El paso de la segunda a la tercera y cuarta revolución industrial generó un cambio en la acumulación de capital en Estados Unidos. A diferencia de lo ocurrido con la segunda revolución industrial, con las dos últimas la acumulación de capital ha estado jalonada por un descenso del salario real, aumento de la tasa de explotación de los trabajadores y de la tasa de ganancia. Esto agudizó las contradicciones de la clase trabajadora con el capital. Los trabajadores, quienes son los grandes afectados con el cambio en la acumulación de capital que beneficia a las empresas estadounidenses, en general, pero mucho más aún a las poderosas del sector informático, tendrán que enfrentar al capital si quieren mejorar sus condiciones de vida.Por Higinio Pérez Negrete
Economista y profesor universitario / higinio50@yahoo.com
El paso de la segunda a la tercera y cuarta revolución industrial ha suscitado varias interpretaciones. Para Thomas Piketty y Joseph Stiglitz, mientras que la segunda produjo un gran avance del capitalismo, las dos últimas han constituido un obstáculo porque Microsoft, Apple, Google, Amazon y Facebook se transformaron en empresas rentistas. Jeremy Rifkin, desde otro lado, ha considerado que dicho paso representa la desaparición de la minería y los hidrocarburos como fuentes de energía, y su reemplazo por las energías renovables y no contaminantes, solar y eólica, a través del internet de las cosas. Para Mariana Mazzucato, es el paso del Estado de Bienestar al Estado Innovador, creador de valor (internet) para provecho de las empresas tecnológicas. En términos mucho más políticos, para Antonio Negri es el paso de la concentración de la clase obrera en las fábricas a la expansión de la clase trabajadora en toda la economía; el paso del trabajo material al trabajo inmaterial. Es de resaltar que en todas estas interpretaciones están presentes las empresas tecnológicas como centro de atención. Las interpretaciones de Rifkin, Mazzucato y Negri serán temas de otros artículos.
La hipótesis del rentismo ha sido analizada en artículos anteriores con el título “El rentismo de las empresas tecnológicas”, pero es indispensable ahondar más en la reflexión sobre este tema para clarificar las implicaciones políticas de las propuestas de Piketty y Stiglitz. Precisamente, Stiglitz en su libro “Capitalismo progresista” afirma que “en torno al 80 por ciento del valor patrimonial de las empresas que cotizan en bolsa es atribuible a las rentas, lo cual representa casi un cuarto del valor total añadido, y buena parte de este está concentrado en el sector informático” (pág. 92). En otras palabras, sólo el 20% de la riqueza de las empresas tecnológicas es explicada por su actividad capitalista, mientras que el resto corresponde a su carácter parasitario expresado a través del excesivo poder de mercado. También Stiglitz, igual que Piketty, encuentra que dicho comportamiento de las empresas tecnológicas explica, en gran parte, la creciente desigualdad en la distribución del ingreso en los últimos cuarenta años en Estados Unidos.
Mirando las estadísticas que reflejan el impacto económico y social de la segunda, tercera y cuarta revolución industrial en Estados Unidos, presentadas por Piketty y Stiglitz, podemos llegar a conclusiones diferentes a las de ellos. Es evidente el notable aumento del salario mínimo real año tras año en el período de 1945-1970 (Piketty, El capital en el siglo XXI, muestra una gráfica al respecto, pág. 339), lo cual indica que la acumulación de capital se llevó a cabo mejorando las condiciones de vida de los trabajadores, gracias a que la productividad del trabajo registró un crecimiento más alto aún. Pero a finales de los años sesenta el salario alcanzó un crecimiento mayor que el de la productividad del trabajo, conllevando una disminución en la tasa de ganancia (excedente o plusvalía/capital total) que cayó más con el aumento de los precios del petróleo a comienzos de los setenta.
Como quiera que lo que mueve a la acumulación de capital es la tasa de ganancia, al caer ésta la inversión en capital constante (infraestructura, máquinas, equipos e insumos) y en capital variable (fuerza de trabajo) también disminuyó y la economía entró en crisis (el PIB comenzó a decrecer). A partir de ese momento se dio un masivo despido de trabajadores, lo que generó un alto aumento del desempleo. La situación de desempleo empeoró más adelante con la desaparición de empresas desplazadas por las nuevas tecnologías en muchos sectores de la producción industrial (música en discos compactos, películas en casetes, cámaras fotográficas, radios, grabadoras y otros) y por la salida del mercado de nuevas empresas que no pudieron competirle a las establecidas en el sector informático (crisis de las empresas puntocom). Como consecuencia, los sindicatos de los trabajadores se debilitaron.
Desde comienzos de los años ochenta el salario mínimo real ha disminuido en forma continua, mientras que la productividad del trabajo aumentó, aunque menos que en los años cincuenta y sesenta. Como consecuencia, la participación del salario en el ingreso (Piketty, pág. 339; Stiglitz, pág. 73) disminuyó. La tasa de ganancia de la economía estadounidense se incrementó, pero sin llegar a los altos niveles alcanzados después de la segunda guerra mundial. Aunque la tasa de explotación de los trabajadores (excedente/salario) en toda la economía aumentó y el salario real cayó, esto no impidió que aumentara la compra de equipos y servicios del sector informático (celulares y computadores), por parte de los trabajadores, con lo que se sacrificaron otros consumos esenciales. Por un lado, las empresas estadounidenses, en general, pudieron continuar la acumulación de capital, pero deteriorando las condiciones de vida de los trabajadores y, por otro, las ventas de las empresas tecnológicas, tanto a otras empresas como a los trabajadores, siguieron aumentando, lo que les permitió obtener una ganancia extraordinaria. A esto hay que agregar las ventas de estas empresas en la mayor parte del planeta.
En conclusión, el paso de la segunda a la tercera y cuarta revolución industrial generó un cambio en la acumulación de capital en Estados Unidos. A diferencia de lo ocurrido con la segunda revolución industrial, con las dos últimas la acumulación de capital ha estado jalonada por un descenso del salario real, aumento de la tasa de explotación de los trabajadores y de la tasa de ganancia. Esto agudizó las contradicciones de la clase trabajadora con el capital. El diagnóstico de Piketty y Stiglitz es que el comportamiento rentista de las empresas tecnológicas afecta a todas las clases sociales y demás sectores de la economía, y lo que se necesita es una mayor intervención estatal para reforzar las medidas antimonopolio y establecer un impuesto extraordinario sobre el patrimonio de los dueños de dichas empresas. Los trabajadores, quienes son los grandes afectados con el cambio en la acumulación de capital que beneficia a las empresas estadounidenses, en general, pero mucho más aún a las poderosas del sector informático, tendrán que enfrentar al capital si quieren mejorar sus condiciones de vida.
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