Un artículo de Mao Tsetung en víspera de la II Guerra Mundial
Lo de moda es referirse a la Unión Soviética, a propósito de los cien años de la Revolución de Octubre, como el más descomunal desatino de la historia. El pregón contra el socialismo y el comunismo son viejos pero sus ímpetus arreciaron tras el colapso soviético de 1991. El credo de la economía de mercado y la seudociencia del neoliberalismo invadieron entonces el planeta en todos sus ámbitos. El repliegue político, social e ideológico prevaleció por doquier entre casi todas las fuerzas progresivas; sobrevino así el periodo en escala mundial de la hegemonía norteamericana sobre el globo, ahora unipolar. No pocos sectores de la izquierda dieron en disimular sus posiciones en una actitud vergonzante hacia sus banderas, cuando no las arriaron. Todo ello vuelve pertinente poner tildes sobre algunas íes de la gran revolución de 1917, a la distancia de la centuria que se conmemora este año. Separada como quedó después por una brecha abismal de la Urss de Kruschev, Brézhnev, y la de Andrópov-Chernenko-Gorbachov-Yeltsin. Y sobre cuyo verdadero núcleo, el de 1917 a 1953, sigue pendiente el balance del primer gran ensayo del socialismo, nunca exento de errores como todo camino inédito, pero sobre cuyos hombros –y el de esa otra gran revolución, que fue la china– habrá de construirse el próximo tramo de la sociedad del futuro. En esa dirección, el artículo de Mao Tsetung que aquí publicamos, no tiene otro cometido que el de poner de relieve el aporte, grandioso e irremplazable, del país de los Soviets a la derrota de la coalición fascista de las Potencias del Eje, encabezada por la Alemania hitleriana. Sin ese aporte, la historia del siglo XX no habría sido como realmente resulto, ni tampoco el acontecer de nuestro tiempo. Como reza el título, el propósito de publicar este artículo es realzar lo que en un momento crucial fue “La identidad de intereses entre la Unión Soviética y la humanidad”.
Por Mao Tsetung
28 de septiembre de 1939
Al aproximarse el XXII aniversario de la
Gran Revolución Socialista de Octubre, la Asociación Cultural Chino-Soviética
me ha pedido que escriba un artículo. Quisiera esclarecer, de acuerdo con mis
propias observaciones, algunos problemas relativos a la Unión Soviética y a
China, pues estos problemas están en discusión entre las amplias masas del
pueblo chino, y parece que respecto a ellos no se ha llegado aún a conclusiones
definitivas. Me gustaría aprovechar esta oportunidad para plantear algunas
opiniones sobre ellos y someterlas a la consideración de los que se preocupan
por la guerra europea y por las relaciones chino-soviéticas; puede que esto no
sea inútil.
Hay quienes afirman que la Unión Soviética
estaba interesada en el estallido de la guerra mundial y no deseaba el mantenimiento
de la paz mundial, y que la actual guerra se ha precipitado justamente porque
la Unión Soviética ha concluido un tratado de no agresión con Alemania en vez
de un acuerdo de asistencia mutua con Inglaterra y Francia. Considero que esta
opinión es incorrecta. La política exterior de la Unión Soviética siempre ha
sido una política de paz, política basada en la unidad de sus intereses con los
de la inmensa mayoría de la humanidad. La Unión Soviética no sólo necesitaba
mantener la paz, consolidar sus relaciones pacíficas con todos los países del
mundo y conjurar una guerra antisoviética, en aras de la construcción del
socialismo en su propio país, sino que además necesitaba impedir las agresiones
de los países fascistas, poner freno a la incitación a la guerra por los
llamados Estados democráticos y esforzarse al máximo porque la guerra mundial
imperialista estallase lo más tarde posible, en bien de una paz en escala
mundial. Durante largos años, la Unión Soviética ha dedicado enormes energías a
la causa de la paz mundial. Por ejemplo, ingresó en la Sociedad de las Naciones
[1], concertó pactos de: asistencia mutua con Francia y con Checoslovaquia [2]
y ha hecho cuanto ha podido por concluir tratados de seguridad con Inglaterra y
con todos los países que desearan la paz. Cuando Alemania e Italia invadieron
España conjuntamente, e Inglaterra, Estados Unidos y Francia adoptaron la
llamada política de “no intervención”, que en realidad daba vía libre a la
agresión, la Unión Soviética ayudó activamente a las fuerzas republicanas
españolas en su resistencia a Alemania e Italia y se opuso a dicha política.
