Por la
Redacción de BAGATELA
Durante
los duros meses que el coronavirus castigó a China, los jerarcas del
capitalismo mundial, con Trump a la cabeza, se regodearon ─los medios señalaron
que era el “el Chernobyl” chino─ dando por sentado los irreparables daños que
muy probablemente sufriría la gran nación. Trump desaconsejó a los ciudadanos
estadounidenses viajar a China y tuiteó contra “el virus chino”, y Pompeo, el
secretario de Estado y exjefe de la CIA, estigmatizó “el virus de Wuhan”. Vino
luego un veto a la entrada a extranjeros que hubiesen viajado a China en
los últimos 14 días. El senador republicano Tom Cotton, insistió en febrero que
el virus podría haberse originado en un laboratorio de bioseguridad de Wuhan.
Celebraron que a causa de la pandemia que se abatía sobre el pueblo chino, las
inversiones de sus empresas ─de vuelta del coloso asiático─ retornarían a
Norteamérica. Además, Washington impuso a medios de comunicación estatales de
China que operan en Estados Unidos un estricto límite al número de ciudadanos
chinos que pueden trabajar en territorio norteamericano. En el colmo de sus
tambaleantes pretensiones hegemonistas y en un elocuente desprecio por la vida
y el bienestar del mundo, incluidos sus aliados cercanos, el gobierno de Trump
intentó comprarle en exclusividad la vacuna que fabricó una empresa alemana ─que
estará disponible para su aplicación bastante antes de que termine el período
de pruebas tanto la de China como la estadounidense─ para colocarla al servicio
exclusivo de los intereses del gran capital corporativo gringo. Felizmente para
la humanidad, la intentona fracasó al rechazar la empresa y el gobierno alemán
la maniobra gringa.
Lo
curioso es que ahora, cuando los chinos parecen empezar a controlar y reducir
el flagelo, sean precisamente las poblaciones de Europa y Estados Unidos las
que experimenten, gracias a la imprevisión de sus gobiernos y a la falta de
idoneidad de sus sistemas de salud, los ramalazos de la pandemia.
Visto lo
evidente de la pretensión del gobierno de Estados Unidos de aprovechar la
infortunada emergencia de la difusión del virus en China para sacar ventaja en
el contexto del conflicto global que lo enfrenta con el ascendente y poderoso
rival, el gobierno chino reaccionó. Acusó a Trump de promover el pánico
económico con sus medidas iniciales ante la pandemia, calificadas de xenófobas
y racistas por el régimen chino, que provocaron a primeros de febrero el
remezón de las bolsas. Exigió que la administración Trump debía informar al
mundo cuándo se habían registrado los casos de muertes por coronavirus en
territorio estadounidense de que dio cuenta ante el Congreso el director de los
Centros de Control y Prevención de Enfermedades (CDC) de EE.UU., Robert R.
Redfield[1]. Anticipó que
“Podría haber sido el ejército estadounidense quien trajo la epidemia a Wuhan”
durante los juegos militares mundiales de octubre pasado en esa ciudad[2]. Y expulsó de
China, a mediados de marzo, a los periodistas de nacionalidad estadounidense de
The New York Times, The Washington Post y The Wall Street Journal.[3]
En Wuhan
el antiviral cubano, interferón, fue incluido entre los 10 medicamentos para el
tratamiento del coronavirus, lo que permitió que pudiera salvarse la vida a unos
3.500 pacientes afectados.
[1]“Coronavirus: cómo el
virus se volvió parte de la ‘guerra’ política entre EE.UU. y China”, https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-51938799
, 18 marzo 2020
[2] Ídem, https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-51938799
, 18 marzo 2020.
EmoticonEmoticon