sumaba el levantamiento paulatino del Estado de Sitio y los levantamientos de
los paros universitarios, como el de la Universidad de Antioquia.[33]
La movilización estudiantil no cedía en sus
posiciones. En un comunicado de tres puntos, difundido el 12 de marzo, los
estudiantes de la Universidad Nacional manifestaron nuevamente la exigencia
para que la financiación de la universidad fuera asumida en su totalidad por el
Estado sin recurrir a empréstitos extranjeros; de igual manera que fueran
eliminados los Consejos Superiores Universitarios y se reemplazaran por una
organización democrática a la cabeza de estudiantes y profesores: “que son
quienes conforman la comunidad universitaria”. Finalmente, exigían que los
programas de investigación fueran diseñados y controlados por investigadores
nacionales.[34]
Este comunicado fue el preámbulo del “Programa
Mínimo de los Estudiantes Colombianos”, en cuya redacción participaron las
universidades de Antioquia, Santiago de Cali, INCCA, Tecnológica de Pereira,
Externado de Colombia, Jorge Tadeo Lozano, Nacional seccional de Manizales,
Javeriana (Sociología y Teología), del Cauca, Libre, Pedagógica Nacional, del
Atlántico, de Cartagena, ESAP, del Quindío, de los Andes, del Valle, Nacional
seccional Palmira, del Tolima, Distrital, San Buenaventura, de Caldas, del
Rosario (Facultad de medicina), Nacional seccional Medellín, Industrial de
Santander, Tecnológica y Pedagógica de Tunja, Libre de Barranquilla, Nacional
de Colombia.[35]
El Programa fue redactado inicialmente en el II
Encuentro Nacional Universitario de Bogotá entre el 13 y el 14 de marzo y
ratificado finalmente el 14 de abril en Palmira. La divulgación del mismo se
dio a conocer el 16 de marzo mientras se levantaba el paro universitario en la
Universidad Nacional. Según Isabel Hernández Arteaga, la protesta universitaria
de 1971 adquirió un sello muy particular por ser la primera manifestación con
una clara orientación antiimperialista y por haber vinculado a estudiantes de
todas las universidades públicas y algunas privadas. Hernández igualmente resta
valor al papel desempeñado por las fuerzas políticas de izquierda con
intenciones de potenciar un movimiento revolucionario a partir del movimiento
estudiantil, afirmando que su consideración sobre la
universidad no era relevante en el conflicto.[36] Una tesis que sólo podrá ser
sopesada con nuevos trabajos de investigación que estudien las expresiones
locales de esta movilización estudiantil en Colombia.
El programa mínimo contenía seis puntos
fundamentales. El primero y más importante, una ratificación de la exigencia de
disolución de los Consejos Superiores Universitarios en los cuales tenía
participación el clero y los gremios económicos. Los estudiantes consideraban
que éstos debían ser sustituidos por un organismo dirigido por estudiantes y
profesores en los que el rector hiciese parte, aunque sin voto, y un
representante del Ministerio de Educación. En este planteamiento, el poder
directivo de las universidades quedaría controlado por los estudiantes y
profesores, lo cual era de hecho una solicitud de entrega del poder
universitario a las organizaciones estudiantiles, entre ellas la Federación
Universitaria o la AUDESA de Bucaramanga.[37] [38]
El 24 de marzo los estudiantes de la Universidad
Nacional consideraron que ya se había dilatado lo suficiente la discusión sobre
la reforma orgánica de la universidad colombiana, por lo que determinaron un
paro de 48 horas en el que se tomó la decisión de expulsar al rector Diego
López Arango.[39] Con esta decisión se inició una serie de tomas
de instituciones universitarias tanto por estudiantes como por el gobierno que
se extendieron hasta el mes de abril, como fueron los casos de la Universidad
del Atlántico y la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia (UPTC) de
Tunja.[40]
Entre abril y julio la situación fue de una
permanente tira y afloje por parte del gobierno y los estudiantes. La
Universidad de Antioquia fue cerrada el 22 de abril y reabierta el 14 de junio.
