Como habíamos registrado antes, sigue muy evidente un preocupante contraste: desde la orilla de las facciones adversas a la paz, y en especial de la del expresidente Uribe, se adelantan pasos concretos hacia la juntura de sus fuerzas, léase el acuerdo Uribe-Pastrana, y se exploran con diligencia los siguientes a dar, verbigracia las conversaciones del vargasllerismo con el uribismo con la mediación del clan Char. Pero las fuerzas del bando democrático, más numerosas pero muy dispersas, vacilan y cavilan, magnifican querellas menores y, algunas, a la par con ciertos avances, plantean y actúan en función de mantener la desagregación y el fraccionamiento.
El resultado de las presidenciales del 2018
habrá de tener consecuencias definitivas sobre el cumplimiento mismo de los
acuerdos de paz. Resulta entonces
obligada una apreciación sobre cómo va su desenvolvimiento. Al respecto, como
habíamos registrado antes, sigue muy evidente un preocupante contraste: desde
la orilla de las facciones adversas a la paz, y en especial de la del
expresidente Uribe, se adelantan pasos concretos hacia la juntura de sus
fuerzas, léase el acuerdo Uribe-Pastrana, y se exploran con diligencia los
siguientes a dar, verbigracia las conversaciones del vargasllerismo con el
uribismo con la mediación del clan Char. Pero las fuerzas del bando
democrático, más numerosas pero muy dispersas, vacilan y cavilan, magnifican
querellas menores y, algunas, a la par con ciertos avances, plantean y actúan
en función de mantener la desagregación y el fraccionamiento.
Sobre el asunto, reviste interés lo
planteado tanto por los dos precandidatos de Alianza Verde, Claudia López y
Navarro Wolff, como por los demás aspirantes a la presidencia con los cuales
planean integrar coalición: Sergio Fajardo y Jorge Robledo. Según los dos
primeros, partir de plantear la primordial importancia de la paz sería colocar
el debate en un terreno “desventajoso”, en el cual la derecha tiene las de
ganar, dado que, se asegura, el 60% del país condena la guerrilla y por
extensión al conjunto de la izquierda, con la cual juzgan “inconveniente”
integrar cualquier coalición. Afirman entonces que el tema de campaña tiene que
ser la lucha contra la corrupción que es lo que más indigna y es identificado
como causa principal del desangre de los recursos públicos, de las penurias y
del empeoramiento de las condiciones de vida de la gente. La coalición así
propuesta, de la cual excluyen explícitamente a la izquierda, sería una de
centro. Y Claudia López, que tan descollante y meritorio desempeño ha tenido en
el ágora criolla, añade que en esta coalición podría participar Humberto De la
Calle. Valdría enterarse del parecer del candidato del Polo ante la reubicación
que se le adjudica en el espectro ideológico, así como de la eventual inclusión
del exjefe negociador de los acuerdos de paz, amén de que el candidato paisa,
Sergio Fajardo, ha recalcado que no le interesa ninguna consulta para escoger
un candidato de la proyectada coalición centrista. La misma senadora
precandidata agrega que la izquierda, de la cual dice que podría conformar su
propia coalición, podría competir con la coalición de centro propuesta a través
de los resultados de sus listas en las elecciones de Congreso, para definir
quién sería el candidato único de las fuerzas democráticas. Propuesta esta
última a la que, a todas luces, haría falta hacer mayor claridad.
Desde luego que prestar la mayor atención
al estado de ánimo de la gente es un imperativo del quehacer político basado en
la defensa de los intereses mayoritarios de la población. Que no exonera de
discernir con claridad aquellos casos en que buena parte del pueblo –incluso
una mayoría– se inclina en una dirección errónea, ni tampoco exime de afrontar
las dificultades, o riesgos de llevar a cabo la delicada tarea de poner de
presente el yerro, con claridad y en debida forma.
Tampoco sobra hacer ver que una eficaz
lucha contra la corrupción requiere unas condiciones democráticas mínimas que
son precisamente, como para librar las batallas por las otras grandes
transformaciones democráticas, las que pueden traer aparejada la terminación
del conflicto armado, siempre y cuando se aclimate la paz con el cumplimiento cabal
de los acuerdos pactados.
