Arturo Villarreal
Echeona [i]
Periodista y escritor
Preámbulo
La lucha
de los pueblos en todo el mundo por la soberanía, por la profundización de la
democracia y por la resistencia civil contra los gobiernos ejecutores del
modelo neoliberal y la dominación extranjera, casi invariablemente
norteamericana, que ha tenido importantes capítulos en América Latina en estos
comienzos del tercer milenio, se ha reflejado en Colombia de manera
sobresaliente en la pugna por el establecimiento de gobiernos alternativos
distintos a los partidos tradicionales en los municipios y en las entidades
territoriales por medio de la vía electoral, a pesar de la guerra y la
violencia política más irracional y desaforada.
Ha sido
este un rasgo muy peculiar de la historia política contemporánea de Colombia,
donde a pesar de que durante cerca de 60 años continuos los militares se han
mantenido a la vera del poder, resignados al cogobierno desde los cuarteles, la
democracia ha caminado todo el tiempo sobre el filo de las armas, secuestrada y
constreñida en medio de una guerra sin límites del Estado y de facciones
extremistas de izquierda y derecha, que ha arrojado a las fosas comunes más de
200 mil muertos, ha arruinado el agro y ha despojado de sus tierras a siete
millones de campesinos, condenándolos a un éxodo más multitudinario, doloroso y
humillante que todas las guerras del Medio Oriente.
La
contienda electoral, cuya intensidad y antagonismo sólo ha sido sobrepasada por
el encarnizamiento de la violencia política que flagela al país, ha tenido en
los tiempos recientes unos pocos escenarios resonantes. El primero en Bogotá,
con la victoria de Gustavo Petro, donde las fuerzas de la derecha de consuno
con la aristocracia más torcida de las finanzas y de la política, recuperaron
finalmente el Potosí de la administración capitalina, cuya bolsa presupuestal
aspira a llegar, en el cuatrienio, a los 89 billones de pesos, asalto que se
hizo en medio de una retreta mediática, pérfida y eficaz que comenzó al día
siguiente de la posesión del alcalde de la Bogotá Humana.
Magangué,
con el triunfo electoral de Marcelo Torres en la alcaldía hace cuatro años, fue
el otro tinglado singular donde nuestra democracia, guardadas las proporciones,
de manera similar a la capital, comenzaron a respirarse nuevos aires, en medio
de los estertores de violencia, corrupción y desgobierno que vive Colombia.
Corazón y atalaya de la arteria principal de la patria, el río Magdalena, Magangué
se había convertido bajo el imperio de Enilce López, ‘la Gata’, en extenso
vecindario de amordazados, tierra del nunca jamás, donde el progreso y la
democracia habían naufragado sin remisión.
En ese
contexto, la elección de Marcelo constituyó un capítulo notable en la gesta por
la conquista de la paz en nuestra convulsionada historia. Curtido dirigente la
izquierda colombiana; líder del legendario movimiento estudiantil de la década
de los 70; cofundador, junto a Francisco Mosquera y un puñado de valientes
obreros y universitarios, del Partido del Trabajo de Colombia; caracterizado
vocero de esta corriente que desde los inicios de esta nunca cejó en la defensa
de la tesis mosquerista de que en Colombia, desde las postrimerías de la
Violencia liberal conservadora hasta hoy, nunca volvieron a cuajar condiciones
para la lucha armada; senador, que junto con Jorge Santos, el reconocido líder
de la USO, se opuso tanto a la desaforada intervención gringa en el país
durante la crisis desencadenada en el gobierno Samper como a sus ejecutorias
neoliberales; investigador profundo y escritor brillante, Marcelo, ante la
demanda de ayuda de su tierra natal, no rehusó enfrentar aquel desafío que a
más de uno pareció temeridad y hasta falta de juicio.
Respaldado
por el PTC, contando en las pujas iniciales con la valiosa ayuda de Gustavo
Petro, con el esfuerzo directo de un contingente de paisanos, con el concurso
de fuerzas políticas diversas, munido de su prestigio personal, sorteando todos
los riesgos, pero sobre todo convencido de que las chispas de la sofrenada
inconformidad podrían desembocar en una rebeldía generalizada contra la
opresión, como finalmente sucedió, Marcelo pudo encabezar, en el tercer
intento, la memorable reconquista popular de Magangué para la democracia.