Ese mismo día se decretó nuevamente un paro; igual situación vivió la UPTC,
cerrada el mismo 22 de abril y reabierta el 22 de junio. El 13 de julio la
parálisis era total en este centro de educación superior. La Universidad de
Nariño fue enviada a vacaciones el 28 de abril, los estudiantes regresaron a
clases el 14 de junio y el primero de julio la universidad tuvo que ser ocupada
militarmente; igual situación se presentó en las Universidades del Cauca,
Atlántico, Pedagógica, de Medellín, Cartagena e Industrial de Santander.[41]
En la Universidad Industrial de Santander, el 13 de
abril, se presentó una dura confrontación entre la policía nacional y los
estudiantes, apoyados por los Colegios Santander, Tecnológico y la Escuela
Nacional de Comercio. El enfrentamiento dejó un total de veinte heridos, dos de
ellos de gravedad. La universidad fue tomada por la policía en una batalla
campal que duró desde las 2:00 hasta las 5:30 de la tarde.[42] Jorge E. González Romero, estudiante del
Colegio de Santander en 1971, relata cómo eran este tipo de confrontaciones
entre estudiantes y fuerza pública:
Cuando habían huelgas en la UIS llegaban al Colegio
Santander diciendo “compañeros santanderino la Universidad Industrial se
encuentra en cese de actividades, por tal motivo necesitamos su apoyo”, y se
iba todo el mundo a apoyar a la UIS. Eso era un fenómeno. Recuerdo que a la
Nacional de Comercio, que quedaba más arriba, y al Tecnológico Dámaso Zapata,
también los hacíamos salir. Ese sector era totalmente estudiantil. Los paros y
todos los mítines eran bien organizados por comités, por eso digo que los
grandes sindicalistas y los grandes líderes de hoy en día se hicieron allá,
porque comenzaron a captar qué ordenes debían impartir, cómo debían hacerlo y
qué requisitos debía tener cada estudiante.[43]
Ese mismo día la Asociación Universitaria de la
Costa Atlántica denunció la discriminación en la UIS contra los estudiantes
costeños por parte del Departamento de Admisiones.[44] El 14 de abril, cerca de veinticinco
estudiantes de la UIS fueron “heridos a bolillo y bala”. Hasta el rector Carlos
Guerra Hernández fue golpeado por varios uniformados. Estas acciones de la
fuerza pública fueron denunciadas por los estudiantes como una flagrante
violación a la autonomía universitaria, a propósito de la interpretación de
inviolabilidad territorial de los campus universitarios que le otorgaba a estos
centros de educación superior una connotación de “repúblicas independientes”
dentro del Estado. Los gremios apoyaron las acciones gubernamentales argumentando
que las “universidades no se habían cerrado por el prurito de privar a los
estudiantes de la posibilidad de estudiar, sino porque ellos habían querido
convertir los centros docentes en focos de agitación subversiva”.[45]
Para evitar una escalada de la protesta
estudiantil, Carlos Guerra aceptó reformar el Consejo Superior Universitario de
la UIS. Este quedaría conformado por el gobernador, quien lo presidiría, un
representante del Ministerio de Educación Nacional, el cual sería escogido por
los profesores universitarios, un representante de la iglesia católica, dos
representantes de los egresados y dos de los profesores y dos de los
estudiantes. Este máximo órgano de poder solamente sería materializado en la
UIS en 1975, después de casi un año de confrontaciones.[46]
Aunque el “Programa Mínimo de los Estudiantes
Colombianos” se configuró como la base programática de la movilización de 1971,
su anuncio y aplicación no implicó que hubiese sido una visión unificada de la
posición de los estudiantes. Como manifiestan Pardo y Urrego, en esta
movilización se presentaban por lo menos dos posiciones teóricas importantes.
Una de ellas consideraba a la universidad como un aparato ideológico del
Estado.[47] Uno de los mejores ejemplos de esta concepción
fue la ponencia ante el VI Encuentro Nacional Universitario de Medellín. Este
documento exponía que era imposible modificar sustancialmente la naturaleza de
clase de la universidad:
En cuanto aparato ideológico del Estado, al
servicio de la división social y técnico-social del trabajo, una revolución en
Colombia tiene que plantearse en su estrategia su inevitable destrucción en el
mismo sentido en que es válido para todo el aparato del Estado. Esto no
descarta la posibilidad de dar luchas que la golpeen y denuncien aún antes de
la toma del poder político, pero sin creer que se pretende de esta manera
llevar a cabo una transformación paulatina o un anticipo de las tareas de la
Revolución.[48]
Según Marcelo Torres, esta tendencia era una visión
mecanicista reproducida primordialmente por los sectores trotskistas del
estudiantado. En contraposición, la Juventud Patriótica, organización juvenil
del Movimiento Obrero Independiente y Revolucionario (MOIR), dio paso a “la
tesis marxista-leninista consistente en que a toda gran revolución social la
antecede una profunda revolución en la cultura”.[49]
La contraposición de ideas en el mismo seno de las
organizaciones estudiantiles llevó a una serie de discusiones internas, aunque
predominó la posición promovida por la Juventud Patriótica referida a la
construcción de una cultura revolucionaria en la propia lucha estudiantil,
sobre todo porque se justificaba la búsqueda de un cogobierno de la universidad
como un paso relevante en la construcción de dicha cultura. Sobre la base de
esta tesis, cuando se consiguió el cogobierno en la Universidad Nacional, en
noviembre de 1971, y en la universidad de la Universidad de Antioquia, en enero
de 1972, se anunció uno de los mayores triunfos del estudiantado colombiano en
la historia del movimiento. No obstante, su efímera existencia comprende
también una de sus mayores decepciones. Después de unos pocos
meses de implementación del experimento del cogobierno a finales de mayo de
1972 volvieron los rectores del gobierno y con ellos la suspensión de la participación
ampliada de estudiantes y profesores en los consejos superiores.[50]
Al momento de obtener el cogobierno, los
representantes de los estudiantes de la Universidad Nacional lanzaron una
declaración de victoria y a su vez de esperanza: “la supresión del viejo
Consejo Superior Universitario y la participación actual de profesores y
estudiantes en el nuevo organismo de gobierno es el logro de una reivindicación
universitaria democrática que constituye una derrota de la ultrarreaccionaria
política del gobierno y de su gastada careta de la demagogia.”[51]
La consecución del cogobierno fue interpretada como
un triunfo, no sólo por parte de los estudiantes sino también por los sectores
del gobierno afines a las políticas educativas que impulsaba el entonces
ministro de educación Luis Carlos Galán Sarmiento. Sectores de estudiantes como
del gobierno justificaban, a su modo, una victoria política. Para algunos
estudiantes el cogobierno se convertía en un logro común, el fin de un largo
periodo de protesta y lucha política y la atención a sus quejas y reclamos.
Para otros estudiantes la reivindicación debía ir más allá: el logro del
cogobierno fue interpretado como una tenue atención que el ministro daba a los
estudiantes de la universidad pública. Por su parte, el gobierno interpretó el
hecho político como una oportunidad para equilibrar la opinión pública: la
movilización estudiantil había conseguido la suficiente atención de toda la
sociedad colombiana, por lo que el manejo del conflicto tendría que servir de ejemplo
a todos los sectores de la sociedad, sobre todo en momentos en los que el
conflicto, al parecer, mostraba una inclinación más favorable hacia el
estudiantado.
