Por Juan-Carlos-Monedero
Tomado de http://blogs.publico.es/11/08/2017
“Y se empeñaba en repetir lo mismo: “Esto no es como en una guerra… En una batalla tienes el enemigo delante… Aquí, el peligro no tiene rostro ni horario”. Se negaba a tomar somníferos o calmantes: “No quiero que me agarren dormido o amodorrado. Si vienen por mí, me defenderé, gritaré, tiraré los muebles por la ventana… Armaré un escándalo…”
Alejo Carpentier, La consagración de la primavera
1. Es indudable que Nicolás
Maduro no es Allende. Tampoco es Chávez. Pero los que dieron el golpe contra
Allende y contra Chávez son, y eso también es indudable, los mismos que ahora
están buscando un golpe en Venezuela.
2. Los enemigos de tus enemigos
no son tus amigos. Puede no gustarte Maduro sin que eso implique olvidar
que ningún demócrata puede ponerse al lado de los golpistas que inventaron
los escuadrones de la muerte, los vuelos de la muerte, el paramilitarismo, el
asesinato de la cultura, la operación Cóndor, las masacres de campesinos e
indígenas, el robo de los recursos públicos. Es comprensible que haya gente que
no quiera ponerse del lado de Maduro, pero conviene pensar que en el lado que
apoya a los golpistas están, en Europa, los políticos corruptos, los
periodistas mercenarios, los nostálgicos del franquismo, los empresarios sin
escrúpulos, los vendedores de armas, los que defienden los ajustes económicos,
los que celebran el neoliberalismo. No todos los que critican a Maduro
defienden esas posiciones políticas. Conozco gente honesta que no soporta lo
que está pasando ahora mismo en Venezuela. Pero es evidente que del lado
de los que están buscando un golpe militar en ese país están los que siempre
apoyaron los golpes militares en América Latina o los que priman sus negocios
por encima del respeto a la democracia.
Los medios de comunicación que están
preparando la guerra civil en Venezuela son los mismos conglomerados mediáticos
que vendieron que en Irak había armas de destrucción masiva, que nos venden que
hay que rescatar a los bancos con dinero público o que defienden que la orgía
de los millonarios y los corruptos hay que pagarla entre todos con recortes y
privatizaciones. Saber que se comparte trinchera con semejante gente debiera
llamar a la reflexión. La violencia siempre debe ser la línea roja que no debe
traspasarse. No tiene sentido que el odio a Maduro ponga a nadie decente al
lado de los enemigos de los pueblos.
3. Maduro heredó un papel muy
difícil -gestionar Venezuela en un momento de caída de los precios del petróleo
y de regreso de Estados Unidos a Latinoamérica después de la terrible aventura
en Oriente Medio- y una misión imposible -sustituir a Chávez-. La muerte de
Chávez privó a Venezuela y a América Latina de un líder capaz de poner en
marcha políticas que han sacado de la pobreza a 70 millones de personas en el
continente. Chávez entendió que la democracia en un solo país era imposible y
puso sus recursos, en un momento de bonanza gracias a la recuperación de la
OPEP, para que se iniciara la etapa más luminosa de las últimas décadas en el
continente: Lula en Brasil, Correa en Ecuador, Morales en Bolivia, Kirchner en
Argentina, Lugo en Paraguay, Mujica en Uruguay, Funes en El Salvador, Petro en
Bogotá e incluso Bachelet en Chile referenciaban esa nueva etapa. La educación
y la salud llegaron a los sectores populares, se completó la alfabetización, se
construyeron viviendas públicas, nuevas infraestructuras, transportes públicos
(después de la privatización de los mismos o la venta y cierre de los trenes),
se frenó la dependencia del FMI, se debilitó el lazo con los Estados Unidos
creándose la Unasur y la Celac.
