El gobierno colombiano debería reflexionar sobre el costo para el país de su sumisión a EE.UU. y al amigo de Stormy Daniels. Los problemas de Venezuela deben ser resueltos por mecanismos diplomáticos y pacíficos. En el entretanto, al país no le queda de otra que atender con altruismo, en reciprocidad a la generosidad de Venezuela con nuestros compatriotas que en otra época se iban a buscar allá las posibilidades que se le negaban aquí, la emigración de nuestros hermanos patriotas en este difícil presente.
Por Fernando Guerra Rincón
Economista, magíster en
Estudios Políticos y Económicos de la Universidad del Norte, profesor
universitario y autor de varios libros, entre ellos: La geopolítica del
petróleo y el cambio climático, Universidad de Antioquia, 2010.
En anterior escrito para Razón Pública [1], advertía el cúmulo de circunstancias que
hacían posible una agresión militar de Venezuela a Colombia, dado la tentación
que tienen los gobiernos en problemas y en grave crisis social y económica a
soliviantar el patriotismo para arreglar sus líos internos.
A escasos ocho meses de esa opinión, las circunstancias
nacionales de Colombia y de Venezuela y del entorno global han cambiado
dramáticamente, mutación que ha escalado el riesgo de un conflicto militar
binacional que puede transformarse en un conflicto internacional de
consecuencias impredecibles. La posibilidad de una confrontación bélica entre
los dos países sigue presente, solo que esta vez el que atiza
irresponsablemente el fuego es Colombia. Veamos:
El nuevo gobierno colombiano presionado por los Estados
Unidos en la absurda guerra global contra las drogas, Donald Trump ha manifestado
que el país se ha quedado atrás en esa lucha [2] y ante la amenaza de descertificar al
país [3] por el incremento del área sembrada de
hoja de coca y ser el mayor productor de cocaína del mundo, se ha prestado a
ser la punta de lanza de una acción militar contra Venezuela que se alienta
desde Washington [4].
Las declaraciones del secretario general de la Organización
de los Estados Americanos -OEA, Luis Almagro, en la frontera
colombo-venezolana, en compañía del Canciller Carlos Holmes Trujillo, en el
sentido de no descartar ninguna acción, incluida la militar, para sacar a
Nicolás Maduro del poder, constituyen una calculada provocación. La agresiva
actitud del secretario Almagro recuerda las peores épocas de esta organización
cuando solo actuaba en función de los intereses norteamericanos, en plena
Guerra Fría. Después del canto a la guerra en Cúcuta, el gobierno colombiano no
firmó una declaración del Grupo de Lima que descartaba de plano una opción de
fuerza. La declaración la suscribieron 14 de los 17 miembros del Grupo.[5] Seguidamente y como para que no quedaran
dudas de la posición del gobierno de Colombia en punto a servir de puente para
una agresión a Venezuela, el recién posesionado embajador en Washington,
Francisco Santos, inauguró su gestión gritando duro para que lo oyeran en la
Oficina Oval, que a Maduro había que sacarlo de Miraflores como fuera. Para los
halcones de aquí, de allá y de acullá, las opciones diplomáticas para el caso
Venezuela están cerradas. Y para sellar la disposición bélica, nuestro
dubitativo presidente Iván Duque nombró de embajador en la OEA al corrupto,
dogmático e incendiario exprocurador Alejandro Ordoñez, quien vería con
satisfacción, como Nerón a las puertas de Roma, que arda la pira de la guerra
en la región para sacrificar herejes. La extrema derecha colombiana, incluido
el ladino presidente Duque, está jugando con fuego y la abyección [6] a los planes del imperio le puede salir
sumamente costosa al país.