Las elecciones en la Universidad Nacional no dieron
espera. Los diarios documentaron día a día el desarrollo del proceso: “guerras”
de carteles, debates y consignas fueron escuchados en los días previos a la
elección de los representantes. Tras un minucioso escrutinio realizado, los
comités de base alcanzaron la mayoría, eligiendo a los “miembros del Nuevo
Consejo Provisional de la Universidad Nacional”[52].
El ministro Luis Carlos Galán fue el encargado de
instalar el mencionado Consejo al que asistirían los delegados estudiantiles
recientemente elegidos: “Uriel Ramírez y Carlos F. Simancas”.[53] Según el relato de El Espectador del día
siguiente: “el automóvil Mercedes Benz, de placas D-36148, a bordo del cual
llegó el ministro de educación a la ciudadela universitaria, fue reducido en
llamas como producto del ataque de los grupos de estudiantes anarquistas,
durante la instalación del Consejo Provisional Universitario”[54].
El mismo diario señaló “que algunos estudiantes anarquistas lanzaron guijarros
contra el edificio de la rectoría, poco antes de incendiar el automóvil del
ministro de educación”[55].
La violencia utilizada en los actos de instalación
del Consejo muestra que existían en la universidad posturas radicales respecto
de aquella que asumió como un triunfo las banderas del cogobierno. Esto puede
interpretarse como una reacción de los mismos estudiantes contra la misma
movilización estudiantil, derivada de la mayoría silenciosa de la que hizo
parte el 48% que no votó el cogobierno en la Universidad Nacional y de la cual
una parte no reconoció el proceso electoral[56].
Lo paradójico es que si bien la movilización
estudiantil del 71 generaba fuertes simpatías en amplios sectores sociales, en
el interior de sus filas habían discusiones irreconciliables: “una pelea entre
maoístas y trostkistas”, y de la misma JUCO que arremetió contra estos dos grupos
políticos tildándolos de extremoizquierdistas[57].
Estas diferencias irreconciliables entre el estudiantado no deben interpretarse
aisladamente de la pretensión gremial más importante de aquel momento: el
cogobierno. Aunque en medio de este debate ideológico la reivindicación por el
cogobierno y la reforma a la Universidad se abrió paso, lo cierto es que en la
universidad de 1971 coexistían un sin número de ideas e intereses que invitaban
al estudiantado a pensar una universidad más allá del entorno académico con el
fin de crear una nueva relación con otros sectores de la sociedad. Como
hipótesis a explorar, se dice que el impacto de la movilización estudiantil del
año 71 tiene que ver con las simpatías y coaliciones generadas con otros
actores de la sociedad, entre ellos obreros, maestros y campesinos quienes
también expresaron reivindicaciones gremiales y mostraron una abierta oposición
al gobierno de Misael Pastrana Borrero y en particular al Estado de Sitio
promovido en su mandato para frenar la expresión gremial y popular.
Si bien en el marco de las protestas sociales del
año 71 el cogobierno universitario fue una de las conquistas más importantes
del estudiantado colombiano, su efímera existencia fue también una desilusión.
Pese a esta contradicción, las protestas y actuaciones de los estudiantes de
aquella época por la autonomía del gobierno universitario, legó a las
siguientes generaciones una imagen heroica de sus principales impulsores y
protagonistas.
3. Memoria de la movilización estudiantil de 1971
Para ciertos analistas hay un cierto consenso en
argumentar que el Mayo del 68 en Colombia ocurrió en 1971. Aunque no hay
suficientes estudios que puedan mostrar los alcances de esta hipótesis, en este
año se presentaron en el país más de 500 acciones de protesta y
populares, que incluyeron invasiones campesinas de tierra, y movilizaciones
obreras y estudiantiles.[58] Y aun cuando en este año la
influencia del ELN en la universidad fue más débil, eran notorias otras
tendencias políticas radicales de izquierda entre los universitarios,
especialmente sobre la forma cómo se iba a realizar la toma del poder y cuál
sería el método a utilizar. Según Jaime Calderón, fueron tres sectores los que
dominaron el panorama político revolucionario de los estudiantes de comienzos
de los años setenta:
…eran tres o cuatro sectores de movimiento
estudiantil: uno muy militarista que estaba en la guerrilla, ya fuese del ELN o
del EPL; otro fue un movimiento muy intelectual, que era el troskismo y que
venía de las relaciones con la Universidad del Valle; luego estaba un
movimiento fuerte que manejaba la protesta con mayor nivel organizativo y con
mucho estudio, que era la gente de la Juventud Comunista; también había quienes
se oponían radicalmente a ellos que eran los movimientos pro-chinos. Los
movimientos pro-chinos a su vez tenían cuatro líneas: una línea era la
guerrillera del EPL; la otra era la del MOIR que se inclinaba más hacia una
lucha no violenta; también estaba otra línea que era una línea intermedia, que
si mal no recuerdo estaba conformada por dos grupos, uno se llamaba Sol Rojo y
Fusil –es hasta chistosa la apropiación de esos nombres desde la cosa China– y
el otro se llamaba Combate sino estoy equivocado. Y al final montaron esas dos
tendencias, pero con diferencias muy antagónicas. Esa lucha de los estudiantes
hizo que no fueran capaces de mantener las conquistas del cogobierno en las
universidades[59].
