Dos artículos, el primero publicado en la revista Nueva Gaceta actualizado para La Bagatela. El segundo se publicó en el portal Las Dos Orillas. Cuando han transcurrido apenas dos meses desde el inicio de la pandemia, las perspectivas de superarla pronto parecen bastante inciertas. Como consecuencia del confinamiento de buena parte de la población, la economía global, que ya arrastraba problemas serios en los últimos años, se derrumbó, tal como lo hicieron los precios del petróleo.
No hay augurios sobre una rápida salida a la crisis. La OMS habla de la posibilidad de convivir con el virus durante años y la vacuna no aparece todavía en el horizonte. Las instituciones internacionales hacen pronósticos cada vez más sombríos sobre crecimiento, comercio, empleo y pobreza.
Por Consuelo Ahumada
Miembro del Comité Ejecutivo del PTC / marzo 09, 2020
Tomado de Nueva Gaceta
Tomado de Nueva Gaceta
La desesperada estrategia electoral de Trump: ataque a Cuba y Venezuela
A menos de seis meses de la campaña presidencial en Estados
Unidos, ante su desastroso manejo de la pandemia, Donald Trump ha decidido
concentrar su estrategia electoral en una política exterior cada vez más
agresiva y peligrosa. Sospecha que el resultado de noviembre no le será
favorable, a menos que ocurriese algo extraordinario.
Se trata, entonces, de desviar la atención del desastre
interno y concentrarse en golpear a quienes ha catalogado como sus enemigos de
fuera. Son varios los componentes de esta estrategia. El primero, un ataque sin
tregua a China, su principal rival económico y ahora, el país que asumió el
liderazgo frente a la crisis sanitaria. Insiste en amenazarlo con demandas y
sanciones, motivadas por la supuesta fabricación del virus en un laboratorio de
Wuhan. La validez de esta acusación ha sido desmentida por la OMS, por
importantes expertos del mundo e incluso por los mismos servicios de
inteligencia de Estados Unidos, forzados por el mandatario a buscar pruebas a
como diera lugar.
El segundo, un hostigamiento y ataque permanente a la
República de Cuba que, en medio de la crisis sanitaria y contra la voluntad y
las amenazas de Washington a terceros países, ha cumplido un papel ejemplar en
el despliegue de misiones médicas a más de 70 países del mundo entero, muchos
de ellos con precarias condiciones para atender la pandemia.
El pasado 29 de
abril en la noche se produjo un ataque aleve a su Embajada en Washington, que
no dejó víctimas, pero sí importantes daños en la sede. Sobre este incidente,
calificado como acto terrorista por el gobierno cubano, Washington no ha dado
explicación alguna, aunque ya han transcurrido tres semanas. Como señaló Díaz
Caney, su presidente, se trata de un ataque instigado por el lenguaje
incendiario que utiliza Trump para referirse a este país.
En efecto, este
episodio sucede en un período marcado por el endurecimiento del bloqueo que
puso en práctica Estados Unidos contra Cuba desde el año pasado, y se expresó
en nuevas restricciones para intercambios turísticos y cruceros, y en un límite
al envío de remesas, entre otras medidas. Washington lo incluyó en la lista
arbitraria de los países que no hacen nada frente al tráfico de personas, con
el objeto de justificar nuevas sanciones internacionales. ¡Qué lejos quedó el
histórico encuentro de Obama y Raúl Castro en La Habana el 21 de marzo de 2016,
para recomponer las relaciones entre los dos países!
Pero el
hostigamiento a Cuba tiene un episodio más reciente y grave, que ha merecido el
repudio internacional. Siguiendo con
su estilo imperial, el pasado 13 de mayo el Departamento de Estado informó la
inclusión de la Isla en su lista de países que no cooperaron en la lucha contra
el terrorismo durante 2019. El motivo que adujo para hacerlo es que no atendió
la solicitud por parte del gobierno colombiano para que extraditara a los
dirigentes del ELN que integraron la delegación de paz, con motivo del
repudiable atentado de este grupo en la Escuela de Cadetes de Bogotá.
Con esta medida, el gobierno
de Trump desconoce los protocolos suscritos el 5 de abril de 2016 por el Estado
colombiano, la guerrilla y los países garantes, Cuba y Noruega, para el caso de
que se diera una ruptura de la negociación. El gobierno colombiano, en otro
acto vergonzoso de los tantos que han marcado su política exterior, celebró el
“espaldarazo” recibido de la Casa Blanca.