También hay sombras, principalmente vinculadas
a la debilidad estatal y a la corrupción. Pero haría falta un siglo para que
los casos de corrupción en los gobiernos progresistas de América Latina sumen,
por citar sólo un asunto, el coste de la corrupción que significa el rescate
bancario. La propaganda de los dueños de la propaganda terminan logrando que el
oprimido ame al opresor. Nunca desde la demonización de Fidel Castro fue ningún
líder latinoamericano tan vilipendiado como Chávez. Para repartir entre los
pobres, hubo que decirle a los ricos, de América y también de Europa, que
tenían que ganar un poco menos. Nunca lo toleraron, lo que puede entenderse,
especialmente en España, donde, en mitad de la crisis, responsables económicos
y políticos del Partido Popular robaban a manos llenas al tiempo que decían a
la gente que tenía que apretarse el cinturón ¿Iba Chávez ese “gorila” a
frenarles sus negocios? Desde que ganó las primeras elecciones en 1998, Chávez
tuvo que enfrentarse a numerosos intentos de derribarlo. Por supuesto, con la
inestimable ayuda de la derecha española, primero con Aznar, luego con Rajoy, y
la ya conocida participación de Felipe González como lobbista de grandes
capitales. (Es curioso que el mismo Aznar que hizo negocios con Venezuela y con
Libia luego se convirtió en ejecutor cuando se lo ordenaron. Gadafi incluso le
regaló a Aznar un caballo. Pablo Casado fue el asistente de Aznar en esa
operación. Luego, cosas de la derecha, celebraron su asesinato).
4. Chávez no legó a Maduro los
equilibrios nacionales y regionales que construyó, que eran políticos,
económicos y territoriales. Eran una construcción personal en un país que salía
de tasas de pobreza del 60% de la población cuando llegó Chávez al gobierno.
Hay cambios que necesitan una generación. Ahí es donde la oposición pretende
estrangular a Maduro, con problemas mal resueltos como las importaciones, los
dólares preferenciales o las dificultades para frenar la corrupción que
desembocan en desabastecimiento. Sin embargo, Maduro supo reeditar el acuerdo
“cívico-militar” que tanto molesta a los amigos del golpismo. Algo evidente,
pues Estados Unidos siempre ha dado los golpes buscando apoyos en militares
autóctonos mercenarios o desertores.
El ejército en América Latina solo se
entiende en relación con Estados Unidos. Les han formado, sea en tácticas de
tortura o en “lucha contrainsurgente”, sea en el uso de las armas que les
venden o en el respeto debido a los intereses norteamericanos. En Venezuela,
los mismos que formaron a los asesinos de la Escuela Mecánica de la Armada
argentina o que sostuvieron al asesino Pinochet lo tienen complicado (el asalto
por parte de mercenarios vestidos de militares a un cuartel en Carabobo buscaba
construir la sensación de fisuras en el ejército, algo que a día de hoy no
parece que exista). Igual que ha comprado militares, Estados Unidos siempre ha
comprado jueces, periodistas, profesores, diputados, senadores, presidentes,
sicarios y a quien hiciera falta para mantener a América como su “patio
trasero”. El cártel mediático internacional siempre le ha cubierto las
espaldas. Es la existencia de Estados Unidos como imperio lo que ha construido
el ejército venezolano. Los nuevos oficiales se han formado en el discurso
democrático soberano y antiimperialista. Son mayoría. Hay también una
oficialidad -la mayoría ya jubilándose- que se formó en la vieja escuela y sus
razones para defender la Constitución venezolana serán más particulares. Las
deficiencias del Estado venezolano afectan también al ejército, aún más en
zonas problemáticas como las fronteras. Pero los cuarteles en Venezuela están
con el Presidente constitucional. Y por eso es aún más patético escuchar al
demócrata Felipe González pedir a los militares venezolanos que den un golpe
contra el gobierno de Nicolás Maduro.
