Alberto Herrera
Director de La Bagatela
Las inconsecuencias en que ha caído el presidente
Santos para enfrentar el final de su mandato, deben alertar a los colombianos
sobre el futuro de la nación. Sus vacilaciones en la implementación del acuerdo
de paz y su debilidad ante las amenazas de Trump, así como su relación con la
cadena de corrupción desatada en altas esferas del Estado en contubernio con
sectores privados, y con el errático manejo económico del país, han afectado la
credibilidad de los colombianos en el mandatario y llevado sus índices de
popularidad al suelo. El elegido por una justa y correcta decisión de la
confluencia de la mayoría de las fuerzas democráticas de todo el espectro
nacional, como nunca antes había sucedido, que creyó en él para alcanzar la paz,
y que a buena hora derrotó al enemigo común de los colombianos, ha dejando al
albur los asuntos de mayor importancia nacional.
Llega Trump
Después de la asunción de Donald Trump a la
presidencia de Estados Unidos, se realizarán en Colombia las primeras elecciones
presidenciales. El debate electoral del 2018 presenta variaciones de la disputa
política que se originó con la llegada de Santos al poder en 2010 y su relección
en 2014. En el mundo soplan vientos de derecha que alientan a las fuerzas mas
retardatarias a desempolvar acciones racistas y xenófobas, discriminatorias y
violentas y las coloca en mejores condiciones para acceder al poder. Los jefes
de las banderías de derecha aprovechan el momento para disputarse el favor del
magnate gringo y convertirse en su favorito. El viaje de Uribe y Pastrana al “campo
de verano” de Trump en Palm Beach a los tres meses de su posesión fue en esa
dirección: “el encuentro fue informal, pero estaba planeado”, y las palabras
más mencionadas en la cita fueron “Colombia y Venezuela”[1]. Los expresidentes fueron
a denigrar del proceso de paz, de la supuesta impunidad a los terroristas, de
la indiferencia con el gobierno venezolano y del aumento del área cultivada en
coca. Utilizando el ‘lenguaje de moda’, denunciaron que el “castrochavista” al
mando del Estado colombiano no es idóneo y su relevo debe provenir de otras
huestes, y para eso están ellos. Santos consideró esta reunión uno de los
mayores insultos de los que ha sido objeto durante su gobierno[2], y antes de un mes salió
para Washington a arreglar el asunto.
La reunión de los dos presidentes estuvo precedida de
una carta del senador republicano por Florida, Marcos Rubio a Trump en donde
“le preocupan los defectos del acuerdo de paz”[3] y pide ciertas condiciones
para desembolsar la ayuda económica a Paz Colombia. Sin embargo la reunión tomó
otro rumbo, Trump se concentró en dos temas específicos: “tenemos un serio
problema con las drogas que debemos tratar… y muy triste lo de Venezuela”. Por
el contrario respaldó el acuerdo de paz: “No hay nada más difícil que conseguir
la paz, y ustedes han sido un gran ejemplo”[4]. Se aclaró que el objetivo
primordial del gobierno norteamericano en el continente es la retoma de Venezuela
y la reunión buscaba comprometer a Santos con cualquier acción que EE. UU.
decida emprender para reconquistar al país con 2.200 kilómetros de frontera con
Colombia, “Lo de Venezuela es un problema humanitario, no hemos visto nada así
durante mucho tiempo”[5]. De ñapa y para agarrarlo
del cuello Trump le recordó a Santos: “la epidemia de la droga envenena muchas
vidas… me ilusiona trabajar con el presidente Santos para abordar el trafico de
drogas”[6]. El asunto ya va en la
amenaza de descertificación a Colombia en la lucha contra el narcotráfico.
Después de ese viaje fue notorio el cambio en el
lenguaje de Santos y en los énfasis de su política: de ‘nuevo mejor amigo’ como
llamó a Chaves, ahora tilda a Maduro de dictador, de considerarse respetuoso
por los asuntos internos de Venezuela, califica de inconstitucional la constituyente,
y ahora pide una transición de esa nación, ¿para dónde? Santos cada vez esta
más comprometido con las pretensiones imperiales de tumbar al presidente
legítimo de una nación soberana. Trump busca que el continente adopte su
posición ante la nación vecina y busca conformar un bloque que respalde, si
fuere el caso, una intervención militar para la cual el territorio colombiano
sería la base, la cabeza de playa de la fuerza invasora. Dicha acción generaría
un impacto en Latinoamérica y produciría unas consecuencias devastadoras
especialmente para Colombia. Santos como los presidentes de Brasil, Panamá y la
vicepresidenta de Argentina que reunió el magnate gringo en New York el 18 de
septiembre, discrepan con esta última opción.