Se cierra así cualquier
posibilidad de salida negociada al conflicto armado con el ELN y se pone en
peligro todavía más el golpeado acuerdo con las FARC, debido a que su ahora
partido se retiró de CSIVI[i]
por esa decisión. Así, los gobiernos de Estados Unidos y Colombia rompen una
vez más con el derecho internacional. Señala Humberto de La Calle, negociador
del Gobierno Nacional en el proceso con las FARC, en reciente artículo: “Los
protocolos suscritos para los miembros del ELN obedecen a una práctica
milenaria sin la cual se harían imposibles las conversaciones entre
antagonistas armados”, y más adelante: “Es inaudito que se acuse a Cuba por
honrar la palabra empeñada con el gobierno de Colombia. La afirmación de que
eso fue suscrito ´con otro gobierno´ carece de toda validez internacional”[ii].
El tercer componente de la estrategia criminal de Estados
Unidos es sin duda el más peligroso del momento, por cuanto involucra a una
parte importante de la región, pero en especial a Colombia: el estrechamiento
del cerco sobre Venezuela. En marzo pasado Trump emprendió un despliegue
militar en el Caribe y el Pacífico en América Latina, con el pretexto de
combatir el narcotráfico proveniente de México y Venezuela. Pero la Casa Blanca
dejó en claro que se trataba de derribar al gobierno de Nicolás Maduro, por
cuya cabeza y la de sus principales colaboradores ofreció una recompensa
millonaria, al mejor estilo del western.
Desde enero de 2019, cuando un personaje anónimo, mediocre
y ambicioso denominado Juan Guaidó se autoproclamó como presidente de Venezuela
por mandato de Donald Trump y con la complicidad del Grupo de Lima, los ataques
contra el gobierno del país vecino se han intensificado sin cuenta ni medida.
Sin embargo, todos ellos han resultado infructuosos. Basta recordar algunos: la
farsa del famoso concierto humanitario de la frontera el 22 de febrero del año
pasado; el intento de levantamiento y golpe de Estado encabezado por el prófugo
Leopoldo López y por Guaidó el 30 de abril siguiente; la incautación de un
cargamento de armas que llevaba un ex general venezolano, Cliver Alcalá, desde
Barranquilla hasta la frontera, según declaró, por encargo de Guaidó para
“llenar de sangre a Venezuela”, según afirmó Alcalá; o el desembarco de
soldados estadounidenses en el lado colombiano de la misma frontera, para
adelantar ejercicios militares conjuntos, a comienzos de abril pasado.
Sin embargo, el fallido ataque marítimo perpetrado el pasado
domingo 3 de mayo a los estados de Guaira y Aragua, cerca de Caracas, rompió
con todo antecedente. La reacción de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana,
FANB, permitió frustrar el golpe, conocido como Operación Gedeón. Al estilo del
operativo contra el General Noriega en Panamá hace más de 30 años, se intentó
derrocar a Nicolás Maduro, apresarlo y llevarlo a Estados Unidos. Así lo
confesaron Luke Denman y Erin Berry, dos mercenarios estadounidenses, ex boinas
verdes, capturados por el gobierno bolivariano durante el operativo. Este
último informó que planeaban inmovilizar y capturar también a importantes
funcionarios del gobierno venezolano y disponer los aeropuertos, Maiquetía y la
Carlota, para que fueran llevados a Estados Unidos por parte de aviones traídos
de ese país.
En una rueda de prensa internacional realizada pocos días
después de la incursión, el Presidente Maduro mostró la copia de un contrato
suscrito entre Juan Guaidó y Jordan Goudreau, ex integrante del Ejército de
Estados Unidos, excombatiente de Irak y Afganistán y dueño de la empresa de
seguridad SilverCorp. Firman como testigos del mismo contrato el señor JJ
Rendón, asesor de Guaidó, de ingrata recordación en Colombia por su complicidad
con la extrema derecha uribista y el narcotráfico, y el señor Sergio Vergara,
conocido por el robo de recursos que se les darían a los militares desertores
venezolanos, durante el frustrado operativo de Cúcuta hace un año.
