El artículo que ofrecemos a los lectores de LA BAGATELA en esta sección, amén de constituir una verdadera rareza bibliográfica, tiene una doble importancia. Escrito por el mismo autor de “Diez días que estremecieron al mundo”, la inmortal crónica sobre la Revolución de Octubre del gran periodista norteamericano John Reed, el texto que aquí se publica no sólo aborda la complejidad del inicio de la transición del viejo orden social a la construcción del socialismo sino que se detiene en uno de sus aspectos menos estudiados: las instituciones del nuevo régimen. Nos suministra la vívida imagen de los Soviets, los órganos de poder estatal obrero creados por la revolución, el extraordinario movimiento de estos consejos de trabajadores, para estructurar en torno suyo las nuevas relaciones sociales. Nos permite constatar la construcción colectiva de los consejos obreros, de abajo hacia arriba, desde cada fábrica hasta el Congreso Panruso, y territorialmente, desde los núcleos de la Revolución, Petrogrado y Moscú, hasta la remotas periferias del extenso país. Nos sumerge en el torrente de la intensa lucha política y social del primer año de gobierno de los Soviets, mostrándonos el sistema multipartidista, varios partidos obreros e incluso un partido campesino, y la cuestión cardinal del proceso a través del cual los obreros se apropiaron la dirección y el control, que no la propiedad en numerosos casos, de las empresas y fábricas. Un incursión, en fin, esclarecedora y apasionante, en fin, de los primeros pasos del socialismo sobre el globo.
Crónica de John Reed
Primera edición: The Liberator, octubre 1918.
Primera edición: The Liberator, octubre 1918.
Esta Edición: Marxists Internet Archive, 2000.
Entre el coro de insultos y falsedades dirigido contra los soviets rusos por parte de la prensa capitalista se puede escuchar una voz estridente que grita con una especie de pánico: "¡No hay gobierno en Rusia! ¡No hay organización entre los trabajadores rusos! ¡No funcionará! ¡No funcionará!".
Es la táctica de la calumnia
Como todo auténtico socialista sabe, y como los que hemos
visto la revolución rusa podemos atestiguar, existe actualmente en Moscú y en
todas las ciudades y pueblos de Rusia una estructura política enormemente
compleja, sostenida por la mayoría del pueblo y que funciona tan bien como
ningún otro gobierno popular recién nacido ha funcionado jamás. Los
trabajadores de Rusia han construido a partir de sus necesidades vitales una
organización económica que está evolucionando hacia una verdadera democracia
industrial.
El Estado Soviético está basado en los Soviets -o Consejos-
de trabajadores y en los Soviets de campesinos. Estos Consejos -instituciones
características de la Revolución Rusa- se originaron en 1905, cuando durante la
primera huelga general de los trabajadores, las fábricas de Petrogrado y las
organizaciones obreras enviaron delegados al Comité Central. Este Comité de
Huelga fue llamado Consejo de Diputados Obreros. Convocó la segunda huelga
general en el otoño de 1905, mandó organizaciones a toda Rusia y por un breve
lapso de tiempo fue reconocido por el Gobierno Imperial como el interlocutor
autorizado de la clase trabajadora revolucionaria rusa.
Con el fracaso de la revolución de 1905, los miembros del
Consejo huyeron o fueron deportados a Siberia. Pero ese tipo de unión resultó
tan sorprendentemente efectiva como órgano político que todos los partidos
revolucionarios incluyeron un Consejo de Diputados Obreros en sus planes para un
futuro levantamiento.
En marzo de 1917, cuando ante una Rusia que brama como un
océano, el zar abdicó, el Gran Duque Miguel rechazó el trono y la reclutante
Duma (el seudoparlamento zarista) fue forzada a tomar las riendas del gobierno,
el Consejo de Diputados Obreros renació de nuevo. En pocos días fue ampliado
para incluir delegados del Ejército, pasando a llamarse Consejo de Diputados de
Obreros y Soldados. Excepto Kerensky, la Duma estaba compuesta de burgueses y
no tenía conexión alguna con las masas revolucionarias. La lucha había de
continuar, debía restablecerse el orden, mantenerse el frente ...los miembros
del Comité de la Duma no estaban en condiciones de llevar a cabo esas tareas;
se vieron obligados a llamar a los representantes de los trabajadores y los
soldados - en otras palabras- al Consejo. El Consejo se hizo cargo del trabajo
de la revolución, de la coordinación de las actividades del pueblo, de la
preservación del orden. Además asumió la tarea de asegurar la revolución contra
la traición de la burguesía.
