Movilización y protesta estudiantil en Colombia (1971)

César Tovar de León 10:26 a.m.

Este artículo de dos jóvenes de la Universidad Industrial de Santander presenta una aproximación al movimiento estudiantil en Colombia del año 1971, la cual, según sus autores fue “una acción social colectiva en la que convergen la rebeldía juvenil, el sentimiento antiimperialista, la discusión teórica marxista, la movilización y confrontación con la fuerza pública, el rechazo al Estado de sitio, las protestas universitarias y el triunfo del cogobierno y su efímera existencia”. Cabe destacar los testimonios de protagonistas, estudiantes, trabajadores universitarios y testigos de la época, tales como los Marcelo Torres, considerado uno de los principales líderes de la movilización estudiantil de 1971, del hoy historiador Miguel Urrego y el líder magisterial, Miguel Ángel Pardo. Aunque son épocas distintas los objetivos de la presente movilización estudiantil son similares y bien vale la pena tener presente los hechos de hace 47 años. 

Por Álvaro Acevedo Tarazona* / Diana Crucelly González Rey**
* Doctor en Historia, Profesor Titular, Universidad Industrial de Santander, Bucaramanga, Colombia. ** Historiadora, Integrante del grupo de investigación, Políticas, Sociabilidades y Representaciones Histórico- Educativas, Universidad Industrial de Santander, Bucaramanga, Colombia / Publicado en Anuario de Historia Regional y de las Fronteras, Volumen 16, 2011, Universidad Industrial de Santander.

Introduccion

El presente artículo realiza una aproximación a la movilización y protesta de los estudiantes en Colombia del año 1971. Una acción social colectiva en la que convergen la rebeldía juvenil, el sentimiento antiimperialista, la discusión teórica marxista, la movilización y confrontación con la fuerza pública, el rechazo al estado de sitio, las protestas universitarias y el triunfo del cogobierno y su efímera existencia. Para alcanzar este propósito se recopilaron algunos testimonios de protagonistas, estudiantes, trabajadores universitarios y testigos de la época. Los testimonios fueron contextualizados por intermedio de fuentes documentales (especialmente de diarios locales y nacionales) y un referente literario de la época y los acontecimientos.

Aunque la movilización estudiantil de 1971 mostró un permanente enfrentamiento con la fuerza pública y la necesidad de cambiar el gobierno universitario, sus actuaciones buscaban movilizar y organizar la sociedad contra el poder del Estado. 1971 fue el año en que el estudiantado dirigió la protesta hacia reivindicaciones universitarias y políticas que se extendieron hasta por lo menos 1977. Antes que describir en detalle los eventos de esta movilización de alcance nacional, se realiza una primera exploración desde la historia y la memoria, a la manera de la pieza de un rompecabezas que espera aún ser armado en toda la dimensión del conflicto, la discusión universitaria y las tensiones sociales y políticas del orden local y mundial del momento.

1. La gestación de un momento histórico: el 26 de febrero de 1971

Jorge Cote Rodríguez en su ensayo titulado “El Movimiento Estudiantil de 1971” realiza un análisis en el que relaciona la protesta estudiantil de 1971 con las tensiones educativas y políticas de la época. Para el autor existieron tres hechos puntuales que podrían referirse como antecedentes de esta movilización: el plan Básico de la Educación Superior, la cobertura universitaria y la formación del Frente Nacional. Aunque cada uno de estos hechos puede interpretarse como causa directa de los sucesos de 1971, hubo otras variables del contexto social y económico que incidieron en la protesta estudiantil universitaria de este año. 

Si bien la formación del Frente Nacional permitió la redefinición del sistema político colombiano, este pacto bipartidista no debe reconocerse como un aspecto único de la inconformidad estudiantil universitaria; se deben tener en cuenta otras variables como la migración del campo a la ciudad y el salto de la cobertura educativa (primaria, secundaria y superior[1] que favoreció la emergencia de la clase media en la educación superior. Así mismo, la izquierda y los movimientos populares venían desde años atrás adquiriendo cierta autonomía frente a los partidos tradicionales. 

Para Cote Rodríguez, el Frente Nacional transformó la dinámica de las luchas sociales orientándolas a la gestación de “nuevas formas de autonomía tanto de izquierda como de luchas populares”[2]. Un tránsito en el que fue clave el concepto de revolución internacional del socialismo. 

De la misma manera, en 1971 la sociedad colombiana estaba asistiendo al influjo de una revolución cultural planetaria en la que se identifican las influencias del mayo 68 francés y los hechos –este mismo año– de Tlatelolco en México. Tampoco se puede desvincular a la izquierda, y sus diferentes matices, como una variable influyente la movilización universitaria, especialmente por “las alternativas que en teoría dejaban abiertas experiencias como la china, la cubana, o años después la nicaragüense”.[3] La disparidad en las ideas socialistas del momento fue la expresión de la composición de la movilización estudiantil de 1971. El análisis de Cote Rodríguez es muy interesante en tanto deja expresada la necesidad de reconocer los distintos actores y protagonistas de las tendencias de izquierda.[4]


Según Marcelo Torres, considerado uno de los principales líderes de la movilización estudiantil de 1971[5], el momento histórico comienza a finales de febrero después de una protesta en Cali en la que se perpetró “una espantosa carnicería contra el estudiantado y el pueblo”. Este lamentable hecho se presentó en un momento muy convulsionado, cuando el déficit presupuestal universitario había llevado a una permanente agitación estudiantil desde el inicio del año, en especial en la Universidad del Valle, cuyos estudiantes rechazaban el control ejercido a esta universidad por una entidad privada[6] y promovían la elección democrática de uno de los decanos de sus facultades.

Los sucesos ocurridos en Cali hicieron parte de una tragedia anunciada. El conflicto se había iniciado mucho antes en la Universidad del Valle, donde en junio de 1970 los estudiantes de la división de Ciencias Sociales y Economía elaboraron un petitorio que buscaba realizar reformas al Consejo Superior Universitario (CSU)[7]7. La lucha de este año se orientó por el cogobierno. Para ello, los estudiantes solicitaron una reforma al CSU, orientada a una “mayor participación de alumnos y profesores en la dirección interna de la facultad y de aumento en la calidad académica de las carreras”. Para el mes de enero de 1971, el conflicto se había acrecentado. El 29 de ese mes “se convocó en la Universidad del Valle y en todo el Departamento al primer paro estudiantil de 24 horas de ese año, que el 8 de febrero se convirtió en huelga general, con el bloqueo de la rectoría y el resto de las dependencias administrativas”.[8]

De manera casi simultánea, la Universidad de Antioquia se encontraba en la búsqueda de una organización democrática de poder universitario que reemplazara el Consejo Superior Universitario por un sistema mayoritario de representación de estudiantes y profesores. Cote Rodríguez menciona –en el artículo ya citado– que al comenzar el año de 1971“los ánimos exaltados eran regla de la movilización estudiantil de las universidades del Valle, Nacional, Antioquia, UIS, entre otras”[9].

El inicio de 1971 es recordado también por los dinamismos de las protestas obreras y el movimiento campesino. El estado social del país se hallaba agitado en medio de huelgas de maestros, estudiantes de secundaria, campesinos y obreros. En el Valle se estaba llevando a cabo la huelga de estudiantes del Colegio de Santa Librada de Cali, en donde los estudiantes protestaban contra “el intento del Gobierno por convertir la sección nocturna de la institución en un colegio privado de corte cooperativo”[10]. Por su parte, la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos (ANUC) protagonizaba grandes invasiones de tierras. Un capítulo significativo del movimiento campesino en la historia colombiana que se habría estado gestado desde años antes para el despegue propio de un “proceso de autonomía política y organizativa frente a los partidos tradicionales”. En 1971 este proceso se vio concretado en la conformación y el accionar de la ANUC.[11]

En medio de este agitado clima social, los estudiantes vieron la necesidad “de adelantar una lucha coordinada de los estudiantes colombianos, para garantizar el triunfo de sus reivindicaciones políticas”. El 20 y 21, en el encuentro Nacional Universitario, se conformó el Comité Nacional de Solidaridad Estudiantil. Este comité, compuesto por un gran numero delegados de diferentes universidades, convocó el día 26 de febrero a “una jornada de solidaridad con los estudiantes de la Universidad del Valle”[12].

