Plantón en solidaridad con el pueblo y el Gobierno Bolivariano de Venezuela
en frente de la residencia del embajador venezolano en Bogotá, el 30 de mayo pasado.
Consuelo Ahumada. Profesora universitaria y miembro de la Mesa Directiva de la
Academia Colombiana de Ciencias Económicas. Integrante del Comité Ejecutivo
Central del Partido de Trabajo de Colombia, PTC
Desde hace dos meses, día tras día, con una
insistencia pocas veces vista, los medios y agencias de noticias del hemisferio
se empeñan en difundir la magnitud de la crisis que vive Venezuela. Proliferan
fotos, videos y grabaciones, declaraciones y tweets, con los que se pretende
mostrar a un país al
borde de la guerra civil, cuyos bandos estarían
representados por una oposición valiente y democrática en permanente
movilización callejera, y un régimen opresor y represor, empeñado en mantenerse
en el poder a como dé lugar. Ha habido pronunciamientos cada vez más frecuentes
y fuertes de Estados Unidos, la OEA y de algunos mandatarios de la región a
favor de un cambio de gobierno en el país caribeño1.
Sin embargo, la visión que se
presenta de Venezuela no corresponde a la realidad. Por supuesto, no se trata
de negar la polarización política ni las dificultades económicas y sociales,
que son evidentes, sino de cuestionar cómo estos medios, y las fuerzas
nacionales e internacionales que los instigan, han exacerbado y utilizado
dichas dificultades en su empeño por desestabilizar y derrocar al gobierno
legítimo del país, para regresarlo al pasado anterior a Hugo Chávez.
Fui invitada a Caracas hace dos
semanas a participar en una reunión con intelectuales, artistas y activistas
del mundo entero, convocada por las autoridades venezolanas. Tuvimos
oportunidad de conocer de primera mano el análisis juicioso y detallado que
hacen sobre la difícil situación, las causas y cifras de la crisis y las
perspectivas que se plantean para salir de la misma. Se dio una importante
discusión sobre todos estos temas.
Llegué a la ciudad un día antes de la
reunión, entre la incertidumbre, el temor y la curiosidad por lo que
encontraría, en medio de semejante despliegue de información. Aproveché para
caminar por la ciudad y tratar de familiarizarme con la situación. Recorrí la
zona del centro de lado a lado, buscando los vestigios del desastre, pero, la
verdad, no los encontré. Entré a sucursales de reconocidas cadenas venezolanas
de productos de salud, así como a supermercados y “abastos”, pero no vi allí la
tan promocionada escasez que insisten en mostrarnos.
Me subí al metro, que funciona de
forma más o menos regular, con la congestión normal de este sistema de
transporte en las horas de mayor flujo, pero sin las condiciones de indignidad
del Transmilenio de Bogotá. Eso sí, el tiquete vale una ínfima
parte del pasaje del cuestionado sistema de transporte bogotano. A pesar de las
dificultades y a simple vista, los caraqueños parecen llevar una vida normal,
salen a trabajar, consumen en las cafeterías y restaurantes, se sientan en las
bancas de los parques, pasean, comen helado.
Pero tuve todavía más sorpresas en
esta ciudad “en guerra”. En el hotel en donde estuve alojada se desarrollan eventos
diversos, como en cualquier hotel de cadena en el mundo, entran y salen los
huéspedes, se relajan en la piscina o hacen ejercicio en el gimnasio. Algunos
incluso trotan temprano en la mañana o al atardecer por las calles, como en
cualquier ciudad del mundo. Al encender el televisor, encontré varios canales,
nacionales e internacionales, en español y otros idiomas, algunos oficiales y
otros de oposición, incluidos Caracol Internacional y el canal de El
Tiempo. Ello a pesar de que se insiste en que el gobierno controla por
completo todos los medios.
Por
supuesto que las marchas recurrentes son reales, aunque no todas son tan
masivas como se pretende mostrar. En términos reales, están concentradas en las
ciudades y los municipios en donde la oposición es más fuerte, en especial
aquellos de clase media alta. Se registra una cifra de más de medio de centenar
de muertos, pero solo una parte reducida de estos han sido responsabilidad
directa de la Guardia Civil y son objeto de investigación. Buena parte de ellos
han sido víctimas de accidentes diversos, algunos de ellos en circunstancias
fortuitas relacionadas con la movilización. Otros han recibido ataques a
quemarropa, con armas hechizas, dentro del mismo bando de la oposición, como en
el caso del joven violinista que causó especial conmoción. Por lo general, las
marchas concurridas de la mañana terminan en la tarde en manos de forajidos,
encapuchados y delincuentes armados, responsables de los mayores desmanes,
muchos de ellos incitados y financiados por reconocidos líderes de la
oposición.