El conflicto colombo–venezolano se enmarca en una crisis
global estimulada por las decisiones del presidente de los Estados Unidos con
clara incidencia en estos territorios. El enfrentamiento con China a causa de
los aranceles impuestos a ese país ha empujado a la segunda economía del mundo,
en amplia ofensiva global, a estrechar relaciones con Vladimir Putin que
incluye fortalecer su alianza militar para enfrentar a Estados Unidos.[7] En una nueva escalada de esa agria
disputa, en una atmósfera geopolítica impredecible, Estados Unidos ha anunciado
sanciones financieras a las fuerzas armadas chinas por adquirir armamento
—aviones de combate y sistema de defensa aérea— ruso. La medida ha desatado la
respuesta airada de los gobiernos chino y ruso, que prosiguen en una senda de
acercamiento estratégico frente a EE.UU.
Tras el anuncio de EE.UU., Pekín ha exigido a Washington que
corrija su ‘error’ de inmediato. De lo contrario, Estados Unidos tendrá que “atenerse
a las consecuencias”.[8] El gigante asiático acaba de convocar al
embajador gringo para una queja formal.[9] El otro frente de batalla de esta
confrontación es el dólar. Rusia y China están empeñadas en debilitar la
supremacía del billete verde en el ámbito del comercio mundial. En general,
estas batallas por las monedas han terminado en enfrentamientos bélicos.
Irán, otro aliado de Venezuela en la región y amigo de China
y Rusia, resiste los embates de Trump y recaba la solidaridad de Xi Jipin y
Putin. Rusia y China son aliados estratégicos de Venezuela. Sus inversiones
allí son cuantiosas. En reciente viaje a China, Maduro trajo entre la maleta
dólares y el respaldo estratégico de Pekín, que necesita el petróleo venezolano
para requerimientos internos y su ambicioso plan de expansión global. El
respaldo de Rusia no es de boquilla. Aviones rusos han sobrevolado la Sierra
Nevada de Santa Marta en momentos de tensiones entre Bogotá, Caracas y Managua [10].
Pekín y Moscú no van a dejar sola a Venezuela, su aliado
estratégico en América latina, ante una posible agresión norteamericana. Lo han
reiterado de diversas maneras. Por esas realidades geopolíticas contemporáneas,
un conflicto militar entre Colombia y Venezuela puede derivar hacia una
confrontación internacional al estilo Siria que destrozaría la región. Ya lo
dijo Putin, en clara advertencia a Estados Unidos: Si Venezuela es
desestabilizada se desestabilizará toda Latinoamérica.[11]
Las dificultades internas de Trump, que pueden llegar hasta
su destitución, la posible pérdida de los republicanos en las elecciones legislativas
en noviembre de manos de los demócratas, la disputa de las superpotencias por
el control de un recurso aun estratégico,[12] sin duda, pueden alentar al
indescifrable y díscolo presidente de los norteamericanos a propiciar una
agresión militar en Venezuela. A ese juego macabro se está prestando Colombia.
Ya se habla sin tapujos del respaldo militar norteamericano al país. En una
entrevista en el diario El Tiempo, el embajador Witaker ante una pregunta de
una periodista que si Colombia contaba con el respaldo de Estados Unidos en una
posible guerra binacional, el embajador contestó: “Recientemente se
entrevistaron el Secretario de Defensa de Estados Unidos, James Mattis, y el
presidente Duque. Ellos discutieron el tema. Lo que le voy a decir como
producto de esa reunión es que Colombia puede contar con nosotros” [13].
Colombia corre el riesgo de quedarse sola en esta aventura
militar y solo en compañía del inefable Trump, un aliado poco confiable. Para
los dos países una guerra sería catastrófica. La muerte de miles de jóvenes de
los dos países sería un sacrifico inútil por tratar de imponerle a Venezuela un
modelo de economía, que por estos lados de la frontera, tampoco encuentra la
senda del bienestar para la mayoría de la población.
Para constatarlo ahí está el Chocó, todo el litoral
Pacífico, el Catatumbo, el Guaviare, el bajo Cauca antioqueño, la Mojana
sucreña, los territorios fronterizos y los bolsones de miseria de nuestras
grandes ciudades. El daño en la infraestructura del país nos atrasaría
doscientos años. Cartagena estaría en la mira con una Base Naval enclavada a
pocos metros de la ciudad vieja. Los cartageneros, entrampados en su precaria
institucionalidad, todavía discuten si ese esperpento urbanístico y de
seguridad debe seguir ahí o no. Un cazabombardero ruso Sukhoi Su-30 MK2 los
podría sacar de la pesadilla de los filibusteros modernos que la saquean a
diario, para despertarse en otra peor. La refinería es altamente vulnerable. Un
ataque aéreo desde Venezuela sería muy lesivo para Colombia
[14].