A pesar de la mano dura del gobierno y de los comunicados por parte de éste en el que se anunciaba el fin de la subversión, las manifestaciones estudiantiles se llevaron a cabo tal y como estaban previstas. En la tarde de ese día, sindicalistas y estudiantes de Medellín se enfrentaron con la policía y el ejército en inmediaciones de la gobernación de Antioquia. Las instalaciones de los periódicos El Espectador, El Tiempo y El Colombiano fueron atacadas por manifestantes. La protesta dejó treinta detenidos sin que hubiese heridos que lamentar, situación diferente a la acontecida en Bucaramanga, donde ocho policías, dos personas y seis estudiantes resultaron heridos en una confrontación que se prolongó hasta las diez de la noche, en el cruce céntrico entre la carrera 15 y la calle 36.[13]

El 26 de febrero marcaría a la juventud universitaria de la ciudad de Cali. Ese día los disturbios fueron tan fuertes que captaron atención de los diarios. El Siglo, con base en una información suministrada por Carlos Holguín Sardi, alcalde de Cali, informó que se habrían producido más de siete muertos entre la multitud, mientras los estudiantes sostuvieron que habían sido 15”.[14]

De estos hechos se derivó una de las mejores novelas ambientadas en ese momento: El Atravesado de Andrés Caicedo. En uno de los párrafos de su novela se lee: “El 26 de febrero prendimos la ciudad de la Quince para arriba, la tropa en todas partes, vi matar muchachos a bala, niñas a bolillo, a Guillermito Tejada lo mataron a culata, eso no se olvida. Que di piedra y me contestaron con metralla. Que cuando hubo que correr corrí como nadie en Cali. Que no hay caso, mi conciencia es la tranquilidad en pasta, por eso soy yo el que siempre tira la primera piedra”. La declaración de Caicedo es una expresión del joven de aquella época, quien “prendía” la ciudad, quien se impactaba ante la brutalidad de un asesinato a golpes con la culata de un fusil y asumía una posición de combate: “soy yo el que siempre tira la primera piedra”.

El Atravesado no es una novela política; tal vez puede ser una obra contestataria pero no vinculada a un movimiento social. El protagonista de El Atravesado tiene más relación con la juventud rebelde del cine como en las películas de James Dean; es la historia del líder de la pandilla “La Tropa Brava”. El 26 de febrero fue para Caicedo la manifestación de una violencia desatada en la ciudad de Cali que se venía a sumar a la violencia de pandillas y ladrones, donde aparece un antihéroe, el joven afectado emocionalmente, que le gusta la música, que interviene en las luchas estudiantiles pero que en esencia es un joven rebelde.
El tiempo de la novela de Caicedo finaliza el 26 de febrero de 1971, y según Camilo Jiménez Naranjo: “Este relato histórico ficcional de Caicedo expresa el atravesamiento del joven asimilado a la figura del enemigo interno por el establecimiento adultamente centrado.”[15] Solamente un estudiante universitario murió ese día: Edgar Mejía, estudiante de ciencias de la educación en la Universidad del Valle. Los demás fueron Emperatriz Agredo o Agrera de 17 años, obrera; Luis B. Cuéllar, muerto de un disparo en el corazón, y Moisés Alfaro Ayala Silva, un trabajador de la ciudad. También fue muerto un niño de tres años pisoteado por la multitud y un hombre llamado Luis Albán, “dado de baja” cuando participaba en un saqueo.[16]

Una de las virtudes de la escritura de Caicedo en esta novela es que muestra la cara de la contracultura. Ese rostro que involucró a universitarios y a hippies, pandilleros y otras manifestaciones de rebeldía juvenil en aquella época. Una rebeldía que fluyó junto al malestar de protestas campesinas, obreras y civiles, y que generó un clima difícil de asimilar por el gobierno de Pastrana. Para Marcelo Torres, esta movilización del 26 de febrero fue el detonante del conflicto universitario en todo el país:
 


El 26 de febrero es realmente una circunstancia que le da una ampliación al problema; pongo el problema en el primer plano de la opinión pública. El gobierno de Misael Pastrana comete una masacre porque reacciona de manera violenta contra una manifestación de estudiantes y declara el Estado de Sitio. Desde este momento, el Gobierno empieza a cerrar las universidades una tras otra, pensando detener así el movimiento estudiantil. Pero los estudiantes seguían yendo a las universidades a pesar de estar cerradas; no se movían de allí. Es frecuente que cuando se cierra una universidad los muchachos se vayan para sus casas y el problema se acabe, pero aquí no ocurrió eso: las universidades estaban cerradas pero los universitarios seguían movilizados. Se hacían foros y asambleas; se realizaron siete congresos estudiantiles, un récord que no se ha vuelto a repetir, algunos de ellos en la clandestinidad. El Gobierno acuñó la idea de que éste era un movimiento anárquico, que los líderes no éramos estudiantes sino infiltrados. De esta manera, presentamos un “programa mínimo” que recogía los problemas y presentaba soluciones, y el país se dio cuenta de que no era un problema de dos o tres agitadores.[17] 

La preocupación en todo el país se hizo sentir en casi todos los diarios, más cuando se había anunciado un paro nacional obrero para el día 8 de marzo, lo cual venía a sumarse al paro de maestros y a la dinámica de toma de tierras por parte de campesinos en algunos lugares del campo. Ante lo anterior, dice Torres:

En tales condiciones resulta claro que la orden oficial de fuego contra los estudiantes y las masas caleñas debió estar decisivamente influida por el temor del gobierno de que todos estos movimientos juntaran sus fuerzas; fue voluntad del presidente Pastrana conjurar esa posibilidad mediante el terror. Lo que en la lógica de la tiranía de turno debía jugar el papel de escarmiento ejemplar, se convirtió en punto de partida de uno de los más memorables movimientos del estudiantado colombiano. No obstante que las balas oficiales cobraron alrededor de cincuenta víctimas en Cali, entre ellos el estudiante Edgar Mejía Vargas, las movilizaciones estudiantiles inundaron las calles de las principales ciudades y poblaciones del país pese a la violenta represión gubernamental.[18]

Bajo la noticia que anunciaba la declaración de Estado de Sitio por parte del entonces presidente Misael Pastrana Borrero, el diario El Tiempo mostraba la fotografía del párroco del barrio Junín de Cali impartiendo su bendición a una de las siete víctimas de los disturbios presentados en esa ciudad el día anterior. Al lado de esta imagen, un policía se protegía con un escudo del ataque de los manifestantes; al fondo, un grupo de estudiantes tirando piedras y bombas molotov a la policía. Estos “dolorosos sucesos” llevaron a Pastrana y su Consejo de Ministros a declarar “turbado el orden público y en Estado de Sitio todo el territorio nacional”, una decisión que fue respaldada por las fuerzas armadas, los partidos políticos de coalición, los transportadores, la CTC, los trabajadores portuarios y la empresa privada.[19]

La declaratoria de estado de sitio se sintió en amplios sectores de la sociedad colombiana. De ahí que se enarbolara la proclama estudiantil: derrotar con hechos el estado de sitio. Resultado de la inconformidad fue la realización de una multitudinaria huelga estudiantil nacional efectuada el 4 de marzo”[20]. La protesta no se presentó sólo en Cali. Ciudades como Medellín, Bogotá y Bucaramanga sintieron las réplicas de las manifestaciones violentas por parte los estudiantes y personas de otras condiciones sociales que se sumaron a verdaderos enfrentamientos campales. El día anterior a las manifestaciones, el presidente Pastrana anunció que la subversión había sido anulada, pues una conjura internacional habría intentado modificar por medios violentos las instituciones democráticas colombianas. Esa misma noche el ejército se tomó la ciudad de Bogotá en búsqueda de sospechosos. En la pesquisa quedó la impactante imagen de un niño con las manos en la cabeza al lado del ejército.[21]