Desde el momento en que la Duma se vio forzada a apelar al
Consejo, en Rusia existieron dos gobiernos, y dos gobiernos lucharon por el
poder hasta noviembre de 1917, cuando los soviets, bajo el control bolchevique,
derribaron a la coalición de gobierno.
Había, como he dicho, Soviets de diputados tanto obreros
como soldados. Algo más tarde surgieron los soviets de Diputados Campesinos. En
la mayoría de las ciudades los Soviets Obreros y Soldados se reunían juntos;
también convocaban sus Congresos Panrusos conjuntamente. Los soviets de
Campesinos, sin embrago, estaban dominados por elementos reaccionarios y no se
unieron a los obreros y soldados hasta la revolución de noviembre y el
establecimiento del Gobierno Soviético.
¿Quiénes eran los miembros de los Soviets?
El soviet se basa directamente en los trabajadores en las
fábricas y en los campesinos en los campos. Al principio los delegados de los
soviets de Obreros, Soldados y Campesinos, eran elegidos de acuerdo con reglas
que variaban según las necesidades y la población de las diferentes
localidades. En algunos pueblos los campesinos elegían un delegado por cada
cincuenta electores. Los soldados en los cuarteles tenían derecho a un cierto
número de delegados por regimiento, sin consideración a su fuerza; las tropas
en el frente, sin embargo, elegían a sus soviets de manera diferente. En cuanto
a los trabajadores en las grandes ciudades, pronto descubrieron que los soviets
eran difíciles de manejar a menos que los delegados fuesen limitados a uno cada
quinientos. De la misma manera, los primeros Congresos Panrusos de los Soviets
se basaron aproximadamente en un delegado por cada veinticinco mil votantes,
aunque de hecho los delegados representaban circunscripciones de varios
tamaños.
Hasta febrero de 1918 cualquiera podía votar delegados para
los Soviets. Incluso si los burgueses hubieran organizado y solicitado
representación en los Soviets, se les hubiera otorgado. Por ejemplo, durante
los mandatos del Gobierno Provisional, hubo una representación burguesa en el
Soviet de Petrogrado -un delegado de la Unión de Hombres Profesionales, que
comprendía doctores, juristas, profesores, etc.-.
El pasado marzo la constitución de los Soviets fue
desarrollada con detalle y aplicada universalmente.
Restringía el derecho de voto a: Ciudadanos de todas las Repúblicas Socialistas Soviéticas
de ambos sexos que hayan cumplido dieciocho años el día de las elecciones...
Todos aquéllos que se ganen la vida a través del trabajo
productivo y útil de la sociedad y que sean miembros de los sindicatos...
Quedaban excluidos del derecho a voto: los que emplean
fuerza de trabajo para obtener beneficio; las personas que viven de plusvalías;
comerciantes y agentes privados de negocios; empresarios de comunidades
religiosas; exmiembros de la policía y de la gendarmería; la antigua dinastía
reinante; los deficientes mentales; los sordomudos; y todos los condenados por
delitos menores mezquinos e indignos.
En cuanto a los campesinos, cada cien de ellos en los
pueblos eligen un representante para el Soviet del Volost, o Municipio. Los
Soviets de los Volost envían delegados a los Soviets del Uyezd, o condado, el
cual a su vez envía delegados al Soviet del Oblast, o provincia, para el cual
también se eligen delegados de los Soviets de Trabajadores de las ciudades.
El Soviet de Petrogrado de Diputados Obreros y Soldados,
que operaban cuando estuve en Rusia, puede servir como ejemplo de cómo
funcionan las unidades urbanas de gobierno en un estado Socialista.
Constaba de unos 1.200 diputados, y en circunstancias
normales celebraba una sesión plenaria cada dos semanas. Entretanto elegía a un
Comité Ejecutivo Central de 110 miembros, proporcionalmente a los partidos, y
este Comité Central añadía por invitación a delegados de los comités centrales
de los sindicatos, de los comités de las fábricas y de otras organizaciones
democráticas.
Junto al Soviet de la gran ciudad, existían también los
Rayon, o Soviets de distrito. Estaban compuestos de diputados electos para el
soviet de la ciudad por cada distrito y administraban su zona de la ciudad.