La transformación de la economía del país a una economía de
guerra anularía cualquier posibilidad a la paz. A última hora el ministro de
Guerra incluyó en la discusión del presupuesto del 2019, $1.1 billones “para el
fortalecimiento del sistema de defensa antiaérea multicapa a nivel nacional”.
Si no hay plata ahora para cumplir los compromisos pactados con las FARC, menos
en una economía de guerra. La estampida de excombatientes farianos hacia las
armas engrosarán las disidencias. Con el ejército atendiendo el frente de
guerra internacional para obedecer a Trump, los Guacho se
enseñorearán en los territorios olvidados y las inversiones en las regiones
apartadas del progreso no llegarán y sus gentes rumiarán otro siglo de
desesperanza.
A los campesinos no les quedará sino la coca para
sobrellevar las penurias. La esquiva posibilidad de paz con el ELN se
difuminaría en los ajetreos de la guerra y este grupo actuaría como una quinta
columna de Venezuela en nuestro territorio. El país atendería dos frentes: la
guerra externa y el desorden guerra interno. ¡Difícil!
El gobierno colombiano debería reflexionar sobre el costo
para el país de su sumisión a EE.UU. y al amigo de Stormy Daniels. Los
problemas de Venezuela deben ser resueltos por mecanismos diplomáticos y pacíficos.
En el entretanto, al país no le queda de otra que atender con altruismo, en
reciprocidad a la generosidad de Venezuela con nuestros compatriotas que en
otra época se iban a buscar allá las posibilidades que se le negaban aquí, la
emigración de nuestros hermanos patriotas en este difícil presente.
Notas
[1] La crisis de Venezuela: una amenaza grave
para Colombia, 19 de febrero de 2018.
[2] Colombia se está quedando atrás en la lucha
antidrogas, según Trump, El Tiempo, 12 de septiembre de 2018, Pág.1.3.
[3] El regreso del fantasma de la
desertificación de Estados Unidos, El Tiempo, 16 de septiembre de 2018,
pag.1.4.
[4] Colombia se está quedando atrás en la lucha
antidrogas, según Trump, El Tiempo, 12 de septiembre de 2018, Pág.1.3.
[5] Colombia no firmó declaración del Grupo de
Lima: Cancillería, El País de Cali, 17 de septiembre de 2018, Pág.A12.
[6] Arlene B. Tickner, De rodillas, El
Espectador, 12 de septiembre de 2018.
[7] https://elcomercio.pe/mundo/actualidad/rusia-china-fortalecen-alianza-paises-occidente-171109.
[8] China amenaza con represalias a EE.UU por
las sanciones a la compra de armamento ruso.
https://elpais.com/internacional/2018/09/21/estados_unidos/1537498929_057155.html#?id_externo_nwl=newsletter_diaria_noche20180921m.
[9] https://elpais.com/internacional/2018/09/22/actualidad/1537632117_999208.html
[10] https://www.semana.com/nacion/articulo/bombarderos-rusos-en-colombia-geopolitica/364069-3.
[11] http://www.resumenlatinoamericano.org/2017/07/19/putin-lanzo-una-advertencia-a-eeuu-por-venezuela-no-intenten-desestabilizar/.
[12] Gobierno de Trump les jala las orejas a
países de la región por coqueteos con China, El Tiempo, 10 de septiembre de 2018, Pág. 1.8.
[13] ¿EE.UU. considera Venezuela un problema de
seguridad nacional? El Tiempo, 17bde diciembre de 2018, Pág. 1.6.
[14] El cara a cara en el poder militar, El Espectador,
23 de septiembre de 2018, Pág.6.
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