2. La movilización estudiantil de 1971

El año de 1971 ya se presentía convulsionado desde el mes de enero. Estudiantes de la Universidad del Cauca iniciaron las manifestaciones; el 25 de este mes los educadores del Valle del Cauca se declararon en paro; el 7 de febrero la Universidad Tecnológica de Pereira decretó paro y el 12 los profesores de primaria declararon paro nacional; el día 19 de este mes se sumó al paro la universidad de Antioquia y en la Universidad Industrial de Santander los estudiante se enfrentaron a la policía en una protesta contra la “imposición de carácter político de fuerzas extrañas a la universidad y a los intereses de la misma”, lo cual se traducía en la designación de Carlos Virviescas Pinzón como rector.[22]

Así, se gestó una movilización nacional a partir de las solidaridades y respaldos. Lo que inició en la Universidad del Valle fue replicado por la Universidad Santiago de Cali en solidaridad, luego por la Facultad de Agronomía de Palmira, dependiente de la Universidad Nacional. Aunque la movilización era nacional, las reivindicaciones finalmente se expresaron de manera muy local. En Cali demandaban la reforma del estatuto orgánico y una mayor participación en el Consejo Académico; en Bucaramanga la protesta principal del estudiantado era contra la posesión del rector, en tanto que en Medellín el paro se relacionaba con la crisis en el Hospital Universitario San Vicente de Paul.[23]

Cuando el 26 de febrero las protestas en Cali fueron violentamente reprimidas, los estudiantes del país encontraron un punto de unión y solidaridad común que se articuló con las demandas locales. Lo que se veía como la confluencia de diversas protestas universitarias, se transformó en uno de las movilizaciones estudiantiles con mayor duración e impacto en la historia del país.

El primero de marzo el Consejo Superior Estudiantil de la Universidad Nacional declaró una huelga como protesta por los hechos sucedidos en Cali. Aunque ese mismo día hubo ciertos intentos de desordenes en Tuluá y Palmira, el parte del gobierno fue de tranquilidad. Al parecer todo iba a seguir en calma, aun cuando se alzaban voces de solidaridad con los universitarios de Cali y el paro de maestros de primaria se mantenía en firme.[24]

El día dos de marzo se realizaron mítines estudiantiles en las ciudades de Bogotá, Medellín, Cali, Palmira y Tuluá. En Bogotá y Cali la situación fue controlada, pese a los destrozos ocasionados por las protestas. En Medellín se declaró un toque de queda ante las expresiones de fuerza de los estudiantes. Entre tanto, el gobierno se mantuvo en su política de reprimir las manifestaciones –“así sean estas pacíficas”– y buscar miembros de organizaciones guerrilleras con el fin de identificar “elementos extranjeros” que estuvieran participando o impulsando los desórdenes en las protestas.[25]

El cuatro de marzo se presentó otra jornada violenta en varias ciudades del país. En Medellín un limpiabotas de doce años murió y en Popayán el estudiante Carlos Augusto González Posso de 20 años fue muerto de un disparo.[26] En Bogotá se atacó la sede del periódico El Espectador, se quemó una motocicleta y un caballo de la policía fue herido en una extremidad y rematado posteriormente.[27] En Bucaramanga varios estudiantes de la Universidad Industrial de Santander, acompañados por estudiantes de los colegios Santander, Instituto Tecnológico Santandereano y la Escuela Nacional de Comercio, resultaron heridos y contusos en enfrentamientos con el ejército.[28]

El gobierno reaccionó decretando arrestos inconmutables de 180 días para todos aquellos que atentaran contra el orden público (Decreto 290 de 1971)[29]. Los estudiantes comunicaron que abrirían el diálogo solamente cuando se levantara el Estado de Sitio y se revocaran los decretos “dictados bajo este régimen”. Así mismo, exigieron que no hubiese represalias y se levantara la tropa de la Universidad del Valle. Para los estudiantes universitarios, según sus voceros, se requería “más libertad para dirigir los destinos universitarios y la eliminación en esta de la influencia que impone la clase empresarial privada”. Reafirmaban también que la ayuda externa norteamericana era sinónimo de dependencia: “La universidad está bajo el control del crédito norteamericano y esto garantiza la intervención foránea y la claudicación nacional.”[30]




Las medidas de control del Estado frente a la propuesta mostraban ciertos resultados. El 8 de marzo no se presentó una manifestación masiva como se había esperado. Esto en buena medida por el rechazo de la Central de Trabajadores de Colombia (CTC) al paro, dejando sola a la Unión de Trabajadores de Colombia (UTC). En el parte oficial del gobierno únicamente el diez por ciento acató la orden de paro. Misael Pastrana afirmó triunfalmente que este “no fue el día del paro sino del antiparo”, y que la subversión había quedado enterrada: “Hoy el país ha sentido el renacer de su democracia, y los partidos tradicionales se han vigorizado” Según Pastrana, se había detenido un plan subversivo que se venía gestando para sacar al país del diálogo y la democracia: “Tuvimos una conjura que dominó el gobierno y sus estamentos; hoy estoy agradecido con la base misma del pueblo, que se hizo presente en las universidades, en las escuelas y en el transporte, a pesar de las amenazas e inclusive exponiendo sus vehículos.”[31] 

Solamente en Barranquilla diversos grupos de conformación diversa, alentados por estudiantes, se enfrentaron con la policía y causaron destrozos en la zona comercial. En esta ciudad los sindicatos afiliados a la UTC respaldaron el paro en su totalidad. En general las diferentes ciudades vivieron una jornada de tranquilidad, pese a algunos pinchazos causados por las tachuelas.[32] A esta situación de fracaso en el paro se sumaba el levantamiento paulatino del Estado de Sitio y los levantamientos de los paros universitarios, como el de la Universidad de Antioquia.[33]

La movilización estudiantil no cedía en sus posiciones. En un comunicado de tres puntos, difundido el 12 de marzo, los estudiantes de la Universidad Nacional manifestaron nuevamente la exigencia para que la financiación de la universidad fuera asumida en su totalidad por el Estado sin recurrir a empréstitos extranjeros; de igual manera que fueran eliminados los Consejos Superiores Universitarios y se reemplazaran por una organización democrática a la cabeza de estudiantes y profesores: “que son quienes conforman la comunidad universitaria”. Finalmente, exigían que los programas de investigación fueran diseñados y controlados por investigadores nacionales.[34]

Este comunicado fue el preámbulo del “Programa Mínimo de los Estudiantes Colombianos”, en cuya redacción participaron las universidades de Antioquia, Santiago de Cali, INCCA, Tecnológica de Pereira, Externado de Colombia, Jorge Tadeo Lozano, Nacional seccional de Manizales, Javeriana (Sociología y Teología), del Cauca, Libre, Pedagógica Nacional, del Atlántico, de Cartagena, ESAP, del Quindío, de los Andes, del Valle, Nacional seccional Palmira, del Tolima, Distrital, San Buenaventura, de Caldas, del Rosario (Facultad de medicina), Nacional seccional Medellín, Industrial de Santander, Tecnológica y Pedagógica de Tunja, Libre de Barranquilla, Nacional de Colombia.[35]

El Programa fue redactado inicialmente en el II Encuentro Nacional Universitario de Bogotá entre el 13 y el 14 de marzo y ratificado finalmente el 14 de abril en Palmira. La divulgación del mismo se dio a conocer el 16 de marzo mientras se levantaba el paro universitario en la Universidad Nacional. Según Isabel Hernández Arteaga, la protesta universitaria de 1971 adquirió un sello muy particular por ser la primera manifestación con una clara orientación antiimperialista y por haber vinculado a estudiantes de todas las universidades públicas y algunas privadas. Hernández igualmente resta valor al papel desempeñado por las fuerzas políticas de izquierda con intenciones de potenciar un movimiento revolucionario a partir del movimiento estudiantil, afirmando que su consideración sobre la universidad no era relevante en el conflicto.[36] Una tesis que sólo podrá ser sopesada con nuevos trabajos de investigación que estudien las expresiones locales de esta movilización estudiantil en Colombia. 