La rebeldía de los pueblos de Suramérica contra el
hambre y la miseria que permitió el ascenso al poder de gobiernos progresistas
recibe una ofensiva de la derecha, que aunque hace 12 meses había perdido las
elecciones en Brasil, piedra angular de los “vientos del sur”, logró mediante
maniobras y falsedades derribar a Dilma Rousseff de la presidencia, dándole un duro
golpe al aire renovador del continente. Después de 19 años, Venezuela es la
siguiente presa para reconquistar. EE. UU. y las multinacionales necesitan recobrar
el poder político en su patio trasero y apoderarse de las mayores reservas de
petróleo del mundo.
¿A todas estas, qué queda para Colombia?
La firma del acuerdo de paz representa el fin de un
largo, doloso y costoso conflicto y su superación implica la entrada en un
período del ejercicio de la política sin armas, de mayor apertura democrática y
de una mejor convivencia entre los colombianos. La consolidación de este pacto
se definirá en las elecciones presidenciales del 2018. Las posiciones alrededor
de esta crucial coyuntura por la que atraviesa el país son conocidas.
La tendencia es a la formación de dos coaliciones; una
de derecha extrema que ha planteado volver “trizas” los acuerdos de paz,
encabezada por el Centro Democrático y sus aliados: Pastrana, Marta Lucía
Ramírez, Alejandro Ordoñez, que prefieren los tiempos del enfrentamiento
armado, que no aceptan ninguna concesión para aclimatar la paz, que se ven
favorecidos con el bajón de Santos, pero que no tienen ningún candidato con aceptable
opinión dentro de la población, reflejada en los bajos guarismos en las
encuestas, (Zuluaga, su mejor ficha esta descartado, su vinculación en la
corrupción de Odebrecht lo saca de la carrera presidencial), hecho que los
llevaría a apoyar a Vargas Lleras a pesar de sus rencillas del pasado y quien
cuenta con el respaldo de Santos. Como quien dice, el exvicepresidente uniría a
los irreconciliables actores de la política, así sea momentáneamente, para
derrotar la otra coalición, la progresista, que estaría formada por sectores de
izquierda, de centro y de derecha civilista cuyo rumbo sería consolidar el
entendimiento entre los colombianos y darle un manejo democrático al Estado. Su
conformación, que es compleja, debe darse para la primera vuelta si se
comprende entre los variados aspirantes, el peligro de quedar por fuera de la
contienda presidencial en segunda vuelta.
A esta altura de la campaña toca volver al papel que
juega Santos; ya tomó partido por su exvicepresidente: le entregó los contratos
y las obras de infraestructura nacionales, nombró fiscal a uno de sus cuadros
de confianza y el día de su renuncia a la vicepresidencia le entregó la Cruz de
Boyacá. Vargas Lleras siempre ha mostrado su desgano y expresado reparos a los
acuerdos de La Habana. Si Santos se siente satisfecho con este candidato y cree
que ya hizo su trabajo porque se pasea por el mundo recibiendo alabanzas y
premios, ganó el Nobel, lo aloja la reina de Inglaterra en el Palacio de Buckingham,
recibe al papa y Trump lo elogia, se equivoca. Si el acuerdo de paz se viene
abajo será él responsable y dejará a la nación expuesta a un nuevo período de
persecución, violencia y muerte en manos de la macabra alianza entre Vargas
Lleras y el uribismo. En la recta final de su período no puede echar por la
borda lo poco que le queda e irse a disfrutar, como si nada pasara, el resto de
su vida.
La campaña ya arrancó, los candidatos están en el
partidor y se hace necesaria hoy más que nunca la conformación de la denominada
“enorme” coalición de demócratas para que Colombia dé el paso adelante que la
historia exige; manos a la obra compatriotas.
[1]
“Así
fue la cumbre Trump, Uribe y Pastrana”. Revista Semana 4/22/17.
[2]
Ibíd.
[3] “El
compromiso de EE. UU. con Colombia” Marco Rubio, El Nuevo Herald, 5/18/17.
[4] Palabras
de Trump al recibir a Santos en la Casa Blanca. Revista Semana 5/18/17.
[5] Palabras
de Trump en la rueda de prensa después de conversación con Santos 5/18/17.
[6] Palabras
de Trump en la rueda de prensa después de conversación con Santos 5/18/17.
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