En medio de la coyuntura actual es una tarea inaplazable propiciar un gran debate ideológico dentro de la izquierda. Como decía hace poco Gustavo Petro, en una de las “Charlas en Cuarentena” del PTC, hay que planificar y ambientar desde ya el panorama para 2022. La cascada de desaciertos de este gobierno, y la crítica permanente a su accionar, no pueden apartar de nuestra vista la idea de la consolidación ideológica de nuevas perspectivas, de la reflexión sobre las raíces del partido, y el estudio de las realidades y posibles panoramas. Marcelo Torres, en un texto muy interesante, advertía hace poco de los peligros de la coyuntura actual, como un espacio de cambio radical, o de autoritarismo desembocado; proponiendo la consolidación de un Frente.
Por Esteban Morales
Magíster en Historia
Magíster en Historia
En
medio de la coyuntura actual es una tarea inaplazable propiciar un gran debate
ideológico dentro de la izquierda. Como decía hace poco Gustavo Petro, en una
de las “Charlas en Cuarentena” del PTC, hay que planificar y ambientar desde ya
el panorama para 2022. Es muy importante conquistar el Congreso, la Presidencia,
y determinar el papel del PTC en esa configuración y plan político macro. Es
indudable que el partido ha dado declaraciones y múltiples análisis
coyunturales de actualidad, sin embargo, se hace necesario un debate intenso,
con argumentos y de manera crítica, para determinar el rumbo ideológico-político,
más allá de la actualidad duquista (desastrosa), y con miras al futuro de
Colombia. La cascada de desaciertos de este gobierno, y la crítica permanente a
su accionar, no pueden apartar de nuestra vista la idea de la consolidación ideológica
de nuevas perspectivas, de la reflexión sobre las raíces del partido, y el
estudio de las realidades y posibles panoramas. Marcelo Torres, en un texto muy
interesante, advertía hace poco de los peligros de la coyuntura actual, como un
espacio de cambio radical, o de autoritarismo desembocado; proponiendo la
consolidación de un Frente, con participación de una burguesía nacional, junto
a muchos otros sectores democráticos, para llevar a cabo una férrea oposición
al uribismo; así como una reivindicación del pensamiento de Francisco Mosquera,
un rechazo del intervencionismo estadounidense, una defensa de la
autodeterminación del país, del fortalecimiento y fomento del sector
agropecuario, y de la ampliación y consolidación de una dinámica economía
estatal, o en torno al Estado, que les dé a algunos sectores estratégicos, una
visión no enmarcada en la ganancia, sino en el bienestar[1].
A continuación,
dejaré a consideración algunos elementos importantes que pueden ser un inicio
para la discusión permanente en este campo. Las reflexiones que siguen se hacen
con base en la reciente lectura de múltiples y variados artículos donde se
discute el porvenir de la humanidad, con la idea de ver puntos de contacto con
los planteamientos del partido, con la idea de buscar coordenadas y puntos de
vista que nos permitan articular y fortalecer la parte ideológica, que ya
Marcelo esbozaba en el artículo arriba mencionado.
I. Retomar
la capacidad de soñar
En un
artículo bastante interesante, Alejandro Galliano nos brinda un abrebocas de su
recientemente aparecido texto: ¿Por qué
el capitalismo puede soñar y nosotros no? (Siglo XXI editores, 2020). Allí,
Galliano muestra las construcciones utópicas del capitalismo como supuestas
formas de evasión de la realidad alienante y precaria del neoliberalismo. Para
el autor, el problema radica en que decenas de jóvenes “innovadores” se tomaron
el derecho de soñar con un supuesto “mejor capitalismo”, mientras la izquierda
olvidó su capacidad utópica, propositiva, contentándose con un constante
retorno al pasado y una actitud defensiva. El capitalismo acusó a la izquierda
de los problemas de las utopías del siglo XX, adquiriendo automáticamente un
derecho a soñar mientras anulaba el de ese “otro” espectro político.
“Granjas cooperativas, fábricas
recuperadas, comedores comunitarios, centros de estudiantes y otras formas
emergentes demostraron creatividad y eficacia para detener o moderar el impacto
de políticas impopulares, pero pocas veces estas estrategias lograron avanzar
más allá de los grupos directamente involucrados y proyectar un futuro
alternativo para el conjunto de la sociedad”[2].
Para
Galliano, el problema central radica en que, después de algunas protestas, de
algunas marchas callejeras, de algunos días de inconformidad generalizada (como
el 21N) o de algunas iniciativas sociales, económicas y comunitarias
alternativas, la izquierda queda relegada y hasta fragmentada por diversos
mecanismos, el capitalismo sigue prometiendo un promisorio porvenir (que nunca
llega a la mayoría), y las fuerzas retardatarias y ultraderechistas se apoderan
del descontento y ponen a soñar a las masas desconsoladas por el capitalismo
imperante. Lo anterior es un peligro creciente que vemos en todo el mundo,
donde reaparece una extrema derecha que coloniza espacios cada vez mayores. La
invitación de Galliano es a retomar la tarea de soñar un futuro diferente, y
reivindicar nuestro derecho a hacerlo. Si no lo hacemos, alguien más soñará por
nosotros, canalizando el descontento generalizado. Aquí aparece entonces la
primera de las reflexiones: reivindicar el derecho de soñar con un país
distinto, y con otras maneras de solucionar los problemas nacionales.