5. A esas dificultades de heredar
los equilibrios estatales y los acuerdos en la región (la amistad de Chávez con
los Kirchner, con Lula, con Evo, con Correa, con Lugo), hay que añadir que la
pugna de Arabia Saudí con el fracking y con Rusia, hundió los precios del
petróleo, principal riqueza de Venezuela. Esta inesperada caída del precio del
petróleo colocó al gobierno de Maduro en una situación complicada (es el
problema de los “monocultivos”. Basta para entenderlo pensar qué ocurriría en
España si se hundiera un 80% el turismo por causas ajenas a ningún gobierno.
¿Sacaría Rajoy siete u ocho millones de votos en una situación así?). Maduro ha
tenido que reconstruir los equilibrios de poder en un momento de crisis
económica brutal.
6. La oposición en Venezuela
lleva intentando dar un golpe de Estado desde el mismo día que ganó Chávez.
Venezuela fue el mascarón de proa del cambio continental. Acabar con Venezuela
es abrir la espita para que ocurra lo mismo en los sitios donde aún no ha
regresado el neoliberalismo. A las oligarquías les molestan los símbolos que
debilitan sus puntos de vista. Pasó con la II República en 1936, pasó en Chile
con Allende en 1973. Acabar con la Venezuela chavista es regresar a la
hegemonía neoliberal e, incluso, a las tentaciones dictatoriales de los años
setenta.
7. Venezuela tiene además las
reservas de petróleo más grandes del mundo, agua, biodiversidad, el Amazonas,
oro, coltán -quizá la reserva más grande del mundo de coltán-. Los mismos que
han llevado la destrucción a Siria, a Irak o a Libia para robarles el petróleo,
quieren hacer lo mismo en Venezuela. Necesitan ganarse previamente a la opinión
pública para que el robo no sea tan evidente. Necesitan reproducir en Venezuela
la misma estrategia que construyeron cuando hablaban de armas de destrucción
masiva en Irak. ¿O no se creyó mucha gente honesta que había armas de
destrucción masiva en Irak? Hoy, aquel país antaño próspero es una ruina. Quien
se creyó aquellas mentiras del PP, que mire cómo está hoy Mosul. Enhorabuena a
los ingenuos. Las mentiras siguen todos los días. La oposición puso una bomba
al paso de policías en Caracas y todos los medios impresos publicaron la foto
como si la responsabilidad fuera de Maduro. Un helicóptero robado lanzó
granadas contra el Tribunal Supremo y los medios lo silencian. Son actos
terroristas. De esos que abren portadas y los telediarios. Salvo cuando suceden
en Venezuela. Un referéndum ilegal en Venezuela “presiona al régimen hasta el
límite”. Un referéndum ilegal en Catalunya es un acto cercano al delito de
sedición.
8. El cártel mediático
internacional ha encontrado un filón. Se trata de una reedición del miedo ante
la Rusia comunista, la Cuba dictatorial o el terrorismo internacional (nunca
dirán que el ISIS es una construcción occidental financiada con capital
norteamericano principalmente). Venezuela se ha convertido en el nuevo demonio.
Así se les permite acusar de “chavistas” a los adversarios y les evita hablar
de la corrupción, del vaciamiento de las pensiones, de la privatización de los
hospitales, las escuelas y las universidades o de los rescates bancarios. Mélenchon,
Corbyn, Sanders, Podemos o cualquier fuerza de cambio en América Latina son
descalificados con la acusación de chavistas, ahora que acusar de comunistas o
de etarras tiene poco recorrido. El periodismo mercenario lleva años con esa
estrategia. Nadie nunca ha explicado qué política genuinamente bolivariana va
en los programas de los partidos de cambio. Pero da lo mismo. Lo importante es
difamar. Y gente de buena voluntad termina creyendo que hay armas de
destrucción masiva o que Venezuela es una dictadura donde, curiosamente, todos
los días la oposición se manifiesta (incluso atacando instalaciones militares),
donde los medios critican libremente a Maduro (no como en Arabia Saudí,
Marruecos o Estados Unidos) o donde la oposición gobierna en alcaldías y
regiones. Es la misma táctica que construyó durante la guerra fría el “peligro
comunista”. Por eso en España, con Venezuela, tenemos una nueva Comunidad
Autónoma de la que solamente falta que nos digan al final de los telediario el
tiempo que va a hacer en Caracas ese día. De cada cien veces que se dice
“Venezuela”, noventa y cinco sólo buscan distraer, ocultar o mentir.