El que ni
en la capital del país ni en Magangué pudiera proseguirse de inmediato la labor
transformadora emprendida, no desdice de los líderes que presidieron los
procesos ni puede dar pábulo al desánimo. Por el contrario, en Bogotá, ya la
sucesión de yerros de Peñalosa, y de actos lesivos de su administración contra
el patrimonio público, el medio ambiente, la salud de los bogotanos, la
educación pública, la movilidad, la mujer, los vendedores ambulantes, los
maestros, los trabajadores oficiales, los estudiantes, etcétera, empiezan a
desatar no solo un encendido debate público contra el obtuso y reaccionario
burgomaestre, sino una avalancha de protestas y movilizaciones públicas. Y en
Magangué, tras las ruidosas cortinas de humo emergen los contornos de la
realidad: una acusada oleada de inseguridad con un aumento de los homicidios,
amenaza a comunicadores que se atreven a opinar libremente, circulación de
amenazantes listas de la siniestra “limpieza social”.
Los obstáculos encontrados al iniciarse la nueva administración
La importancia de los logros alcanzados en la
gestión del Verdadero Cambio, como Marcelo bautizó justicieramente a su
administración, no podría dimensionarse sin un conocimiento mínimo del estado
en que el nuevo alcalde recibió el Municipio. Una rápida revista de esa
situación, al comenzar el año 2012, no podría pasar por alto los aspectos
negativos más protuberantes, que se enumeran a continuación:
1. Una precaria estructura presupuestaria y financiera derivada del
nefasto endeudamiento a que fue sometido el municipio por anteriores
administraciones, agravado por el hecho de que Magangué, a diferencia de los
centros urbanos de mediano y gran tamaño, cuenta con un nivel muy bajo de
captación de los recursos propios, por lo demás comprometidos en altos
porcentajes para el pago de la deuda. Es así como del presupuesto del año 2012,
el primero de la gestión, por un valor de 112 mil millones de pesos, lo
disponible en definitiva para inversión se redujo a $800 millones, equivalentes
a menos del 1% del total. Una suma insignificante frente a las necesidades del
municipio en materia de obras civiles y en especial, ante las grandes
expectativas de la población.
2. El
lastre de una interminable deuda por causa del Acuerdo de Reestructuración de
Pasivos ordenado por la Ley 550, que en lugar de constituir como se piensa
comúnmente, un alivio en el manejo de las finanzas municipales, no había sido
para Magangué más que una fuente de corruptelas y de desangre de recursos. El
pago de acreencias afectaba en algunos rubros casi hasta en un 100% los
recursos propios del municipio que ingresaban, por ejemplo, por concepto de la
sobretasa a la gasolina, el transporte de combustible de Ecopetrol, la
asignación especial como municipio ribereño, la recuperación de títulos
judiciales, el recaudo por la recuperación de cartera e intereses del impuesto
predial e industria y comercio, o los recursos de libre inversión provenientes
del Sistema General de Participaciones, entre otros recursos que se encuentran
pignorados y comprometidos para el pago del Acuerdo de Pasivos.
3.
Descertificación en agua potable y saneamiento básico por parte de la
Superintendencia de Servicios Públicos Domiciliarios, cuyo efecto práctico
consistía en que el municipio había perdido el manejo de esos recursos que
pasaban a la gobernación del departamento. La sanción venía desde el año 2009
por el incumplimiento de algunos requerimientos que la ley impone a los entes
territoriales en el manejo de información y de requisitos concernientes a la
estratificación para efectos de la asignación tarifaria.
4.
Suspensión de los giros de regalías y compensaciones expedida por el DNP desde
el año 2010 por la ejecución de los recursos de regalías y compensaciones con
destinación diferente a la permitida por la ley.
5.
Deterioro del status legal e institucional. Marcelo encontró el municipio de
Magangué en el sótano de la sexta categoría, en razón a que el monto de sus
ingresos corrientes de libre destinación (Icld), no superaba los quince mil
salarios mínimos mensuales vigentes (unos $8.700 millones) pese a tener cerca
de 200 mil habitantes, cuarenta y dos corregimientos y una extensión de 119.700
hectáreas, de las cuales aproximadamente un 60% configura uno de los
ecosistemas de humedales más importantes y estratégicos del país, integrante de
la subregión de La Mojana.
6.