De cierta manera las organizaciones guerrilleras
existían en la universidad pero no incidían de manera determinante en la
organización gremial estudiantil. Las acciones políticas y militares,
exceptuando tal vez el reclutamiento de nuevos militantes, se realizaban por
fuera de las universidades.
…en la universidad hay un hecho histórico y es que
las guerrillas nunca militarizaron la universidad en la década del 70, nunca se
consideró la universidad como un teatro de operaciones militares, ninguna organización
lo consideró así, lo cual no significaba que dentro del movimiento y aún dentro
de lo cuadros directivos habían militantes de la guerrilla, pero su práctica en
ese sentido y sus operaciones militares siempre las realizaron por fuera de la
universidad, y algunos dirigentes estudiantiles se desplazaban a la zona de
operaciones de guerra de sus filas guerrilleras a hacer entrenamiento militar,
algunos estudiantes se retiraron de la universidad para engrosar las filas de
la guerrilla[60].
Aunque la guerrilla proponía estrategias para
posicionarse política y militarmente, su influencia disminuía en organizaciones
como la AUDESA de la Universidad Industrial de Santander y en general dentro de
las protestas estudiantiles. Las movilizaciones de 1971 en la UIS dejaron
finalmente mejor posicionados a las organizaciones que proponían una
participación política para la toma del poder universitario:
A los grupos filo-guerrilleros que simpatizaban con
la guerrilla, principalmente con el ELN aquí en al UIS, donde tenía un rating importante
de cuadros y de activistas, los mismos activistas simpatizantes de la guerrilla
fueron sorprendidos en 1971, porque de la nueva elección del rector no tuvieron
una política dinámica de oposición, simplemente hicieron lo del avestruz,
guardar silencio reservándose su opinión para luego pasar la cuenta de cobro
por los errores que cometieran los otros, que es pues una política extensiva, y
entonces tenía mucha más dinámica la política de la Juventud Patriótica, de tal
manera que en ese consejo estudiantil resultó mayoritaria la JUPA[61].
La movilización estudiantil estaba siendo dirigida
por grupos que de cierta manera estaban más cercanos a las reivindicaciones
universitarias, en tanto los militantes guerrilleros promovían fortalecer
militar y políticamente a sus organizaciones. Mientras para la organización
estudiantil su centro de operaciones y núcleo de formación era la universidad
misma, para los militantes guerrilleros –en realidad una minoría en el grueso
del estudiantado– la universidad era solamente un paso hacia la incorporación
definitiva a la vida guerrillera. Al respecto Cote Rodríguez sostiene que “en
cuanto la lucha guerrillera, la mayoría de líderes estudiantiles estaba de
acuerdo con ella”[62].
Es muy posible que en este contexto la lucha guerrillera estuviera considerada
por un sector importante del estudiantado, sin embargo, en las expresiones de
protesta y organización de los estudiantes no era fácil identificar
abiertamente esta posición.
Después de 1971 se dio paso a una mayor
polarización y radicalización entre organizaciones y tendencias estudiantiles.
Sobre este decenio, prácticamente inexplorado por la historiografía de la
protesta y los movimientos sociales en Colombia, Orlando Aya, actualmente
profesor de la Universidad Industrial de Santander, señala:
El movimiento estudiantil terminó a finales de los
años 70 en la universidad y en todo el mundo; lo digo porque esto muestra de
todas maneras cómo los movimientos no han sido nunca ni fueron ajenos a la
influencia internacional, pero precisamente esto es lo que se esperaría de la
capacidad de respuesta y crítica al movimiento estudiantil, que sea capaz de
aportar algo, inclusive de aprovechar un poco, porque al final de cuentas la
creación de la universidad, aún por esas fuerzas políticas interesadas, es un
logro en el medio social y un paso de avanzada aún con los intereses que tiene.
Entonces que el movimiento estudiantil de aquella época fuera capaz de utilizar
eso e ir más allá, eso habría sido lo deseado[63].
La gran diferencia de la movilización y protesta
estudiantil de los años setenta con las del decenio anterior tiene que ver con
la explosión de expresiones políticas, la mayoría de ellas dentro del
marxismo-leninismo, las cuales no lograron articularse del todo con
reivindicaciones sociales de otros actores. Sólo nuevos estudios sobre la
cultura política universitaria de esta época podrán explicar por qué no se
logró dicha articulación. Armando Martínez Garnica expresa lo que significaba
ser estudiante universitario de la Universidad Nacional en 1971:
En los años 70-71, la mayoría de los estudiantes de
la Nacional estaban comprometidos mínimo en un grupo de estudio, que era
realmente estudiar a Lenin, Marx y Mao. En ese tiempo los movimientos políticos
más fuertes eran la JUCO, JUPA, TESTIMONIO, el [PCC] ML, y todos estaban
metidos en un grupo o ya bien eran militantes y era muy difícil escapar para
los que llegamos de provincia y vivíamos alrededor de la Nacional. Era muy
difícil escapar a los grupos, digamos en el 70-71 todos tenían algo que ver con
el catecismo, digamos que era marxista o maoísta, los pasillos de la facultad
de derecho eran llenos. Además de eso teníamos la gran influencia de Camilo
Torres, de Marcelo Torres, eran convocatorias masivas, digamos, los debates
eran hasta las tres de la mañana. Claro, también había en esos momentos jóvenes
liberales, escasos los jóvenes conservadores. Pero para poder explicar por qué
se perdieron los dos semestres en el año 71, en que casi todos los estudiantes de
las universidades públicas perdimos esos semestres, porque todos estaban
movilizados y las marchas por la Avenida el Dorado eran masivas y de eso ni
siquiera se escapaba el capellán de la Universidad Nacional, que también estaba