9. Venezuela tiene un problema
histórico que no ha resuelto. Al carecer de minas durante la colonia, no fue un
Virreinato, sino una simple capitanía general. El siglo XIX fue una guerra
civil permanente, y en el siglo XX, cuando se empezó a construir el Estado, ya
tenían petróleo. El Estado venezolano siempre ha sido rentista, carente de
eficacia, agujereado por la corrupción y rehén de las necesidades económicas de
los Estados Unidos acordadas con las oligarquías locales. El choque entre la
Asamblea y la jefatura del Estado actual debiera haberse zanjado jurídicamente.
Señales de la ineficiencia vienen siendo evidentes desde hace tiempo. El
rentismo venezolano no se ha superado. Venezuela redistribuyó la renta del
petróleo entre los más humildes, pero no ha superado esa cultura política
rentista ni ha mejorado el funcionamiento de su estado. Pero no nos engañemos.
Brasil tiene una estructura jurídica más consolidada y el Parlamento y algunos
jueces han dado un golpe de Estado contra Dilma Roussef. Donald Trump puede
cambiar a la Fiscal General y no pasa nada, pero si lo hace Maduro, Jefe del
Estado igualmente elegido en unas elecciones, se le acusa de dictador. Una
parte de las críticas a Maduro son tramposas porque olvidan que Venezuela es un
sistema presidencialista. Es por eso que la Constitución permite al Presidente
convocar una Asamblea Constituyente. Gustará más o menos, pero el artículo 348
de la Constitución vigente de Venezuela faculta al Presidente en esa tarea,
igual que en España el Presidente del Gobierno puede disolver el Parlamento.
10. Zapatero y otros expresidentes,
el papa, Naciones Unidas vienen pidiendo a ambas partes en Venezuela que
dialoguen. La oposición reunió en torno a siete millones de votos (si bien es
más complicado que puedan llegar a ese acuerdo en torno a un candidato o
candidata a la Presidencia del país). Maduro, en un contexto regional muy
complicado, con fuertes estrecheces económicas que afectan a la compra de
insumos básicos, incluidas medicinas, ha juntado ocho millones de votos (aunque
sean siete, según las declaraciones tan sospechosas del Presidente de
Smarmatic, que acaba de firmar un contrato millonario en Colombia). Venezuela
está claramente dividida. La oposición, como otras veces, ha optado por la
violencia y luego no entiende que Maduro sume tantos millones de apoyos. Si en
España un grupo quemase centros de salud, quemase escuelas, disparara contra el
Tribunal Supremo, asaltara cuarteles, contratara a marginales para sembrar el
terror, impidiese con formas de lucha callejera el tránsito e, incluso, quemase
vivas a personas por pensar diferente ¿alguien se extrañaría que la ciudadanía
votase en la dirección contraria a esos locos?
11. Fracasada la vía violenta, a
la oposición venezolana le quedan dos posibilidades: seguir con la vía
insurreccional, alentada por el Partido Popular, Donald Trump y la extrema
derecha internacional, o intentar ganar en las urnas. Estados Unidos sigue
presionando (en declaraciones a un semanario uruguayo, el presidente Tabaré
dijo que votó para expulsar ilegalmente a Venezuela del Mercosur por miedo a
las represalias de los países grandes). 57 países de Naciones Unidas han
exigido que se respete la soberanía de Venezuela. Como Estados Unidos no logra
mayoría para forzar a Venezuela, insiste en inventar espacios (como la
Declaración de Lima, sin ninguna fuerza jurídica porque no han conseguido
mayoría en la OEA). La derecha mundial quiere acabar con Venezuela, aunque eso
le cueste sangre y fuego a la población venezolana. Por eso algunos opositores,
como Henry Ramos-Allup, han llamado al fin de la violencia. Venezuela tiene en
el horizonte elecciones municipales y regionales. Es el escenario donde la
oposición debiera demostrar esa mayoría que reclaman. Venezuela tiene que
convocar esas elecciones y es una oportunidad excelente para medir
electoralmente las fuerzas. Porque, de lo contrario, el choque que estamos
viendo se enquistará y se convertirá en una gangrena terrible. ¿A quién le
interesa una guerra civil en Venezuela?
