Mauricio Vargas líder juvenil, estudiantil y político en Medellín, desarrolla en un interesante artículo conceptos sobre la necesidad de que los cambios culturales preparen los cambios estructurales, sobre la base de una educción nacional, científica y popular. Se adentra también en el análisis del actual movimiento por la defensa de la educación superior pública, sus antecedentes como el movimiento estudiantil del 71 y los retos organizativos, reivindicativos y políticos del movimiento en marcha.Por Mauricio Vargas González
Estudiante de Derecho, Uniremington.
La universidad debe
constituirse como un pilar fundamental de la investigación, la ciencia y el
pensamiento de la sociedad en su conjunto, en el cerebro de nuestro cuerpo
social, el que debe definir para donde se mueve, en que han de destinarse los
recursos y cuál debe ser nuestra consciencia frente a la realidad desnuda. Debe
ser el lugar por excelencia para analizar las tendencias de la sociedad y poder
plantear otros caminos, cambios de paradigmas y proyectar nuevas rutas.
Sin embargo a medida que
se agudiza y se profundiza el neoliberalismo, se le quiere reducir a simple
reproductora de saberes funcionales al “libre mercado”, es decir a formar
profesionales para las multinacionales, y a ser simple bocina ideológica de la
explotación, el despojo, la exclusión, el elitismo, el neocolonialismo y la
destrucción ambiental. La Universidad es la consciencia crítica de la sociedad,
frente a la consciencia obtusa de los medios masivos de comunicación, frente a
la consciencia alienante del consumismo de mercancías y sus agencias
publicitarias, frente a la consciencia corrupta de los gobiernos burocráticos,
clientelares y serviles al capital financiero, a las metrópolis industriales y
al latifundio feudal y finalmente frente a la consciencia malvada y retorcida
del narcotráfico, el paramilitarismo y la criminalidad.
Es pues la universidad la
llamada a configurar una cultura nacional, regional y metropolitana que
consolide los valores de la paz, la convivencia, la ética, el respeto, la
inclusión, el cuidado del medio ambiente y de la justicia social.
Pero lo más importe: la universidad
debe constituirse como el centro de producción de fuerza de trabajo cualificada
para la independencia, la soberanía y el desarrollo de las fuerzas productivas
nacionales. El núcleo fundamental de la invención que impulse nuestras
creaciones materiales e intelectuales a nivel mundial.
Dentro de ella hay un
sector muy especial de la población: la juventud, que está llamada a separarse
de las tradiciones y desbrozar el camino hacia otras formas de existir, de ser,
de actuar y de responder a los desafíos de la sociedad. Es allí donde se abre
camino de la vieja cultura a la nueva cultura. Gran parte de las innovaciones
sociales y culturales con las que contamos hoy en día: ambientalismo,
animalismo, los Lgtbi, reivindicaciones étnicas y el feminismo, se lo debemos a
la generación del mayo francés del 68, y principios de la década del 70 en todo
el globo. Una oleada mundial juvenil que hizo temblar los cimientos de una
sociedad clerical, reaccionaria, conservadora y autoritaria.
Obviamente a nivel de
ciencia y tecnología, el alma mater ha sido un precursor contemporáneo de
muchas de las cosas que hoy nos hacen la vida más fácil, gracias a la
agronomía, la ingeniería, la medicina, la física, la electrónica, etc. Valdría
la pena destacar el software libre, una invención de la academia, que
trascendió el espíritu hirsuto y banal del capitalismo y su acumulación
anárquica para fundar un nuevo zeitgeis.
Compartir libremente el conocimiento, la información, el saber para una
sociedad más libre, más transparente y más equitativa.
El gran movimiento estudiantil
de 1971 en Colombia produjo una visión política de lo que debe ser una universidad
al lograr el cogobierno en la Universidad de Antioquia y la Universidad
Nacional, donde profesores y estudiantes se constituyeron como mayoría en un
nuevo organismo de dirección universitario. Lastimosamente la inconsecuencia y
la ignorancia de la izquierda de la época no permitió sostener este espacio de
poder conquistado al bipartidismo colombiano lacayo del imperialismo
norteamericano.