Naturalmente, en algunos distritos no había fábricas y, por tanto, tampoco
representación de esos distritos, ni en el Soviet de la ciudad ni en el Soviet
de distrito. Pero el sistema soviético es extraordinariamente flexible, y, si
los cocineros y los camareros, o los basureros, o los porteros, o los
conductores de ese distrito se organizaban y solicitaban representación, se les
concedían delegados.
Las elecciones de los delegados están basadas en la representación
proporcional, lo que significa que los partidos políticos están representados
en proporción exacta al número total de votantes de la ciudad. Y son los
partidos políticos y los programas los que votan, no los candidatos. Los
candidatos son designados por los comités centrales de los partidos políticos,
que pueden reemplazarlos por otros miembros del partido. Asimismo, los
delegados no son elegidos por un plazo de tiempo determinado, sino que pueden
ser revocados en cualquier momento.
Nunca antes se creó un cuerpo político más sensible y
perceptivo a la voluntad popular. Esto era necesario, pues en los períodos
revolucionarios, la voluntad popular cambia con gran rapidez. Por ejemplo,
durante la primera semana de diciembre de 1917 hubo desfiles y manifestaciones
en favor de la Asamblea Constituyente -es decir, contra el poder soviético-.
Uno de esos desfiles fue tiroteado por algún Guardia Rojo irresponsable y
varias personas murieron. La reacción a esa estúpida violencia fue inmediata.
Más de una docena de diputados bolcheviques fueron cesados y reemplazados por
mencheviques. Pasaron tres semanas antes de que el sentimiento popular se
tranquilizara y los mencheviques fueran reemplazados uno a uno de nuevo por los
bolcheviques.
El Estado Soviético
Al menos dos veces al año se eligen delegados de toda Rusia
para el Congreso de Soviets Panruso. Teóricamente estos delegados se eligen por
designación popular directa; en las provincias uno por cada 125.000 votantes;
en las ciudades uno por cada 25.000; sin embargo en la práctica, son
normalmente elegidos por los soviets provinciales y urbanos. Se puede convocar
una sesión extraordinaria del congreso en cualquier momento, a iniciativa del
Comité Central Ejecutivo Panruso, o a petición de soviets que representen un
tercio de la población trabajadora de Rusia.
Este órgano, formado por unos 2.000 delegados, se reúne en
la capital en forma de gran soviet y decide sobre los asuntos esenciales de la
política nacional. Elige un Comité Central Ejecutivo, como el Comité Central
del Soviet de Petrogrado, que invita a los delegados de los comités centrales
de todas las organizaciones democráticas.
Este Comité Central Ejecutivo de los Soviets Panruso
aumentado, es el parlamento de la República Rusa. Está formado por unas 350
personas. Entre los Congresos Panrusos es la autoridad suprema, pero no debe
actuar al margen de las líneas dictadas por el último Congreso y es
absolutamente responsable de todos sus actos ante el siguiente Congreso.
Por ejemplo, el Comité Central Ejecutivo puede, y lo hizo,
ordenar que se firmara el tratado de paz con Alemania. Pero no pudo hacer que
este tratado vinculara a Rusia. Sólo el Congreso Panruso tiene poder para
ratificar el tratado.
El Comité Ejecutivo Central elige entre sus miembros once
delegados como presidentes de comités a cargo de los diferentes departamentos
del gobierno, en el lugar de los ministros. Estos delegados pueden ser
destituidos en cualquier momento. Son absolutamente responsables ante el Comité
Central Ejecutivo. Los delegados eligen a un Presidente. Desde que se ha
constituido el Gobierno Soviético este presidente -o primer ministro- ha sido
Nicolai Lenin. Si su dirección fuera insatisfactoria, Lenin podría ser
destituido en cualquier momento por la delegación de las masas del pueblo ruso
o en el plazo de unas pocas semanas por el propio pueblo ruso directamente.
La principal función de los soviets es la defensa y
consolidación de la revolución. Expresan la voluntad política de las masas no
sólo en los Congresos Panrusos, donde su autoridad es casi suprema. Esta
centralización existe porque los soviets locales crean el gobierno central y no
el gobierno central los soviets locales. A pesar de la autonomía local, sin
embargo, los decretos del comité Central Ejecutivo y las órdenes de los
delegados son válidos para todo el país, porque en la república Soviética no
hay intereses sectoriales privados que servir, y la causa de la Revolución es
en todas partes la misma.
