Con esta primera crónica, La Bagatela inicia una nueva sección de reconocimiento a la que fue la tarea más ambiciosa y audaz en la ruta por construir el partido de los trabajadores colombianos. Esta columna pretende mostrar el tortuoso camino recorrido por la izquierda democrática para sobrevivir en medio del tiroteo entre las facciones armadas, y demostrar la justeza de su propuesta. Es el momento preciso de contribuir a que se conozcan episodios inéditos o casi olvidados que vivieron centenares de cuadros y habitantes del campo por todo el país. La firma del acuerdo de paz permite silenciar las armas en la política y que fluya la verdad, única forma de lograr la reconciliación entre los colombianos y de adelantar un debate abierto que conduzca a encontrar soluciones de fondo a los consuetudinarios problemas que persisten en Colombia.
Alberto Herrera
Director de La Bagatela
Para conocer y entender esta atrevida y
revolucionaria decisión táctica tomada por una fuerza política de izquierda en
los comienzos de los años setenta, toca remontarse en la historia de Colombia y
recordar algunos hechos de esa época guiada y marcada por la exclusión política
que generó el “nuevo” Estado monopolizado por la coalición
liberal-conservadora.
El mal llamado Frente Nacional (1958) se
creó para reconciliar a los jefes de los partidos Liberal y Conservador y
unirlos alrededor del manejo del poder y el reparto de la hacienda nacional, y
se concibió sobre la base de que cualquier otra corriente de pensamiento,
incluso dentro de esos mismos partidos, no pudiera aspirar a influir en los destinos
de la vida nacional ni llegar a cargo alguno de elección popular. Entonces se
montó un régimen represivo, sin garantías para el opositor, donde la violencia
se ejerció desde la institucionalidad utilizando el hegemonismo y la exclusión,
acompañadas de todo el poder del Estado, de sus fuerzas armadas y de
antidemocráticas herramientas como el conocido “Estado de sitio” diseñado para
acallar y conjurar cualquier intento por alterar el orden establecido.
Sin embargo no tardó en surgir una
oposición al pacto de las oligarquías. Pudo más el ánimo combativo de los
oprimidos, unido a la orientación de algunos dirigentes populares de diversa
procedencia, que expresaron su rechazo a la conjura bipartidista excluyente.
Fue tan regresivo el régimen establecido que la oposición generada provino de
agrupaciones legales y guerrilleras.
La primera tuvo su expresión en el MRL,
cuya juventud tuvo simpatía con la revolución cubana, y la más importante, la
Anapo comandada por el general Rojas quien había retornado a la actividad
política después de ser derrocado de la Presidencia de la República, retirados
sus derechos políticos y deportado. “Las masas vieron en el exdictador el
exiliado que regresaba a su patria dispuesto a desafiar la ira de la oligarquía
que lo cogió de chivo expiatorio de todos los males de la República”1. Fue el
19 de abril de 1970 cuando Rojas ganó las elecciones al candidato del Frente
Nacional, “El gobierno alteró los resultados y proclamó vencedor a Pastrana
Borrero. El pueblo se volcó a las calles de las grandes ciudades exigiendo se
hiciera respetar con un paro el resultado de las urnas. Fue este el punto
culminante de mayor auge de la Anapo y también el comienzo y origen de su
descenso posterior. Rojas puesto preso en su residencia, condenó y desautorizó
las manifestaciones de protesta y declaró que esperaba confiado en la
imparcialidad del presidente Lleras Restrepo, quien para imponer a Pastrana,
había recurrido al Estado de sitio”2.
El triunfo de la revolución cubana (1 de
enero de 1959), tuvo gran impacto en el continente y produjo un auge de los
movimientos revolucionarios, ese fue su aspecto positivo, que en Colombia se
unió al desprestigio del Frente Nacional. Lo equivocado fue que se quiso calcar
la experiencia de la isla, pasando por alto las características de cada país y
la necesidad de elaborar una estrategia nacional a partir de la teoría y la
práctica. Se puso en boga la errada concepción de que bastaba con que grupos de
hombres armados se fueran al monte, hicieran actos violentos y aislados para
que la población los siguiera. En Colombia surge el Moec que fue el primer
movimiento revolucionario del nuevo período pero que priorizó su actividad
política en actos militaristas que lo llevaron al fracaso y al fraccionamiento.
De allí emerge una corriente orientada por Francisco Mosquera, que guiada por
el marxismo leninismo, propone la creación del partido estrechamente vinculado
con el movimiento obrero, basada en sus propios esfuerzos, capaz de aglutinar
en un frente a la gran mayoría de la población y construir una patria prospera,
independiente y soberana, corriente que se constituiría en 1970 en el Partido
del Trabajo de Colombia (PTC).
Además, la década de los sesenta fue
prolífica en acontecimientos que marcaron la historia universal; por un lado se
agudizó el enfrentamiento entre los dos imperios, el reinante, el
norteamericano y el desafiante, el soviético. La crisis de los misiles (octubre
1962) fue un punto culminante de este conflicto que así aterrizó la disputa en
territorio americano. En Colombia como consecuencia de la operación militar que
el gobierno de Valencia adelantó contra los campesinos de Marquetalia, se
crearon las Farc en 1964. Simultaneo, y en respuesta al hegemonismo de las dos
potencias, prosperaron en el mundo movimientos libertarios contra la guerra de
Vietnam, contra el racismo y la xenofobia, aún en territorio norteamericano,
que alejados de la violencia propugnaron por la paz y la libertad.
