Edmundo
Zárate
El informe del Dane sobre la manufactura en Colombia (octubre de 2017) muestra el grave estado de postración de la industria nacional bajo diversas medidas: decrecimiento de las ventas en 1,8% y del Pib industrial del 1,7% en el último año, caída en la mano de obra vinculada al sector, y apenas un leve repunte en sus exportaciones, entre otras mediciones que ponen de presente el desastre.
La radiografía de la crisis
Los más ilusos achacan el problema a la actual tendencia
mundial, a la caída de la participación de la industria en el conjunto de la
economía, pero sólidos análisis muestran que siendo cierta esa tendencia ella
ocurre en los países desarrollados luego de que se ha alcanzado cierta madurez.
Ello se traduce en que todos los salarios subieron en el auge industrial, los
centros de investigación e innovación crecieron de la mano de la industria, el
campo se tecnificó, el sector de los servicios está asociado a los sectores
manufactureros sólidos –como, por ejemplo, la telefonía o el software–, entre
otros muchos beneficios sembrados por la industria antes de su declive relativo.
Es decir, el declive de la participación de la industria en la economía está
ocurriendo en el mundo, pero antes dejó su impronta en los países, que
constituyen hoy las potencias. Pero nada de eso se vio en Colombia antes de que
empezara la debacle.
Hay además un dato aleccionador. Los países que hoy están
madurando económicamente aún dependen fuertemente de la industria manufacturera,
como China, Corea del Sur, Taiwán y varios de Europa Oriental. Y la tercera
potencia mundial, Alemania, es un muy fuerte competidor industrial.
Por si faltaran argumentos para insistir en la necesidad de
defender la industria nacional debe tomarse atenta nota de una creciente
tendencia en el planeta consistente en que ya hay sectores industriales que se
están devolviendo en las potencias dado que los robots están acabando con el uso
de mano de obra.
De manera que en Colombia el fin de la industria no es
debido a la madurez económica. Tampoco es el simple resultado de la crisis que
se precipitó sobre la región al comienzo de la presente década por cuenta de la
caída de los precios del petróleo y los metales, pues esos precios completan
casi un año de mejoría, con barril rondando los 60 dólares, pero la industria
aún no toca fondo en su caída.
La apertura económica de los años 90
A lo que el país está asistiendo es a uno de los capítulos
finales de la destrucción de la industria, iniciada con la apertura económica
puesta en marcha por César Gaviria en el marco del Consenso de Washington
comenzando la década de los noventa.
Con el argumento nunca demostrado de que la etapa anterior
de desarrollo, conocida como la Industrialización por sustitución de
importaciones (ISI) se había agotado, y de que la apertura en un mundo
globalizado era la forma de enrumbar a los países atrasados por el camino del
desarrollo luego de la Década perdida (1980 a 1990), se impuso el nuevo modelo
que se tradujo, en lo que a la industria se refiere, a una gigantesca baja de
los aranceles, primero unilateralmente, de un 40% en 1989 a un 11% en 1996, y
luego a través de 16 tratados de libre comercio que el país ha firmado, ante
todo con Estados Unidos, pasaron a ser entre el 5% y el 3%.
Tan brusca rebaja en los aranceles no
hubiera sido tan dañina si no hubiera venido acompañada de otros fenómenos que
se estaban gestando en los años anteriores y que se sintetizan en que donde el
modelo de industrialización similar dejó excelentes resultados como en Corea
del Sur, Taiwán o Singapur, no fue solo porque tuviera altos aranceles sino
porque además había una política de apoyo a la industria a través de subsidios
directos, créditos blandos, educación de muy alta calidad, infraestructura
eficiente, sistemas de investigación pagados por el Estado y muchas otras
ayudas directas e indirectas. Aún hoy, esos países rebajaron los aranceles al
mismo nivel de Colombia, pero mantienen la política industrial.
Hoy, a quienes se atreven a pedir una política industrial
de decido apoyo les llueven rayos y centellas, tachándolos de idealistas o de
desinformados, y argumentándoles el supuesto desastre de esa política antes de
la apertura económica sin reparar en que aquellas fueron las épocas de mayor
crecimiento de la industria y, como consecuencia de ello, del conjunto de la
economía, a niveles que nunca se han alcanzado después de la apertura
gavirista.
Como es sabido, el Consenso de Washington se aplicó a todos
los países latinoamericanos por la misma fecha. Es por eso que, como se observa
en la gráfica 1, el declive industrial se inició por la misma época en la
región. Para el caso chileno hay que tener presente que con la dictadura de
Pinochet se puso en marcha el modelo neoliberal desde mediados de los 70.
Gráfica 1. América Latina: participación de la producción
industrial en el Pib.
Fuente: Anif 2012.
Para el caso de Colombia, la gráfica 2 es diciente. El Pib industrial
venía cayendo desde las nefastas políticas adoptadas por Belisario Betancur
hacia 1982, pero la caída abrupta fue en los años de la apertura gavirista,
agravada por la crisis que desató el sector financiero hacia finales de los
años 90. Y, como puede observarse, en los años siguientes nunca hubo una real
recuperación del sector.
Gráfica 2. Colombia: participación de la industria en la
actividad económica (% del Pib).
Fuente: Anif 2012.