Observadores mal informados, la mayoría de ellos de la intelligentsia
de clase media, acostumbran a decir que están a favor de los soviets, pero
contra los bolcheviques. Esto es un absurdo. Los soviets son los órganos de
representación más perfecta de la clase trabajadora, eso es verdad, pero son
también las armas de la dictadura del proletariado, a la que todos los partidos
antibolcheviques se oponen encarnizadamente. Así, la disposición de la gente a
adherirse a la política de la dictadura del proletariado no sólo se mide por
los miembros del partido bolchevique -partido comunista, como ahora se llama-,
sino también por el crecimiento y actividad de los soviets locales de Rusia.
El ejemplo más notable de esto lo encontramos entre los
campesinos, que no tomaron la dirección de la revolución, y cuyo primer y casi
exclusivo interés en ella fue la confiscación de las grandes fincas. Los
soviets de Diputados Campesinos no tenían al principio prácticamente otra
función que la solución del problema de la tierra. Fue el fracaso en la
solución a este problema el que volvió la atención de la gran masa de
campesinos hacia las razones sociales que había tras este fracaso, eso, unido a
la propaganda continua del ala izquierda de los partidos revolucionarios
Socialistas y Bolcheviques y a la vuelta a los pueblos de los soldados revolucionarios.
El partido tradicional de los campesinos es el Partido
Socialista Revolucionario. La gran masa inerte de campesinos cuyo único interés
era su tierra y que nunca había tenido fuerza luchadora ni iniciativa política,
al principio rechazó tener algo que ver con los soviets. Sin embargo, aquellos
campesinos que participaron en los soviets, pronto despertaron a la idea de la
dictadura del proletariado. Y casi invariablemente ingresaron y se convirtieron
en partidarios del gobierno soviético.
En el Comisariado de Agricultura de Petrogrado hay un mapa
de Rusia, salpicado de alfileres rojos. Cada uno de esos alfileres representa
un Soviet de Diputados Campesino. La primera vez que vi el mapa, fijado en el
viejo cuartel general de los Soviets de campesinos en Fontanka, los puntos
rojos se esparcían diseminados por el vasto país, y su número no aumentaba. En
los primeros ocho meses de la revolución, había volosts, uyezds, provincias
enteras, de hecho, donde sólo una o dos grandes ciudades y quizá unos cuantos
pueblos dispersos tenían un Soviet de campesinos. Sin embargo, después de la
revolución de noviembre podías ver a toda Rusia enrojecer ante tus ojos, a
medida que pueblo tras pueblo, condado tras condado, provincia tras provincia,
se levantaba y formaba su Consejo de Campesinos.
En el momento de la insurrección bolchevique podría haberse
elegido una Asamblea Constituyente con una mayoría antisoviética. Un mes
después esto habría sido imposible. Yo vi tres Convenciones Panrusas de
Campesinos en Petrogrado. Los delegados llegaban -la gran mayoría de ellos
revolucionarios socialistas del ala derecha-. Comenzaba la sesión -y siempre
eran sesiones violentas- bajo la presencia de Avksentiev o Peshekhanov. En
pocos días se desplazarían hacia la izquierda y serían dominados por
seudoradicales como Tchernov. Poridonova sería elegida presidenta. Entonces la
minoría conservadora se escindiría y montaría una convención alternativa que en
pocos días acabaría en nada. Y la mayoría enviaría delegados para unirse a los Soviets
en Smolny. Esto pasó cada una de las veces.
Nunca olvidaré la Conferencia de Campesinos que tuvo lugar
a finales de noviembre y cómo Tchernov luchó por el control y lo perdió, y esa
maravillosa marcha de proletarios encanecidos por el polvo que marchaba hacia
Smolny a través de las calles nevadas, cantando, con sus banderas rojo-sangre
ondeando en el viento helado. Era noche cerrada. En los escalones de Smolny
cientos de hombres trabajadores esperaban para recibir a sus hermanos
campesinos, y, bajo la débil luz, las dos masas, una descendiendo y la otra
ascendiendo, se fundieron rápidamente y se abrazaban, y lloraban, y aplaudían.
