Cuando se mira el mapa económico actual se descubre que un puñado de corporaciones manejan los principales negocios a lo largo del planeta, que se materializan en las 300 familias que son dueñas de la mitad de la riqueza del planeta. Esas corporaciones o familias son las que salieron indemnes en 2001 y 2008, a costa del padecimiento del 90 por ciento o del 99 por ciento de los pobladores del orbe. Y todo indica que, a menos que haya un levantamiento popular
Por Edmundo Zárate
Profesor universitario
Quienes
nacieron a principios de este siglo han vivido, en rara excepción para la corta
vida de una persona, en medio de tres hechos que acarrean grandes giros
históricos: La implosión de las Torres Gemelas en septiembre de 2001, la crisis
económica de 2008 y la actual crisis desatada por el covid-19. Hay elementos
comunes a los tres extraordinarios acontecimientos que vale la pena destacar, y
si bien el covid-19 hasta ahora empieza, los otros dos acontecimientos permiten
interpolar conclusiones.
Los platos rotos
Ante
todo, que quien terminó cargando con el peso de los nefastos efectos fue el
grueso de la población mientras los pocos dueños de la riqueza del planeta
vieron acrecentar su poder económico y político sin afectaciones, pues en este
siglo ni siquiera se vieron las decenas de suicidios de millonarios que
ocurrieron en 1929. El Acta Patriótica, expedida luego de la caída de las
Torres Gemelas abrió la puerta a la sistemática violación de los más
elementales derechos de los individuos en Estados Unidos y en el mundo.
De
otra parte, no obstante los golpes de pecho de algunos de los artífices de la
economía y de la política, pasada la crisis no corrigieron para nada el rumbo
de lo que venían haciendo pues ellos son apenas la materialización de unas
tendencias, de unas leyes de hierro, en este caso las de la economía
capitalista. Por eso de poco sirvieron los llamados de sus mismos teóricos como
Krugman, Piketty, Stiglitz o Sachs.
Estos
dos elementos comunes no dan muestras de que vayan a cambiar por la actual
crisis. La burguesía financiera desde la década de 1980 ha adquirido un
desproporcionado peso económico y político frente a los otros sectores
capitalistas y los trabajadores. Ello se expresa en el absoluto control que
ejercen sobre las finanzas públicas a través de los préstamos a los Estados a
lo largo y ancho del planeta con excepción de China. Además controlan para su
beneficio los negocios básicos para atender el bienestar de la población, la
salud, las pensiones y, de manera creciente, la educación.
Este
fenómeno ‒analizado en profundidad por Lenin y por Hilferding quienes
estudiaron el capitalismo financiero‒, se manifiesta, por supuesto, en el
control de los otros sectores reales de la economía, el manufacturero (con su
expresión actual, el mundo de los servicios tecnológicos) y el agrícola. Estos
autores pusieron de presente que estaba ocurriendo una fusión entre el capital
de la vieja burguesía industrial y el capital de los banqueros, y estos últimos
terminarían controlando todo, como en efecto ocurrió. El resultado anunciado
por ellos fue el surgimiento del capital financiero y la consolidación de los
monopolios.
Cuando
se mira el mapa económico actual se descubre que un puñado de corporaciones
manejan los principales negocios a lo largo del planeta, que se materializan en
las 300 familias que son dueñas de la mitad de la riqueza del planeta.
Esas
corporaciones o familias son las que salieron indemnes en 2001 y 2008, a costa
del padecimiento del 90 por ciento o del 99 por ciento de los pobladores del
orbe. Y todo indica que, a menos que haya un levantamiento popular mundial, en
esta crisis se enriquecerán más.
Unos
más iguales que otros
Se
anuncia por parte del Banco Mundial y el FMI que el crecimiento del PIB mundial
será negativo, en porcentajes que van entre -1,5 y -4,0 según la fuente. Pero
al desagregar los sectores y los países se observa que no todos tendrán la
misma suerte, pues se está hablando de promedio mundial y promedio de sectores.
La caída mundial no será peor porque China, maltrecha, sigue mostrando tasas de
crecimiento positivas, en tanto el resto del planeta no. La grafica 1 muestra
el crecimiento de algunas de las economías y la gráfica 2 las proyecciones para
el conjunto del planeta que muestran una terrible caída de hasta el 10%. Ello
significa que la situación de la población mundial será catastrófica.