El programa mínimo contenía seis puntos fundamentales. El primero y más importante, una ratificación de la exigencia de disolución de los Consejos Superiores Universitarios en los cuales tenía participación el clero y los gremios económicos. Los estudiantes consideraban que éstos debían ser sustituidos por un organismo dirigido por estudiantes y profesores en los que el rector hiciese parte, aunque sin voto, y un representante del Ministerio de Educación. En este planteamiento, el poder directivo de las universidades quedaría controlado por los estudiantes y profesores, lo cual era de hecho una solicitud de entrega del poder universitario a las organizaciones estudiantiles, entre ellas la Federación Universitaria o la AUDESA de Bucaramanga.[37] [38]

El 24 de marzo los estudiantes de la Universidad Nacional consideraron que ya se había dilatado lo suficiente la discusión sobre la reforma orgánica de la universidad colombiana, por lo que determinaron un paro de 48 horas en el que se tomó la decisión de expulsar al rector Diego López Arango.[39] Con esta decisión se inició una serie de tomas de instituciones universitarias tanto por estudiantes como por el gobierno que se extendieron hasta el mes de abril, como fueron los casos de la Universidad del Atlántico y la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia (UPTC) de Tunja.[40]

Entre abril y julio la situación fue de una permanente tira y afloje por parte del gobierno y los estudiantes. La Universidad de Antioquia fue cerrada el 22 de abril y reabierta el 14 de junio. Ese mismo día se decretó nuevamente un paro; igual situación vivió la UPTC, cerrada el mismo 22 de abril y reabierta el 22 de junio. El 13 de julio la parálisis era total en este centro de educación superior. La Universidad de Nariño fue enviada a vacaciones el 28 de abril, los estudiantes regresaron a clases el 14 de junio y el primero de julio la universidad tuvo que ser ocupada militarmente; igual situación se presentó en las Universidades del Cauca, Atlántico, Pedagógica, de Medellín, Cartagena e Industrial de Santander.[41]

En la Universidad Industrial de Santander, el 13 de abril, se presentó una dura confrontación entre la policía nacional y los estudiantes, apoyados por los Colegios Santander, Tecnológico y la Escuela Nacional de Comercio. El enfrentamiento dejó un total de veinte heridos, dos de ellos de gravedad. La universidad fue tomada por la policía en una batalla campal que duró desde las 2:00 hasta las 5:30 de la tarde.[42] Jorge E. González Romero, estudiante del Colegio de Santander en 1971, relata cómo eran este tipo de confrontaciones entre estudiantes y fuerza pública:

Cuando habían huelgas en la UIS llegaban al Colegio Santander diciendo “compañeros santanderino la Universidad Industrial se encuentra en cese de actividades, por tal motivo necesitamos su apoyo”, y se iba todo el mundo a apoyar a la UIS. Eso era un fenómeno. Recuerdo que a la Nacional de Comercio, que quedaba más arriba, y al Tecnológico Dámaso Zapata, también los hacíamos salir. Ese sector era totalmente estudiantil. Los paros y todos los mítines eran bien organizados por comités, por eso digo que los grandes sindicalistas y los grandes líderes de hoy en día se hicieron allá, porque comenzaron a captar qué ordenes debían impartir, cómo debían hacerlo y qué requisitos debía tener cada estudiante.[43]

Ese mismo día la Asociación Universitaria de la Costa Atlántica denunció la discriminación en la UIS contra los estudiantes costeños por parte del Departamento de Admisiones.[44] El 14 de abril, cerca de veinticinco estudiantes de la UIS fueron “heridos a bolillo y bala”. Hasta el rector Carlos Guerra Hernández fue golpeado por varios uniformados. Estas acciones de la fuerza pública fueron denunciadas por los estudiantes como una flagrante violación a la autonomía universitaria, a propósito de la interpretación de inviolabilidad territorial de los campus universitarios que le otorgaba a estos centros de educación superior una connotación de “repúblicas independientes” dentro del Estado. Los gremios apoyaron las acciones gubernamentales argumentando que las “universidades no se habían cerrado por el prurito de privar a los estudiantes de la posibilidad de estudiar, sino porque ellos habían querido convertir los centros docentes en focos de agitación subversiva”.[45]

Para evitar una escalada de la protesta estudiantil, Carlos Guerra aceptó reformar el Consejo Superior Universitario de la UIS. Este quedaría conformado por el gobernador, quien lo presidiría, un representante del Ministerio de Educación Nacional, el cual sería escogido por los profesores universitarios, un representante de la iglesia católica, dos representantes de los egresados y dos de los profesores y dos de los estudiantes. Este máximo órgano de poder solamente sería materializado en la UIS en 1975, después de casi un año de confrontaciones.[46]

Aunque el “Programa Mínimo de los Estudiantes Colombianos” se configuró como la base programática de la movilización de 1971, su anuncio y aplicación no implicó que hubiese sido una visión unificada de la posición de los estudiantes. Como manifiestan Pardo y Urrego, en esta movilización se presentaban por lo menos dos posiciones teóricas importantes. Una de ellas consideraba a la universidad como un aparato ideológico del Estado.[47] Uno de los mejores ejemplos de esta concepción fue la ponencia ante el VI Encuentro Nacional Universitario de Medellín. Este documento exponía que era imposible modificar sustancialmente la naturaleza de clase de la universidad:

En cuanto aparato ideológico del Estado, al servicio de la división social y técnico-social del trabajo, una revolución en Colombia tiene que plantearse en su estrategia su inevitable destrucción en el mismo sentido en que es válido para todo el aparato del Estado. Esto no descarta la posibilidad de dar luchas que la golpeen y denuncien aún antes de la toma del poder político, pero sin creer que se pretende de esta manera llevar a cabo una transformación paulatina o un anticipo de las tareas de la Revolución.[48]


Según Marcelo Torres, esta tendencia era una visión mecanicista reproducida primordialmente por los sectores trotskistas del estudiantado. En contraposición, la Juventud Patriótica, organización juvenil del Movimiento Obrero Independiente y Revolucionario (MOIR), dio paso a “la tesis marxista-leninista consistente en que a toda gran revolución social la antecede una profunda revolución en la cultura”.[49] 

La contraposición de ideas en el mismo seno de las organizaciones estudiantiles llevó a una serie de discusiones internas, aunque predominó la posición promovida por la Juventud Patriótica referida a la construcción de una cultura revolucionaria en la propia lucha estudiantil, sobre todo porque se justificaba la búsqueda de un cogobierno de la universidad como un paso relevante en la construcción de dicha cultura. Sobre la base de esta tesis, cuando se consiguió el cogobierno en la Universidad Nacional, en noviembre de 1971, y en la universidad de la Universidad de Antioquia, en enero de 1972, se anunció uno de los mayores triunfos del estudiantado colombiano en la historia del movimiento. No obstante, su efímera existencia comprende también una de sus mayores decepciones. Después de unos pocos meses de implementación del experimento del cogobierno a finales de mayo de 1972 volvieron los rectores del gobierno y con ellos la suspensión de la participación ampliada de estudiantes y profesores en los consejos superiores.[50]

Al momento de obtener el cogobierno, los representantes de los estudiantes de la Universidad Nacional lanzaron una declaración de victoria y a su vez de esperanza: “la supresión del viejo Consejo Superior Universitario y la participación actual de profesores y estudiantes en el nuevo organismo de gobierno es el logro de una reivindicación universitaria democrática que constituye una derrota de la ultrarreaccionaria política del gobierno y de su gastada careta de la demagogia.”[51]

La consecución del cogobierno fue interpretada como un triunfo, no sólo por parte de los estudiantes sino también por los sectores del gobierno afines a las políticas educativas que impulsaba el entonces ministro de educación Luis Carlos Galán Sarmiento. Sectores de estudiantes como del gobierno justificaban, a su modo, una victoria política. Para algunos estudiantes el cogobierno se convertía en un logro común, el fin de un largo periodo de protesta y lucha política y la atención a sus quejas y reclamos. Para otros estudiantes la reivindicación debía ir más allá: el logro del cogobierno fue interpretado como una tenue atención que el ministro daba a los estudiantes de la universidad pública. Por su parte, el gobierno interpretó el hecho político como una oportunidad para equilibrar la opinión pública: la movilización estudiantil había conseguido la suficiente atención de toda la sociedad colombiana, por lo que el manejo del conflicto tendría que servir de ejemplo a todos los sectores de la sociedad, sobre todo en momentos en los que el conflicto, al parecer, mostraba una inclinación más favorable hacia el estudiantado.

