Esta caravana vehicular de protesta desarrollada en las principales ciudades del país ha demostrado que, en medio del temor al contagio y la desesperanza por la situación de aprietos económicos de la población, se percibe la posibilidad cercana de retornar a la gigantesca movilización callejera, a la incorporación de nuevos y más sectores sociales expoliados y maltratados a la corriente de descontento y al sueño de una unidad de fuerzas sociales y políticas alternativas, progresistas y democráticas que pare la caída del país hacia el abismo de la violencia, la sumisión extranjera, la pobreza y la desigualdad y lo enrumbe por caminos de justicia, soberanía, desarrollo y democracia.
Por:
Miguel Ángel Delgado R.
Comité
de redacción de La Bagatela
El lunes 7 de septiembre aparecía como un día extraño en la historia de las protestas obreras y populares. Días atrás el presidente Duque y sus ministros de Hacienda, Salud y Trabajo habían promulgado la reglamentación al acceso y operación del Piso de Protección Social, mediante el Decreto 1174 del 26 de agosto de 2020.
De
inmediato los líderes de las centrales obreras más significativas procedieron a
calificar este decreto como la precarización del trabajo, al pavimentar la vía
para que se establezca como normal el trabajo por horas, lo que traerá ingresos
por debajo del salario mínimo, la consecuente desaparición paulatina del
sistema pensional y la degradación, tanto de la atención en salud, como de las
prestaciones económicas de los asalariados. El anuncio del trabajo por horas
para los jóvenes, técnicos y profesionales, hecho por la ministra del Trabajo,
la nefasta Alicia Arango, en octubre pasado fue, quizás, uno de los motivos
mayúsculos para el paro nacional del 21 de noviembre.
Es
evidente que la pandemia, el confinamiento social y la ausencia de ingresos trajeron,
como consecuencia una baja en el estado de movilización y protesta de la
población, que se había presentado en alza en el lapso de los meses de
noviembre y febrero pasados. Cierto es también que el gobierno de Duque ha
venido aprovechando esta situación para imponer, con un atado de decretos, sus
principales propósitos en el campo económico, laboral y social, como así mismo
ha logrado cooptar el Parlamento y los organismos de control, a la vez que
amedranta al poder judicial para imponer un régimen autoritario, sumiso a los
mandatos siniestros de la Casa Blanca.
Las
masacres de jóvenes, el imparable asesinato de líderes sociales y
reincorporados, los intentos por desmontar y desprestigiar la Justica Especial
para la Paz, las maniobras leguleyas e impúdicas para mantener la presencia de
tropas norteamericanas en el territorio nacional, el descarado e impopular
préstamo multimillonario a Avianca, ahora una compañía extranjera, la
desembozada campaña de desprestigio contra Fecode, el sindicato de los
maestros, la inatención del Pliego de Emergencia del Comité Nacional de Paro,
el decreto 1120 que arruinará a los recicladores nacionales, el avaro y
errático manejo de la crisis sanitaria y decenas de pecados más del régimen
uribe-duquista, afligían las mentes y encendían las polémicas de la dirigencia
social y sindical, sobre cómo enfrentarlas en una situación de reflujo de la
lucha popular. También había que expresar, de manera enfática, el apoyo a la
huelga de los mineros del Cerrejón, enfrentados a varias multinacionales que
los quieren esclavizar, sometiéndolos a jornadas inhumanas y recortándoles su
servicio de salud.
¿Qué
hacer? Como siempre, es una discusión álgida en cualquier circunstancia y en
cualquier ámbito. Se ha intentado salir a la calle en marchas multitudinarias,
pero el virus y el estado de ánimo de la gente no lo permiten. Todos son
conscientes de que, ante esta debacle social y económica propiciada por el
gobierno, no queda otro camino que la protesta y la unidad. ¿Pero cómo llegar a
ellas? ¿Cómo persuadir a la población, severamente afectada, mayoritariamente
trabajadora, que el trabajo por horas lo único que hace es degradar el ingreso,
legalizar la pobreza y aumentar la injustica y la desigualdad?
La
salida, pensó alguien, es crear un hecho político y propagandístico que impacte
y ayude a levantar el ánimo y a preparar el terreno de la movilización
callejera. Una caravana de protesta en vehículos que tenga alcance nacional, se
propuso. Como paradoja, para muchos, surgió del movimiento sindical, igual que
surgió la convocatoria al paro nacional del 21N. Fue discutida y aprobada en
primera instancia en el Comando Nacional Unitario, compuesto por las tres
centrales CUT, CTC y CGT y las asociaciones de pensionados, más Fecode. La idea
no dejó de tener resistencia y propuestas sustitutivas. Pero finalmente se
impuso y se generalizó hasta ser acogida por el Comité Nacional de Paro. Solo
quedaba meterle empeño y preparación.
