¿Esperará usted a que crezcan exponencialmente los contagios en Colombia para volver a cerrar los colegios públicos reabiertos? Estoy seguro de que usted está genuinamente preocupada por nuestros niños y quiere lo mejor para ellos, sus familias y la nación. Por eso la invito a tomar una decisión más reflexiva, con mayor apoyo científico, más participativa y más contextualizada. Ojalá sea así, porque es claro que de esta pandemia o salimos todos adelante o todos nos hundimos. De las decisiones que hoy tomemos, depende que convirtamos la dificultad en una oportunidad y no en una tragedia.
Por Julián de Zubiría
Samper
Director del Instituto
Alberto Merani (@juliandezubiria).
Carta pública a la ministra de Educación
Querida
María Victoria:
Es grato
volver a saludarla. Sé que han sido días muy complejos para todos y que en este
contexto es particularmente difícil tomar las decisiones más adecuadas. También
sé que en circunstancias como estas resolver los múltiples problemas inmediatos
impide con frecuencia pensar en las situaciones fundamentales a mediano y largo
plazo. Es un contexto adverso para poder reflexionar, planificar e implementar
las estrategias que se requieren para atender una emergencia tan extraña como
la actual.
Según sabemos
por los epidemiólogos, el mundo tendrá que prepararse para una convivencia muy
prolongada con la pandemia. Me temo que eso no ha sido comprendido a cabalidad
por el Ministerio de Educación que usted dirige. No nos digamos mentiras, pese
al gigantesco esfuerzo de los maestros, padres y rectores, las condiciones no
están garantizando a la mayoría de los niños, el derecho a una educación de
calidad en Colombia. La idea es que eso no siga sucediendo, pero tampoco que
ellos tengan que arriesgar sus vidas, las de sus familias o a la comunidad en
general, por tomar medidas sin las prevenciones necesarias. La invito a que
piense: si sus hijos estudiaran en un colegio público, ¿los enviaría a clases a
partir del primero de agosto? En mi caso, no tengo duda; si tuviera la
oportunidad, mientras permanezca la pandemia, no enviaría a mis hijos a un
colegio público. Creo que la mayoría de los padres, si tuvieran la posibilidad,
harían lo mismo. Es más, creo que todos los que puedan, no los van a enviar.
Es cierto que
es un tema en extremo complejo. Aun así, la pregunta que sinceramente quiero
hacerle, es si en verdad cree que estamos preparados para retornar a clases sin
poner en riesgo la vida de los niños y de la comunidad en general. Usted bien
sabe que estamos hablando de diez millones de niños que comenzarían a
movilizarse por las calles, los parques y los colegios.
La segunda
pregunta que quiero hacerle tiene que ver con las condiciones generales de
prevención que manejamos en nuestro país. Sabemos que no pudimos garantizarles
las condiciones de bioseguridad a los médicos y al personal de salud, ¿cree en
realidad que se las vamos a garantizar a los niños en los colegios públicos del
país? Usted bien sabe que el promedio por curso es de 38 estudiantes, y que
para garantizar las condiciones de aislamiento necesitaríamos que sólo
asistieran 11 estudiantes por día a cada salón; entonces, los otros 27, ¿se
quedarían en casa o las recibirían en pantallas en otros salones? Los buses
escolares sólo permitirían simultáneamente trasladar a nueve estudiantes; le
pregunto, los otros 31, ¿congestionarían el transporte público o se quedarían
en sus casas viendo televisión? El almuerzo podrían tomarlo simultáneamente
-dependiendo de las condiciones de infraestructura del colegio- unos 30
estudiantes, ¿cuántas horas duraríamos, para poder atender a todos en
condiciones de distanciamiento adecuadas? Sabemos que ningún colegio público ha
contado con jabón en los baños, ¿tendrían a partir de la fecha jabón suficiente
para que los niños se laven las manos, al menos cinco veces al día? Muchos no
tienen agua, ¿se les pondría a todos a partir del mes de julio, jabón y
lavamanos? ¿Cuántas personas serían necesarias para garantizar que, en los
descansos, los niños estén a más de dos metros de distancia? ¿Qué efectos
psicológicos generaría asistir a una escuela en la que los niños no se puedan
acercar a sus compañeros o profesores? Si el papel fundamental de la educación
es el desarrollo, ¿vale la pena ir a los colegios en esas circunstancias?