en las marchas y que una vez fue golpeado por la policía; todo mundo estaba
metido en eso, prácticamente quien no simpatizaba o leía textos de izquierda
estaba, digamos, out, no conseguía novia, ese tipo era como medio raro. La gran
pelea era por el cogobierno universitario, por el cambio de la composición de
los consejos superiores. Estaba Luis Carlos Galán de Ministro de Educación, el
movimiento del 68 era básicamente contra la influencia de las fundaciones
gringas en las universidades, como la Ford. Pero el movimiento 71 era para
cambiar la composición del Consejo Superior y para fortalecer la participación
de los estudiantes en organismos del gobierno, y esa lucha se ganó, porque el
gobierno mismo cambió la composición de los consejos superiores. Además la
confrontación era abierta, contra la oligarquía que llamábamos nosotros.[64]
César Loaiza, líder estudiantil de aquella época,
es más específico al remitirse a esta cultura política universitaria y en
particular al Programa Mínimo de los Estudiantes Colombianos y la participación
de la AUDESA en estos congresos:
Para 1971 AUDESA participó en varios congresos
universitarios nacionales que se realizaron en ese año, para definir lo que se
llamó el Programa Mínimo de los Estudiantes Colombianos, que en esencia era una
crítica científica de la realidad universitaria, e incluso en 1975 a nivel de
la UIS las mayorías replantearon los contenidos de ese programa; así mismo, lo
hicieron sobre las bases de una crítica a la escuela y en general al modelo
educativo como un instrumento de dominación. El Programa Mínimo era una
reivindicación de autonomía de la universidad. Sin embargo, posteriormente esa
autonomía al considerarse utópica dentro de ciertas relaciones de poder
dominantes fue desechada y criticada por la mayoría, aun cuando seguían persistiendo
concepciones que consideraban la autonomía universitaria como un instrumento de
esa libertad.[65]
Orlando Zafra, trabajador de la UIS, también se
refiere a la dinámica y cultura de la confrontación con la policía en aquella
época, para él, una de las manifestaciones más radicales del estudiantado y tal
vez una de las que generó mayor impacto en la
comunidad. Recuerda especialmente la manifestación de abril de 1971 en la que
terminaría ocupada la universidad por el ejército:
Generalmente era en las asambleas en donde la
propuesta de marcha no faltaba. Esa marcha era impedida o reprimida antes de
salir de la universidad, entonces los tropeles se daban por el caballo de
Bolívar, por el SENA; como se ve hoy, aunque ya no hay asambleas. La Asamblea organizaba
y aprobaba una protesta que generalmente era una marcha, y en la represión
empezaba la piedra –cauchera por parte de los estudiantes y de la policía
bolillo–. Así era la mecánica de la pelea. En sí la forma de expresión de las
manifestaciones de antes a las de ahora es igual, aun cuando los medios son
otros, ya no son la cauchera y la piedra, ahora es la papa.[66] En la fuerza pública antes era el escudo y el
bolillo ahora son otras formas, si son peligrosas las unas son peligrosas las
otras. Recuerdo la primera manifestación cuando se posicionaba Villarreal[67] que entró la policía y nos perseguían a tiros
por toda la universidad. En el Tecnológico, en la portería principal de la 27,
donde venden la fruta, no existía muro, era una malla, y la policía se metía
por ese lado, les tocaba a los estudiantes o a quienes estábamos de curiosos
estar pendientes [alertas] porque la policía entraba disparando y golpeando,
eso no era cuento, lo digo porque lo viví. A Carlos Guerra Hernández[68] le dieron bolillo, salió de la administración
diciendo que él era el rector y le dijeron “que rector ni que (…)” y le dieron
palo, eso no miraban, al que fuera le daban. En algún momento hubo las famosas
bombas molotov, que era la botella de gasolina con las mechitas, era lo más agresivo,
pero lo demás eran caucheras y piedras y a mano limpia; la policía también era
sólo bolillo y escudo, luego ya empezaron a implementar los gases lacrimógenos,
que ha evolucionado a lo que tienen hoy.[69]
Para Orlando Zafra el sindicato de trabajadores de
la Universidad Industrial de Santander y en general de buena parte de las
universidades se encontraba a la zaga de las organizaciones estudiantiles. A
diferencia de otras organizaciones obreras que tuvieron una tradición propia,
enraizada primordialmente en el movimiento obrero de los años veinte y treinta,
los sindicatos universitarios tuvieron que ganarse un espacio a pulso,
siguiendo muchas veces las expresiones políticas de las organizaciones
estudiantiles:
Nosotros cuando la huelga de 1971 un miembro del
Consejo Directivo de la época nos mostró un listado, había conmigo 28
trabajadores para echarnos si se insistía en la huelga. Se hicieron llegar
cartas a nuestras casas diciendo: “si siguen en esto les va a pasar esto y esto
(…)”, claro, laboralmente, consecuencias, no amenazas. Nosotros nos sostuvimos
en la huelga por 29 días. Sirvió mucho el espejo que teníamos de AUDESA,
sabíamos que si cada quien estaba por su lado no iba a ser fácil conseguir lo
que necesitábamos, y que manteniéndonos unidos podíamos defendernos. Alguien
dice que la huelga se perdió, pero algunos pensamos que
no porque se sembraron muchas cosas y se demostró que se podía defender los
derechos sin violencia, así se diga que una huelga es violenta, no. Empezando
la huelga al tercer día llegó la policía y fue muy duro, corrimos al hospital
quienes estaban en la universidad, porque en ese momento ya había una comisión
en Bogotá, y llegó la policía al hospital, entonces corrimos para INDESCO, que
es hoy la UCC, y allá el sindicato y los estudiantes apoyaron, ahí nos
estuvimos todo el tiempo refugiados en esa sede, pero la universidad estaba
cerrada o por lo menos no estaba funcionando. Una época muy dura, pero con
experiencias a la larga positivas.