II. Debates
estructurales necesarios
En
otro artículo, Ricardo Dudda pone de manifiesto las consecuencias económicas
funestas de la actual pandemia. La época de la “Gran Reclusión”, como ha sido
bautizada por el Fondo Monetario Internacional, ha dejado al descubierto la
posibilidad de una crisis sin precedentes, como ya lo ha advertido también la Cepal[3]. Sin embargo, Dudda llama
la atención sobre los peligros de reiterar hasta el infinito las cifras
desastrosas de la actual pandemia de covid-19, proponiendo trascender la simple
exposición de las mismas, ya que estas se vuelven obvias en un escenario de
nueva “normalidad”, marcada por el coronavirus, y cuya duración no parece estar
determinada claramente. Lo que se debe llevar a cabo es una crítica argumentada,
abrir “debates estructurales necesarios”, para así ver las “costuras del
sistema” y aprender de su funcionamiento real.
El
autor arranca entonces a analizar estructuralmente la economía de EE. UU.[4] y la Unión Europea, y
surge la primera reflexión: en el gigante del norte se protege siempre al
capital sobre el empleo en medio de las crisis, razón por la cual, dicho país
afronta un crítico panorama actual, donde las situaciones de pandemia, narradas
por Hollywood en escenarios de África, se han desarrollado, en la realidad, en
la cosmopolita y populosa New York. Esa defensa del capital (en manos de la
capa más privilegiada), en detrimento de los trabajadores (capas que dependen
de un salario), hace que el modelo estadounidense tenga problemas estructurales
graves en medio de situaciones críticas. Asuntos como la cobertura de salud,
que depende de que el individuo trabaje, se vienen al suelo. En la UE por otro
lado, el autor señala que la unión se da solo en torno al mercado común, pero a
la hora de la verdad, hay países ricos acreedores (Alemania, Países Bajos), y
una Europa del sur deudora, que “defiende una mayor integración fiscal”, sin
embargo, han aparecido soluciones o respuestas heterodoxas, en esos mismos
escenarios, a la actual crisis. En España se aprobó un ingreso mínimo de 500
euros para quienes posean rentas menores a 200 euros, y se han blindado las
empresas españolas frente a posibles compradores en medio de la crisis, ya que
estos deberán pedir autorización al gobierno para comprarlas; en Inglaterra se
nacionalizó el sector ferroviario, y se ha impuesto una agenda de
intervencionismo estatal; mientras que regresando a EE. UU., se aprobó un
inmenso y ambicioso paquete de estímulos, así como una especie de ingreso
ciudadano de 1.200 dólares, mientras que en Francia se ha debatido en torno a
una agenda propia del “capitalismo dirigista francés”.
Todo
lo anterior, hace pensar a Ricardo Dudda que el Estado intervencionista saldrá
favorecido de esta crisis, y ganará terreno progresiva y paulatinamente (En
Colombia valdría la pena reflexionar, que no ha sido el Estado el que se
fortalece, sino la figura del presidente), pero ese movimiento hacia esa forma
de organización del Estado, también tiene antecedentes en muchos movimientos
ultraderechistas antiglobalización, lo que sin duda representa una preocupación
que desde la izquierda se debe asumir. Esta tendencia a “priorizar la
autosuficiencia y la producción nacional” que marca el autor para el mediano y
corto plazo, coincide con uno de los postulados históricos del PTC, razón por
la que hay que fortalecer y reactualizar la agenda de ese tema cuanto antes,
para darlo a conocer en el país como bandera, con las distintas salvedades que
se deban considerar o tener presentes.
Otro
tema fundamental que aparece en el artículo, y que posee toda la validez para
el PTC es el debate en torno al tamaño del Estado. Que este sea grande no
significa automáticamente que sea mejor. No podemos olvidar que el Estado puede
(y lo ha hecho) administrar mal, razón por la cual debe estudiarse muy bien el
tema de las nacionalizaciones, teniendo objetivos claros. Según Dudda: “un
Estado grande también puede ser neoliberal. El neoliberalismo no es
exclusivamente la falta de Estado o de regulación sino un Estado que interviene
para defender al capital y no al trabajo”.