Las elecciones en la Universidad Nacional no dieron espera. Los diarios documentaron día a día el desarrollo del proceso: “guerras” de carteles, debates y consignas fueron escuchados en los días previos a la elección de los representantes. Tras un minucioso escrutinio realizado, los comités de base alcanzaron la mayoría, eligiendo a los “miembros del Nuevo Consejo Provisional de la Universidad Nacional”[52]. 

El ministro Luis Carlos Galán fue el encargado de instalar el mencionado Consejo al que asistirían los delegados estudiantiles recientemente elegidos: “Uriel Ramírez y Carlos F. Simancas”.[53] Según el relato de El Espectador del día siguiente: “el automóvil Mercedes Benz, de placas D-36148, a bordo del cual llegó el ministro de educación a la ciudadela universitaria, fue reducido en llamas como producto del ataque de los grupos de estudiantes anarquistas, durante la instalación del Consejo Provisional Universitario”[54]. El mismo diario señaló “que algunos estudiantes anarquistas lanzaron guijarros contra el edificio de la rectoría, poco antes de incendiar el automóvil del ministro de educación”[55]

La violencia utilizada en los actos de instalación del Consejo muestra que existían en la universidad posturas radicales respecto de aquella que asumió como un triunfo las banderas del cogobierno. Esto puede interpretarse como una reacción de los mismos estudiantes contra la misma movilización estudiantil, derivada de la mayoría silenciosa de la que hizo parte el 48% que no votó el cogobierno en la Universidad Nacional y de la cual una parte no reconoció el proceso electoral[56].

Lo paradójico es que si bien la movilización estudiantil del 71 generaba fuertes simpatías en amplios sectores sociales, en el interior de sus filas habían discusiones irreconciliables: “una pelea entre maoístas y trostkistas”, y de la misma JUCO que arremetió contra estos dos grupos políticos tildándolos de extremoizquierdistas[57]. Estas diferencias irreconciliables entre el estudiantado no deben interpretarse aisladamente de la pretensión gremial más importante de aquel momento: el cogobierno. Aunque en medio de este debate ideológico la reivindicación por el cogobierno y la reforma a la Universidad se abrió paso, lo cierto es que en la universidad de 1971 coexistían un sin número de ideas e intereses que invitaban al estudiantado a pensar una universidad más allá del entorno académico con el fin de crear una nueva relación con otros sectores de la sociedad. Como hipótesis a explorar, se dice que el impacto de la movilización estudiantil del año 71 tiene que ver con las simpatías y coaliciones generadas con otros actores de la sociedad, entre ellos obreros, maestros y campesinos quienes también expresaron reivindicaciones gremiales y mostraron una abierta oposición al gobierno de Misael Pastrana Borrero y en particular al Estado de Sitio promovido en su mandato para frenar la expresión gremial y popular.

Si bien en el marco de las protestas sociales del año 71 el cogobierno universitario fue una de las conquistas más importantes del estudiantado colombiano, su efímera existencia fue también una desilusión. Pese a esta contradicción, las protestas y actuaciones de los estudiantes de aquella época por la autonomía del gobierno universitario, legó a las siguientes generaciones una imagen heroica de sus principales impulsores y protagonistas.

3. Memoria de la movilización estudiantil de 1971

Para ciertos analistas hay un cierto consenso en argumentar que el Mayo del 68 en Colombia ocurrió en 1971. Aunque no hay suficientes estudios que puedan mostrar los alcances de esta hipótesis, en este año se presentaron en el país más de 500 acciones de protesta y populares, que incluyeron invasiones campesinas de tierra, y movilizaciones obreras y estudiantiles.[58] Y aun cuando en este año la influencia del ELN en la universidad fue más débil, eran notorias otras tendencias políticas radicales de izquierda entre los universitarios, especialmente sobre la forma cómo se iba a realizar la toma del poder y cuál sería el método a utilizar. Según Jaime Calderón, fueron tres sectores los que dominaron el panorama político revolucionario de los estudiantes de comienzos de los años setenta:

…eran tres o cuatro sectores de movimiento estudiantil: uno muy militarista que estaba en la guerrilla, ya fuese del ELN o del EPL; otro fue un movimiento muy intelectual, que era el troskismo y que venía de las relaciones con la Universidad del Valle; luego estaba un movimiento fuerte que manejaba la protesta con mayor nivel organizativo y con mucho estudio, que era la gente de la Juventud Comunista; también había quienes se oponían radicalmente a ellos que eran los movimientos pro-chinos. Los movimientos pro-chinos a su vez tenían cuatro líneas: una línea era la guerrillera del EPL; la otra era la del MOIR que se inclinaba más hacia una lucha no violenta; también estaba otra línea que era una línea intermedia, que si mal no recuerdo estaba conformada por dos grupos, uno se llamaba Sol Rojo y Fusil –es hasta chistosa la apropiación de esos nombres desde la cosa China– y el otro se llamaba Combate sino estoy equivocado. Y al final montaron esas dos tendencias, pero con diferencias muy antagónicas. Esa lucha de los estudiantes hizo que no fueran capaces de mantener las conquistas del cogobierno en las universidades[59]. 

De cierta manera las organizaciones guerrilleras existían en la universidad pero no incidían de manera determinante en la organización gremial estudiantil. Las acciones políticas y militares, exceptuando tal vez el reclutamiento de nuevos militantes, se realizaban por fuera de las universidades. 

…en la universidad hay un hecho histórico y es que las guerrillas nunca militarizaron la universidad en la década del 70, nunca se consideró la universidad como un teatro de operaciones militares, ninguna organización lo consideró así, lo cual no significaba que dentro del movimiento y aún dentro de lo cuadros directivos habían militantes de la guerrilla, pero su práctica en ese sentido y sus operaciones militares siempre las realizaron por fuera de la universidad, y algunos dirigentes estudiantiles se desplazaban a la zona de operaciones de guerra de sus filas guerrilleras a hacer entrenamiento militar, algunos estudiantes se retiraron de la universidad para engrosar las filas de la guerrilla[60].

Aunque la guerrilla proponía estrategias para posicionarse política y militarmente, su influencia disminuía en organizaciones como la AUDESA de la Universidad Industrial de Santander y en general dentro de las protestas estudiantiles. Las movilizaciones de 1971 en la UIS dejaron finalmente mejor posicionados a las organizaciones que proponían una participación política para la toma del poder universitario:

A los grupos filo-guerrilleros que simpatizaban con la guerrilla, principalmente con el ELN aquí en al UIS, donde tenía un rating importante de cuadros y de activistas, los mismos activistas simpatizantes de la guerrilla fueron sorprendidos en 1971, porque de la nueva elección del rector no tuvieron una política dinámica de oposición, simplemente hicieron lo del avestruz, guardar silencio reservándose su opinión para luego pasar la cuenta de cobro por los errores que cometieran los otros, que es pues una política extensiva, y entonces tenía mucha más dinámica la política de la Juventud Patriótica, de tal manera que en ese consejo estudiantil resultó mayoritaria la JUPA[61].




La movilización estudiantil estaba siendo dirigida por grupos que de cierta manera estaban más cercanos a las reivindicaciones universitarias, en tanto los militantes guerrilleros promovían fortalecer militar y políticamente a sus organizaciones. Mientras para la organización estudiantil su centro de operaciones y núcleo de formación era la universidad misma, para los militantes guerrilleros –en realidad una minoría en el grueso del estudiantado– la universidad era solamente un paso hacia la incorporación definitiva a la vida guerrillera. Al respecto Cote Rodríguez sostiene que “en cuanto la lucha guerrillera, la mayoría de líderes estudiantiles estaba de acuerdo con ella”[62]. Es muy posible que en este contexto la lucha guerrillera estuviera considerada por un sector importante del estudiantado, sin embargo, en las expresiones de protesta y organización de los estudiantes no era fácil identificar abiertamente esta posición. 