Los Soviets pueden aprobar decretos que supongan cambios
económicos fundamentales, pero deben llevarse a cabo por las propias
organizaciones populares locales.
La confiscación y distribución de la tierra, por ejemplo,
se dejó en manos de los Comités de la Tierra de los Campesinos. Estos Comités
de la Tierra fueron elegidos por los campesinos a propuesta del Príncipe Lvov,
el primer jefe del gobierno provisional. Con respecto a la cuestión de la
tierra, fue inevitable llegar a un acuerdo, según el cual, las grandes
haciendas debían ser fraccionadas y distribuidas entre los campesinos. El
Príncipe Lvov pidió a los campesinos que eligieran Comités de Tierra, que no
sólo debían determinar sus propias necesidades agrícolas, sino también medir y
hacer avalúo de las grandes fincas. Pero cuando estos Comités de la Tierra
intentaron funcionar, los propietarios los habían detenido.
Cuando los Soviets tomaron el poder su primera acción fue
promulgar el Decreto de la Tierra. Este Decreto no era siquiera un proyecto
bolchevique, sino el programa del ala derecha (o moderada) del Partido
Socialista Revolucionario, desarrollado a partir de varios centenares de
peticiones de campesinos. El decreto abolió para siempre los títulos privados
de la tierra o recursos naturales de Rusia y dejó a los Comités de Tierra la
tarea de distribuir la tierra entre los campesinos, hasta que la Asamblea
Constituyente resolviera finalmente la cuestión.
Tras la disolución de la asamblea constituyente, el decreto
se hizo definitivo.
Aparte de estas pocas proposiciones generales y de una
sección establecida para emigración de la población excedente en vecindarios
superpoblados, los detalles de la confiscación y la distribución se dejaron
enteramente a los Comités Locales de la Tierra. Kalagayev, el primer Comisario
de Agricultura elaboró un detallado conjunto de reglas para guiar a los
campesinos en un detallado conjunto de reglas para guiar a los campesinos en su
acción. Pero Lenin, en un discurso ante el Comité Central Ejecutivo, persuadió
al gobierno que dejara a los campesinos llevar el asunto de una manera
revolucionaria, aconsejando solamente a los campesinos pobres que se
organizaran contra los campesinos ricos ("Dejad que diez campesinos pobres
se enfrenten a cada campesino rico" dijo Lenin).
Por supuesto ningún campesino podía poseer su tierra, no
obstante, podía tomar lo que la tierra le ofrecía y tratarlo como propiedad
privada. Pero la política del gobierno, actuando a través del Comité Local de
la Tierra, es desalentar esta tendencia. Los campesinos que quieren convertirse
en propietarios pueden hacerlo, pero no son ayudados por el gobierno. Por el
contrario, a los campesinos que cultivan cooperativamente se les dan créditos,
simientes, herramientas, y formación en técnicas modernas.
Adscritos a los Comités de Tierra hay expertos en
agricultura y silvicultura. Para coordinar las prácticas de los Comités Locales,
se elige de entre ellos un órgano central, conocido como el Comité Principal de
la Tierra, que se encuentra en la capital, en estrecho contacto con el
Comisariado de Agricultura.
Cuando estalló la revolución de marzo, los propietarios y
administradores de muchas plantas industriales, o bien las dejaron o fueron
expulsados por los trabajadores. En las fábricas del gobierno, donde el trabajo
había estado mucho tiempo a merced de burócratas irresponsables designados por
el zar, se dio especialmente esta situación.
Sin directores, encargados y en muchos casos ingenieros y
contables, los trabajadores se encontraban enfrentados a la alternativa de
continuar trabajando o morir de hambre. Se eligió un comité, con un delgado de
cada "sección" o departamento, este comité, intentó dirigir la
fábrica. Por supuesto, al principio, éste pareció un plan sin futuro. Las
funciones de los diferentes departamentos podían coordinarse de ésta manera,
pero la falta de formación técnica por parte de los trabajadores produjo algunos
resultados grotescos.
Finalmente se celebró la reunión del comité en una de las
fábricas, donde un trabajador se levantó y dijo: "Camaradas, ¿Por qué nos
preocupamos? La cuestión de los técnicos expertos no es difícil. Recordad que
el jefe no era un técnico experto; el jefe no sabía ingeniería, química o
contabilidad. Todo lo que hacía era poseer. Cuando quería ayuda técnica,
contrataba hombres que se la proporcionaran. Bien, ahora nosotros somos los
jefes. ¡Contratemos ingenieros, contables, etc., que trabajen para nosotros!