En cualquier caso, la realpolitik de los precandidatos verdes se asemeja a aquella de
sectores democráticos en algunos países de la Europa de interguerras, donde no
pocos de sus dirigentes se inclinaron –o rehuyeron el debate político abierto–
frente al querer (¡por supuesto equivocado!) de muy considerables sectores de
masas ante el avance del fascismo. En ciertos casos cruciales como el de
Alemania, los nazis terminaron llegando al poder por la vía institucional,
mientras los sectores –socialdemócratas, partidos democrático-burgueses,
comunistas– que habrían podido conformar a tiempo un frente democrático
antifascista, no lograron el decisivo cometido. Tuvieron que hacerlo después,
entre montañas de muertos, en la clandestinidad y en campos de concentración,
bajo el fragor de la guerra.
En suma, lo de destacar en todo ello reside
en que se posterga o dilata innecesariamente, hacia un momento y condiciones inciertas,
la conjunción de todas las fuerzas democráticas en una sola coalición. La
voluntad de excluir la izquierda de una coalición reducida al centro enviaría
el mensaje de que se refuerza o se da la razón a la negativa de la extrema
derecha a avenirse, como lo hizo el Estado, a un pacto de paz con quienes
depusieron las armas para hacer política civilmente. Y eso sin añadir lo
injusto de tal exclusión respecto de los sectores de izquierda que nunca
compartimos la vía armada en las condiciones del país.
Excluir de una coalición de centro a la
aspirante a la presidencia Clara López, exministra de la administración Santos,
quien propugna por una amplia coalición democrática, pero incluir en esa
alianza centrista al Polo que hasta ahora ha aparecido como de izquierda, no es
propuesta que presente mucha consistencia. Pareciera más sencillo concluir que
los dos precandidatos verdes simplemente se plegaron, no se sabe por qué, al
veto o exclusión del candidato del Polo contra la expresidenta de esa
agrupación.
Tampoco tiene sentido excluir de una
coalición que se precie de democrática al exalcalde de la Bogotá Humana.
Gustavo Petro, más claramente que cualquier personaje de la política nacional,
en razón de la orientación y políticas manifestadas en su mandato, está siendo
objeto de la persecución política más agresiva de los últimos tiempos. Como él
mismo ha denunciado, lo que denomina una suerte de “policía política” del
sector vargasllerista, presente y con poder en diversas instancias del aparato
del Estado, ha resuelto desterrarlo del escenario político, es decir, lograr el
objetivo en el cual fracasó a la postre el ultrarreaccionario Ordóñez como
procurador. Las herramientas empleadas ahora son las de tipo administrativo a
través de la Contraloría Distrital de Bogotá. Aunque las cifras evidencian lo
contrario, la entidad le atribuye una supuesta responsabilidad fiscal por
operaciones de una empresa del Distrito Capital (TGI), y lo sanciona con una
astronómica suma en millones de dólares, sin precedentes en la historia del
país. El interés vargasllerista busca eliminar así un serio rival que de manera
sostenida se mantiene en los primeros lugares en todas las encuestas, que
puntea en algunas, y que como tales hechos lo revelan, constituye la
candidatura democrática y de izquierda con mayor influencia pública.
La inclusión de Humberto De la Calle en la
coalición proyectada por la mencionada propuesta de la senadora Claudia López
constituye un desarrollo positivo en cuanto la labor realizada por el exjefe de
las negociaciones de paz del gobierno lo amerita, y en particular porque él ha
planteado integrar una “coalición enorme”, esa sí sin exclusiones, con un
programa común articulado en torno al cumplimiento de los acuerdos de paz.
Preferimos, en lugar de una reducida coalición de centro, esta “coalición
enorme”, como muchos otros colombianos, que incluya la izquierda, el centro y
la derecha civilista. Sobre todo, cuando hay marcadas tendencias y aspirantes
en el liberalismo que, como ha declarado el expresidente Ernesto Samper,
muestran disposición a integrar una coalición multipartidista para proteger la
paz, e inclusive en la Unidad Nacional hay claras posiciones partidarias de la
paz, y enfrentadas tanto al uribismo como al vargasllerismo. Hoy, a las fuerzas
democráticas de Colombia cabe el latinajo: Carpe diem1.
Bogotá, 7 de julio de 2017
Nota
1 Aprovecha
el día.
1 comentarios:
Write comentariosDefinitivamente, sino hay unión entre los colombianos de bien, que quieren a Colombia y deseamos la PAZ, se volverá a montar el gobierno tirano y corrupto de Uribe, con sus coaliciones. Enfrentémoslo unidos, sin personalísimos, despójense de ese ego personal por Colombia.
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