Por Consuelo
Ahumada
Miembro
de número de la Academia Colombiana de Ciencias Económicas, ACCE e integrante
de la dirección nacional del Partido de Trabajo de Colombia (PTC).
El nuevo año arranca con una manifestación más del poderío y prepotencia de Estados Unidos en el mundo. El atentado ordenado por Donald Trump en la madrugada de ayer, que acabó con la vida del General Qasem Soleimani, jefe de la unidad de élite del Cuerpo de Guardianes de la Revolución, es un ejercicio claro de terrorismo internacional. Mediante misiles accionados por drones, las fuerzas estadounidenses provocaron la desaparición literal de esta importante figura, junto con la de Abu Mahdi, al Muhandis, líder de las Fuerzas de Movilización Popular de Irak y la de otros de sus funcionarios, en cercanías del aeropuerto de Bagdad. Es decir, fue un golpe aleve a dos países: Irán e Irak. Horas después, se produjo un nuevo ataque estadounidense cerca de Bagdad, que dejó un saldo de cinco médicos muertos.
Aparte
de héroe nacional, el General Soleimani era la figura más reconocida de su país
en la convulsionada región del Medio Oriente. Tenía una fuerte influencia y
estrechos vínculos con las milicias chiitas de toda la región y era considerado
un gran estratega militar. Fue él quien organizó las fuerzas que derrotaron al
temible Estado Islámico el año pasado, un triunfo que, contra toda evidencia y
por obra de los poderosos medios internacionales, se atribuyeron Trump y sus fuerzas
aliadas.
Para entender este ataque, hay que tener en
cuenta el contexto de los últimos años. En enero de 2016 el entonces presidente
Barack Obama suscribió el acuerdo nuclear con Irán, el cual fue considerado,
junto con el restablecimiento de relaciones con Cuba, como un aporte
significativo de la política exterior del exmandatario estadounidense a la paz
global. Este importante acuerdo con el país más influyente del Golfo Pérsico
había sido alcanzado en julio de 2015 después de una ardua negociación de dos
años, se conoce como el Acuerdo Nuclear 5+1 (Estados Unidos, Francia, China,
Reino Unido, Rusia y Alemania + Irán). Contó además con el aval de la Naciones
Unidas.
Mediante este acuerdo, Estados Unidos anulaba
las restricciones relativas al programa nuclear de Irán que afectaban a la
República Islámica, en los sectores financiero y petrolero, a cambio de establecer
severos controles al desarrollo nuclear de Irán. En su momento, el pacto
suscrito provocó un fuerte rechazo por parte de los republicanos y del gobierno
de Israel. Recordemos que, en un hecho insólito, en marzo de 2015 su primer
ministro Benjamin Netanyahu intervino en el Congreso de Estados Unidos en
contra del acuerdo y de la política internacional de Obama.
Pero
el triunfo de Donald Trump fortaleció los vientos de guerra en la Casa Blanca.
En mayo de 2018, desconociendo el clamor de los demás signatarios, sacó a su país del
acuerdo nuclear, para complacer al poderoso Complejo Industrial Militar (CMI)
que gobierna allí y a la extrema derecha amiga de la guerra y enemiga de la paz
en el mundo entero.
El reciente atentado de Estados Unidos, que
contó con el apoyo y asesoría de Israel, se produjo en medio de un escalamiento
de las tensiones históricas entre Washington y Teherán. El pasado 30 de
diciembre, como represalia por el asesinato de un contratista estadounidense en
una base militar de Irak, las fuerzas del Pentágono bombardearon la frontera
entre Irán e Irak, con un saldo de al menos 25 muertos. Días después se produjo
el asalto a la embajada de Estados Unidos en Bagdad, por parte de milicias
chiitas, que fue tomado como pretexto para el atentado cerca del aeropuerto de
Bagdad.
Las consecuencias de este hecho en todo el
Medio Oriente podrían ser desastrosas. “Este hombre debió haber sido asesinado
hace muchos años”, afirmó Trump, tratando de justificarse tras reconocer que
había ordenado el asesinato del poderoso general. Irán, por su parte, prometió
una “venganza severa”. El mandatario estadounidense anunció el envío de tres
mil tropas adicionales al Medio Oriente. Se prevé un recrudecimiento de la
violencia y de los atentados terroristas en toda la región y en especial en
sitios estratégicos para Estados Unidos y sus poderosos aliados en la región,
Israel y Arabia Saudita.
Se
vienen días muy duros para los pueblos del Medio Oriente, pero en particular
para los palestinos y yemenís, víctimas de la dominación colonial y la agresión
bélica de estos dos países. En el orden internacional, China y Rusia han
llamado a la moderación y han anunciado acciones conjuntas para tratar de
frenar la guerra. Entre tanto, varios países de la región y el mundo, incluidos
sectores demócratas y progresistas de Estados Unidos, condenaron el atentado
terrorista. Como podía esperarse, Colombia rechazó solo el ataque a la embajada
de Bagdad y expresó su solidaridad con el pueblo y el gobierno de Estados
Unidos. Duque nada ha dicho sobre el atentado contra el general iraní y espera
instrucciones de su jefe Trump.
Por
último, hay que insistir en el rechazo al terrorismo en todas sus formas, venga
de donde venga. Pero ante todo deben denunciarse y repudiarse las políticas
imperiales y coloniales que no solo lo incentivan al exacerbar las
contradicciones históricas en la región, sino también lo practican.
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