Las demás políticas del Consenso de Washington, sumadas a
los TLC, que en conjunto abrieron las puertas a la gran inversión
minero-energética, es decir a la reprimarización de la economía, acabaron de
hundir la poca industria superviviente.
La gráfica 3 muestra varias cosas. En primer lugar, cómo la
agricultura venía perdiendo peso en el conjunto de la economía entre 1965 y
1990, mientras que había crecimiento industrial y el sector de los servicios se
mantenía casi inalterado y la dependencia del minero (que en esta gráfica
incluye el petróleo) era muy baja. Pero con la apertura de 1990 las tendencias
se alteran: La industria inicia su caída abrupta, el ritmo de decrecimiento de
la agricultura se acentúa, y la minería y los servicios crecen agigantadamente.
Gráfica 3. Colombia: Participación sectorial dentro del Pib.
Fuente: Anif 2012.
Incidentalmente hay que mencionar que el crecimiento del
sector servicios no obedece a la lógica de su propia dinámica como ocurre en
los países desarrollados, sino que en Colombia se convirtió en una especie de
escampadero de los capitales y los trabajadores arrojados al asfalto por la
apertura. Es el sector informal.
La gráfica 4 confirma lo que se ha venido argumentando.
Mientras el porcentaje de empleados en el sector industrial y agrario cae,
aumenta el de los servicios. En el mundo esa tendencia se explica no solo por
la pérdida de importancia de la industria sino por el aumento de la
productividad. Es válido pensar que el aumento de la productividad no se esté
dando en Colombia. Pero además se pone de presente otro hecho: aunque la
participación de la minería ha crecido en el total del Pib no se corresponde
con el crecimiento laboral pues este sector, en particular las grandes
explotaciones mineras y petroleras, captan muy pocos obreros en proporción a su
tamaño económico.
Gráfico 4. Colombia: composición sectorial del empleo
(1975-2008).
Fuente: Anif 2012.
Una primera mirada a la productividad se ve en la gráfica 5.
La línea superior, amarilla, indica la productividad de los países de la Ocde en
promedio, medida en el total de dólares que produce un trabajador al año. Debajo
de esta línea están todos los latinoamericanos, pero Colombia está por debajo
del promedio de la región, al igual que Perú y Brasil. Es decir, pocos
empleados en la industria y poco productivos.
Gráfica 5. Productividad en América Latina u Ocde.
Fuente: Dinero, noviembre de 2017.
Las cifras de empleo industrial en el mundo confirman otros
hechos. Como puede verse en la tabla 1, economías maduras como Estados Unidos o
el Reino Unido muestran una significativa caída en el porcentaje de empleados
en el sector manufacturero, pero ese fenómeno no es tan marcado en otras
potencias como Alemania, Japón e Italia.
Tabla 1. Participación del empleo manufacturero, en algunos
países (porcentaje).
Fuente: Lawrence.
La caída de la industria en el Pib del país también se
sintió en su peso en las exportaciones, como se observa en la gráfica 6. En su
mejor momento, 1975, las exportaciones del sector representaban cerca del 25%
de su producción, cayendo al 12,6% en el último año informado, 2011. Pero debe
subrayarse otro hecho: A pesar de esta tendencia a perder peso dentro del mismo
sector (lo que quiere decir que de manera creciente se consumen en el país más
productos de lo poco que produce la industria) las mercancías industriales
siguieron siendo un factor crecientemente importante en el total de las
exportaciones del país alcanzando casi el 60% del total en el año 2000, pero
cayendo abruptamente a partir año 2005, llegando a representar el 20,1% en el
2011. Es decir, el motor de crecimiento de las divisas del país estuvo anclado
al crecimiento raquítico de la industria hasta el 2005.
Gráfica 6. Exportaciones de básicos e industriales en
Colombia (% de las exportaciones totales).
Fuente: Anif 2012.
Ahora bien, como queda indicado, la apertura gavirista
implicó no solo la desindustrialización sino la vuelta del país al primitivo
modelo minero exportador. No siendo el objeto de este artículo su estudio, vale
la pena destacar no obstante que la entrega del recurso se inició en las épocas
de Belisario, y se acentuó con la apertura. Durante la primera década del siglo
hubo una caída sustancial en el total de barriles diarios (de 800 mil a 500
mil) como se observa en la gráfica 7.
Gráfica 7. Producción total de petróleo en Colombia (miles
de barriles diarios).
Fuente: Anif 2012.
A manera de conclusión
El proceso de industrialización en Colombia y América
Latina posterior a la Segunda Guerra Mundial fue abruptamente detenido hacia
los años 90 con el falso argumento de que ya se había agotado. Se puso en
marcha, a cambio, la apertura económica que arrasó con los avances obtenidos.
La ausencia de una real política de industrialización ha hecho casi que
desaparecer la industria colombiana, sin la cual el país no podrá salir de su
atraso.
Sergio Clavijo, Alejandro Vera y Alejandro Fandiño, La
desindustrialización en Colombia, Análisis cuantitativo de sus determinantes,
Bogotá, Anif, noviembre de 2012.
Robert Z. Lawrence, Recent Manufacturing Employment Growth:
The Exception That Proves the Rule. NBER Working Paper No. 24151, December 2017.
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