Así
llegamos al 7 de septiembre, un lunes. El cuento de este evento parte del Parque
Nacional, punto de partida de la caravana en Bogotá, pero bien podría ser en Bello
en la Autopista Norte cerca de Medellín, en la Avenida Pasoancho en la
Universidad del Valle de Cali, en la bomba del Amparo de Cartagena, en la Plaza
de la Paz de Barranquilla, en la bomba del Molino de Piedecuesta cerca de
Bucaramanga, en la Corporación Universitaria del Caribe de Sincelejo, en la
Villa Olímpica de Pereira o en El Pedregal de Pasto. La mañana despuntaba
alegre y soleada. Las diez de la mañana era la hora de encuentro. Varios
llegaron temprano, como los automóviles de perifoneo o los representantes del
SNTT (Sindicato Nacional de Trabajadores del Transporte). Un poco después, en
la plazoleta del mártir Rafael Uribe Uribe aparecieron los globos amarillos,
rojos y azules marcados con los nombres de Comité Nacional de Paro y la CUT, se
iban inflando con varios aparatos de aire comprimido y amarrando con piolas a
las verjas del lugar y a improvisados palos, en un segundo había más de mil
globos que junto con cajas llenas de banderines con las consignas de la
movilización, estaban esperando para ser puestas en carros, motos bicicletas y
hasta llevadas en las manos de compañeros que quisieron afrontar, a pie, la
larga travesía acordada.
En
menos de una hora el Parque Nacional se fue colmando de todo tipo de vehículos,
eran, en principio, los sindicatos de la CUT (Antohc, Ascontrol, Sintrateléfonos,
Asep, Uso, Uneb, etcétera, etcétera) cuya sede nacional queda a una cuadra, en
otros lugares, cerca del sitio de partida, estaban emperifollando sus vehículos
las otras centrales obreras participantes CGT y CTC. Con menos autos
aparecieron también varias organizaciones sociales de mujeres y jóvenes y de
barrios de Bogotá. Y una buena noticia desde un poco más lejos se venía
desplazando una importante y numerosa delegación de empresarios del reciclaje
que decidieron sumarse, en varias ciudades, a esta caravana de protesta. Tienen
su propio pleito: el gobierno nacional, a sus espaldas expidió el decreto 1120
que prohíbe la exportación de reciclaje, dejando a más de 120 mil trabajadores
sin ingreso, pues su oficio consiste en recolectar, almacenar, comprimir y
exportar chatarra como informaron los voceros de la Asociación Nacional de
Industrias del Reciclaje que piden la derogatoria de este decreto.
Llegó
la hora de partida de la caravana de protesta acordada, las 10:30 de la mañana.
Su recorrido previamente definido era tomar la carrera séptima hacia el norte
hasta la calle 100 y luego desplazarse por esta vía a la altura de la carrera
15, sede del Ministerio del Trabajo. Se pactó con los delegados de las brigadas
motorizadas de la Dirección de Convivencia del distrito utilizar los carriles
derecho y central de la Séptima. Con un tanto de dificultad por la buena
cantidad de vehículos congregados en el Parque Nacional, el vehículo blanco
adornado con banderas, globos afiches y dotado de un poderoso equipo de
perifoneo, logró organizar la marcha de dos en fondo y dar comienzo a esta
inédita forma de protesta en los anales de la movilización popular.
Cuando
la cabeza de la caravana iba a la altura de la calle 53 estaban llegando al
Parque Nacional sobre la Séptima los últimos camiones de los recicladores
vistosamente adornados con grandes pancartas. Más de15 cuadras y arriba de
quinientos vehículos entre automóviles, buses, camionetas, camiones, motos y
bicicletas emprendieron la festiva, colorida y bullanguera caravana de
protesta. Con los pitos de los carros, vuvuzelas y varios móviles de perifoneo
la caravana fue avanzando lentamente, explicando con lujo de detalles los
objetivos de la protesta. La defensa del trabajo digno, la vida y la soberanía
fueron acogidas con aplausos por los transeúntes. Pero una de las denuncias que
más simpatía despertó, en una ciudad con el comercio cerrado por la quiebra y
las restricciones fue el regalo de 370 millones de dólares que el gobierno
nacional ordenó para la empresa Avianca, en poder de corruptos y mañosos socios
y firmas extranjeras. El colmo, expresaban muchos, que mientras a los
trabajadores despedidos y a las micro, pequeños y medianos empresarios nunca se
les dio una renta básica o subsidios para mitigar la crisis, a los piratas
internacionales se les entregue una suma de un billón trescientos mil millones
de pesos.
Extraño
para muchos de los dirigentes y activistas sindicales resultó la jornada.
Acostumbrados a la calle y a la marcha, estar confinados dentro de un vehículo
con el tapabocas y el antibacterial no es del todo reconfortante. Pero con el
paso de las cuadras, la simpatía de la gente que salía con carteles de apoyo,
el agrandamiento espontáneo de la caravana y las noticas impactantes por
emisoras de radio y las redes sociales que trasmitían noticias, fotos y videos
al instante, la cuestión tomó un giro de entusiasmo y satisfacción. La idea fue
acertada, es la conclusión y el balance de la jornada.
Esta
caravana vehicular de protesta desarrollada en las principales ciudades del
país ha demostrado que, en medio del temor al contagio y la desesperanza por la
situación de aprietos económicos de la población, se percibe la posibilidad
cercana de retornar a la gigantesca movilización callejera, a la incorporación
de nuevos y más sectores sociales expoliados y maltratados a la corriente de
descontento y al sueño de una unidad de fuerzas sociales y políticas
alternativas, progresistas y democráticas que pare la caída del país hacia el
abismo de la violencia, la sumisión extranjera, la pobreza y la desigualdad y lo
enrumbe por caminos de justicia, soberanía, desarrollo y democracia.
Bogotá,
7 de septiembre de 2020
EmoticonEmoticon