Después de 1971 se dio paso a una mayor polarización y radicalización entre organizaciones y tendencias estudiantiles. Sobre este decenio, prácticamente inexplorado por la historiografía de la protesta y los movimientos sociales en Colombia, Orlando Aya, actualmente profesor de la Universidad Industrial de Santander, señala:

El movimiento estudiantil terminó a finales de los años 70 en la universidad y en todo el mundo; lo digo porque esto muestra de todas maneras cómo los movimientos no han sido nunca ni fueron ajenos a la influencia internacional, pero precisamente esto es lo que se esperaría de la capacidad de respuesta y crítica al movimiento estudiantil, que sea capaz de aportar algo, inclusive de aprovechar un poco, porque al final de cuentas la creación de la universidad, aún por esas fuerzas políticas interesadas, es un logro en el medio social y un paso de avanzada aún con los intereses que tiene. Entonces que el movimiento estudiantil de aquella época fuera capaz de utilizar eso e ir más allá, eso habría sido lo deseado[63].

La gran diferencia de la movilización y protesta estudiantil de los años setenta con las del decenio anterior tiene que ver con la explosión de expresiones políticas, la mayoría de ellas dentro del marxismo-leninismo, las cuales no lograron articularse del todo con reivindicaciones sociales de otros actores. Sólo nuevos estudios sobre la cultura política universitaria de esta época podrán explicar por qué no se logró dicha articulación. Armando Martínez Garnica expresa lo que significaba ser estudiante universitario de la Universidad Nacional en 1971:

En los años 70-71, la mayoría de los estudiantes de la Nacional estaban comprometidos mínimo en un grupo de estudio, que era realmente estudiar a Lenin, Marx y Mao. En ese tiempo los movimientos políticos más fuertes eran la JUCO, JUPA, TESTIMONIO, el [PCC] ML, y todos estaban metidos en un grupo o ya bien eran militantes y era muy difícil escapar para los que llegamos de provincia y vivíamos alrededor de la Nacional. Era muy difícil escapar a los grupos, digamos en el 70-71 todos tenían algo que ver con el catecismo, digamos que era marxista o maoísta, los pasillos de la facultad de derecho eran llenos. Además de eso teníamos la gran influencia de Camilo Torres, de Marcelo Torres, eran convocatorias masivas, digamos, los debates eran hasta las tres de la mañana. Claro, también había en esos momentos jóvenes liberales, escasos los jóvenes conservadores. Pero para poder explicar por qué se perdieron los dos semestres en el año 71, en que casi todos los estudiantes de las universidades públicas perdimos esos semestres, porque todos estaban movilizados y las marchas por la Avenida el Dorado eran masivas y de eso ni siquiera se escapaba el capellán de la Universidad Nacional, que también estaba en las marchas y que una vez fue golpeado por la policía; todo mundo estaba metido en eso, prácticamente quien no simpatizaba o leía textos de izquierda estaba, digamos, out, no conseguía novia, ese tipo era como medio raro. La gran pelea era por el cogobierno universitario, por el cambio de la composición de los consejos superiores. Estaba Luis Carlos Galán de Ministro de Educación, el movimiento del 68 era básicamente contra la influencia de las fundaciones gringas en las universidades, como la Ford. Pero el movimiento 71 era para cambiar la composición del Consejo Superior y para fortalecer la participación de los estudiantes en organismos del gobierno, y esa lucha se ganó, porque el gobierno mismo cambió la composición de los consejos superiores. Además la confrontación era abierta, contra la oligarquía que llamábamos nosotros.[64]

César Loaiza, líder estudiantil de aquella época, es más específico al remitirse a esta cultura política universitaria y en particular al Programa Mínimo de los Estudiantes Colombianos y la participación de la AUDESA en estos congresos:

Para 1971 AUDESA participó en varios congresos universitarios nacionales que se realizaron en ese año, para definir lo que se llamó el Programa Mínimo de los Estudiantes Colombianos, que en esencia era una crítica científica de la realidad universitaria, e incluso en 1975 a nivel de la UIS las mayorías replantearon los contenidos de ese programa; así mismo, lo hicieron sobre las bases de una crítica a la escuela y en general al modelo educativo como un instrumento de dominación. El Programa Mínimo era una reivindicación de autonomía de la universidad. Sin embargo, posteriormente esa autonomía al considerarse utópica dentro de ciertas relaciones de poder dominantes fue desechada y criticada por la mayoría, aun cuando seguían persistiendo concepciones que consideraban la autonomía universitaria como un instrumento de esa libertad.[65]

Orlando Zafra, trabajador de la UIS, también se refiere a la dinámica y cultura de la confrontación con la policía en aquella época, para él, una de las manifestaciones más radicales del estudiantado y tal vez una de las que generó mayor impacto en la comunidad. Recuerda especialmente la manifestación de abril de 1971 en la que terminaría ocupada la universidad por el ejército:

Generalmente era en las asambleas en donde la propuesta de marcha no faltaba. Esa marcha era impedida o reprimida antes de salir de la universidad, entonces los tropeles se daban por el caballo de Bolívar, por el SENA; como se ve hoy, aunque ya no hay asambleas. La Asamblea organizaba y aprobaba una protesta que generalmente era una marcha, y en la represión empezaba la piedra –cauchera por parte de los estudiantes y de la policía bolillo–. Así era la mecánica de la pelea. En sí la forma de expresión de las manifestaciones de antes a las de ahora es igual, aun cuando los medios son otros, ya no son la cauchera y la piedra, ahora es la papa.[66] En la fuerza pública antes era el escudo y el bolillo ahora son otras formas, si son peligrosas las unas son peligrosas las otras. Recuerdo la primera manifestación cuando se posicionaba Villarreal[67] que entró la policía y nos perseguían a tiros por toda la universidad. En el Tecnológico, en la portería principal de la 27, donde venden la fruta, no existía muro, era una malla, y la policía se metía por ese lado, les tocaba a los estudiantes o a quienes estábamos de curiosos estar pendientes [alertas] porque la policía entraba disparando y golpeando, eso no era cuento, lo digo porque lo viví. A Carlos Guerra Hernández[68] le dieron bolillo, salió de la administración diciendo que él era el rector y le dijeron “que rector ni que (…)” y le dieron palo, eso no miraban, al que fuera le daban. En algún momento hubo las famosas bombas molotov, que era la botella de gasolina con las mechitas, era lo más agresivo, pero lo demás eran caucheras y piedras y a mano limpia; la policía también era sólo bolillo y escudo, luego ya empezaron a implementar los gases lacrimógenos, que ha evolucionado a lo que tienen hoy.[69]

Para Orlando Zafra el sindicato de trabajadores de la Universidad Industrial de Santander y en general de buena parte de las universidades se encontraba a la zaga de las organizaciones estudiantiles. A diferencia de otras organizaciones obreras que tuvieron una tradición propia, enraizada primordialmente en el movimiento obrero de los años veinte y treinta, los sindicatos universitarios tuvieron que ganarse un espacio a pulso, siguiendo muchas veces las expresiones políticas de las organizaciones estudiantiles:

Nosotros cuando la huelga de 1971 un miembro del Consejo Directivo de la época nos mostró un listado, había conmigo 28 trabajadores para echarnos si se insistía en la huelga. Se hicieron llegar cartas a nuestras casas diciendo: “si siguen en esto les va a pasar esto y esto (…)”, claro, laboralmente, consecuencias, no amenazas. Nosotros nos sostuvimos en la huelga por 29 días. Sirvió mucho el espejo que teníamos de AUDESA, sabíamos que si cada quien estaba por su lado no iba a ser fácil conseguir lo que necesitábamos, y que manteniéndonos unidos podíamos defendernos. Alguien dice que la huelga se perdió, pero algunos pensamos que no porque se sembraron muchas cosas y se demostró que se podía defender los derechos sin violencia, así se diga que una huelga es violenta, no. Empezando la huelga al tercer día llegó la policía y fue muy duro, corrimos al hospital quienes estaban en la universidad, porque en ese momento ya había una comisión en Bogotá, y llegó la policía al hospital, entonces corrimos para INDESCO, que es hoy la UCC, y allá el sindicato y los estudiantes apoyaron, ahí nos estuvimos todo el tiempo refugiados en esa sede, pero la universidad estaba cerrada o por lo menos no estaba funcionando. Una época muy dura, pero con experiencias a la larga positivas.