También
se desprende un peligro para la izquierda, y es que muchos discursos desde la
derecha tratarán de invocar una mayor intervención del Estado, razón por la
cual, la dicotomía entre ambas corrientes políticas aparecerá a los ojos del
individuo común como porosa y compleja. Los defensores de la desregulación, la
privatización, la estratificación, y la poca inversión social, intentarán
modificar sus perspectivas para adecuarse a la crisis del poscovid-19
discursivamente. ¿Cómo enfrentar ese caballo de Troya? He ahí otro tema central
que aparece en el panorama de la izquierda en Colombia y el mundo.
“Los países que están interviniendo más en
la economía no son necesariamente los más progresistas, los países que menos
están interviniendo en la economía no son necesariamente los más neoliberales.
La intervención de la economía para resolver la crisis del coronavirus no
inaugura necesariamente una nueva era socialdemócrata. O, como bromeaba el 5 de
abril pasado en Twitter el historiador Quinn Slobodian, autor de una historia
del neoliberalismo: «Recordad, niños. Estatismo de crisis ≠ socialismo».”[5]
En últimas,
Dudda llama la atención, para que no confundamos lo que queremos que pase, con
lo que pasará invariable y finalmente. El capitalismo es un sistema al que
muchos han declarado muerto o en crisis, pero este sobrevive y reaparece
adaptado y aplazando sus fallas de carácter estructural, como quien patea una
pelota hacia adelante. El debate girará, según el autor, en torno a “un
capitalismo «tardío» financiarizado, desregulado, monopolista, desigual,
altamente endeudado y globalizado; por otro, una idea de capitalismo dirigista,
autárquico, con economía de guerra y con una función del Estado como benefactor
y gran empresa de seguros”, y obviamente en esta fase presente de la evolución
nacional, la izquierda debe apoyar la implementación del segundo, abordando los
temas de interés de manera seria y fructífera en lo que tiene que ver con su
aplicación y horizonte de posibilidades reales. He aquí otra tarea.
La
situación actual, como toda situación crítica, es compleja desde el ámbito
social. Hemos llegado a un punto en el que el capitalismo debe salvarse de sí
mismo, y aparecen voces dentro del mismo estamento privilegiado, preocupados
por un capitalismo salvaje y feroz (como muestra Dudda y Marcelo Torres en sus respectivos
artículos). Por la insostenibilidad de la versión actual del capitalismo,
indirectamente dichos empresarios saben que de no hacer ciertas concesiones
(como una política tributaria progresiva), pueden aparecer monstruos políticos
que tampoco les convienen.
En una
entrega posterior, continuaremos analizando otras perspectivas, por ahora la
invitación es a prepararnos y continuar afinando nuestras posturas ideológicas
y nuestro papel en esa realidad inédita y compleja. Temas como la crisis climática
y el análisis de la correlación de fuerzas a nivel económico y político en el
país hacen parte de las asignaturas y retos pendientes para la izquierda colombiana
en los próximos meses. Cerremos con un
fragmento de Dudda para finalizar esta primera parte:
“La crisis del coronavirus tendrá una
magnitud menor, pero la reacción y movilización de los Estados que ha provocado
la pandemia puede entenderse como la versión de bolsillo de la guerra que
libraremos en este siglo contra el cambio climático. Las crisis no son
necesariamente aprendizajes, como pronostican muchos hoy, pero sí nos revelan
muchas cosas. Nos descubren a los verdaderos líderes, nos enseñan las costuras
y los límites del sistema y cuestionan las categorías con que interpretamos el
mundo. Las recetas clásicas no sirven, las divisiones ideológicas tradicionales
explican menos de lo que pensamos y las fronteras entre lo que es excepcional o
convencional, ortodoxo o heterodoxo se difuminan”.
NOTAS:
[1]Marcelo
Torres, “¿Alianza con la burguesía nacional? A propósito del empresario Jimmy
Meyer y del senador Robledo”, La Bagatela (2020). https://labagatelaptc.blogspot.com/2020/06/alianza-con-la-burguesia-nacional.html
[2]Alejandro Galliano, ¿Por qué el
capitalismo puede soñar y nosotros no?, Nueva Sociedad (2020) https://www.nuso.org/articulo/capitalismo-izquierda-trabajo-utopia/
[3]Para profundizar en este punto puede
verse mi artículo de hace un par de semanas: Esteban Morales Estrada, “Diagnóstico,
problemas y perspectivas. Recomendaciones de la CEPAL para enfrentar la crisis
económica actual y venidera, a causa de la pandemia de COVID-19 en América
Latina y el Caribe”, Nueva Gaceta (2020).
[4]Para ver una radiografía de la situación
en EE. UU como una lucha entre “democracia” y “oligarquía” ver la entrevista
realizada a Robert Reich. Nikolaos Gavalakis, “La verdadera división es entre
democracia y oligarquía. Entrevista a Robert Reich”, Nueva Sociedad (2020).
[5]Ricardo Dudda, “La Gran Reclusión y el
futuro del capitalismo”, Nueva Sociedad (2020) https://www.nuso.org/articulo/la-gran-reclusion-y-el-futuro-del-capitalismo/
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