La rebeldía juvenil de los estudiantes del 71,
sumada a su capacidad organizativa y liderazgo en las posiciones de cogobierno,
sirvió de insumo para los movimientos sociales posteriores. Sus acciones,
también sumadas a las de maestros, obreros y campesinos, sin duda, lograron
poner en jaque el gobierno de Misael Pastrana. Los estudiantes universitarios
lograron alertar a la ciudadanía y fue a partir de estos años en los que la
protesta estudiantil se identificó con la utopía social igualitaria. Para
entonces, los estudiantes universitarios eran muy apreciados por la comunidad,
como lo recuerda Orlando Zafra:
Los estudiantes generaban simpatías, es que cuando
la tarifa de transporte subía 10 centavos había pedreas, la ciudadanía y los
sectores populares se sentían protegidos porque alguien estaba luchando por
ellos; o algún incremento en los servicios públicos, o el hospital, eso
generaba simpatías. Hubo etapas en las que los estudiantes de la UIS iban a las
plazas de mercados a recoger los víveres para las ollas comunales y eran muy
buenos los aportes, la gente no sólo daba dinero o especies, porque eran los
estudiantes de la UIS, eso generaba alguna identidad con las protestas.[70]
Al igual que en otras latitudes del planeta, la
revolución cultural de los años sesenta llegó a la universidad colombiana. Una
nueva rebeldía juvenil estimulada en las universidades creó nuevas formas de
movilización y protesta, e incluso promovió la ilusión de la toma del poder por
la vía revolucionaria y armada. En los campos la subversión armada se
reorganizaba y en los años ochenta conseguiría un nuevo protagonismo, luego de
las derrotas militares de finales de los años sesenta e inicios del siguiente
decenio.
Los acontecimientos de movilización y protesta de
los años sesenta y setenta, y en particular los del año 71, requieren ser
analizados en una dimensión comparativa regional –y aún planetaria– para
explicar y comprender una etapa de la historia política y cultural colombiana
de grandes rupturas generacionales, nuevas expresiones de la acción social
colectiva y transformaciones demográficas y territoriales entre campo y ciudad.
En este artículo, insistimos, se ha intentado aproximarse a un tema que demanda
nuevas investigaciones sobre la acción colectiva, y en particular sobre la
protesta y movilización estudiantil con sus tensiones ideológicas, variedad y
alcance de propósitos y organización gremial. En este orden de propósitos, sólo
desde nuevos trabajos se podrá reconocer en estas manifestaciones un verdadero
movimiento social o a lo sumo un acumulado de protestas y manifestaciones
estudiantiles.
Fuentes
Fuentes primarias escritas
Movimiento Estudiantil de 1971 – Documentos,
Colección de SCRIBD, disponible en
http://es.scribd.com/collections/2960322/Movimiento-Estudiantil-de-1971-Documentos
Periódico El Espectador
Periódico El Tiempo
“Programa Mínimo de los Estudiantes Colombianos” en
Suversión, Bogotá, No. 567, 1994.
Fuentes primarias orales
Entrevista a Armando Martínez Garnica, Octubre de
1999
Entrevista a César Loaiza, septiembre de 2001
Entrevista a Jaime Calderón, julio 19 de 2000
Entrevista a Jorge E González Romero, Diciembre de
2010.
Entrevista a Luis Felipe Cuadros Moreno, diciembre
de 2009
Entrevista a Marcelo Torres, Revista Teorema, No.
19, octubre de 1981. Reportaje disponible en línea en http://www.juventudpatriotica.com/portada/node/4
Entrevista a Orlando Aya, enero 25 de 2000
Entrevista a Orlando Zafra, febrero de 2011
Fuentes Secundarias
ACEVEDO TARAZONA, Álvaro. Modernización, conflicto
y violencia en la universidad en Colombia; AUDESA (1953-1984) Bucaramanga:
Ediciones UIS, 2004
ALTHUSSER, Louis, Ideología y aparatos ideológicos
del Estado, Buenos Aires: Nueva Visión, 1974
COTE, Jorge. “El Movimiento Estudiantil de 1971:
Entre la Homogeneidad y la Heterogeneidad”. En Una historia inconclusa,
izquierdas políticas y sociales en Colombia. Bogotá: Cinep, 2009242 Movilización
y protesta estudiantil en Colombia (1971). Una lectura desde la organización
gremial por el cogobierno universitario y la memoria de protagonistas y
testigos
BUCI-GLUCKSMANN, Christine, Gramsci y el estado:
hacia una teoría materialista de la filosofía, Madrid: Siglo xxi, 1978
HERNÁNDEZ ARTEAGA, Isabel, “El programa mínimo de
los estudiantes colombianos. Movimiento estudiantil universitario de 1971 por
la universidad. Todo un país.” En Revista Historia de la Educación Colombiana,
No. 10, 2007
JIMÉNEZ CAMARGO, Camilo Enrique, “Ficción narrativa
e historia oral en el relato El Atravesado de Andrés Caicedo” en Memorias
Encuentro Internacional de Historia Oral “Oralidad y Archivos de la Memoria”,
Bogotá, mayo de 2005
MÚNERA, Leopoldo. Rupturas y continuidades. Poder y
movimiento popular en Colombia, 1968-1988. Bogotá: CEREC-Unilibros, 1998
LOAIZA VALDÉS, César. Escrutinio de la Audesa de
los Setenta, inédito
PARDO, Miguel Ángel y URREGO, Miguel Ángel “El
Movimiento Estudiantil de 1971 en Colombia”, en Memorias del Primer Congreso
Internacional sobre Historia de las Universidades de América y Europa,
Universidad de Córdoba, 10 al 12 de julio de 2003
SÁNCHEZ GONZÁLEZ, Diego, “Diálogo con Marcelo
Torres. La izquierda fue inconsecuente con el cogobierno”, Desde Abajo, Bogotá,
19 de febrero de 2011.