La rebeldía juvenil de los estudiantes del 71, sumada a su capacidad organizativa y liderazgo en las posiciones de cogobierno, sirvió de insumo para los movimientos sociales posteriores. Sus acciones, también sumadas a las de maestros, obreros y campesinos, sin duda, lograron poner en jaque el gobierno de Misael Pastrana. Los estudiantes universitarios lograron alertar a la ciudadanía y fue a partir de estos años en los que la protesta estudiantil se identificó con la utopía social igualitaria. Para entonces, los estudiantes universitarios eran muy apreciados por la comunidad, como lo recuerda Orlando Zafra:

Los estudiantes generaban simpatías, es que cuando la tarifa de transporte subía 10 centavos había pedreas, la ciudadanía y los sectores populares se sentían protegidos porque alguien estaba luchando por ellos; o algún incremento en los servicios públicos, o el hospital, eso generaba simpatías. Hubo etapas en las que los estudiantes de la UIS iban a las plazas de mercados a recoger los víveres para las ollas comunales y eran muy buenos los aportes, la gente no sólo daba dinero o especies, porque eran los estudiantes de la UIS, eso generaba alguna identidad con las protestas.[70]

Al igual que en otras latitudes del planeta, la revolución cultural de los años sesenta llegó a la universidad colombiana. Una nueva rebeldía juvenil estimulada en las universidades creó nuevas formas de movilización y protesta, e incluso promovió la ilusión de la toma del poder por la vía revolucionaria y armada. En los campos la subversión armada se reorganizaba y en los años ochenta conseguiría un nuevo protagonismo, luego de las derrotas militares de finales de los años sesenta e inicios del siguiente decenio.

Los acontecimientos de movilización y protesta de los años sesenta y setenta, y en particular los del año 71, requieren ser analizados en una dimensión comparativa regional –y aún planetaria– para explicar y comprender una etapa de la historia política y cultural colombiana de grandes rupturas generacionales, nuevas expresiones de la acción social colectiva y transformaciones demográficas y territoriales entre campo y ciudad. En este artículo, insistimos, se ha intentado aproximarse a un tema que demanda nuevas investigaciones sobre la acción colectiva, y en particular sobre la protesta y movilización estudiantil con sus tensiones ideológicas, variedad y alcance de propósitos y organización gremial. En este orden de propósitos, sólo desde nuevos trabajos se podrá reconocer en estas manifestaciones un verdadero movimiento social o a lo sumo un acumulado de protestas y manifestaciones estudiantiles.

Fuentes

Fuentes primarias escritas
Movimiento Estudiantil de 1971 – Documentos, Colección de SCRIBD, disponible en http://es.scribd.com/collections/2960322/Movimiento-Estudiantil-de-1971-Documentos
Periódico El Espectador
Periódico El Tiempo
“Programa Mínimo de los Estudiantes Colombianos” en Suversión, Bogotá, No. 567, 1994.
Fuentes primarias orales
Entrevista a Armando Martínez Garnica, Octubre de 1999
Entrevista a César Loaiza, septiembre de 2001
Entrevista a Jaime Calderón, julio 19 de 2000
Entrevista a Jorge E González Romero, Diciembre de 2010.
Entrevista a Luis Felipe Cuadros Moreno, diciembre de 2009
Entrevista a Marcelo Torres, Revista Teorema, No. 19, octubre de 1981. Reportaje disponible en línea en http://www.juventudpatriotica.com/portada/node/4
Entrevista a Orlando Aya, enero 25 de 2000
Entrevista a Orlando Zafra, febrero de 2011

Fuentes Secundarias
ACEVEDO TARAZONA, Álvaro. Modernización, conflicto y violencia en la universidad en Colombia; AUDESA (1953-1984) Bucaramanga: Ediciones UIS, 2004
ALTHUSSER, Louis, Ideología y aparatos ideológicos del Estado, Buenos Aires: Nueva Visión, 1974
COTE, Jorge. “El Movimiento Estudiantil de 1971: Entre la Homogeneidad y la Heterogeneidad”. En Una historia inconclusa, izquierdas políticas y sociales en Colombia. Bogotá: Cinep, 2009242 Movilización y protesta estudiantil en Colombia (1971). Una lectura desde la organización gremial por el cogobierno universitario y la memoria de protagonistas y testigos
BUCI-GLUCKSMANN, Christine, Gramsci y el estado: hacia una teoría materialista de la filosofía, Madrid: Siglo xxi, 1978
HERNÁNDEZ ARTEAGA, Isabel, “El programa mínimo de los estudiantes colombianos. Movimiento estudiantil universitario de 1971 por la universidad. Todo un país.” En Revista Historia de la Educación Colombiana, No. 10, 2007
JIMÉNEZ CAMARGO, Camilo Enrique, “Ficción narrativa e historia oral en el relato El Atravesado de Andrés Caicedo” en Memorias Encuentro Internacional de Historia Oral “Oralidad y Archivos de la Memoria”, Bogotá, mayo de 2005
MÚNERA, Leopoldo. Rupturas y continuidades. Poder y movimiento popular en Colombia, 1968-1988. Bogotá: CEREC-Unilibros, 1998
LOAIZA VALDÉS, César. Escrutinio de la Audesa de los Setenta, inédito
PARDO, Miguel Ángel y URREGO, Miguel Ángel “El Movimiento Estudiantil de 1971 en Colombia”, en Memorias del Primer Congreso Internacional sobre Historia de las Universidades de América y Europa, Universidad de Córdoba, 10 al 12 de julio de 2003
SÁNCHEZ GONZÁLEZ, Diego, “Diálogo con Marcelo Torres. La izquierda fue inconsecuente con el cogobierno”, Desde Abajo, Bogotá, 19 de febrero de 2011.
VARGAS DÍAZ, Libardo. Expresiones políticas del movimiento estudiantil. AUDESA, 1960 – 1980, Bucaramanga: Ediciones UIS, 1996.
VELASCO JARAMILLO, Marcela, “Cambio institucional y protesta social en Colombia 1964-2000: análisis de series de tiempo” en Colombia Internacional, No. 63, 2006