El objeto del contrato era entrenar mercenarios en la
Guajira colombiana y realizar operaciones que tuvieran como objetivo final la
salida de Maduro del poder. Su monto fue de más de $200 millones de dólares,
que provendrían de la venta de petróleo de la empresa petrolera Citgo,
confiscada por Trump al gobierno de Venezuela. Rendón afirmó haber hecho un
anticipo de $50,000 dólares por dicho contrato.
Pero el operativo era todavía más tenebroso, en lo que
respecta a los vínculos colombianos. El entrenamiento de aproximadamente 70 u
ochenta personas que participaron en la Operación Gedeón se hizo en tres
campamentos, en una finca de Elkin Javier López Torres, alias “la Silla” o
“Doble Rueda”, un poderoso narcotraficante al frente de la llamada Oficina
Caribe. Este personaje tiene nexos con la tenebrosa banda de los Pachencas,
cuyos vínculos con sectores del Ejército colombiano han sido denunciados.
Recordemos también que miembros de otra banda, “los Rastrojos” ayudaron a Juan
Guaidó a atravesar la frontera para llegar a Cúcuta al concierto.
El señor JJ Rendón, asesor del autoproclamado presidente,
reconoció la validez del contrato y señaló que este hace parte de un mismo plan
para derrocar a Maduro, ideado por el llamado “Comité Estratégico”, que se
conformó en su apartamento de Miami en septiembre del año pasado, con el
objetivo de realizar dicha tarea. Pero Guaidó sigue insistiendo en negarlo,
pese a las pruebas contundentes.
Donald Trump señaló también que es ajeno al fallido
operativo. Basta ver el artículo publicado el 7 de mayo en el Washington Post para convencerse de que
ambos mienten[iii].
Días después del ataque, declaró con todo su cinismo: “Si nosotros lo
hubiéramos hecho, sería de otra manera. Sería lo que se conoce como una
invasión”
La complicidad del gobierno de Iván Duque y de las Fuerzas
Armadas del país no está tampoco en duda. El 9 de mayo, 6 días después del
ataque marítimo, tres lanchas artilladas con ametralladoras, fusiles y munición
de la Armada colombiana que estaban en Vichada, sobre el río Meta, tomaron
rumbo por el Orinoco y fueron a parar a Venezuela. La explicación del
Comandante de la Armada es que habían sido “arrastradas por la corriente”, al
tiempo que negó cualquier relación con la incursión.
No puede olvidarse que el Gobierno de Colombia ha estado
participando con mucha complacencia en toda la estrategia de la Casa Blanca contra
Venezuela y Cuba. Pero además, si de vínculos con el narcotráfico se trata, Iván
Duque tiene muchas explicaciones que dar.
Grupo de Puebla: un resplandor en medio del temporal
Tomado de www.las2orillas.co/grupo-de-puebla-un-resplandor-en-medio-del-temporal/
Cuando han transcurrido apenas dos meses desde el inicio de la pandemia, las perspectivas de superarla pronto parecen bastante inciertas. Como consecuencia del confinamiento de buena parte de la población, la economía global, que ya arrastraba problemas serios en los últimos años, se derrumbó, tal como lo hicieron los precios del petróleo.
Cuando han transcurrido apenas dos meses desde el inicio de la pandemia, las perspectivas de superarla pronto parecen bastante inciertas. Como consecuencia del confinamiento de buena parte de la población, la economía global, que ya arrastraba problemas serios en los últimos años, se derrumbó, tal como lo hicieron los precios del petróleo.
No hay augurios sobre una rápida salida a la crisis. La OMS
habla de la posibilidad de convivir con el virus durante años y la vacuna no
aparece todavía en el horizonte. Las instituciones internacionales hacen
pronósticos cada vez más sombríos sobre crecimiento, comercio, empleo y
pobreza.
América Latina vivía ya una situación bastante difícil
antes de esta doble crisis. Después de una década de avances y de experiencias
diversas en materia social de los gobiernos progresistas, empezó el espiral de
su retroceso, por cuenta de las fuerzas enemigas del cambio de la región,
apoyadas por Washington. La destitución de Dilma Rousseff, el juicio amañado y
encarcelamiento de Lula, así como el triunfo electoral del fascista Bolsonaro,
reflejan dicha tendencia. Como también lo hacen la intensificación del cerco a
Venezuela, el golpe a Evo Morales en noviembre pasado y el cambio de rumbo en
Ecuador con el mandato de Lenin Moreno.