Descertificación en proyectos de vivienda de interés social. El municipio de
Magangué también se encontró sancionado por el Ministerio de Vivienda, como
consecuencia del incumplimiento en la ejecución de los dos proyectos de
vivienda de interés social, Nuevo Amanecer y La Esperanza de un pueblo,
iniciados de vieja data e interrumpidos en administraciones anteriores. Tal
condición le impedía al municipio el acceso a los planes de vivienda de interés
social y de las viviendas gratuitas. Aquí vale la pena aclarar que, a pesar de
este impedimento, la gestión de Marcelo permitió la construcción y entrega por
el gobierno nacional de 730 viviendas palafíticas en las zonas del río y
ciénagas aledañas, y una urbanización de 573 viviendas en el área urbana
construidas por el Fondo de Adecuación para el Cambio Climático.
7. La
pésima prestación de los servicios públicos domiciliarios. Los servicios
públicos domiciliarios fundamentales, como alcantarillado, agua potable, aseo y
energía y alumbrado público, al igual que el gas natural, se encontraron en
manos de empresas privadas, mediante contratos de concesiones o de prestación
de servicios públicos, que han venido lesionando el interés de la municipalidad
y de los magangueleños, con mala o peor prestación de los servicios, tarifas y
promedios de consumo ficticios, por encima de los estándares nacionales,
incumplimientos de los objetos contractuales, cobros cuestionables e indebidos
al municipio, en un claro perjuicio de los usuarios y detrimento del patrimonio
público.
Los logros en la
gestión
La restauración de la democracia. Tan
inigualable y contundente fue su victoria en este aspecto, en realidad el logro
de más hondo alcance, que el general Manuel Bonett Locarno, excomandante general
de las Fuerzas Militares de Colombia, reconoció que, sin necesidad de más
obras, la recuperación de la institucionalidad y del libre ejercicio
democrático en Magangué, le otorgaba a Marcelo Torres Benavides, mérito
suficiente para levantarle una estatua de bronce en el hemiciclo del Capitolio
Nacional.
Para Marcelo lo
más importante es que el pueblo de Magangué volvió a ejercer su derecho a
criticar sin temor a lo divino y lo humano ─incluyendo al gobierno municipal
que lo posibilitó─ y en su opinión ese es un hecho tremendamente positivo que
debe mantenerse y consolidarse. En sus propias palabras “Se ha conformado una
gran corriente democrática de gentes de todos los sectores sociales y
políticos. En adelante, los atropellos y abusos, como la persecución política y
la corrupción se las tendrán que ver con este avanzado sector de opinión”.
Ciertamente
todos reconocen que con su llegada a la Alcaldía en Magangué no se volvió a
intimidar a nadie por sus opiniones políticas. En esta ciudad ya no se asesinan
periodistas en los parques ni se ordena la ejecución de opositores en las
puertas de sus casas, como era de común ocurrencia. En el cuatrienio de Marcelo
el pueblo volvió a estrenar sus libertades y las ejerció a lo magangueleño, a
lo ribereño: bulliciosa y estruendosamente; principalmente la libertad de
expresión.
El
restablecimiento de la democracia también se concretó en el reconocimiento y la
restitución de derechos vulnerados. Muchos ciudadanos, siempre que lo ordenaron
jueces y tribunales, obtuvieron reintegros o recibieron del erario público las
indemnizaciones por los despidos injustos o los atropellos que antes
padecieron.
De igual
manera, el restablecimiento de la democracia pudo palparse en que la protesta
pacífica se reconoció y garantizó, y en el manejo prudente y eficaz de
situaciones difíciles como en el caso de las invasiones de 24 predios públicos
y privados urbanos por unas 5 mil familias en 2014, que demoraron varios meses,
desde comienzos de junio hasta septiembre de ese año y tuvieron un desenlace
sin hechos que lamentar, gracias al empleo del diálogo, la persuasión y los
acuerdos. Otro caso fue el de los comerciantes minoristas y mayoristas que
ocupaban el sector donde hoy se ubica el muelle fluvial de pasajeros, quienes
despejaron esa área pública a través de un proceso de diálogo, discusiones y
finalmente de un consenso laboriosamente gestado, que desembocó en
compensaciones otorgadas por el municipio.