VARGAS DÍAZ, Libardo. Expresiones políticas del
movimiento estudiantil. AUDESA, 1960 – 1980, Bucaramanga: Ediciones UIS, 1996.
VELASCO JARAMILLO, Marcela, “Cambio institucional y
protesta social en Colombia 1964-2000: análisis de series de tiempo” en Colombia
Internacional, No. 63, 2006
[1]
MÚNERA, Leopoldo. Rupturas y
continuidades. Poder y movimiento popular en Colombia, 1968-1988. Bogotá:
CEREC-Unilibros, 1998, p. 126.
[2]
Ibíd., p. 159.
[3]
Ibíd., p. 161.
[4]
COTE, Jorge. “El Movimiento
Estudiantil de 1971: Entre la Homogeneidad y la Heterogeneidad”. En Una historia
inconclusa, izquierdas políticas y sociales en Colombia. Bogotá: Cinep,
2009 p. 442.
[5]
En marzo de 1971 Marcelo Torres,
militante de la Juventud Patriótica (JUPA), junto a Leonardo Posada, Sergio Pulgarín y Uriel Ramírez de la Universidad Nacional y Morris
Ackerman de la Universidad del Valle fueron señalados por el Ministro de
Defensa de la época, Hernando Correa Cubides, como los principales agitadores
del movimiento estudiantil señalando que el objetivo principal de estos era
entorpecer la realización de los Juegos Panamericanos y el secuestro de los
extranjeros que allí vendrían. Los dos primeros serían encarcelados en junio de
1971 y liberados posteriormente, en octubre del mismo año sería detenido
nuevamente por 180 días lo cual generó aún mayores movilizaciones exigiendo su
liberación. PARDO, Miguel Ángel y URREGO, Miguel Ángel “El Movimiento
Estudiantil de 1971 en Colombia”, Memorias del Primer Congreso Internacional
sobre Historia de las Universidades de América y Europa, Universidad de Córdoba,
10 al 12 de julio de 2003.
[6]
Esta entidad era la Fundación para
la Educación Superior (FES), la cual tenía una influencia determinante en esta
universidad. Ibid, p. 4.
[7]
COTE, Jorge. El Movimiento
Estudiantil… p 418.
[8]
Ibíd., p. 418-419.
[9]
Ibíd., p. 419.
[10]
Ibíd., p. 419.
[11]
MÚNERA, Leopoldo. Rupturas y
continuidades... p. 200.
[12]
COTE, Jorge. El Movimiento
Estudiantil… p. 421.
[13]
El Tiempo, Bogotá, 27 de febrero de 1971, p. 7.
[14]
COTE, Jorge. El Movimiento
Estudiantil… p 4 21.
[15]
JIMÉNEZ CAMARGO, Camilo Enrique,
“Ficción narrativa e historia oral en el relato El Atravesado de Andrés
Caicedo” en Memorias Encuentro Internacional de Historia Oral “Oralidad y
Archivos de la Memoria”, Bogotá, mayo de 2005.
[16]
El Tiempo, Bogotá, 27 de febrero de 1971, p. 6.
[17]
SÁNCHEZ GONZÁLEZ, Diego, “Diálogo
con Marcelo Torres. La izquierda fue inconsecuente con el 21cogobierno”, Desde Abajo, Bogotá, 19 de febrero
de 2011
[18]
Entrevista a Marcelo Torres, Revista
Teorema, No. 19, octubre de 1981. Reportaje disponible en línea en
http://www.juventudpatriotica.com/portada/node/4.
[19]
El Tiempo, Bogotá, 27 de febrero de 1971, p. 1.
[20]
COTE, Jorge. El Movimiento
Estudiantil… p. 423.
[21]
El Tiempo, Bogotá, 26 de febrero de 1971, pp. 1 y
6.
[22]
PARDO, Miguel Ángel y URREGO,
Miguel Ángel. El movimiento estudiantil de 1971..., ver bibliografía
[23]
El Tiempo, 20 de febrero de 1971, p. 11.
[24]
El Tiempo, Bogotá, 2 de marzo de 1971, p. 1.
[25]
El Tiempo, Bogotá, 3 de marzo de 1971, p. 1.
[26]
El Tiempo, Bogotá, 5 de marzo de 1971, p. 1.
[27]
El Espectador, Bogotá, 5 de marzo de 1971, p. 1.
[28]
El Tiempo, Bogotá, 5 de marzo de 1971, p. 9. La
participación de los colegios en las manifestaciones universitarias era común
en todo el país, e incluso en ciudades como Barrancabermeja los estudiantes de
colegio se articulaban a las manifestaciones sindicales: “Los años 70, 71 y 72
fueron de huelgas en Barrancabermeja, el colegio Diego Hernández siempre
participaba en las huelgas, en las marchas que organizaban la Unión Sindical
Obrera (USO) y otras organizaciones.” Entrevista a Luis Felipe Cuadros Romero.
[29]
El Espectador, 5 de marzo de 1971, p. 1.
[30]
El Tiempo, 6 de marzo de 1971, p. 18.
[31]
El Tiempo, 9 de marzo de 1971, p. 1.