Pero la región ya venía convulsionada. Recordemos las
movilizaciones sociales de finales del año pasado, prolongadas y diversas, en
varios países, pero en particular en Chile y Colombia. En ellas se exigía,
entre muchos otros puntos, una modificación de fondo de las políticas públicas
y del modelo económico depredador. En Bolivia los sectores populares resistían
el desmonte del Estado plurinacional, emprendido por la élite racista y mafiosa
que propició el golpe.
Como en el resto del mundo, los pronósticos económicos para
la región tampoco son alentadores. No es fácil responder a las preguntas sobre
lo que vendrá después de la emergencia: ¿Los países poderosos y las autoridades
económicas del orbe que les sirven insistirán una vez más en volver a las
fracasadas políticas excluyentes que destruyen el planeta y ocasionan semejante
crisis? O, como esperamos tantos, ¿habrá por fin espacio y condiciones para
sentar las bases de un modelo alternativo? ¿Podrá el Estado recuperar por fin
su responsabilidad y su función para propiciar un mundo más justo?
En este punto se entiende la importancia del V encuentro
del Grupo de Puebla, realizado de manera virtual el viernes pasado, con el lema
de Paz, economía y pandemia. El Grupo fue conformado en julio pasado en la
ciudad mexicana del mismo nombre por un núcleo de expresidentes, intelectuales
y dirigentes políticos y sociales de avanzada de la región. En la tarea
desempeñaron un papel crucial AMLO y Alberto Fernández, presidentes de México y
Argentina, quienes nadando a contracorriente, llegaron al poder hace poco con
una agenda progresista, aunque no exenta de contradicciones y problemas.
En la reunión, cuyo anfitrión fue Carlos Caicedo,
gobernador progresista del Magdalena, participaron otros invitados, como Joseph
Stiglitz, quien resaltó la gran concentración de recursos del Estado en manos
privadas y llamó al multilateralismo para enfrentar la pandemia y el cambio
climático.
Muy alentadoras resultaron las intervenciones sobre las
perspectivas políticas de la región. Para el presidente argentino, los progresistas
deben unir esfuerzos por alcanzar un sistema mundial más justo y la pandemia
nos da una gran oportunidad de empezar a hacerlo. En el mismo sentido se
pronunciaron Rafael Correa y Evo Morales, quien además insistió en la necesidad
de concretar la integración de la región. Más que nunca se requiere hacer
esfuerzos por la unidad de los pueblos para impulsar de nuevo una agenda
alternativa frente al orden mundial, señaló.
Por su parte, Gustavo Petro, dirigente de la oposición en
Colombia, planteó que la crisis debe aprovecharse para construir la salud como
bien público global. Insistió en atender la crisis climática como punto
esencial en la reactivación económica y planteó que debe forjarse un tipo de
relaciones diferentes y emprender una planificación conjunta para enfrentar la
pandemia y el desarrollo.
En cuanto a la paz en Colombia, Pepe Mujica fue
contundente. Se refirió al fallido proceso reciente por falta de voluntad
política de sus actuales gobernantes y señaló que no era un fracaso del país
sino de toda la humanidad. En ese mismo sentido, Celso Amorim, excanciller de
Brasil, se pronunció sobre la relación entre la paz de Colombia y la paz
regional y rechazó, como lo hicieron otros, la intervención extranjera contra
Venezuela.
La declaración final del encuentro recoge asuntos centrales
como convertir al Estado en proveedor de bienes públicos colectivos, en
especial la salud, y el cambio del modelo para enfrentar la crisis climática.
Así, el Foro de Puebla emerge como alternativa al fracasado Grupo de Lima,
coordinado por Pompeo. Renace el progresismo en la región y eso son buenas
noticias. El V encuentro se compromete también con la Internacional
Progresista, lanzada formalmente unos días antes.
[i] Comisión
de Seguimiento, Impulso y Verificación del Seguimiento a la Implementación, una
instancia creada por el Acuerdo Final con las FARC.
[ii] Humberto de La Calle, “Cuba ha apoyado
la paz”, El Espectador, domingo 17 de mayo, 2020, p.44. Bogotá DC.
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