No, senador, sí importa lo que se haga en esta crisis. La diferencia será el saldo en vidas perdidas o salvadas y en padecimientos, acentuados y prolongados, o abreviados y aliviados, del pueblo.
Por
Marcelo Torres
Bogotá, 20 de abril de 2020
Bogotá, 20 de abril de 2020
En
entrevista concedida a La FM, el senador Jorge Enrique Robledo, el pasado 15 de
abril, dijo, entre otro montón de cosas, que “es más o menos fácil entender que
no importa lo que se haga en esta crisis, lo digo con toda franqueza, porque
estamos en el subdesarrollo y los recursos del Estado colombiano para
respaldarla van a ser insuficientes”. No, no es nada fácil “entender” semejante
afirmación. Por el contrario, millones de colombianos esperan que se haga
“algo” en esta emergencia nacional respecto de las serias limitaciones o muy
serios perjuicios que les impone el confinamiento o aislamiento social, medida
necesaria para contrarrestar la expansión del contagio del coronavirus. Por
ejemplo, numerosas empresas, debido al bajonazo en la economía nacional que
implica la medida a la venta de sus productos o servicios, han resuelto
descargar sobre los trabajadores tan serio percance.
Les
han impuesto vacaciones no remuneradas con cláusula de no reclamo “voluntario”
a la empresa por parte de los trabajadores, obligados a tomar vacaciones. Tal
el caso de Avianca. Con la oreja sorda o la “ceguera” del gobierno ante la
lesiva maniobra patronal. Más grave es el insólito pedido del Grupo Sarmiento
Angulo a sus trabajadores del diario El Tiempo de que le regalaran,
completamente gratis, jornadas de trabajo enteras durante la semana santa. No
faltaron las empresas que quisieron resarcirse congelando salarios o incluso
imponiendo recortes “voluntarios” de los mismos a sus trabajadores. O lo peor,
lanzándolos al desempleo en el tan duro tiempo del coronavirus. Por supuesto,
las cosas no paran ahí. Alrededor de la mitad de la fuerza de trabajo activa
del país está compuesta de trabajadores informales, mal contados unos 15
millones de trabajadores que laboran a la intemperie, en sus hogares o en
pequeños talleres.
Como
en la paleolítica prehistoria, muchos de ellos salen de sus lugares de vivienda
a cazar literalmente los medios de subsistencia del día. No se pueden confinar
o aislarse socialmente así no más. Si se confinan necesitan un ingreso básico,
por lo menos de supervivencia. Lo mismo que los trabajadores formales obligados
a vacacionar sin remuneración, como aquellos que tuvieron que consentir en
disminución de sus salarios para no hablar de los que fueron aventados al
pavimento del desempleo. Algo similar requieren los pequeños y medianos
negocios y empresarios que amén de suministrar parte abultada del empleo
nacional concurren a la creación o distribución de la riqueza nacional.
No
senador, sin duda que a quienes hemos aludido no les quedará fácil “entender”
la sesuda apreciación de que “no importa lo que se haga en esta crisis” (los
subrayados son míos). Creo que lo que se haga o deje de hacerse les importa, y
mucho. Ahora, si su formulación se refería era al mediano o largo plazo del
desarrollo nacional y a que dado que “estamos en el subdesarrollo” y los
recursos estatales son por tanto insuficientes del todo para sacarnos de ese
lamentable estadio, tampoco resulta “más o menos fácil” entender su sentido. Es
más, se me hace que si así fuera, que su juicio se formula desde el cielo raso
de la teoría del desarrollo social, no dejaría de estar afectado por cierto
tinte aristocrático lleno de desdén, por la crítica realidad terrenal ─sobre la
cual “no importa lo que se haga”─ que agobia a Colombia, impactada por las dos
calamidades globales de la pandemia y la recesión económica.
Hace
100 años de cuando Lenin, en plena guerra civil en el país de los Soviets,
advirtiera que a los países atrasados como el suyo les iba a quedar
extraordinariamente difícil construir una sociedad nueva, socialista, dado su
bajo nivel de acumulación de capital, y habida cuenta de que la revolución no
había tenido lugar en ninguno de los países centrales. Aquella guerra y las
realidades que parió partieron en dos y para siempre la historia del siglo XX y
su gran onda secular aún gravita sobre el nuestro, así quienes ostentan el
poder sobre el globo hayan querido conjurar su omnipresente fantasma, y así
muchos otros no lo sepan o se empeñen en ignorarlo. En realidad, ese bajo nivel
de acumulación de capital de nuestros países, como el hecho de que la victoria
revolucionaria no haya ocurrido en ningún país del primer mundo, sigue
constituyendo las coordenadas estratégicas dentro de las cuales se mueve cuanto
acontece. Incluyendo a Colombia. Pero no por eso, no por elevar su visión muy
por encima de las terribles circunstancias del momento, no por eso, repitámoslo,
dejó Lenin de trazar la orientación que se debía sobre el momento.
A
pesar de que su país había sido reducido casi a una condición primitiva con su
industria y su clase obrera casi disueltas del todo, supo tomar las decisiones
necesarias, hacer las necesarias concesiones del día, incluso a sabiendas de
que entrañaban cierto retroceso, restablecer el comercio y el abastecimiento
del campo a las ciudades, y eso impidió que su gran nación sucumbiera y pudiera
reconstruirse. Por supuesto, todo aquello no hubiera podido hacerse bajo el “no
importa lo que se haga en esta crisis”.
El
resto de la formulación del senador Robledo aparece todavía peor. La
indiferencia por lo que se haga, fundada en que el país es atrasado y en que
los recursos del Estado son insuficientes en esta crisis “para respaldarla,” se
parece mucho ─amén de la ambigüedad─ a una justificación de la negativa del
gobierno a realizar el gasto público necesario para fortalecer la capacidad
médico-hospitalaria del país y para que el pueblo pueda observar el
confinamiento a cabalidad. Tan importa, que el grueso del pulso que hoy libra
el pueblo colombiano, así no haya mucha coordinación entre sus múltiples
sectores, y el gobierno del uribismo retornado al poder, es por la destinación
de los recursos públicos, por si siguen fluyendo a chorros hacia la élite de
magnates dueños de bancos e inmensos latifundios o si, por una vez, quienes los
manejan van a ser obligados por la presión democrática popular a emplearlos en
favor de la vida y el interés general. No, senador, sí importa lo que se haga
en esta crisis. La diferencia será el saldo en vidas perdidas o salvadas y en
padecimientos, acentuados y prolongados, o abreviados y aliviados, del pueblo.
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