Se puso así en discusión el
factor del poder dentro de la universidad y de cómo, aun cuando se plantee la
necesidad de transformar la sociedad remplazando el viejo Estado y la vieja
democracia para acabar con la explotación y la desigualdad social, la universidad
debe ser la partera y la gestora de este cambio, es en ella donde debe empezar
el cambio. Es decir, antes de una revolución política, debe venir primero una
revolución en las ideas, una revolución cultural. Son las instituciones
educativas el sitio privilegiado donde los conceptos, las teorías, los métodos
sobre la naturaleza, el hombre y la sociedad, se ponen en discusión de manera
abierta, franca y crítica.
La Mesa Amplia Nacional
Estudiantil (Mane) en 2011 logró conformar una organización nacional de
estudiantes quienes consiguieron parar la reforma a la Ley 30 que buscaba
imponer el ánimo de lucro y profundizar la tercerización y privatización de la
educación pública. Protagonizaron una gran lucha que desnudó ante la opinión
pública las terribles inequidades y obstáculos que impone la Ley 30 de 1992 y
el modelo educativo neoliberal de la Constitución Política de 1991 para la
educación del país. Entregarla a las leyes del mercado, de la oferta y la
demanda y la “libre competencia”, la precarización laboral para los profesores,
la progresiva autofinanciación, la bancarización y financiarización del acceso
a la educación que a su vez condiciona el desarrollo curricular y de
investigación, el desvío de los recursos públicos a fondos leoninos –Icetex–,
obediencia a las “recomendaciones” o exigencias de organismos extranjeros
–Banco Mundial-, antidemocracia en los órganos directivos –Consejos Superiores
y Académicos- que dan mínima incidencia de los profesores y estudiantes,
centralización autocrática en el Presidente de la República de las políticas de
ciencia y tecnología nacionales en detrimento de la autonomía de la comunidad
académica y científica colombiana, descarga de la financiación sobre la
sociedad, la familia y sobre “los solventes que puedan pagarla” (art 67 CP), “Descentralización”
que traslada la responsabilidad del Estado a los entes territoriales quienes se
ven obligados a asumirla con impuestos sobre los ciudadanos.
Las grandes enseñanzas de
la Mane se sintetizan en el deslinde con la violencia como método de lucha
política en Colombia, en la conformación de un gran frente amplio estudiantil
para derrotar al gobierno y en la capacidad de conquistar el favor de la
opinión pública nacional sobre la base de la creatividad, los argumentos, la
rigurosidad y el estudio.
De la Unión Nacional de
Estudiantes de Educación Superior (Unees) podemos destacar que se ha erigido
como una plataforma horizontal y no como una organización jerárquica, lo que le
ha permitido darle cabida a las minorías, a los independientes y desplegar una
construcción programática y organizativa más democrática, incluyente y
participativa, dándole prioridad a las regiones y a lo local, a diferencia de
la Mane que fue monopolizada por algunas pocas organizaciones estudiantiles y
fue centralizada desde Bogotá. También que se están enfocando en el trabajo de
base, en la discusión amplia y que no buscan los protagonismos mediáticos ni
imponer líneas por encima de las dinámicas de cada universidad y sus
respectivas asambleas. Sus retos son excluir la violencia y a quienes la usen
en los procesos estudiantiles para ganar apoyo de la opinión pública y no caer
en sectarismos que las dividan internamente, así como lograr unidad de acción
con las otras dos expresiones nacionales de los estudiantes colombianos –Fenares
y Acrees–.
