Es evidente que para Piketty la segunda revolución industrial (descubrimiento de la energía eléctrica, la radio, la televisión, el cine, servicios de acueducto y alcantarillado, telefonía fija local y de larga distancia, entre otros inventos) aportó mucho más al aumento de la productividad del trabajo (PIB/total de trabajadores empleados) y al crecimiento económico que lo que ha podido lograrse con la tercera y la cuarta revolución industrial. Debemos reconocer el esfuerzo de Piketty para lograr un capitalismo con menos desigualdad del ingreso y la riqueza. No obstante, su propuesta de una tributación extraordinaria a las empresas tecnológicas no es suficiente porque la sobreexplotación de los trabajadores seguramente continuará.
Por Higinio Pérez Negrete
Profesor universitario / higinio50@yahoo.com
Profesor universitario / higinio50@yahoo.com
Thomas Piketty, en su obra El capital en el siglo XXI,
lanza una crítica a los apologistas del capitalismo salvaje, quienes consideran
que la creciente desigualdad en la distribución del ingreso en Estados Unidos
en los últimos treinta años es explicada por la aparición de un pequeño grupo
de hombres supertalentosos que han acumulado mucha riqueza a punta de
innovación y emprendimiento. Al respecto, afirma: “La economía estadounidense
fue mucho más innovadora entre 1950 y 1970 que en el período 1990-2010, al
menos si se juzga por el hecho de que la tasa de crecimiento de su
productividad fue casi dos veces mayor en el primer período”. Y agrega: “La
tasa de crecimiento del PIB por habitante en los Estados Unidos fue de 2,3%
entre 1950 y 1970, y de 1,4% entre 1990 y 2012” (pág. 568).
Es evidente que para Piketty la segunda revolución
industrial (descubrimiento de la energía eléctrica, la radio, la televisión, el
cine, servicios de acueducto y alcantarillado, telefonía fija local y de larga
distancia, entre otros inventos) aportó mucho más al aumento de la
productividad del trabajo (PIB/total de trabajadores empleados) y al
crecimiento económico que lo que ha podido lograrse con la tercera y la cuarta
revolución industrial. En otras palabras, según él, fue mucho mayor el empuje
capitalista logrado por el avance de la industria manufacturera (automotriz, de
alimentos, de electrodomésticos, de textiles, de calzado y muchos otros
sectores) después de la segunda guerra mundial que lo aportado a la economía
por el descubrimiento de internet y todos los servicios de información y
comunicaciones, lo que lo lleva a concluir que las dos últimas revoluciones
industriales han alimentado más el sentido rentista que el verdadero sentido
capitalista.
Desde una perspectiva teórica distinta a la de
Piketty, encontramos que el impresionante enriquecimiento de Microsoft, Apple,
Google, Amazon y Facebook, que él llama la “extracción de renta” por parte de
empresas tecnológicas convertidas en monopolio, es el resultado de la
competencia entre ellas y con otras empresas. Como ejemplo de competencia entre
ellas cabe mencionar que Microsoft comenzó como monopolio en el mercado de los
sistemas operativos, hecho reconocido por Piketty (véase artículo anterior), pero
hoy son Google y Apple las propietarias de los sistemas operativos que permiten
el funcionamiento de una gran cantidad de servicios por internet (aplicaciones,
redes sociales) en la telefonía celular, aunque el de Microsoft sigue dominando
en los computadores.
En el caso de la competencia con otras empresas cabe
citar lo ocurrido en la crisis de “las empresas puntocom” en 2001 en Estados
Unidos, que sacó del mercado a inversionistas que trataron de competir con las empresas
establecidas (Microsoft, Apple, Google y Amazon), con resultados favorables a
éstas: “Hubo innovación y, a no dudar, inversión en abundancia. Pero ambas eran
insostenibles. Cuando el polvo se asentó, Estados Unidos se había quedado con
un enorme excedente de redes de telecomunicaciones, y con un mercado que en
muchas áreas vitales estaba más concentrado que antes” (Joseph Stiglitz, “Los
felices 90”, Editorial Taurus, 2003, pág. 140). Para ese año, aún no había
aparecido Facebook, pero esta empresa entró a la competencia con éxito en 2004
presentando su red social, y después compró a WhatsApp y a Instagram, empresas
que constituían una competencia potencial. Adicionalmente, el avance de las
empresas tecnológicas significó la desaparición de muchas empresas productoras
de música en discos compactos, equipos de sonido, películas en casetes, equipos
para poner los casetes, máquinas fotográficas y rollos, radios, televisores, y
otras, y la desaparición del comercio de dichos productos.
Todo este proceso de competencia y desaparición de
empresas ha generado un aumento del desempleo, debilitamiento de las
organizaciones de trabajadores y, como consecuencia, una disminución del
salario real y pérdida de participación del salario en el ingreso total en
Estados Unidos: “Algo le ocurrió al país entre mediados de los años setenta y
mediados de los ochenta: aunque antes de eso la remuneración aumentó en
paralelo con la productividad, digamos que un incremento del 1 por ciento en la
productividad seguido de un 1 por ciento en los pagos, después se abrió una
brecha enorme, y los sueldos aumentaron menos de una quinta parte del
incremento en la productividad, lo cual significa que una porción mayor está
yendo a manos de alguien que no son los trabajadores” (Joseph Stiglitz,
“Capitalismo progresista”, Editorial Taurus, 2020, pág. 73).
El hecho de que se eleven extraordinariamente las
ganancias de las empresas tecnológicas al mismo tiempo que cae la participación
de los salarios en el ingreso total de la economía, demuestra que el peso de la
competencia está cayendo cada vez con mayor fuerza sobre los hombros de los
trabajadores. Para que el capital, en general, siga su curso de acumulación ampliada
tiene que aumentar la tasa de explotación de los trabajadores. Es bueno tener
en cuenta que, aunque aumente el salario real, si la productividad del trabajo
crece más, aumenta la tasa de explotación. Esto quiere decir que la tasa de
explotación está hoy en los niveles más altos posibles, porque el salario real
cae mientras la productividad del trabajo sube, lo que se expresa en una
relación (salario/ingreso total) decreciente o, lo que es lo mismo, (ingreso
total menos salario/salario) creciente. Esta última relación es lo mismo que
excedente/salario o plusvalía/capital variable, esto es, tasa de explotación de
los trabajadores.
En conclusión, es la competencia capitalista y el
aumento de la tasa de explotación de los trabajadores en toda la economía lo
que explica el extraordinario enriquecimiento de los dueños de las empresas
tecnológicas, y no una extracción de ingresos (en forma de renta) a toda la
sociedad, por parte de dichas empresas, como lo considera Piketty. Para Piketty,
unas empresas tecnológicas parasitarias explotan a la sociedad en su conjunto,
cuando lo que ocurre es que dichas empresas, a través de la competencia, producen
una caída de los salarios reales en toda la economía y un aumento en la tasa de
explotación de los trabajadores. Debemos reconocer el esfuerzo de Piketty para
lograr un capitalismo con menos desigualdad del ingreso y la riqueza. No
obstante, su propuesta de una tributación extraordinaria a las empresas
tecnológicas no es suficiente porque la sobreexplotación de los trabajadores seguramente
continuará. Son los mismos trabajadores los que pueden, a través de sus
organizaciones sindicales y políticas, enfrentar al capital para mejorar sus
condiciones salariales.
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