En las fábricas estatales el problema era comparativamente
simple, porque la Revolución destituyó automáticamente al "jefe" y
realmente nunca lo substituyó por otro. Pero cuando los Comités de Delegados de
Fábrica se entendieron a las fábricas de propiedad privada, fueron duramente
combatidos por los propietarios de las fábricas, la mayoría de los cuales
estaban estableciendo contactos con los sindicatos.
En las fábricas privadas, además, los comités de delegados
eran producto de la necesidad. Después de los tres primeros meses de la
Revolución, durante los cuales la clase media y las organizaciones proletarias
trabajaron juntas en una armonía utópica, los capitalistas industriales
comenzaron a temer el poder creciente y la ambición de las organizaciones
trabajadoras -igual que los propietarios en el campo temían al comité de la
tierra y los oficiales a los comités de soldados y a los Soviets-. Durante
aproximadamente la primera parte de junio, comenzó la campaña más o menos
consciente de toda la burguesía para detener la revolución y descomponer las
organizaciones democráticas. Empezando por los Comités de delegados de Fábrica,
los propietarios industriales planeaban barrerlo todo, incluidos los soviets.
El ejército estaba desorganizado, se desviaban suministros, municiones y
comida, y se entregaban posiciones reales a los alemanes, como Riga; en el
campo, se persuadió a los campesinos para que guardaran el grano y provocaran
desórdenes que dieron a los cosacos una excusa para "restaurar la
paz"; y la industria. Más importante que todo lo demás, la maquinaria y el
propio funcionamiento de las fábricas fueron saboteados, el transporte aún más
destrozado y las minas de carbón y metal y las fuentes de materias primas
dañadas lo más posible. No se ahorraron esfuerzos para cerrar las fábricas y
rendir a los trabajadores, a fin de que volvieran a someterse al viejo régimen
industrial.
Los trabajadores se vieron forzados a resistir a esto. El
Comité de Delegados de Fábrica reaccionó y tomó el mando. Por supuesto, al
principio, los trabajadores rusos cometieron absurdos errores, como se ha dicho
a todo el mundo una y otra vez. Pedían salarios imposibles, intentaron llevar a
cabo procesos de manufactura técnicamente complicados sin experiencia suficiente,
en algunos casos incluso pidieron al jefe que volviera bajo sus propias
condiciones.
Pero tales casos son una ínfima minoría; en la mayoría de
las plantas trabajadoras eran lo bastante ingeniosos como para ser capaces de
llevar la industria sin los jefes.
Los propietarios intentaron falsificar los libros, ocultar
pedidos; el Comité de Delegados de Fábrica se vio obligado a encontrar formas
de control de los libros. Los propietarios trataron de robar piezas de las
máquinas; así, el comité tuvo que reglamentar que nada debía entrar o salir de
la planta sin permiso. Cuando la fábrica iba a cerrar por falta de combustible,
materias primas o pedidos, el Comité de Delegados de Fábrica tenía que enviar
hombres a través de media Rusia a las minas, o al Cáucaso por aceite, o a
Crimea a por algodón; y los trabajadores habían de enviar delegados a vender el
producto. Durante el paro de los ferrocarriles, los agentes del comité tuvieron
que llegar a acuerdo con el Sindicato de Ferroviarios para el transporte de cargas.
Para defenderlo contra los huelguistas, el Comité tuvo que asumir la función de
contratar y relevar a trabajadores.
Así el Comité de Delegados de Fábrica fue una creación de
la anarquía rusa, forzada por la necesidad de aprender cómo aprender a dirigir
la industria, para que cuando llegara el momento, los trabajadores rusos
pudieran asumir el control real con pocas fricciones.
Como ejemplo de la forma en que las masas trabajadoras
juntas, está el asunto de las 200.000 cargas de carbón, que se sacaron de las
carboneras de la flota de combate báltica en diciembre y fueron transferidas
por los comités de marinos para mantener en funcionamiento las fábricas de
Petrogrado durante la carestía del carbón.