Por
sectores el asunto también es diferente. Por el momento conviene llamar la
atención sobre los grandes perdedores: los sectores agrícola, minero,
manufacturero y de servicios asociados al turismo mundial. En el punto intermedio
están los de infraestructura y los menos afectados, el sector financiero. Se
repite la historia de las dos otras crisis de este siglo y de la que sirve de
gran punto de referencia, la de 1929. La gráfica 3 muestra la suerte de algunos
sectores en Estados Unidos, pero curiosamente ni Euromonitor, la fuente de
estas tres gráficas, ni otras reconocidas fuentes hacen cábalas sobre el sector
financiero, quizá para evitar mayor descontento.
La
caída agrícola tiene un efecto que a nadie escapa, una hambruna generalizada. Cerca
de la séptima parte de los habitantes de la tierra, unos mil millones de
personas, tendrán dificultades para conseguir los alimentos diarios, y unos 250
millones (aun de países desarrollados) sufrirán de hambre aguda por varios
factores: Una docena de empresas en el mundo controlan la compra de los
principales productos de la canasta alimenticia para convertirla en alimentos.
En la jerga de los analistas del sector hablan de la cadena del surco al
tenedor, la cual está parcialmente paralizada por cierre de transporte y de
puertos, y con creciente posibilidad de pérdida de productos en los campos.
Ese
oligopolio impuso a través de los tratados de libre comercio la política de que
era mejor comprarles a ellos que a los calificados como ineficientes campesinos
locales, acabando así con la soberanía alimenticia. El resultado es que, aún
países con amplias posibilidades agrarias como Colombia o México para mencionar
dos casos del vecindario, importan alimentos.
Tampoco
los insumos médicos requeridos para enfrentar la pandemia escapan a las leyes
del capitalismo salvaje. A ninguno de los productores mundiales se le ocurrirá
donarlos sino que están en una desaforada carrera para venderlos al mejor
postor, por no hablar de lo que ocurrirá cuando al cabo de muchos meses se
descubra la vacuna para la prevención y el medicamento para atender a los
infectados. Las denuncias hechas por mucho tiempo por Germán Vásquez en
Colombia y por Stiglitz en el mundo sobre las desproporcionadas ganancias de
los laboratorios, palidecerán con lo que viene.
Aún
son inciertas las cifras de crecimiento del sector financiero, hay elementos
para juzgar que no defraudarán a los dueños de los bancos, las aseguradoras,
los fondos de inversión, las agencias de bolsa y las empresas de medios de pago.
En efecto, salvo el manejo dado en China y quizá en Corea del Sur, en el grueso
de los países todos los incentivos que se están dando (créditos normales o
subsidiados, ayudas a los empresarios o trabajadores, reconstrucción de los arruinados
servicios de salud) se hacen a través del sector financiero de manera que cada
dólar dado por el Estado implica muchos centavos para los banqueros.
De
otra parte, los fondos asignados por el Banco Mundial y el FMI también terminan
nutriendo a los banqueros privados pues llegan a través de los bancos centrales
de cada país (el Banco de la República en Colombia) que se los entregan a los
bancos privados para que los administren.
En
cualquier caso, si el destinatario final no paga, los Estados crearon fondos de
garantías para absorber las pérdidas, que en consecuencia no afectan a los
privados intermediarios.
Por
lo demás, hay que destacar la denuncia hecha por el muy respetado economista
colombiano José Antonio Ocampo de que las ayudas dadas por el Banco Mundial son
menores a las asignadas como consecuencia de la crisis de 2008, y de que los
recursos del FMI, dada los condicionamientos impuestos (85 países han pedido
ayuda), correrán masivamente hacia los países desarrollados, no a los
atrasados. Remata su denuncia afirmando que hay una fuerte salida de capitales
de los países atrasados hacia los paraísos fiscales, propulsada por la nefasta
práctica de las agencias calificadoras de riesgo de disminuir la nota de los
países, lo cual encarece las tasas de interés[1].
Gráfica
1. Crecimiento real (descontada inflación) del PIB en algunos países del mundo:
2019-2020.
Gráfica
2. Crecimiento real del PIB mundial entre 2018 y 2024. Cuatro escenarios, del
más optimista al más pesimista.
Gráfica
3. Crecimiento de algunos sectores industriales, Estados Unidos, 2019-2020.
[1] Kevin
P. Gallagher, William R. Kring, y José Antonio Ocampo. Calibrar la respuesta de
la crisis del covid-19. Disponible en: https://www.un.org/es/coronavirus/articles/calibrando-respuesta-crisis-covid-19.
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