Pero respecto
al manejo administrativo propiamente dicho, el que se define mediante el factor
económico, Marcelo tuvo un comienzo desapacible en su gestión. Porque una cosa
es matar el tigre y otra muy distinta curtir el cuero. El día siguiente de su
posesión, que se efectuó sin empalme ni rendición de cuentas de la
administración anterior como lo ordena la ley, el nuevo alcalde de Magangué se
encontró con que era el regente de un municipio quebrado: Magangué se hallaba
cautiva por la Ley 550, que como un fatum
inapelable del Estado obliga a los municipios insolventes a darle prioridad al
pago de las acreencias, antes que a las exigencias más apremiantes. Debido a
ello la nueva administración quedaba impedida no solo para satisfacer las
necesidades más ordinarias de la administración, sino que tampoco podía
realizar la más modesta inversión social, en cumplimiento de los buenos
propósitos expuestos a la gente en la campaña electoral.
Sentado en un
pupitre que le facilitó una escuela amiga, porque las oficinas de la Alcaldía
fueron desvalijadas y convertidas en un pelero de gatos y carecían hasta de una
elemental silla, Marcelo Torres se dio a la urgente tarea de poner la casa en
orden, que resultó todo un desafío. En realidad, revisar las cuentas
municipales, organizar la hacienda pública y gestionar recursos para atender
las impostergables necesidades de su pueblo, le tomó la mitad de su mandato.
Sin tener la experticia suficiente en los complicados manejos de la
administración pública, como él mismo lo reconoce, ni profesionales en la
localidad para armar un gabinete de trabajo con el perfil idóneo, y sin los
recursos para contratar expertos foráneos, contó por fortuna con el respaldo
incondicional del magangueleño Ubaldo Enrique Meza Ricardo, exrector de la
Universidad del Atlántico, quien puso en juego su ardor democrático y su
prestigio, para convocar a un importante grupo de profesionales radicados en
diferentes ciudades del Caribe y del país, muchos de los cuales sin ser
oriundos de Magangué, mostraron su total apoyo para la construcción del nuevo
proyecto de ciudad que se estaba gestando. Mediante la conformación de la
Sociedad de Amigos del Nuevo Magangué, que contó con el activo respaldo de
magangueleños ilustres como Luis Arrieta Meza y Rafael Osorio, y personalidades
de amplia trayectoria social como Elcy Peña Bula, se logró concitar la
solidaridad nacional en torno a la egregia ciudad ribereña. Entre otras
realizaciones, se logró recopilar una destacada donación de cientos de libros,
con los cuales se dotó la Biblioteca Pública Piloto.
Así mismo, se
gestionó ante la Directora Nacional de la Escuela Superior de Administración
Pública la asesoría técnica y académica que facilitó la capacitación del equipo
de trabajo, logrando finalmente que el municipio avanzara en el Índice Integral
del Desempeño Municipal, pasando del puesto 1.065 al puesto 329 a nivel
nacional y del puesto 38 al puesto 2 a nivel departamental.
Posteriormente
y gracias a la gestión realizada, se logró la suscripción de un convenio con el
Ministerio del Interior, para el fortalecimiento institucional y la defensa
legal del municipio de Magangué, a través del cual se contrató un equipo de
profesionales especializados en el área de la Ingeniería, el Derecho, la
Economía y la Administración.
La Labor
infatigable de Enrique Meza y del equipo de apoyo no solo se tradujo en logros
innegables de amplio alcance social, sino que le brindó una sombrilla
protectora a Marcelo Torres, cuya seguridad personal y la de su familia se
hallaba constantemente amenazada por las fuerzas oscuras que medraban en el
municipio.
La modernización administrativa. Con la crucial
ayuda del equipo de apoyo, la modernización administrativa puede citarse como el segundo logro importante de la gestión de
Marcelo en Magangué. Algunos
aspectos destacados en este ámbito, fueron: la implementación del Modelo
Estándar de Control Interno (Meci), el Gobierno en línea, la actualización de
la página web, la digitalización de archivos y documentos, la actualización
catastral, el estudio de los activos del municipio, la rendición periódica de
cuentas y el monitoreo constante en la aplicación del Plan de Desarrollo del
municipio.
El saneamiento de las finanzas. Con esas armas
y con las cuentas más claras, la administración pudo concentrarse en un empeño
que constituye su tercer logro: el ordenamiento financiero del municipio. Pagar
aunque fuera una parte de la abultada deuda pública que sobrepasaba los 50 mil
millones de pesos, parecía un objetivo inalcanzable; sin embargo se logró
reducir a un poco menos de la mitad. Pero no solamente eso, sino que la
renegociación de las condiciones de pago de la deuda permitió liberar unos
recursos que antes iban al bolsillo de los acreedores, con los cuales en los
dos últimos años se ejecutaron obras que están a la vista de todos en Magangué.