La semana
pasada el Congreso hundió los proyectos de vivienda y transporte escolar en la
ruralidad. Fue un día triste para la paz del país. A pesar de eso, ¿usted cree
que los mismos parlamentarios votarán a favor para garantizar las condiciones
de bioseguridad a los hijos de las olvidadas familias campesinas a las que les
negaron transporte y vivienda?
¿En la puerta
de cada colegio estará una matrona poniendo la mano en la frente para tomar la
temperatura de cada niño? ¿De qué manera devolverá a sus casas a los que siente
que tienen fiebre? ¿Ella misma rociará con alcohol las suelas de los zapatos?
¿También ella entregará diariamente los tapabocas? ¿Quién asumirá la
responsabilidad ante los nuevos contagios? ¿Quién lo hará ante las muertes?
Me temo que su equipo ha pensado muy poco en los diversos problemas que se generarían si se diera cumplimiento a la disposición que establece que los colegios se deben preparar para la apertura de sus aulas a partir del primero de agosto. Ambos sabemos que los colegios no se hacen con ladrillos y cemento, y que mantenerlos abiertos es garantizar las condiciones para que continúe el proceso formativo de los estudiantes. ¿Están dadas las condiciones de bioseguridad para hacerlo de manera presencial?
Señora
ministra, hay múltiples estrategias previas que adoptar para disminuir
sensiblemente el número de niños que diariamente se comenzarían a concentrar en
los colegios del país.
Lo primero
es hacer un esfuerzo real y efectivo para garantizar que el mayor número de
niños y jóvenes permanezca en sus casas. Esa es la tarea central. Para ello no
hay ninguna opción diferente que asegurar el Internet gratuito para todos los
estudiantes pertenecientes a los estratos 0, 1, 2 y 3 de bachillerato de los
colegios públicos y privados, a los que también hay que apoyar. De lo
contrario, muy pronto, comenzarán a cerrarse. Ya se han ido cerrando los
jardines. Es una tragedia que parece no tener fin, pero podemos atenuarla.
Garantizarles
Internet a los jóvenes mayores sería una inversión muy pequeña teniendo en
cuenta que, si dejan de movilizarse los jóvenes de los colegios públicos y
privados del país, se requerirá una menor inversión en salud, porque
disminuirán los contagios y las muertes que su desplazamiento causaría. En
Corea –y usted bien lo sabe-, un país con milenaria disciplina social y donde
sí existen las condiciones de bioseguridad brindadas por el Estado y el
aislamiento en los colegios es real, se vieron obligados a cerrar cientos de
escuelas porque una vez las reabrieron se dispararon los contagios. Lo mismo
sucedió en Francia. ¿Esperará usted a que crezcan exponencialmente los
contagios en Colombia para volver a cerrar los colegios públicos reabiertos?
Nadie
niega que es un problema muy complejo y que tendremos que convivir con
modalidades presenciales, mixtas y virtuales. Lo único que le pido es que
escuche a los secretarios, rectores y docentes. Usted sabe que fracasó la
estrategia de televisión educativa, porque se diseñó sin consultar a los que
saben. No exponga al fracaso esta nueva medida de reapertura de colegios.
Es cierto,
las regiones son diferentes. Cada una tiene su historia y sus particularidades.
Tenemos que permitir que los secretarios de educación tomen las decisiones
acordes con el contexto de cada una. No es conveniente legislar como si el
Chicó, el Chocó y Chocontá fueran lo mismo. Usted bien sabe que no es así.
También sabe que los colegios deben estar dedicados a atender, en grupos
pequeños, a los menores de edad, para que sus padres puedan ir a trabajar. Sin
duda, internet gratuito para los mayores salvaría miles de vidas y nos
permitiría brindarles de manera adecuada, el cuidado que requieren los menores.
Estoy
seguro de que usted está genuinamente preocupada por nuestros niños y quiere lo
mejor para ellos, sus familias y la nación. Por eso la invito a tomar una
decisión más reflexiva, con mayor apoyo científico, más participativa y más
contextualizada. Ojalá sea así, porque es claro que de esta pandemia o salimos
todos adelante o todos nos hundimos. De las decisiones que hoy tomemos, depende
que convirtamos la dificultad en una oportunidad y no en una tragedia.
Con
aprecio,
Julián
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