Cuando el Japón invadió nuestro país, y las mismas tres potencias adoptaron
otra vez la política de “no intervención”, la Unión Soviética no sólo firmó un
tratado de no agresión con China, sino que también le prestó activa ayuda en su
resistencia al Japón. Cuando Inglaterra y Francia favorecieron la agresión de
Hitler sacrificando a Austria y Checoslovaquia, la Unión Soviética no escatimó
ningún esfuerzo en la denuncia de los siniestros propósitos ocultos tras la
política de Munich, e hizo a Inglaterra y Francia proposiciones tendientes a
impedir el ulterior desarrollo de la agresión. Cuando, en la primavera y el
verano de este año, el problema polaco se volvió candente y la guerra mundial
estuvo a punto de estallar, la Unión Soviética, a pesar de la total
insinceridad de Chamberlain y Daladier, sostuvo negociaciones con Inglaterra y
Francia durante más de cuatro meses, en una tentativa de concluir con estos
países un tratado de asistencia mutua a fin de evitar el estallido de la
guerra. Pero todos estos esfuerzos tropezaron con la política imperialista de
los Gobiernos inglés y francés, política de favorecer, instigar y expandir la
guerra, de modo que finalmente se malogró la causa de la paz mundial y estalló
la guerra mundial imperialista. Los Gobiernos de Inglaterra, Estados Unidos y
Francia no tenían ningún deseo sincero de prevenir esta guerra; por el
contrario, contribuyeron a precipitarla. Su negativa a llegar a un compromiso
con la Unión Soviética, a suscribir un tratado de asistencia mutua realmente
eficaz, basado en la igualdad y la reciprocidad, testimonia que no deseaban la
paz, sino la guerra. Es sabido de todos que en el mundo contemporáneo rechazar
a la Unión Soviética equivale a rechazar la paz. Esto lo sabe hasta Lloyd
George, típico representante de la burguesía inglesa [3]. En estas
circunstancias, y como Alemania expresó su disposición a cesar en sus
actividades contra la Unión Soviética y a renunciar al “Pacto anticomintern” y
reconoció la inviolabilidad de las fronteras soviéticas, se concluyó el tratado
de no agresión soviético-alemán. El plan de Inglaterra, Estados Unidos y
Francia era empujar a Alemania para que atacara a la Unión Soviética, de modo
que ellos pudieran “contemplar la pelea de los tigres desde la cumbre” y,
cuando ambas partes se hubieran agotado mutuamente, salir a arreglar las cosas
a su manera. El tratado de no agresión soviético-alemán desbarató la
maquinación. Al pasar por alto esta maquinación, así como las intrigas de los
imperialistas anglo-franceses que favorecieron e instigaron a la guerra y
contribuyeron a precipitar la guerra mundial, algunos de nuestros compatriotas
se han dejado engañar en realidad por la meliflua propaganda de estos
intrigantes. En los casos de España, de China y de Austria y Checoslovaquia,
estos intrigantes no tuvieron el menor interés en impedir las agresiones, sino
que, por el contrario, las favorecieron e instigaron a la guerra, tratando de
que otros desempeñaran el papel de la garza y la almeja, mientras ellos hacían
el del pescador [4]. Dieron a esto el bonito nombre de “no intervención”, pero
lo que realmente hacían era “contemplar la pelea de los tigres desde la
cumbre”. En el mundo, mucha gente ha sido embaucada por las palabras melosas de
Chamberlain y sus socios; no se da cuenta de lo peligrosas que son sus sonrisas
ni comprende que el tratado de no agresión soviético-alemán sólo fue concluido
después de que Chamberlain y Daladier hubieron decidido rechazar a la Unión
Soviética y provocar la guerra imperialista. Ya es hora de que esta gente
despierte. El hecho de que la Unión Soviética se haya esforzado hasta el último
minuto por defender la paz mundial evidencia la identidad de intereses entre la
Unión Soviética y la inmensa mayoría de la humanidad. Este es el primer
problema que quería tratar.