[1] MÚNERA, Leopoldo. Rupturas y continuidades. Poder y movimiento popular en Colombia, 1968-1988. Bogotá: CEREC-Unilibros, 1998, p. 126.
[2] Ibíd., p. 159.
[3] Ibíd., p. 161.
[4] COTE, Jorge. “El Movimiento Estudiantil de 1971: Entre la Homogeneidad y la Heterogeneidad”. En Una historia inconclusa, izquierdas políticas y sociales en Colombia. Bogotá: Cinep, 2009 p. 442.
[5] En marzo de 1971 Marcelo Torres, militante de la Juventud Patriótica (JUPA), junto a Leonardo Posada, Sergio Pulgarín y Uriel Ramírez de la Universidad Nacional y Morris Ackerman de la Universidad del Valle fueron señalados por el Ministro de Defensa de la época, Hernando Correa Cubides, como los principales agitadores del movimiento estudiantil señalando que el objetivo principal de estos era entorpecer la realización de los Juegos Panamericanos y el secuestro de los extranjeros que allí vendrían. Los dos primeros serían encarcelados en junio de 1971 y liberados posteriormente, en octubre del mismo año sería detenido nuevamente por 180 días lo cual generó aún mayores movilizaciones exigiendo su liberación. PARDO, Miguel Ángel y URREGO, Miguel Ángel “El Movimiento Estudiantil de 1971 en Colombia”, Memorias del Primer Congreso Internacional sobre Historia de las Universidades de América y Europa, Universidad de Córdoba, 10 al 12 de julio de 2003.
[6] Esta entidad era la Fundación para la Educación Superior (FES), la cual tenía una influencia determinante en esta universidad. Ibid, p. 4.
[7] COTE, Jorge. El Movimiento Estudiantil… p 418.
[8] Ibíd., p. 418-419.
[9] Ibíd., p. 419.
[10] Ibíd., p. 419.
[11] MÚNERA, Leopoldo. Rupturas y continuidades... p. 200.
[12] COTE, Jorge. El Movimiento Estudiantil… p. 421.
[13] El Tiempo, Bogotá, 27 de febrero de 1971, p. 7.
[14] COTE, Jorge. El Movimiento Estudiantil… p 4 21.
[15] JIMÉNEZ CAMARGO, Camilo Enrique, “Ficción narrativa e historia oral en el relato El Atravesado de Andrés Caicedo” en Memorias Encuentro Internacional de Historia Oral “Oralidad y Archivos de la Memoria”, Bogotá, mayo de 2005.
[16] El Tiempo, Bogotá, 27 de febrero de 1971, p. 6.
[17] SÁNCHEZ GONZÁLEZ, Diego, “Diálogo con Marcelo Torres. La izquierda fue inconsecuente con el 21cogobierno”, Desde Abajo, Bogotá, 19 de febrero de 2011
[18] Entrevista a Marcelo Torres, Revista Teorema, No. 19, octubre de 1981. Reportaje disponible en línea en http://www.juventudpatriotica.com/portada/node/4.
[19] El Tiempo, Bogotá, 27 de febrero de 1971, p. 1.
[20] COTE, Jorge. El Movimiento Estudiantil… p. 423.
[21] El Tiempo, Bogotá, 26 de febrero de 1971, pp. 1 y 6.
[22] PARDO, Miguel Ángel y URREGO, Miguel Ángel. El movimiento estudiantil de 1971..., ver bibliografía
[23] El Tiempo, 20 de febrero de 1971, p. 11.
[24] El Tiempo, Bogotá, 2 de marzo de 1971, p. 1.
[25] El Tiempo, Bogotá, 3 de marzo de 1971, p. 1.
[26] El Tiempo, Bogotá, 5 de marzo de 1971, p. 1.
[27] El Espectador, Bogotá, 5 de marzo de 1971, p. 1.
[28] El Tiempo, Bogotá, 5 de marzo de 1971, p. 9. La participación de los colegios en las manifestaciones universitarias era común en todo el país, e incluso en ciudades como Barrancabermeja los estudiantes de colegio se articulaban a las manifestaciones sindicales: “Los años 70, 71 y 72 fueron de huelgas en Barrancabermeja, el colegio Diego Hernández siempre participaba en las huelgas, en las marchas que organizaban la Unión Sindical Obrera (USO) y otras organizaciones.” Entrevista a Luis Felipe Cuadros Romero.
[29] El Espectador, 5 de marzo de 1971, p. 1.
[30] El Tiempo, 6 de marzo de 1971, p. 18.
[31] El Tiempo, 9 de marzo de 1971, p. 1.
[32] El Tiempo, 9 de marzo de 1971, p. 3.
[33] El Tiempo, 10 de marzo de 1971, p. 8.
[34] l Tiempo, 13 de marzo de 1971, p. 6.
[35] En esta redacción también participó la universidad la Gran Colombia, aunque votó negativamente el programa.
[36] HERNÁNDEZ ARTEAGA, Isabel, “El programa mínimo de los estudiantes colombianos. Movimiento estudiantil universitario de 1971 por la universidad. Todo un país.” En Revista Historia de la Educación Colombiana, No. 10, 2007, pp. 39-48.
[37] “Programa Mínimo de los Estudiantes Colombianos” en Suversión, Bogotá, No. 567, 1994. La Asociación Universitaria de Santander AUDESA nace en 1953 como una agrupación de los estudiantes universitarios de la Universidad Industrial de Santander. Aunque en sus orígenes no era una organización política, pronto las organizaciones socialistas influenciarían la asociación convirtiéndola en la principal entidad de poder estudiantil de la Universidad. VARGAS DÍAZ, Libardo. Expresiones políticas del movimiento estudiantil. AUDESA, 1960 – 1980, Bucaramanga: Ediciones UIS, 1996. ACEVEDO TARAZONA, Álvaro. Modernización, conflicto y violencia en la universidad en Colombia; AUDESA (1953-1984) Bucaramanga: Ediciones UIS, 2004.
[38] HERNÁNDEZ ARTEAGA, Isabel, El programa mínimo..., p. 45.
[39] El Tiempo, 25 de marzo de 1971, p. 6
[40] PÁRDO, Miguel Ángel y URREGO, Miguel Ángel, El Movimiento Estudiantil de 1971… p. 2
[41] Ibíd., p. 7
[42] El registro de estos acontecimientos fue tomado de las siguientes fuentes de prensa: El Frente, La República, El Tiempo, febrero 22 a septiembre 27 de 1971.
[43] Entrevista a Jorge E González Romero, diciembre de 2010.
[44] Ibid. Tres días después, los estudiantes denunciarían la irrupción en sus predios de la Policía Nacional.
[45] El Espectador, abril 28 de 1971.
[46] LOAIZA VALDÉS, César. Escrutinio de la Audesa de los Setenta, inédito
[47] Aunque la incorporación de los “aparatos ideológicos del Estado” en la teoría del Estado marxista es endilgada a Louis Althusser y el estructuralismo francés, cuya mayor difusora en Latinoamérica ha sido la chilena Marta Harnecker, el mismo Althusser advierte que la idea proviene de Antonio Gramsci, aunque más exactamente, surge de las reflexiones de este con respecto a los aparatos de hegemonía y la superestructura ideológica en un análisis de la filosofía hegeliana (el aparato ideológico cultural de la Iglesia) y una confrontación con la idea de superestructura ideológica propuesta por Nikolái Bujarin. (ALTHUSSER, Louis, Ideología y aparatos ideológicos del Estado, Buenos Aires: Nueva Visión, 1974, p. 27. BUCI-GLUCKSMANN, Christine, Gramsci y el estado: hacia una teoría materialista de la filosofía, Madrid: Siglo xxi, 1978, p. 29, 317 y 468) No es claro si esta idea defendida por los trotskistas proviene del texto althusseriano o haya sido parte directamente de la exégesis de los escritos de Gramsci, pero lo que si queda en evidencia es que su uso se manifestó como una posición divergente de la posición maoísta que consideraba que en el proceso de la lucha se iba creando la cultura revolucionaria.
[48] “Reforma Universitaria y Revolución Socialista” Ponencia ante el VI Encuentro Nacional Universitario, junio de 1971, disponible online en http://cort.as/0kZ_
[49] Entrevista a Marcelo Torres, Revista Teorema.
[50] PARDO, Miguel Ángel y URREGO, Miguel Ángel, El Movimiento..., pp. 15-16.
[51] “Declaración de los representantes del estudiantado de la Universidad Nacional”, Bogotá, 19 de noviembre de 1971, disponible online en http://cort.as/0kZV
[52] El Espectador, 26 de noviembre de 1971.
[53] Ibíd.
[54] El Espectador, 27 de noviembre de 1971.
[55] El Espectador, 2 de diciembre de 1971.
[56] COTE, Jorge. El Movimiento Estudiantil… p. 438.
[57] Ibíd., p. 434
[58] VELASCO JARAMILLO, Marcela, “Cambio institucional y protesta social en Colombia 1964-2000: análisis de series de tiempo” en Colombia Internacional, No. 63, 2006, p. 79.
[59] Entrevista a Jaime Calderón, julio 19 de 2000.
[60] Entrevista a César Loaiza, septiembre de 2001.
[61] Ibíd.
[62] COTE, Jorge. El Movimiento…, p. 446.
[63] Entrevista a Orlando Aya, enero 25 de 2000.
[64] Entrevista a Armando Martínez Garnica, Octubre de 1999.
[65] Entrevista a César Loaiza.
[66] Nombre con el que se conoce un explosivo de fabricación casera usado por los estudiantes en las confrontaciones con la policía.
[67] Juan Francisco Villareal, rector de la Universidad Industrial de Santander de 1962 a 1968.
[68] Rector de la Universidad Industrial de Santander de 1971 a 1974.
[69] Entrevista a Orlando Zafra, febrero de 2011.
[70] Ibíd.

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