En resumen, en
el orden financiero se redujo la deuda, se evitó la caída del Acuerdo de
Pasivos, y se regularizaron los pagos, no solo a los acreedores, sino a los
servidores del Municipio. Como complemento se lograron aumentar los recaudos,
que pasaron de 3.793 millones de pesos en el 2011 a 8.761 millones en el 2015,
es decir, un crecimiento del 130 % Lo anterior constituye una muestra
irrefutable de la recuperación de la confianza del público en la Administración
Municipal, que no cualquier burgomaestre puede ofrecer, y que se considera un
factor importantísimo para la legitimidad institucional y para el mejoramiento
de lo que ahora llaman la gobernanza. Dos ejemplos claros del efecto positivo
que tuvo el clima de transparencia, de orden y de paz introducido por la nueva
administración, fueron la apertura de grandes almacenes, y el aumento
considerable de la construcción en el municipio, que registró un crecimiento de
más de 600 mil metros cuadrados tan solo en el año 2015.
Los logros que
someramente hemos apuntado, aunque quizás no son los más visibles para los
ciudadanos corrientes, tienen una importancia mayúscula porque permitieron la
reconstrucción de un municipio cuyo andamiaje administrativo e institucional
había sido completamente desmantelado. El pleno ejercicio de la democracia, la
funcionalidad administrativa y la salud financiera constituyen los cimientos
básicos sin los cuales no podrán rendir frutos las administraciones futuras.
Sin embargo, esos logros no podían por sí solos satisfacer a una comunidad
agobiada por las carencias de toda una vida, por el hambre, el desempleo, la
falta de un techo y la insatisfacción de las necesidades más básicas. Sobre todo
tratándose de un pueblo con la conciencia enrarecida por el código de conducta
de una matrona política que antes de decidirse por el terror como estrategia
predilecta de dominio y sujeción, y siguiendo la tradición de los grandes capos
y gamonales de la Costa, había acostumbrado el corazón de la gente al
servilismo, la tramposería y el contentillo de las obras de caridad.
Consciente de
esa enorme limitación, y acuciado por el deseo de hacer algo más por el
progreso y bienestar de su pueblo, Marcelo identificó tres objetivos
estratégicos a los cuales se consagró con todas las fuerzas de su alma en los
dos años restantes de su mandato: la educación, el agua potable y la atención
de los sectores marginales de la población más afectados por la segregación
social.
De entrada, la
principal dificultad para hacer algo en estas materias era la falta de plata.
Es bien sabido que las asignaciones presupuestales de la Nación a los
municipios para educación, lo mismo que para la salud, no solo no se pueden
desviar hacia otros sectores, sino que apenas alcanza para el servicio de la
nómina administrativa y el pago de los salarios; cualquier otra inversión tiene
que hacerla el municipio con los recursos propios, que se derivan del recaudo
tributario. Y en este sentido en Magangué no estaban los paños para manteles;
sencilla y llanamente no había recursos.
Los avances en la educación y la cultura. Pese a las
limitaciones presupuestales, se dieron avances en este campo gracias al apoyo externo,
a través de la puesta en marcha de una gran movilización pedagógica y social
sin precedentes en la historia del municipio, que puede destacarse como el
cuarto logro importante de la administración de Marcelo.
La movilización
social en el campo educativo se expresó en la realización, durante tres años
seguidos, del Encuentro por una Educación de Calidad, convocando a líderes
académicos de primer orden, como Julián de Zubiría Samper, Francisco Cajiao
Restrepo, Julio Alandete Arroyo, Cecilia Correa de Molina, Pablo Romero Ibáñez,
Francisco Escobar Delgado, Diana Rúa Patiño, Alfonso Brijaldo, quienes
acompañaron el proceso de capacitación y actualización de docentes y directivos
de las instituciones educativas del municipio, así como la asesoría para el desarrollo
de un proyecto de calidad educativa, tendiente a la transformación de la
educación en todos sus niveles. Estos importantes esfuerzos no requirieron
grandes inversiones, pero dejaron excelentes dividendos, como la implementación
de programas para elevar la calidad educativa. Un indicador de su éxito fue
que, entre los 94 municipios certificados en educación, en el 2013 Magangué
obtuvo el octavo lugar en las cruciales asignaturas de matemáticas y
comprensión de lectura.