La Factoría Obukhov era una planta de acero que fabricaba
suministros para la Armada. El presidente del comité de Obukhov era un
ruso-americano, de nombre Petrovsky, bien conocido aquí como anarquista. Un día
el encargado del departamento de torpedos dijo a Petrovsky que el departamento
habría de cerrar, debido a la imposibilidad de obtener ciertos pequeños tubos
usados por una fábrica del otro lado del río, cuya producción se había
contratado para dentro de tres meses. El cierre del departamento de torpedos
significaba que 400 hombres se quedarían sin trabajo.
–"Conseguiré los tubos"- dijo Petrovsky.
Fue directo a la fábrica, donde en vez de buscar al
director, se dirigió al presidente del Comité de delegados de Fábrica local.
"Camarada", dijo "si no tenemos tubos en dos
días nuestro departamento de torpedos tendrá que cerrar y 400 de los chicos
quedarán sin trabajo".
El presiente pidió sus libros y descubrió que tres plantas
privadas cercanas habían encargado varios miles de tubos. Él y Petrovsky
visitaron inmediatamente estas tres plantas y llamaron a los Presidentes de sus
Comités de delegados de Fábrica. En dos de las fábricas resultó que los tubos
no se necesitaban inmediatamente; y al día siguiente se entregaron los tubos a
la Fábrica Obukhov, y el departamento de torpedos no cerró.
En Novgorod había una fábrica textil. Al estallar la
revolución, el propietario se dijo a sí mismo, "tenemos problemas. No
podremos obtener beneficios mientras esta revolución continúe. Cerremos el
negocio hasta que la cosa se acabe".
Así cerró la fábrica y él, los empleados de las oficinas,
los químicos, ingenieros y el director, tomaron el tren a Petrogrado. Al día
siguiente los trabajadores abrieron la fábrica. Pero esos trabajadores eran
quizá un poco más ignorantes que la mayoría de los trabajadores. No sabían nada
de procesos técnicos de manufactura, sobre la contabilidad, dirección o venta.
Eligieron un Comité de Delegados de fábrica y encontraron cierta cantidad de
combustible y materias primas almacenada, dispuestas para la manufactura de
tela de algodón.
No sabiendo qué se hacía con la tela de algodón una vez
fabricada, primero se proveyeron en cantidad suficiente para sus familias.
Después, como algunos telares estaban estropeados, enviaron a un taller de
maquinaria cercano a un delegado, que propuso entregar tela a cambio de
asistencia técnica. Hecho esto, llegaron a un acuerdo con la cooperativa local,
para proporcionar ropa a cambio de comida. Llevaron incluso el principio del
trueque al extremo de cambiar piezas de tela por combustible con los mineros de
carbón de Jarkov, y por transporte con el Sindicato de Ferroviarios.
Pero finalmente saturaron el mercado local de tela de
algodón y entonces chocaron con una demanda que el paño no podía satisfacer -el
alquiler. Esto sucedía en los días del Gobierno Provisional, cuando aún
existían propietarios. El alquiler había de pagarse con dinero. Así que
cargaron un tren de tela y lo enviaron, a cargo de un delegado, a Moscú. El
delegado dejó el tren en la estación y recorrió la calle. Entró en una
sastrería y preguntó si el sastre necesitaba tela.
–"¿Cuánta?" - Preguntó el Sastre.
–"Un tren" - Contestó el delegado.
–"¿A qué precio?"-
–"No lo sé. ¿Cuánto pagas normalmente por la
tela?".
El sastre consiguió la tela casi regalada y el delegado,
que nunca había visto tanto dinero junto, volvió a Novgorod enormemente
contento.
Así era como en toda Rusia los trabajadores estaban
adquiriendo la formación necesaria en los fundamentos de la producción
industrial e incluso la distribución, para que cuando llegara la revolución de
noviembre pudieran ocupar sus puestos en la organización del control obrero.
En junio de 1917 se celebró la primera reunión de comités
de delegados. En este momento los comités apenas se habían extendido fuera de
Petrogrado. Fue una reunión notable, formada por los delegados de la actual
base, la mayoría de ellos bolcheviques, algunos anarco-sindicalistas; y su
razón de ser era la protesta contra las tácticas de los sindicatos. En el mundo
político los bolcheviques repetían que ningún socialista tenía derecho a participar
en un gobierno de coalición con la burguesía. La propia reunión de delegados de
comités adoptó la posición de tener la misma actitud hacia la industria.