No nos engañemos. Ni al PP ni a Trump
le interesan los derechos humanos. Si así fuera romperían con Arabia Saudí, que
va a decapitar a quince jóvenes por manifestarse durante la Primavera Árabe, o
dan latigazos a las mujeres que conducen; o con Colombia, donde van 150
asesinados por los paramilitares en los últimos meses; o en México, donde se
asesina cada mes a algún periodista y aparecen fosas comunes con decenas de
cadáveres. Penas de 75 años están pidiendo en Estados Unidos contra
manifestantes contra las políticas de Trump. Venezuela se ha convertido en
España en la 18 Comunidad Autónoma sólo porque el Presidente Rajoy ha tenido
que comparecer como testigo por la corrupción en su partido. Es más airoso
hablar de Venezuela que de la corrupción de los 800 cargos del PP imputados.
Hay ingenuos que les creen. ¿Qué dirán ahora que el grueso de la oposición ha
aceptado participar en las elecciones regionales? El pacto entre el PSOE y
Podemos en Castilla-La Mancha ha sido presentado por la derecha manchega como
el comienzo de la venezonalización de España. Cuánta caradura y cuánta
estupidez. Hay gente que les cree. Mientras, el PP guarda silencio ante, por ejemplo,
las persecuciones que la dictadura monárquica marroquí hace en España de los
disidentes políticos, o encarcela por orden del dictador Erdogan a un
periodista crítico con la dictadura turca. ¿Nos va a decir alguien que a estos
gobiernos les interesan los derechos humanos?
Conclusión: no hace falta
comulgar, ni mucho menos, con Maduro y su manera de hacer las cosas, para no
aceptar el golpe de Estado que se quiere construir en Venezuela. Estamos
hablando de no volver a cometer los mismos errores creyéndonos las mentiras que
construyen los medios. Venezuela tiene que solventar sus problemas dialogando.
Y es evidente que tiene problemas. Pero dos mitades enfrentadas no van a ningún
lado monologando. Aunque a una parte le apoyen los países más poderosos del
ámbito neoliberal. Ni el PP ni la derecha quieren diálogo. Quieren que Maduro
se entregue. ¿Y cree alguien que los ocho millones de votantes de la Asamblea
Constituyente se iban a quedar de brazos cruzados? El nuevo gobierno les
reprimiría e, incluso, les asesinaría. Los medios dirían que la democracia
venezolana se estaría defendiendo de los enemigos de la democracia. Y volvería
a haber gente ingenua que les creería. Desde el resto del mundo, en nombre de
la democracia, bastan dos cosas: exigir y alentar el diálogo en Venezuela, y entender
que sería bueno no permitir ni al PP ni a las derechas internacionales,
empezando por Donald Trump, reeditar una de sus miserias más horribles que
consiste en sembrar dolor en otros sitios para ocultar el dolor que construyen
en nuestros propios países.
1 comentarios:
Write comentariosEs un análisis bien estructurado. Desafortunadamente la ignorancia a la que se tiene sometido la mayoría de las personas se ve reflejado en los análisis mediáticos y de calle que se hacen. Analizar de manera geopolítica y sobre los verdaderos intereses desestabilizadores de las grandes compañías, de los países que se encargan del pillismo en Latinoamérica, África y Asia. Levantar nuestras voces de protesta y apoyo.
ReplyEmoticonEmoticon