***
Algunos dicen que, ahora que ha estallado
la Segunda Guerra Mundial imperialista, probablemente la Unión Soviética tomará
partido por uno de los beligerantes; en otras palabras, el Ejército Rojo
soviético estaría a punto de sumarse al frente del imperialismo alemán.
Considero que esta opinión es incorrecta. Sea por parte de Inglaterra y Francia
o por parte de Alemania, la guerra que acaba de estallar es una guerra injusta,
de rapiña, imperialista. Los Partidos Comunistas y los pueblos del mundo entero
deben levantarse contra ella y denunciar el carácter imperialista que tiene
tanto de una como de otra parte, es decir, poner en claro que esta guerra, lejos
de traer ningún beneficio a los pueblos del mundo, sólo les acarrea daños;
además, deben denunciar la criminal conducta de los partidos socialdemócratas
que, al apoyar la guerra imperialista, traicionan los intereses del
proletariado. Siendo la Unión Soviética un país socialista, un país donde el
Partido Comunista está en el Poder, su posición en lo referente a las guerras
se caracteriza necesariamente por dos rasgos bien definidos: 1) No participar
en absoluto en ninguna guerra injusta, de rapiña, imperialista, y mantener de
modo estricto la neutralidad respecto a las partes beligerantes. Por lo tanto,
el Ejército Rojo soviético no se sumará jamás a ninguno de los frentes
imperialistas abandonando los principios. 2) Apoyar activamente las guerras justas,
de liberación, no de rapiña. Por ejemplo, hace trece años, ayuda al pueblo
chino en la Expedición al Norte; hace un año, ayudaba al pueblo español en su
guerra de resistencia contra Alemania e Italia; ha venido ayudando al pueblo
chino en su Guerra de Resistencia contra el Japón desde hace dos años, y al
pueblo de Mongolia en su lucha contra el Japón en los últimos meses, y prestará
sin falta su ayuda a toda guerra de liberación popular o de liberación nacional
de otros países o naciones que estalle en el futuro, así como a cualquiera otra
guerra que contribuya a la defensa de la paz. Esto lo demuestra la historia de
la Unión Soviética en los últimos veintidós años y continuará demostrándolo en
adelante. Alguna gente considera el comercio que realiza la Unión Soviética con
Alemania sobre la base del acuerdo comercial entre ambos países como un acto de
participación en la guerra que hace Alemania. También esta opinión es
incorrecta, ya que confunde el comercio con la participación en la guerra. Así
como no hay que confundir el comercio con la participación en la guerra,
tampoco hay que confundirlo con la prestación de ayuda. Por ejemplo, durante la
guerra de España, la Unión Soviética comerciaba con Alemania e Italia; sin
embargo, en lugar de afirmar que ella las ayudaba en su agresión contra España,
todo el mundo decía que ayudaba a ésta en su resistencia a la agresión, porque
la Unión Soviética realmente prestaba ayuda a España. Otro ejemplo: en el curso
de la presente guerra chino-japonesa, la Unión Soviética comercia con el Japón,
pero, en vez de afirmar que la Unión Soviética ayuda al Japón en su agresión a
China, todo el mundo dice que ayuda a ésta en su resistencia a la agresión
japonesa, porque así es en realidad. Actualmente, la Unión Soviética mantiene
relaciones comerciales con las dos partes beligerantes en la guerra mundial,
pero esto no puede considerarse como una ayuda a ninguna de ellas, ni mucho
menos como participación en la guerra. Sólo en el caso de que el carácter de la
guerra cambie, o sea, de que la guerra que hacen uno o varios países, habiendo
sufrido ciertos cambios necesarios, se vuelva beneficiosa para la Unión
Soviética y para los pueblos del mundo, será posible esa ayuda o participación
de la Unión Soviética en la guerra; de otra manera, no será posible. En cuanto
al hecho de que la Unión Soviética, en vista de la actitud amistosa u hostil
hacia ella de los diversos países beligerantes, tenga que comerciar más o en
términos más favorables con unos que con otros, no depende de ella, sino de la
actitud de los beligerantes. Sin embargo, aun cuando uno o varios países
adopten una actitud antisoviética, la Unión Soviética no romperá sus relaciones
comerciales con esos países, siempre que no le declaren la guerra y deseen
mantener relaciones diplomáticas y concluir tratados comerciales con ella, como
fue el caso de Alemania antes del 23 de agosto. Hay que tener bien claro que
tales relaciones comerciales no significan ayuda, ni mucho menos participación
en la guerra. Este es el segundo problema que deseaba tratar.