Hoy frente al despertar de
la juventud estudiosa y ente la épica movilización nacional jamás vista en el
país el pasado 10 de octubre de 2018, tanto la Unión Nacional de Estudiantes de
Educación Superior (Unees), la Asociación Colombiana de Representantes de
Educación Superior (Acrees) Y la Federación Colombiana de Representantes
Estudiantiles de Educación Superior (Fenares) deben unirse inexorablemente y
conformar un solo bloque que enfrente al gobierno de Duque para arrancarle no
solo los billones requeridos para subsanar el déficit, sino que se tome por
asalto el poder de la universidad y se remplacen los viejos órganos de
dirección antidemocrática del Alma Mater.
El Consejo Nacional de
Educación Superior y los Consejos Superiores Universitarios deberán ser
organismos nuevos, donde los estudiantes y profesores sean la mayoría –como en
el año de 1971– cuya misión fundamental sea la de garantizar la gratuidad, la
ciencia, la máxima cobertura, la libertad de cátedra y la de una academia al
servicio del desarrollo nacional y el bienestar de todo el pueblo colombiano.
La Universidad Colombiana
debe afrontar los retos del siglo XXI:
1) El cambio climático que
amenaza la supervivencia de los seres vivos del planeta, lo cual exige
transitar hacia las energías limpias y renovables, el cuidado de la tierra, el
medio ambiente y el agua. Remplazar el modelo extractivista por el modelo agropecuario
y cambiar los químicos y transgénicos por los métodos sostenibles y compuestos
orgánicos para la producción de alimentos.
2) La integración y
participación en las redes de conocimientos globales. Adoptar el Software Libre
como modelo de conocimiento nacional y volverse productora mundial de
tecnologías digitales y cibernéticas.
3) Aportar al tránsito
hacia la paz, desarrollando proyectos sociales y desarrollos industriales y
agropecuarios de mano con las empresas públicas en las regiones y territorios
afectados por la guerra. Bancarrota de la globalización neoliberal, implementar
una industria nacional y fortalecer las empresas estatales estratégicas,
desarrollar el mercado interno y pasar de la producción de materias primas a
productos de valor agregado.
El déficit de 18 billones
a la universidad pública, el déficit de 138 mil millones a la Universidad de
Antioquia y de 80 mil millones a la Universidad Nacional, el destino de 3,5
billones a Ser Pilo Paga para beneficiar 45 mil estudiantes, mientras con solo
3 billones actuales atienden a 600 mil estudiantes de educación superior
representa un problema urgente de inmediata solución para impedir la implosión
de la universidad pública en Colombia.
Así mismo el aumento de
apenas un billón, de los cuales solo 50 mil millones van a la base presupuestal
de las universidades, cuando el pliego mínimo de Unees exige 3,5 billones es
una afrenta del gobierno Duque a la sociedad colombiana respecto de los tamaños
retos que enfrenta y de los cuales requiere el concurso de la academia y la
ciencia nacional.
El Icetex debe ser
liquidado y condonada la deuda a todos los estudiantes. Se debe acabar con el
programa Ser Pilo Paga y sus subsecuentes derivaciones. Los recursos destinados
a estos entes, ajenos a los intereses nacionales, deben ir directamente a las
entidades de educación superior para garantizar gratuidad y máxima calidad.
Por eso el paro nacional
de universidades debe ser apoyado todo el pueblo colombiano y en especial por
el movimiento obrero y el movimiento campesino.
Que la juventud se vuelque
a las calles como jamás había sucedido en el país dadas las magnitudes del 10-O
indican que está despertando un nuevo sujeto político en Colombia. Una juventud
consciente, activa, empoderada, que no solo irrumpirá en la historia colombiana
del nuevo mileno en la exigencia de sus derechos fundamentales, sino que, si es
bien orientada y dirigida, puede poner su impronta en desbrozar el camino hacia
otra sociedad, hacia otra cultura, hacia otro estado de cosas. Hoy la juventud,
recuperando su papel universal como en las faenas sociales del mayo del 68 y
del Movimiento Estudiantil Colombiano de 1971, se prepara para dar la batalla
frente a un gobierno autoritario, oscurantista y reaccionario.
¡Hoy la juventud lleva la
batuta hacia una revolución cultural!
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