[32]
El Tiempo, 9 de marzo de 1971, p. 3.
[33]
El Tiempo, 10 de marzo de 1971, p. 8.
[34]
l Tiempo, 13 de marzo de 1971, p. 6.
[35]
En esta redacción también participó
la universidad la Gran Colombia, aunque votó negativamente el programa.
[36]
HERNÁNDEZ ARTEAGA, Isabel, “El
programa mínimo de los estudiantes colombianos. Movimiento estudiantil universitario
de 1971 por la universidad. Todo un país.” En Revista Historia de la
Educación Colombiana, No. 10, 2007, pp. 39-48.
[37]
“Programa Mínimo de los Estudiantes
Colombianos” en Suversión, Bogotá, No. 567, 1994. La Asociación
Universitaria de Santander AUDESA nace en 1953 como una agrupación de los
estudiantes universitarios de la Universidad Industrial de Santander. Aunque en
sus orígenes no era una organización política, pronto las organizaciones
socialistas influenciarían la asociación convirtiéndola en la principal entidad
de poder estudiantil de la Universidad. VARGAS DÍAZ, Libardo. Expresiones
políticas del movimiento estudiantil. AUDESA, 1960 – 1980, Bucaramanga:
Ediciones UIS, 1996. ACEVEDO TARAZONA, Álvaro. Modernización, conflicto y
violencia en la universidad en Colombia; AUDESA (1953-1984) Bucaramanga:
Ediciones UIS, 2004.
[38]
HERNÁNDEZ ARTEAGA, Isabel, El
programa mínimo..., p. 45.
[39]
El Tiempo, 25 de marzo de 1971, p. 6
[40]
PÁRDO, Miguel Ángel y URREGO,
Miguel Ángel, El Movimiento Estudiantil de 1971… p. 2
[41]
Ibíd., p. 7
[42]
El registro de estos
acontecimientos fue tomado de las siguientes fuentes de prensa: El Frente,
La República, El Tiempo, febrero 22 a septiembre 27 de 1971.
[43]
Entrevista a Jorge E González
Romero, diciembre de 2010.
[44]
Ibid. Tres días después, los
estudiantes denunciarían la irrupción en sus predios de la Policía Nacional.
[45]
El Espectador, abril 28 de 1971.
[46]
LOAIZA VALDÉS, César. Escrutinio
de la Audesa de los Setenta, inédito
[47]
Aunque la incorporación de los
“aparatos ideológicos del Estado” en la teoría del Estado marxista es endilgada
a Louis Althusser y el estructuralismo francés, cuya mayor difusora en
Latinoamérica ha sido la chilena Marta Harnecker, el mismo Althusser advierte
que la idea proviene de Antonio Gramsci, aunque más exactamente, surge de las
reflexiones de este con respecto a los aparatos de hegemonía y la
superestructura ideológica en un análisis de la filosofía hegeliana (el aparato
ideológico cultural de la Iglesia) y una confrontación con la idea de superestructura
ideológica propuesta por Nikolái Bujarin. (ALTHUSSER, Louis, Ideología y
aparatos ideológicos del Estado, Buenos Aires: Nueva Visión, 1974, p. 27.
BUCI-GLUCKSMANN, Christine, Gramsci y el estado: hacia una teoría
materialista de la filosofía, Madrid: Siglo xxi, 1978, p. 29, 317 y 468) No
es claro si esta idea defendida por los trotskistas proviene del texto
althusseriano o haya sido parte directamente de la exégesis de los escritos de
Gramsci, pero lo que si queda en evidencia es que su uso se manifestó como una
posición divergente de la posición maoísta que consideraba que en el proceso de
la lucha se iba creando la cultura revolucionaria.
[48]
“Reforma Universitaria y Revolución
Socialista” Ponencia ante el VI Encuentro Nacional Universitario, junio de 1971,
disponible online en http://cort.as/0kZ_
[49]
Entrevista a Marcelo Torres, Revista
Teorema.
[50]
PARDO, Miguel Ángel y URREGO,
Miguel Ángel, El Movimiento..., pp. 15-16.
[51]
“Declaración de los representantes
del estudiantado de la Universidad Nacional”, Bogotá, 19 de noviembre de 1971,
disponible online en http://cort.as/0kZV
[52]
El Espectador, 26 de noviembre de 1971.
[53]
Ibíd.
[54]
El
Espectador, 27 de noviembre de 1971.
[55]
El
Espectador, 2 de diciembre de 1971.
[56]
COTE,
Jorge. El Movimiento Estudiantil… p. 438.
[57]
Ibíd., p. 434
[58]
VELASCO JARAMILLO, Marcela, “Cambio
institucional y protesta social en Colombia 1964-2000: análisis de series de
tiempo” en Colombia Internacional, No. 63, 2006, p. 79.
[59]
Entrevista a Jaime Calderón, julio
19 de 2000.
[60]
Entrevista a César Loaiza,
septiembre de 2001.
[61]
Ibíd.
[62]
COTE, Jorge. El Movimiento…,
p. 446.
[63]
Entrevista a Orlando Aya, enero 25
de 2000.
[64]
Entrevista a Armando Martínez
Garnica, Octubre de 1999.
[65]
Entrevista a César Loaiza.
[66]
Nombre con el que se conoce un
explosivo de fabricación casera usado por los estudiantes en las
confrontaciones con la policía.
[67]
Juan Francisco Villareal, rector de
la Universidad Industrial de Santander de 1962 a 1968.
[68]
Rector de la Universidad Industrial
de Santander de 1971 a 1974.
[69]
Entrevista a Orlando Zafra, febrero
de 2011.
[70]
Ibíd.
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