El Paro y la forma burda en que han intentado descalificarlo y reprimirlo nos ha devuelto a la vida y al mundo
Por Edwin Palma Egea | noviembre 26, 2019
El Paro Nacional nos está dejando muchas lecciones, muchas imágenes y
cambios positivos para la agenda laboral y para el mundo sindical colombiano.
Ocurrió algo clave, que está transformando la historia de la sociedad
civil colombiana y quizás pocos han visto o mucho menos se preveía que
ocurriera tan temprano. El movimiento estudiantil y el movimiento sindical han
logrado por fin encontrarse, los estudiantes han recogido la antorcha de la
lucha sindical por trabajo decente, por el derecho a pensiones dignas, por la
defensa del patrimonio público.
Los sindicatos han asumido que el derecho a la educación pública,
gratuita y universal, la urgencia de detener la destrucción del planeta o el
respeto por la pluralidad y las libertades individuales son también hoy parte
de su agenda, a esto hay que sumarle la agenda centenaria ya de modernización
de la Colombia rural.
El discurso oficial de los fundamentalistas neoliberales, que nos
mandaban a decir que el trabajo formal y la pensión digna eran cosas de
ancianos y de los dinosaurios sindicales, que los jóvenes estaban destinados al
triunfo a través del emprendimiento, a la Libertad de la inestabilidad laboral,
se quebró el 4 de octubre del 2019 cuándo juntos la CUT, la CTC, Fecode y la
USO entre otras organizaciones de trabajadoras y trabajadores, Unees y Acrees
por los estudiantes y la Cumbre Agraria, Campesina, Étnica y Popular, la
coordinación nacional de los mayores movimientos sociales del país, acordaron
realizar un paro nacional para el jueves 21 de noviembre.
En principio las razones del paro fueron los muy claros anuncios del
gobierno y de sus jefes del Consejo Gremial acerca de la presentación de una
nueva reforma laboral para seguir bajando salarios y aumentando la precariedad
y la reforma pensional que implicaba entregarle todo el sistema pensional a dos
fondos de pensiones privados, la venta de una porción de acciones de Ecopetrol
y de Cenit, de ISA y la creación del llamado holding financiero público entre
otras causas.
La cereza del pastel fueron la propuesta de la Anif, centro de
propaganda de Luis Carlos Sarmiento, de bajar el salario mínimo para los
jóvenes un 25 % y la visita de Ángel Gurría, secretario de la OCDE, que vino a
“recomendar” bajar salarios, pensiones y claro, impuestos a las empresas.
A las causas internas se sumó la insurrección suramericana, la campaña
inútil del gobierno declarando inexistentes las reformas del Paquetazo y
acusarnos de agentes de la conspiración judeo-masónica encarnada hoy en el
temible Foro de Sao Paulo.
Álvaro Uribe Vélez resucitó la vieja infamia que el político
ultraconservador, expresidente también e ideólogo del fascismo en Colombia,
Laureano Gómez, hizo en los años cuarenta del siglo XX sobre el Partido
Liberal, aplicándola ahora a trabajadores, campesinos y estudiantes. Dijo
Laureano: “En Colombia se habla todavía del Partido Liberal para designar
una masa amorfa, informe y contradictoria… que solo puede compararse o
calificarse como la creación imaginaria de épocas pretéritas: El basilisco era
un monstruo que tenía la cabeza de un animal, el rostro de otro, los brazos de
otro más y los pies de una criatura deforme, formando el conjunto un ser tan
espantoso y horroroso que solo mirarlo causaba la muerte. Nuestro basilisco se
mueve con pies de confusión y estupidez, sobre piernas de brutalidad y
violencia, que arrastran su inmensa barriga oligárquica; con pecho de ira,
brazos masónicos y una pequeña, diminuta cabeza comunista”.
El comunicado de Uribe y el Centro Democrático del 6 de noviembre
reencaucha esa frase que desató la violencia de los años 50 del siglo pasado y
la echa a rodar de nuevo, el paro en Colombia, las protestas suramericanas son
una conspiración del “terrorista” Foro de Sao Paulo, pero la frase de Laureano
Gómez también es una buena descripción de cómo la extrema derecha y sus
economistas neoliberales ven al pueblo, a la ciudadanía movilizada: Una masa
amorfa, ignorante, utilizada por conspiradores del comunismo internacional.
Pero en los días que corren esos reinventos de la derecha uribista, la
operación de desinformación del gobierno y la promoción del terror y la
conspiración comunista causaron el efecto contrario, hoy el paro es un éxito,
llevamos cinco días en las calles, en este paro que en realidad es un boicot,
en el sentido de los repertorios contemporáneos de los movimientos de protesta
laboral, en la definición del profesor Marcio Tulio Viana, y puede que no tenga
comparación en los anales de la historia de los movimientos sociales y las
protestas en Colombia, por su amplia alianza de convocantes, su duración y la
pluralidad de ciudadanos y ciudadanas en la calle, en los cacerolazos.
El Paro y la forma burda en que han intentado descalificarlo y
reprimirlo nos ha devuelto a la vida y al mundo, este país que seguía siendo, a
pesar de tanto TLC, el Tibet suramericano ha avanzado décadas en días y hoy
nuestro tiempo histórico se alinea con el del hemisferio.
Mientras tanto el gobierno se debate entre las voces que en su partido
claman por fuerza y autodefensa y las voces que hasta el momento lo han llevado
a la propuesta de Conversación Nacional, propuesta poco creíble, pues ayer
mientras Duque hablaba de diálogo y unidad y de escuchar a los colombianos,
firmó el decreto que creó el Grupo financiero de entidades públicas,
precisamente una de las causas del paro.
Por el momento toca seguir en la calle con los cacerolazos, las rumbas,
los conciertos, los besatones y las marchas en paz, sin violencia, esa ha sido
la clave de estos días de la Primavera Colombiana. Mejor celebración del
Bicentenario no hemos podido tener.
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