Notas
[1] Organización
que después de la Primera Guerra Mundial formaron Inglaterra. Francia, el Japón
y otras potencias imperialistas para regatear sobre el reparto del mundo y
reajustar temporalmente sus contradicciones. En 1931, el imperialismo japonés
ocupó el Nordeste de China y, en 1933, se retiró de la Sociedad de las Naciones
a fin de poder extender su agresión con mayor libertad. El mismo año, el
fascismo alemán subió al Poder, y se retiró también de ella para facilitar sus preparativos
de una guerra de agresión. En 1934, cuando crecía la amenaza de una guerra
fascista de agresión, la Unión Soviética ingresó en la Sociedad de las
Naciones, y así transformó esta organización, que era un instrumento
imperialista para discutir el reparto del mundo, en un instrumento que podía
ser útil a la causa de la paz. En 1935, Italia se retiró de ella después de
invadir Abisinia.[pág. 283]
[2] Ambos
pactos fueron concluidos en 1935.[pág. 284]
[3] Uno
de los líderes del Partido Liberal, partido de la burguesía inglesa. Durante
las negociaciones anglo-franco-soviéticas, declaró en el Parlamento que
“rechazar las proposiciones soviéticas equivale a rechazar la paz”.[pág. 284]
[4] Expresión
que proviene del dicho: “Cuando pelean garza y almeja, el pescador hace fácil
presa.” En la sección “crónicas del reino de Yen”, de las Crónicas de los
Reinos Combatientes, se cuenta que una garza, viendo que una almeja abría su
concha, trató de picarle la carne, pero la almeja cerró de golpe las valvas
atenazándole el pico. Un viejo pescador que acertaba a pasar, las vio
enzarzadas en la pelea y las atrapó a ambas.[pág. 285]
Lo de moda es referirse a la Unión
Soviética, a propósito de los cien años de la Revolución de Octubre, como el
más descomunal desatino de la historia. El pregón contra el socialismo y el
comunismo son viejos pero sus ímpetus arreciaron tras el colapso soviético de
1991. El credo de la economía de mercado y la seudociencia del neoliberalismo
invadieron entonces el planeta en todos sus ámbitos. El repliegue político,
social e ideológico prevaleció por doquier entre casi todas las fuerzas
progresivas; sobrevino así el periodo en escala mundial de la hegemonía
norteamericana sobre el globo, ahora unipolar. No pocos sectores de la
izquierda dieron en disimular sus posiciones en una actitud vergonzante hacia
sus banderas, cuando no las arriaron.
Todo ello vuelve pertinente poner tildes
sobre algunas íes de la gran revolución de 1917, a la distancia de la centuria
que se conmemora este año. Separada como quedó después por una brecha abismal
de la Urss de Kruschev, Brézhnev, y la de Andrópov-Chernenko-Gorbachov-Yeltsin.
Y sobre cuyo verdadero núcleo, el de 1917 a 1953, sigue pendiente el balance
del primer gran ensayo del socialismo, nunca exento de errores como todo camino
inédito, pero sobre cuyos hombros –y el de esa otra gran revolución, que fue la
china– habrá de construirse el próximo tramo de la sociedad del futuro.
En esa dirección, el artículo de Mao
Tsetung que aquí publicamos, no tiene otro cometido que el de poner de relieve
el aporte, grandioso e irremplazable, del país de los Soviets a la derrota de
la coalición fascista de las Potencias del Eje, encabezada por la Alemania
hitleriana. Sin ese aporte, la historia del siglo XX no habría sido como
realmente resulto, ni tampoco el acontecer de nuestro tiempo. Como reza el
título, el propósito de publicar este artículo es realzar lo que en un momento
crucial fue “La identidad de intereses entre la Unión Soviética y la
humanidad”.
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