Además de lo
anterior, la administración también puede sacar pecho con otros dos logros en
el área educativa: actualmente el municipio financia más de 180 estudiantes de
estratos 1 y 2 en carreras técnicas, mediante un convenio con la Universidad de
Cartagena. Así mismo, se adoptó por primera vez el programa Jóvenes en Acción,
que hoy beneficia a más de 400 bachilleres de estratos 1 y 2 con subsidios del
Estado para su educación superior.
En materia de
infraestructura se invirtieron más de $10 mil millones en construcción y
reparación de instituciones educativas. La cifra parece pequeña, pero es
comparativamente grande en un municipio como Magangué, sin mayores
posibilidades financieras en el presente y sin voluntad política en el pasado
para suplir las necesidades existentes en este aspecto.
La salvación de
dos instituciones educativas públicas claves del municipio: el Liceo Joaquín
Fernando Vélez y el Manuel Atencia Ordóñez, y la donación del lote para
construir la sede del Sena en Magangué, junto con la presentación al Ocad del
proyecto correspondiente a los diseños de la obra, son otros logros
protuberantes en la educación. Así mismo, fue un brillante desarrollo de la
gestión el fortalecimiento de la cultura popular y autóctona a través del apoyo
a las festividades de La Candelaria, del Festival Novembrino de los Ríos, y del
patrimonio arqueológico precolombino con el rescate de cerca de mil piezas
zenúes y chimilas.
Las soluciones en el campo del agua potable. Con toda la
importancia que tienen los logros ya señalados, la realización de mayor impacto
social de la gestión de Marcelo Torres en la Alcaldía de Magangué, que puede
incluso señalarse como un hito histórico, fueron las soluciones al problema del
agua potable. La deficiencia o total carencia en el suministro de este servicio
esencial, está considerada hoy en día como el principal obstáculo al desarrollo
y al mejoramiento la calidad de vida de los habitantes de la Costa Atlántica
colombiana. Se trata incluso de un problema de orden planetario que se ve
agravado por la crisis del cambio climático y la explotación inmisericorde de
los recursos. La certificación de Magangué en agua y saneamiento básico
obtenida durante la administración de Marcelo se tradujo en la recuperación por
el municipio de varios miles de millones de pesos destinados a la inversión en
este vital renglón.
Por primera vez
en toda su vida los pobladores de 17 corregimientos de Magangué vieron fluir el
agua en sus viviendas a través de tuberías mediante la excavación de pozos
profundos y el bombeo realizado con tecnología de paneles solares. Además de lo
anterior, se repararon los acueductos rurales existentes en los 25
corregimientos restantes y se aseguró la ampliación y optimización de las
plantas de aducción del acueducto, obra que dotará al acueducto de la capacidad
suficiente para abastecer a toda el área urbana. Debe citarse también la firma
de un convenio con el ministerio de Vivienda por valor de más de $24 mil
millones que asegura la construcción de las redes del acueducto de Magangué,
que se hallan obsoletas por tener más de 40 años. Se completó así un total de
$33 mil millones gestionados por la administración, con lo cual el problema del
suministro de agua potable a toda el área urbana queda resuelto en lo relativo
a los recursos.
La adopción de políticas públicas en lo social.
Desde
sus inicios la administración de
Marcelo estructuró una serie de políticas públicas orientadas a mejorar el
gasto social, cuya ejecución contó con el apoyo infatigable de la primera dama
del Municipio. En este sentido se adelantó una campaña de reapertura de los
centros de salud, los cuales se recibieron cerrados de la administración
anterior. Se operó un notable mejoramiento en la alimentación escolar. Mientras
que en los 2 primeros años del cuatrienio los cupos se limitaron a poco más de
5.000 estudiantes, en los dos últimos se alcanzó a cubrir un total de 18.546
beneficiarios. Se creó el Observatorio de Políticas Públicas para la infancia,
la adolescencia, los jóvenes, la mujer, el adulto mayor y los discapacitados.
