Las gigantes de la tecnología (Google, Facebook, Apple, Microsoft y Amazon) presentan un crecimiento extraordinario de sus ingresos y ganancias, y un aumento impresionante del precio de sus acciones. Pero creer que la competencia es un juego en donde se pueden establecer normas de comportamiento que impidan que unas empresas les tomen ventajas a otras, es pensar en el mundo ideal de la competencia perfecta. Distinto es que se les apliquen impuestos progresivos sobre sus ganancias y patrimonios, lo cual es una medida de política económica, no regulatoria. Son los trabajadores, con sus organizaciones a nivel nacional e internacional, quienes están llamados a enfrentar el poder del gran capital.
Por Higinio Pérez Negrete
Economista y profesor universitario / higinio50@yahoo.com
Economista y profesor universitario / higinio50@yahoo.com
Existe una gran preocupación de académicos y políticos por la creciente concentración del ingreso, el aumento del desempleo y la disminución del salario mínimo real en los últimos cuarenta años en Estados Unidos y la mayor parte del planeta. Esta tendencia se agravó con la pandemia del covid-19 que llevó a las economías a pasar de una situación de desaceleración a una de depresión, lo cual ha ocurrido al mismo tiempo que las gigantes de la tecnología (Google, Facebook, Apple, Microsoft y Amazon) presentan un crecimiento extraordinario de sus ingresos y ganancias, y un aumento impresionante del precio de sus acciones. La demanda de equipos y servicios tecnológicos creció aceleradamente en 2020, y continúa en el 2021, como consecuencia de la implementación del teletrabajo, la educación virtual, las teleconferencias y la generalización del comercio electrónico, lo que explica los abultados resultados positivos de estas empresas.
Al selecto grupo de las gigantes tecnológicas se sumó la empresa Tesla, especializada en productos y servicios de energía limpia y renovable, principalmente en la fabricación de vehículos eléctricos y sistemas de energía solar. Ha sido tal el éxito de esta empresa que llevó a Elon Musk (su propietario) a convertirse en la persona más rica del mundo, desplazando a Jeff Bezos de Amazon de ese lugar.
Lo ocurrido en este período de crisis ha reforzado la propuesta regulatoria de Thomas Piketty (El capital en el siglo XXI) y Joseph Stiglitz (Capitalismo progresista) de aplicar medidas antimonopolio contra las gigantes tecnológicas; por ejemplo, obligar a Facebook a vender WhatsApp e Instagram, para reestablecer un ambiente de competencia. Dichas medidas son sustentadas con el argumento de que esas empresas ejercen un exagerado poder de mercado (obstrucción de la competencia), expresado en la imposición de condiciones al usuario de los servicios tecnológicos, venta de datos del usuario a empresas que pautan publicidad, especulación con sus acciones en bolsa y creación de barreras de entrada a potenciales competidores, que les permiten extraer renta a la sociedad en su conjunto.
Sin embargo, hoy se presenta un hecho que demuestra que la competencia sigue su curso. La red de mensajería WhatsApp está perdiendo aceleradamente usuarios que se pasan a Telegram y Signal, empresas que amenazan con éxito parcial el gran poder de Facebook. Centrar el análisis en problemas del mercado, como lo hacen Piketty y Stiglitz, significa desconocer que es la dinámica natural del capital, y no el irrespeto a unas reglas del juego de la competencia, lo que explica el acelerado enriquecimiento de las empresas tecnológicas.
Creer que la competencia es un juego en donde se pueden establecer normas de comportamiento que impidan que unas empresas les tomen ventajas a otras, es pensar en el mundo ideal de la competencia perfecta. Obviamente, desde este mundo ideal lo lógico es buscar los casos en donde la competencia tiene imperfecciones para aplicar medidas regulatorias que eliminen las fallas del mercado. Esto es lo que inquieta a Piketty y Stiglitz.
Pero, es la competencia real, y no el irrespeto a una competencia ideal, lo que está presente y explica la concentración del capital. Por tal razón, el origen del gran poder de mercado de dichas empresas hay que buscarlo en la producción, y no en la circulación. Fue la competencia real, expresada en la aplicación de tecnologías que desplazan fuerza de trabajo y debilitan las organizaciones sindicales y políticas de los trabajadores, lo que originó que en los últimos cuarenta años se impusieran condiciones en contra de sus intereses.
La búsqueda de una alta tasa de ganancia es lo que lleva a las empresas a aplicar tecnologías que aumenten la productividad del trabajo y disminuyan los costos de producción, lo que les permite fijar precios bajos para sacar del mercado a empresas no competitivas. Las empresas poco competitivas en términos de innovación tecnológica tratan de continuar su acumulación de capital contratando trabajadores con bajos salarios. De esta manera se ha logrado imponer una disminución en los salarios reales, al tiempo que las gigantes tecnológicas aumentan su riqueza.
En conclusión, tratar de regular a estas empresas es como intentar frenar la dinámica del capital mediante el establecimiento de normas de comportamiento. Distinto es que se les apliquen impuestos progresivos sobre sus ganancias y patrimonios, lo cual es una medida de política económica, no regulatoria. Son los trabajadores, con sus organizaciones a nivel nacional e internacional, quienes están llamados a enfrentar el poder del gran capital. En el caso de internet, por ser un bien público (altas externalidades positivas que aumentan el crecimiento económico y mejoran la calidad de vida), los trabajadores deben presionar para lograr que los Estados asuman el control de las empresas tecnológicas y exigir su participación en las juntas directivas.
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