Lo cierto es que en tiempos recientes
es difícil encontrar un caso tan claro de manipulación estratégica de la
información con el objeto de generar las condiciones para un golpe, duro o
blando. Basta mirar la poca atención y seguimiento que estos mismos medios le
han dedicado a las enormes movilizaciones que se han registrado durante el
mismo período en Argentina y Brasil, en contra del desmonte de la inversión
pública y del arrasamiento de los logros sociales, alcanzados durante los
gobiernos anteriores. Tampoco les preocupa las desapariciones y crímenes de
estudiantes, dirigentes sociales y periodistas en México, en los cuales se han
visto implicadas las fuerzas del Estado. Para no mencionar también la gran
movilización social que se registra en toda Colombia por estos días. Por
supuesto que todo ello merece poca atención y seguimiento por parte de los
medios.
Los informes oficiales del gobierno
venezolano, basados en cifras del Banco Central de Venezuela (BCV) y del Instituto
Nacional de Estadística (INE), reconocen las dificultades que ha venido
atravesando la población, sobre todo en los últimos tres años, desde cuando se
produjo la caída de los precios del petróleo. Sin embargo, estas dificultades
no pueden ocultar ni empañar los enormes avances en materia social alcanzados
durante 18 años por la Revolución Bolivariana y reconocidos por entidades como
la FAO y la Cepal. Avances en materia de reducción de la mortalidad infantil,
nutrición, educación y salud pública, pensión y seguridad social, acceso a la
cultura y condiciones de bienestar. Aunque los gráficos oficiales registran una
reducción en algunas de estas cifras en los años recientes, los resultados
previos han sido notorios, si los comparamos con las cifras del año 1999 o con
las de países como Colombia.
Las autoridades destacan con
preocupación la escasez de algunos bienes de primera necesidad, en especial
alimentos, medicamentos, productos de aseo y de hogar, la mayor parte
importados, pero otros también producidos en el país. De igual manera, faltan
bienes necesarios para el proceso productivo, materias primas e insumos.
Productos de consumo estratégicos, como la harina de maíz, las caraotas, el
arroz, el café, han sido objeto de una campaña de acaparamiento programado por
parte de los especuladores, que se empeñan en deslegitimar al gobierno ante los
sectores de la clase media y popular. Esta práctica, que no es nueva, se ha
intensificado en el último período.
Igualmente grave ha sido el
desabastecimiento de medicamentos, de uso ambulatorio
y hospitalario, así como de material médico quirúrgico, por parte de dichos
acaparadores. Los datos muestran que no se han reducido las importaciones de
alimentos y medicinas. Muy por el contrario, ha habido cuantiosos desembolsos
de divisas efectuados por el gobierno en los años recientes, para este último
fin. En términos generales, existe un monopolio de las importaciones en pocas
empresas, que también practican el acaparamiento, y se valen de la tasa de
cambio del mercado paralelo para generar la escasez e incrementar sus
ganancias. A todo ello se suma el saboteo de las transacciones financieras del
país por parte de la banca internacional, y la manipulación del índice de
Riesgo-país, lo que le ha representado enormes sobrecostos a Venezuela.
Para hacerle frente a esta difícil
situación, el gobierno adelanta la convocatoria a una Asamblea Nacional
Constituyente, mediante un mecanismo contemplado en la Constitución
Bolivariana. Este proceso busca contribuir a reconciliar el país, corregir
errores, darle piso jurídico y consolidar las llamadas Misiones sociales,
fortalecer y diversificar la economía y ampliar la movilización y el respaldo
social al proceso revolucionario.
En medio de semejante asedio, la
República Bolivariana necesita el apoyo y el respaldo de todos los demócratas
de América Latina y del mundo.
Nota
1 No es extraño que
estos pronunciamientos se produzcan en el marco de una visita oficial a Donald
Trump. Aunque sucedió con Peña Nieto, de México, y Macri, de Argentina, el caso
del presidente colombiano es quizás el más indignante. Pocos días después de su
entrevista con el presidente de Estados Unidos y de comprometerse abiertamente
con su estrategia contra Venezuela, despliega tanques de guerra en Paraguachón,
en La Guajira, frontera con Venezuela.
1 comentarios:
Write comentariosTodos los gobiernos colombianos han mantenido una "estrecha" relación con los gringos, tanto así que ya muchas personas le llaman la Israel sur americana, mientras tanto, los vínculos entre los países que han conseguido un avance significativo en el terreno de lo social estrechan sus vínculos de cooperación y apoyo mientras Colombia va quedando cada vez más sola y llena de problemas internos, eso demuestran las numerosas huelgas para estos días, cualquier observador enseguida podrá darse cuenta que Colombia es un país que prefiere tapar al mundo la realidad tan dramática que estamos viviendo y que para nada se parece a Venezuela.
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