Entre otros programas y actividades liderados por la primera dama, se
destacaron los relativos a la resocialización de jóvenes en riesgo de derivar
hacia el pandillismo juvenil, con el montaje de microempresas y talleres
productivos; las jornadas del Día del Niño; las movilizaciones en repudio a la
violencia contra la mujer, la celebración del Día Internacional de las
Trabajadoras; las capacitaciones a centenares de mujeres en liderazgo y
talleres de manualidades, y la actividad sin precedentes en Magangué por el
reconocimiento social de las comunidades Lgtbi.
Así mismo, a
través de los “Festivales de la Salud, Cultura y Deporte”, la Oficina de
Gestión Social de la primera dama, llevó de manera regular a las comunidades de
la zona rural las oficinas de los principales programas sociales como Más
Familias en Acción, El Adulto Mayor, Sisben, cultura, deporte, y medicina
preventiva a través de la Secretaría de Salud, y medicina general con entrega
de medicamentos. Se amplió el programa de “Más Familias en Acción”, el más
importante del municipio por su cobertura, que cobija a 14.300 hogares y 27.000
niños magangueleños de escasos recursos, a los cuales anteriormente no se le
prestaba atención.
El nuevo impulso a las obras civiles. La gestión
tuvo muchos otros logros cuya descripción detallada rebasaría el reducido marco
de esta crónica, pero no podría dejar de señalarse este, que desvirtúa de
manera palmaria las críticas mal intencionadas que, al no poder opacar el
protuberante triunfo que constituye el rescate de la democracia en Magangué,
pretenden descalificarlo por la vía de desconocer las realizaciones materiales
de la administración. Sin duda alguna se trata de un logro muy visible respecto
a las administraciones anteriores, tanto por el número de obras, como por el
monto de la inversión, que no tiene precedentes; obras que fueron realizadas
con recursos propios, del SGP o cofinanciadas por el municipio con diferentes
entidades del Estado, o aquellas que no fueron realizadas con recursos del
municipio sino de la nación o del departamento pero que fueron gestionadas por
su Administración. La lista incluye construcciones o adecuaciones de
infraestructura educativa, vías construidas o reparadas con recursos de
regalías, edificaciones de importancia neurálgica para el municipio, arreglo de
calles, centros de desarrollo infantil, maquinaria reparada o adquirida, así
como también las obras de contención de inundaciones, limpieza de caños y
adquisición y reparación de equipos de obras públicas, que se encontraban en
proceso de deterioro por la incuria de las administraciones anteriores.
Del total de
150 obras civiles realizadas durante el periodo, con una inversión de 28.668
millones de pesos, aparte de las relativas al acueducto y vivienda ya
mencionadas, vale la pena destacar las siguientes: la adecuación de centros de
salud de Yatí y Camilo Torres; los Centros de Desarrollo Integral infantil de
Yatí y ahora de San Martín, con cuarto frío para las vacunas; la nueva Casa de
la Cultura; la adecuación del Punto de Atención a Víctimas; el muelle fluvial
de pasajeros; la larga lista de obras de infraestructura educativa como la sede
2 de la IE de Yatí, con características de megacolegio, la sede de la IE de
Piñalito, la sede de la IE de Santa Bárbara de Barbosa, la sede principal de la
IE de Juan Arias; los cerramientos de las IE del Liceo Joaquín F. Vélez,
Fátima, y Marcelo Duchemin; La construcción o adecuación de 8 comedores
escolares en la zona rural; La dotación de miles de pupitres y sillas, de
abanicos, y de pozos para las IE; las vías construidas o adecuadas, entre las
cuales se encuentra la Avenida de La Candelaria, la Calle de La Tarima, la
Calle 16, la vía de Mercayá hasta el centro histórico de la ciudad, la Calle
del Diocesano, cuya construcción se inició y el Parque de las Américas.
Los detractores
de la administración de Marcelo desataron una furiosa campaña en su contra para
convertir el Parque de las Américas en piedra de escándalo sobre la base de
mentiras que son fácilmente controvertibles. La única verdad es que bajo su
administración no solo este lugar, sino el municipio entero fue rescatado del
estado de abandono físico y social en que se hallaba, “herencia de la época
oscura de ingrata recordación” como dice Marcelo, a quien no le gusta
encarnizarse en señalamientos sobre el pasado. Sin embargo, a pesar del
prudente recato conque suele enfrentar los exabruptos, todavía hoy a través de
las redes sociales los difamadores continúan su inicua campaña de desprestigio,
contra una administración que brilló por su sensibilidad social, su honestidad,
su espíritu de concertación y su apego a la normatividad. Cuatro valores que
brillan por su ausencia actualmente en la administración pública en la mayoría
de los municipios colombianos, pero que en el caso de la administración de
Marcelo en Magangué, constituyen un valioso legado de experiencias y de
principios para el período histórico del posconflicto que está por iniciarse en
Colombia.