En este convulsionado ambiente, el Moir
conformó su fuerza más significativa en agremiaciones obreras de las cuatro
regiones con desarrollo industrial del país. Después del memorable 19 abril de
1970 y ya identificado como una nueva corriente de izquierda, amplió su trabajo
político, desarrolló su actividad en las ciudades con los obreros en sus
puestos de trabajo, con los estudiantes en las universidades, con los
vendedores ambulantes en las calles, y en los barrios con las familias. El
avance y el prestigio obtenido obligó a mantener la sigla, aunque como lo
acredita su fundador, Francisco Mosquera, el verdadero nombre de la
organización es Partido del Trabajo de Colombia: “Después de siete años de
lucha, desde 1965 hasta hoy, hemos lanzado a nivel de masas la creación del
Partido del Trabajo de Colombia teniendo como base una organización extendida a
nivel nacional”3. Orientación que enriquecería meses después: “Surgido al
fragor de las luchas revolucionarias de una época especialmente
convulsionada..., la nueva organización ha tenido que librar una aguerrida
lucha contra el economicismo, el gremialismo y las demás formas de oportunismo
de derecha, que durante décadas ha hecho de las suyas en el seno del movimiento
obrero colombiano. Igualmente ha combatido el oportunismo de ‘izquierda’, tan
ruidoso en los últimos tiempos y tan perjudicial a la estrategia y la táctica
obreras... Sin embargo nos queda mucho por andar. Hemos dado el primer paso en
una gran marcha de mil leguas”4.
Un aliento adicional recibirían las luchas
de la época. En mayo de 1968 se levantaron los estudiantes franceses que
generaron una ola de protestas contra la sociedad de consumo,
protagonizadas principalmente por grupos politizados de la juventud que
arrastró otros sectores y que recorrió el mundo, se extendió a Europa y cruzó
el Atlántico. Otros de los acontecimientos de la época de gran repercusión e
influencia en el terreno político en el país fueron la polémica chino-soviética
y años después la conmoción conocida como la revolución cultural china. Dados
los reparos que buena parte de la nueva generación de luchadores sociales
planteaba frente a la trayectoria pasada del PCC, amplios contingentes de
jóvenes se volcaron hacia las corrientes que respaldaron la influencia
ideológica de Cuba por un lado y de China por el otro. El PTC tomó partido por
las enseñanzas de Mao Tsetung.
El país recuerda el venturoso movimiento
estudiantil que se levantó desde finales de la década y abarcó los primeros
años de los setenta, que estableció en 1971 el cogobierno en varias
universidades públicas, que comprobó que la cultura dominante se puede
subvertir y que encontró en los jóvenes una cantera humana inclinada a las
ideas revolucionarias.
En 1972, el Moir, rectificó
autocríticamente su posición abstencionista anterior y decide participar por
primera vez en las elecciones para corporaciones públicas con candidatos
propios. Los resultados electorales no fueron muy positivos, pero la
participación electoral permitió una mayor diferenciación con la izquierda
armada y adelantar el firme propósito de construir el partido en todo el país.
La conformación de la Unión Nacional de
Oposición, UNO, concretó un giro sin precedentes en la izquierda colombiana, al
aglutinar en una alianza, primero en el movimiento obrero, y luego, en
septiembre de 1973, en el terreno político, al PCC, el Moir y sectores
provenientes de la Anapo bajo la denominación de Movimiento Amplio Colombiano,
MAC. En las elecciones presidenciales de 1974 se logró la mayor votación de un
candidato respaldado hasta entonces por la izquierda, Hernando Echeverri Mejía,
y elegir una una significativa bancada parlamentaria en Senado y Cámara, que
incluyó a Ricardo Samper como representante a la Cámara del Moir.
Con la llegada de Pastrana Borrero a la
presidencia en 1970, se acentúa el carácter antinacional, antipopular y represivo
de los gobiernos del Frente Nacional. El sojuzgamiento de la nación a los
organismos internacionales de crédito, el FMI y el BM se refuerza. Las tímidas
y recortadas reformas iniciadas en la década anterior se reversan, se utiliza a
discreción la herramienta del estado de sitio para gobernar y la represión
abierta a la protesta social, y la persecución política y el señalamiento a los
partidos de oposición se recrudece.
La organización política que surgía con
novedosa orientación, distinta de todas las otras tendencias de izquierda pues
consideraba no existían condiciones para una insurrección popular, y que ganaba
prestigio entre la población, debía extenderse y preservarse. La recapitulación
de hechos narrados en este artículo determinan las características de la
situación que hicieron posible y necesaria esta tarea y que antecedieron la
posterior aparición de la política de “Pies descalzos”. Su puesta en práctica y
el resultado serán tema de las siguientes crónicas.
Notas
1 “La
hora es de unidad y combate”, editorial, periódico Tribuna Roja # 8, pág. 3,
dic 1972.
2 Ibíd.
3 “Colombia
tres vías a la revolución”, entrevista a Francisco Mosquera, nov. 1972, pág.
99.
4 “Algo
más sobre la política de “Unidad y Combate”, periódico Tribuna Roja # 9,
septiembre 1973, pág. 5.
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