En otras palabras, los empresarios y los trabajadores no
tienen ningún interés en común; ningún trabajador con conciencia de clase puede
ser miembro de una mesa de arbitraje o conciliación salvó para hacer saber a
los empresarios las demandas de los trabajadores. La producción industrial ha
de estar absolutamente controlada por los trabajadores.
En un primer momento los sindicatos lucharon
encarnizadamente contra los Comités de Fábrica. Pero los Comités, que estaban
en posición de asumir el control de la industria, consolidaron y extendieron su
poder fácilmente. Muchos trabajadores podían no ver la necesidad de sindicarse,
pero todos ellos veían la necesidad de participar en las elecciones del comité
que controlaba sus trabajos de forma inmediata. Por otra parte los Comités de
delegados reconocían el valor de los sindicatos; no se empleaba a ningún trabajador
nuevo a menos que pudiera mostrar un carné de sindicato; eran los comités de
delegados los que aplicaban localmente los reglamentos de los diferentes
sindicatos. En este momento los sindicatos y los Comités de Fábrica trabajaban
en perfecta armonía cada uno de ellos en su ámbito.
La propiedad privada de la industria no está aún
abolida en Rusia. En muchas fábricas el propietario aún mantiene su título, y
se le permite cierto beneficio limitado en su inversión, con la condición de
que trabaje por el éxito y el aumento de la extensión de la empresa; pero se le
ha quitado el control. Aquellas industrias cuyos propietarios intentan cerrar
la puerta a sus trabajadores, o por el fraude o la fuerza tratan de
obstaculizar las operaciones de la planta, son inmediatamente confiscadas por
los trabajadores. Las condiciones, las horas y salarios de todas las
industrias, de propiedad privada o estatal, son uniformes.
La razón para esta supervivencia de un semi-capitalismo en
un estado proletario, reside en el pasado de la vida económica de Rusia, el
estado capitalista altamente organizado circundante y la necesidad de
producción industrial inmediata en Rusia, para combatir la presión de la
industria extranjera.
El agente por el que el Estado controla la industria, tanto
el trabajo como la producción se llama Consejo de Control de Trabajadores. Este
órgano central, situado en la capital está compuesto por delegados elegidos de
los Consejos del Control de los Obreros locales, los cuales están formados por
miembros de Comités de Delegados de Fábricas, delegados sindicales
profesionales e ingenieros técnicos y expertos. Un Comité Ejecutivo Central
dirige los asuntos de cada localidad, compuesto por trabajadores comunes, pero
la mayoría trabajadores de otros distritos, para que sus decisiones estén
libres de cualquier interés sectorial. Los consejos locales recomiendan al
Consejo Panruso la confiscación de las fábricas, informan sobre las necesidades
de combustible, materias primas, transporte y trabajos en sus distritos, y
ayudan a los trabajadores en el aprendizaje para dirigir las diferentes
industrias. El Consejo Panruso tiene autoridad para confiscar plantas y para
igualar los recursos económicos de las diferentes localidades...
Si no hubiera sido por las organizaciones democráticas que
existían ya antes de la revolución, no hay duda de que la revolución rusa se
habría estancado hace mucho tiempo.
La organización comercial ordinaria de distribución había
sido totalmente destrozada. Sólo las sociedades cooperativas de consumidores
conseguían alimentar al pueblo, y su sistema ha sido adoptado hace tiempo por
los municipios, e incluso por el gobierno.
Antes de la revolución había más de veinte millones de
miembros en sociedades cooperativas en Rusia. Esta es una forma muy natural
para los rusos, por su parecido con la primitiva cooperación de vida rural de
Rusia durante siglos.
En la fábrica Putilov, donde están empleados más de 40.000
trabajadores, la sociedad cooperativa alimentó, albergó e incluso visitó a más
de 100.000 personas, proveyéndose del vestido en Inglaterra.
Es este el carácter de los rusos el que olvida la gente que
piensa que Rusia no puede tener ningún gobierno porque no hay fuerza central; y
cuya imagen mental de Rusia es un comité servil en Moscú, dominado por Lenin,
Trotsky, y mantenido por mercenarios de la Guardia Roja.
Más bien es cierto todo lo contrario. Las organizaciones
que he descrito se reproducen en casi todas las comunidades de Rusia. Y si una
parte considerable de Rusia se opusiera seriamente al gobierno soviético, los
Soviets no durarían ni una hora.
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