Una acción militar para tomarse Venezuela sería devastadora para el continente y generaría el mayor repudio a Estados Unidos
Por Alberto
Herrera
Director de La Bagatela
El
gobierno de Estados Unidos considera que llegó el momento de posesionarse de
nuevo como el amo indiscutido en el continente latinoamericano, como era tradicional
antes de que surgiera ese impetuoso movimiento de “los vientos del sur” que
logró elegir gobiernos democráticos de amplia representación, surgidos bajo las
constituciones establecidas, que obedecieron a un gran descontento popular, que
identificaron el atraso y la miseria existentes con la dominación de la
potencia del norte apoyada por burguesías entregadas y lacayas. La característica
común es que estos jefes de Estado que alcanzaron unas mayorías electorales, no
se sometieron a las órdenes de Washington.
Han
pasado veinte años desde que el coronel de las fuerzas armadas regulares de
Venezuela, Hugo Chávez, desbancó mediante un triunfo electoral al régimen
bipartidista de esa nación, cómplice del saqueo petrolero de siempre. Lo siguió
Brasil con un dirigente de los trabajadores al frente, Lula Da Silva, y luego se
sumaron otras naciones que alzaron su grito rebelde que buscaba zafarse del
yugo imperial.
Aunque
el tema de este artículo no es un recuento de estos cambios, se puede afirmar
que en todo el continente se forjó como nunca antes, un torrente humano que
emergió con fuerza y decisión contra el saqueo de las naciones y contra la
entrega y la corrupción de sus dirigentes tradicionales.
No
conformes con esa nueva realidad del continente latinoamericano, la potencia
del norte considera que llegó el momento preciso de” restaurar la democracia”,
recomponer su imagen, recobrar el liderazgo y tomar por asalto nación por
nación. “Make America great again” es la consigna de combate del presidente
Trump, el más repudiado mandatario no solo en su país sino en el mundo entero.
Su proclama incluye enderezar el rumbo del esquivo “patio trasero” y quitar del
camino cualquier voz que le estorbe en la reconquista del continente.
Sus
cálculos están equivocados y su empresa fracasará. Estados Unidos ya no son la
potencia hegemónica del siglo pasado. Su economía es vulnerable como nunca
antes y en la disputa por el control y los beneficios del comercio mundial se
enfrenta a poderosas naciones que se han fortalecido económicamente y que no
dan su brazo a torcer. Por el otro lado, aunque mantiene su poderío militar,
cada vez es más desafiado por países que le pierden el temor y que no se
someten a sus designios. Además las acciones militares que ha emprendido para
someter naciones, le han representado un desgaste y repudio mundial.
Venezuela en la mira
Venezuela
es su actual blanco de conquista. Las cuantiosas reservas petroleras están en
juego. Ya reconquistó a Argentina y la tiene sumida en un apretón económico que
asfixia a esa nación; en Brasil sobre la base de enjuiciar a Lula y
encarcelarlo mediante una jugada judicial y política y apoyado en una fracción
corrupta y de corte fascista, eligió a Bolsonaro, un exmilitar de mentalidad
atrasada y excluyente. En Ecuador logró voltear a Lenin Moreno a quien le
acaban de entregar un cuantioso préstamo bajo las onerosas condiciones del FMI.
Contrario a Evo Morales quien se mantiene al frente de su nación Bolivia, con
valor y dignidad, así como en Uruguay el Frente Amplio representa una posición
democrática. En medio de esta disputa ideológica, política y económica agudizada
en el continente surge otro bastión progresista: México, al mando de AMLO.
EE.
UU. no goza de simpatía en el continente como antes y no la alcanzará con la
cruzada que han emprendido contra Venezuela. El hecho de repudiar su gobierno
no le da derecho a colocar otro ni agredir la nación. El desprestigio de su
imagen se ha acelerado y profundizado. La gran corriente política independiente
y democrática que se ha levantado en el continente con un vigor inusitado, en
la búsqueda de mejorar las condiciones de vida en sus naciones, ha logrado
importantes avances que se deben consolidar con el tiempo. Ese es el otro gran
escollo que EE. UU. pretende desconocer.
Por
eso ante la arremetida del gobierno de Trump, Venezuela se constituye en un
asunto de dignidad para el continente. Las diferencias entre los venezolanos se
deben resolver mediante el diálogo, se deben corregir los errores cometidos y
avanzar en los logros alcanzados, pero sobre todo mantener la soberanía de los
pueblos que han mostrado su compromiso de construir un futuro digno para las
generaciones venideras. Venezuela es mucho más que un país, es un continente
que rechaza un modelo saqueador y engendra una nueva opción, que se ira trasformando
de acuerdo a lo que crean adecuado y conveniente las fuerzas nacionales en
contienda.
Sin
embargo una parte importante de la opinión pública no ha entendido a cabalidad
la situación, el bombardeo mediático a favor de los intereses gringos,
replicado en todo el continente, ha sacado una ventaja inicial que se alterara
en la búsqueda de los pueblos por encontrar un futuro digno y próspero para el
continente.
Indignos promotores de la guerra
Las
acciones imperiales de Estados Unidos cada vez más restringen la actividad
financiera y política de Venezuela. Trump ha bloqueado rentas, confiscado
bienes y decide su destinación, entorpece las transacciones bancarias y de
comercio. Además, nombró un agente como presidente interino, creó el Grupo de
Lima buscando apoyo para la toma de Venezuela y nombró a Elliot Abrams,
conocido criminal de guerra, coordinador de la anunciada intervención militar. Todas
medidas inaceptables. Estas decisiones agravan aún más la situación y producirán
la respuesta más airada y decidida de los latinoamericanos y del mundo. Ponerse
al lado de la opción gringa es ponerse del lado de la arbitrariedad, de la
opresión y de la guerra, y quien lo haga será condenado por indigno. A
semejante bajeza ha llegado el presidente de los colombianos. El señor Duque
sumiso al senador Uribe y ante la poca confiabilidad que produce, piensa que
puede sortear su impopularidad poniéndose al lado de lo más retrógrado y caduco
de la humanidad, el imperio yanqui; tamaña equivocación. Considerar que su celebridad
y prestigio las alcanzará al lado del desprestigiado Trump, quien lo tiene como
muñecongo defendiendo al aparecido Guaidó, secundándolo en cuanta amenaza
pronuncia, lo acabará de condenar.
Colombia,
que no es ajena a esa corriente democrática, que surgió en el continente como
respuesta al desangre del territorio y que sigue viva a pesar de la ola
derechista y reaccionaria que recorre el mundo, no prestará su suelo para
albergar tropas extranjeras destinadas a invadir una nación hermana y masacrar
su pueblo. Duque está advertido.
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