Magangué: laboratorio del posconflicto
En medio
de la controversia nacional por la paz, los anatemas de los opositores a las
negociaciones de La Habana, los actos temerarios de las guerrillas y las
acciones violentas, los atentados y las amenazas a líderes populares, Magangué
no fue ajeno al torbellino político de los días que corren. Con una población
registrada de víctimas del desplazamiento del conflicto armado de cerca de
30.000 personas (más del 15% de la población total del municipio), que
provenientes de otros municipios congestionaron desde años atrás la precaria
infraestructura de servicios públicos domiciliarios, la red hospitalaria, la
educación pública y aumentaron un déficit de vivienda ya de por sí abultado,
puede decirse que una parte sustancial de la administración pública municipal
en Magangué consiste en la atención de esta población vulnerable, bien a través
de la Unidad Nacional de Víctimas, los programas sociales del gobierno
nacional, el Sistema General de Participaciones (educación y salud) y con
recursos propios del municipio. A ello deben añadirse los flagelos sociales
presentes en el país: un alto desempleo (del 30%), una descomposición social
acelerada por el microtráfico de estupefacientes, una considerable tasa de
drogadicción y delincuencia juvenil, embarazos precoces de adolescentes y
prostitución infantil. La administración de Marcelo Torres acometió el
restablecimiento de la democracia y un esfuerzo por mejorar las condiciones del
ochenta por ciento de la población compuesto por los estratos sociales 1 y 2 en
distintos frentes de trabajo que incluyeron siempre a la población víctima del
desplazamiento, hasta donde era posible con los recursos transferidos por la
nación, los aportes del gobierno central y los magros recursos propios.
En la parte correspondiente a los logros de esta administración se
reseñará lo pertinente. Baste por ahora con registrar que, por un proyecto de
iniciativa de la administración municipal y recursos de la Unidad Nacional de Víctimas
se adecuó, por primer vez en el Sur de Bolívar, un centro de atención de
víctimas, cuyo funcionamiento y recursos humanos corren a cargo del municipio,
en el área urbana de Magangué, que desde entonces atiende varios miles de ellas
llegadas cada mes, suministrándoles alojamiento de paso, alimentación temporal,
atención médica y sicológica especialmente para la niñez, adelantamiento de
trámites y reclamos, y subsidios de transporte intermunicipal. Con toda
justicia a Magangué se le reconoció por varios medios de comunicación como un
‘‘laboratorio del posconflicto’’.
La administración de Marcelo Torres no sólo cumplió la difícil misión de
rescatar la democracia, salvar el municipio del desahucio y desarrollar obras
materiales de significativo impacto social, sino que habiendo conjurado el
cerco político y económico de la ilegalidad y la violencia en una de las
regiones más conflictivas y rezagadas del país, inició la configuración de una
forma de administración democrática, moderna y ética, ajena por completo a la
exclusión, al soborno y a todo tipo de extremismos, que constituye un genuino
ensayo de administración para la paz, en el período histórico que se abre con
los acuerdos que están a punto de celebrarse entre el Gobierno y los grupos
armados. Se requerirá en todo el territorio nacional por parte de todas las personas
y partidos una buena dosis de tolerancia, de voluntad de concertación por
encima de las diferencias, de respeto y afianzamiento de la institucionalidad
vigente en favor de la convivencia democrática y la civilidad, para que las
expectativas de paz que inflaman el corazón de la inmensa mayoría de los
colombianos, cuajen por fin en un país enfilado hacia una nueva era de
civilización política, en la cual sea factible luchar, sin riesgos mortales,
por progreso y bienestar para todos. Con Marcelo, Magangué nos ha dado un
ejemplo pequeño pero potente de que ello es posible.
Nota
[i] Arturo Villarreal
Echeona, oriundo de El Banco en la región del Pocabuy, investigador social y
veterano promotor de las causas populares en el río Magdalena desde los tiempos
de la Política de Pies Descalzos del PTC. Es escritor, Premio Nacional de
Literatura en Colombia, y periodista laureado en México en 1990.
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